14 - DE
ENERO – SÁBADO –
1ª
SEMANA DEL T. O. – A
San Félix de
Nola
Lectura de la
carta a los Hebreos (4,12-16):
HERMANOS:
La palabra de
Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el
punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos
e intenciones del corazón.
Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a
quien hemos de rendir cuentas.
Así pues, ya
que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de
Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un
sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha
sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.
Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Palabra de Dios
Salmo:
18.8.9.10.15
R/. Tus palabras,
Señor, son espíritu y vida
V/. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R/.
V/. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
V/. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son
verdaderos
y enteramente justos. R/.
V/. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi
corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (2,13-17):
EN aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente
acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio
a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y
lo siguió.
Sucedió que,
mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y
pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo
seguían.
Los escribas
de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus
discípulos:
«¿Por qué
come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó
y les dijo:
«No necesitan
médico los sanos, sino los enfermos. No he ven do a llamar a justos, sino a
pecadores».
Palabra del Señor.
1.
Muchos cristianos no han pensado suficientemente en un hecho, que se menciona
en los evangelios, y que resulta sencillamente asombroso. Se trata de las
comidas de Jesús con gentes de mala fama, de pésima reputación y de muy baja
categoría en todos los aspectos de la vida. En las sociedades actuales hay
muchas maneras de expresar el máximo reconocimiento hacia una persona y la
posición social que ocupa. En la Antigüedad, el acto central de la vida social,
y del reconocimiento humano, era el banquete (Simposio). Incluso el sitio que
cada comensal ocupaba en la mesa era un criterio determinante de la importancia
que se le otorgaba a la persona. Además, téngase en cuenta que el Simposio o
Banquete no se reducía al hecho biológico de "comer", sino que era
sobre todo el acto social de "compartir la misma comida".
La cuestión
capital no era la "comida", sino la "comensalía". Así lo
explicaron los grandes escritores que analizaron este asunto. Cf. El Banquete
de Platón, el de Jenofonte, etc. (Dennis E. Smith).
2. Así
las cosas, lo más llamativo es que los relatos de "comidas
compartidas", que más destacan los evangelios, son las celebraciones de
"comensalía" de Jesús con "publicanos",
"pecadores" y "pobres".
El capítulo
15 de Lucas es elocuente hasta el límite: todo termina con un gran
"Simposio" de fiesta con el pecador extraviado. Y esto, como
respuesta a la acusación de que Jesús "comía con publicanos y
pecadores" (Lc 15, 1-2).
3. Hace cerca de 50 años, se publicó en Alemania un libro que, después de tanto tiempo, se sigue editando. Lo que indica que a la gente le interesa. En todo caso, se trata de un auténtico "Bestseller" sobre la verdadera humanidad de Jesús. Su autor, Adolf Holl, un sacerdote austriaco, suspendido por Roma para ejercer el ministerio, hace no pocas afirmaciones exageradas e inadmisibles para la ortodoxia católica. Pero tuvo la libertad y el atrevimiento de destacar una cuestión esencial, a saber: cómo Jesús rompió con el modelo de sociedad en que nació. Y eso fue determinante para abrir nuevos horizontes a "otra cultura". Jesús vivió con "malas compañías" (Jesus in schlechter Gesellschaft): comer y beber con los excluidos de la sociedad es afirmar que tenemos que vivir la religiosidad desde un modelo distinto. Que no es el modelo de la degeneración, sino el de la regeneración en la unión y el amor con todos los seres humanos.
San Félix de Nola
En la ciudad de Nola,
en la Campania (hoy Italia), san Félix, presbítero, el cual, según cuenta san
Paulino, mientras arreciaba la persecución fue encarcelado y sometido a crueles
sevicias. Restablecida la paz, pudo volver entre los suyos y vivió en la
pobreza hasta una venerable ancianidad, como invicto confesor de la fe (s.
III/IV).
Nola
es una pequeña y antiquísima ciudad, situada a unos 20 kilómetros de Nápoles.
Allí vio la luz san Félix, cuyo nombre significa "feliz", en el siglo
III. Su padre Hermias era sirio, de profesión militar. Nuestro santo, en
cambio, prefirió ser soldado de Cristo.
Poco
sabemos de su infancia y juventud. Padeció las terribles persecuciones
desatadas por Decio y por Valeriano. Por estas circunstancias carecemos de
actas que hubieran podido proporcionar noticias precisas. Los rasgos más
exactos que conocemos a través de san Paulino, poeta y obispo de Nola, quien
escribió su biografía a fines del siglo IV y lo tuvo como santo protector.
También escribieron sobre él Beda, san Agustín y Gregorio Turonense. El papa
san Dámaso le dedicó un poema.
Para
destruir la Iglesia, el emperador Decio ordenó prender y procesar
principalmente a los obispos, presbíteros y diáconos. Gobernaba entonces la
grey de Nola el obispo Máximo, cargado de años, quien se refugió en las
montañas de los Apeninos. Félix, que era presbítero, se quedó en la ciudad para
vigilar y proteger a los fieles.
No
duró mucho tiempo la seguridad de Félix, pues Nola era una pequeña ciudad donde
todos se conocían y él no disimuló su condición de cristiano. Arrestado y
conducido a la cárcel, lo ataron con cadenas, y así permaneció durante meses.
Por su parte, en las montañas, el obispo Máximo padecía hambre, frío, tristeza
y dolor.
Félix
fue un ejemplo de devoción al obispo. Socorrió a Máximo corriendo gravísimos
riesgos y compartió con él la dura experiencia de la persecución.
Habiendo
escapado de la furia desatada por Decio, Félix se vio nuevamente amenazado,
junto con toda su comunidad, por las disposiciones que contra los cristianos
dictó el emperador Valeriano, entre los años 256 y 257.
Al
morir Máximo quisieron forzar a Félix a ocupar la silla episcopal, pero él
rehusó tal dignidad, prefiriendo continuar como presbítero su misión
evangelizadora. Murió el 14 de enero, se cree que del año 260. Fue enterrado en
Nola y su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinación. En Roma le fue
consagrada una basílica.
Los
campesinos de su tierra invocan a san Félix de Nola como protector de los
ganados. San Gregorio de Tours ha escrito sobre los numerosos milagros operados
junto a su tumba.
https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Felix_de_Nola.htm
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