sábado, 21 de enero de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 23 - DE ENERO – LUNES – 3ª SEMANA DEL T. O. – A San Idelfonso, obispo

 

 


23 - DE ENERO – LUNES –

3ª SEMANA DEL T. O. – A  

San Idelfonso, obispo

 

      Lectura de la carta a los Hebreos (9,15.24-28):

 

HERMANOS:

Cristo es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.

Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena. Si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos.

La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6

 

     R/. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas

 

 Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas.

Su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo. R/.

 

   El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia.

Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.

 Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera;

gritad, vitoread, tocad. R/.

 Tañed la cítara para el Señor,

suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas,

aclamad al Rey y Señor. R/.

 

       Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,22-30):

 

EN aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:

«Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».

Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:

«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.

En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres:

los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

 

Palabra del Señor

 

1.  Estos letrados, que habían venido desde la capital, Jerusalén, eran por eso mismo personas de máxima autoridad y con poder de influir en la gente sencilla de Galilea. Eran los teólogos más reconocidos y los que, para el pueblo, eran los que decían las verdades indiscutibles.

Pues bien, estos hombres llegan a donde predicaba Jesús y se ponen a decirle a la gente lo más terrible y negativo, que se podía decir contra alguien, en este caso contra Jesús.

A saber: "que no traía la salvación, sino que tenía un demonio dentro" (E. Schillebeeckx).

 

2.  Jesús no se asustó ante semejante acusación, la más fuerte que se hizo contra él. Al contrario. Les hizo ver a aquellos teólogos la contradicción en que vivían. Hablaban contra el demonio, cuando en realidad eran sus mejores colaboradores.

Cuando aquellos teólogos ofendían a Jesús, lo que en realidad hacían era quitarle la esperanza al pueblo sencillo y a la gente humilde.

Ir por la vida haciendo eso, no tiene perdón de Dios.  Es lo más grave que se puede hacer en este mundo. Eso no tiene perdón de Dios porque "hace de Dios", "un demonio".

   - ¿Cómo puede encontrar perdón quien rechaza la fuente del perdón?

 

3.  Lo mismo ahora que en tiempo de Jesús, los "indoctos letrados" se reconocen en una cosa: no saben más que insultar, agredir, acusar, y atribuir al demonio lo que no les conviene.  De los que proceden así, asegura Jesús que no tienen perdón de Dios.  No porque Dios no perdone, sino porque ellos no reconocen, ni buscan, ni encuentran el origen y la causa de todo posible perdón.

 

San Idelfonso, obispo

 


Ildefonso, nacido en Toledo de noble familia hacia el año 606, profesó muy joven en el monasterio de Agalí, en las afueras de su ciudad natal, uno de los más insignes de la España visigoda. Durante el reinado de Reces­vinto, en el año 657, sucedió a san Eugenio en la sede metropolitana de Toledo.

Desarrolló una gran labor catequética defendiendo la virginidad de María y exponiendo la verdadera doctrina sobre el bautismo.

Murió el 23 de enero del año 667. Su cuerpo fue trasladado a Zamora.

 

Nació en Toledo el año 606 o el 607, hijo de Esteban y Lucía, nobles visigodos, parientes del Rey Atanagildo; educado desde niño al lado de su tío san Eugenio III, pasó, ya entrado en la pubertad, a Sevilla, confiado a san Isidoro, en cuya Escuela cursó, con gran aprovechamiento, la Filosofía y las Humanidades, llegando a tanto el amor que su maestro le profesaba, que cuando quiso volver a Toledo, aquél se lo impidió por algún tiempo, llegando hasta encerrarle para obligarle a desistir.

      Llegó por fin a Toledo, y la fama que entonces tenía el monasterio Agaliense le arrastró a aquel retiro, impulsado además por su fuerte vocación. Sabedor su padre de esta resolución, reúne algunos amigos e invade en su compañía el convento, teniendo san Ildefonso que ocultarse para escapar a una violencia. La intercesión de su madre y de san Eugenio hicieron por fin al padre consentir, y san Ildefonso, monje, pudo dedicarse a la oración y al estudio, recibiendo las sagradas ordenanzas mayores de manos de san Eladio, y san Eugenio le nombró después arcediano de su iglesia.

      Los monjes del monasterio de san Cosme y san Damián le nombraron su abad, dignidad que también obtuvo a la muerte de Deusdedit en el monasterio donde había profesado, haciéndose admirar por el celo que desplegó en la reforma de su Orden, por su fe y su inagotable caridad. Muertos sus padres fundó con su pingüe herencia un convento de monjas en cierto heredamiento que le pertenecía en el pago llamado Deibia o Deisla, no conociéndose hoy en qué parte del término de Toledo estaba situado.

      A la muerte de su tío, san Eugenio III, fue nombrado Arzobispo de Toledo, cuya silla ocupó el 1 de diciembre del año 659, no sin haberla con insistencia rehusado. Compuso, apenas elevado a la nueva dignidad, un libro que tituló "De virginitate perpetua Sanctae Mariae adversus tres infidelis", para combatir los errores de la secta joviniana. La tradición asegura que la Virgen María se le apareció y le impuso una casulla.

     Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de Santa Leocadia, por haber nacido en santo en unas casas pertenecientes a aquella colación, no lejos de la parroquia de san Román, en lo que fue luego casa de los jesuitas. Cuando la invasión de los árabes, los toledanos, que con las reliquias de sus santos y los sagrados vasos huyeron hacia las montañas de Asturias trasladaron el cuerpo del santo a Zamora.

      Dejó escritos, además del tratado "De virginitate", antes mencionado, otro con el título "De cognitione baptismi, De itinere vel progresso espirituali diserti quo pergitur post baptismum", la continuación de libro de los "Ilustres varones", de san Isidoro, y dos cartas, respuestas a otras que le dirigió Quirico, Obispo de Barcelona.

 

 

 

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