31 - DE
ENERO – MARTES –
4ª
SEMANA DEL T. O. – A
SAN JUAN BOSCO, PRESBÍTERO
Lectura de la carta a los Hebreos (12,1-4):
HERMANOS:
Teniendo una nube tan ingente de
testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a
todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que
inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato,
soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha
del trono de Dios. Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no
os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en
vuestra pelea contra el pecado.
Palabra de Dios
Salmo: 21,26b-27.28.30.31-32
R/. Te alabarán, Señor, los que
te buscan
Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
¡Viva su corazón por siempre! R/.
Lo recordarán
y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.
Me hará vivir
para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
«Todo lo que hizo el Señor». R/.
Lectura del santo evangelio
según san Marcos (5,21-43):
EN aquel
tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha
gente a su alrededor y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se
llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón
las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente
que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de
sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se
había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto
peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el
manto, pensando:
«Con solo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus
hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido
fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba:
«Quién me ha tocado el manto?».
Los discípulos le contestaban:
«Ves cómo te apretuja la gente y
preguntas: “Quién me ha tocado?”».
Él seguía mirando alrededor, para ver a
la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al
comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la
verdad.
Él le dice:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz
y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron
de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué
molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le
dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más
que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de
la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a
gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son estos?
La niña no está muerta; está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a
todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde
estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo
hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó
a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.
Les insistió en que nadie se enterase; y
les dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor
1. Al pensar lo que nos quiere decir este relato, lo que menos importa es verificar si realmente lo que hizo Jesús fue curar a una mujer enferma y resucitar a una niña difunta. Jesús no iba por la vida haciendo milagros para demostrar que él era Dios. Ni sabemos lo que es un "milagro". Lo que sabemos es que Jesús le remedió el sufrimiento a la mujer que padecía hemorragias. Y que acabó con las penas y lamentos de una familia que lloraba a su hija difunta.
O sea, donde había dolor y sufrimiento,
Jesús ponía felicidad y alegría. Esto es lo único seguro que hay en este
evangelio.
2. Nos han explicado los evangelios de manera, que nos interesa más "saber" lo que sucedió que "vivir" lo que vivió Jesús. Los estudios de los evangelios y las investigaciones de los estudiosos se han orientado de manera, que a mucha gente le interesa solamente saber si "Jesús es Dios". Pero no se preguntan si los cristianos vamos por la vida aliviando las penas que podemos remediar y dando la alegría que tendríamos que dar.
3. La religiosidad de Jesús no consiste en creer en milagros y en cosas extraordinarias. La religiosidad de Jesús se centra en una sola cosa: que vivamos de tal manera que no soportemos el sufrimiento de quien sea. Por tanto, ser siempre buenas personas, estar cerca de todo el que sufre, dar alegría y paz incluso a nuestros enemigos. Esto es lo que cada relato de curaciones y "milagros" nos tendría que dejar clavado en el alma hasta el fondo de nuestro ser.
SAN JUAN BOSCO, PRESBÍTERO
San Juan Bosco Presbítero (1815-1888)
Es el santo de la juventud. El santo de los
obreros, el santo de la alegría, el santo de María Auxiliadora y el santo de
muchas cosas más. El verano de 1815 nacía en Becchi-Piamonte (Italia) de padres
humildes pero muy buenos cristianos. Desde muy niño hubo de trabajar duro al
lado de su santa madre, la mamá Margarita, para sacar la casa adelante. De su
santa madre recibió una profunda educación cristiana y un gran amor a la Virgen
María junto con un gran respeto hacia los sacerdotes. Ambas cosas quedaron profundamente
impresas en su alma.
Ya desde niño demostró estar en posesión de
cualidades nada comunes en todos los sentidos: Era simpático, agudo,
inteligente, trabajador y muy mañoso con cuanto se proponía. Desde niño y
después de joven, pero sobre todo de sacerdote, trabajará tanto que parece casi
imposible cómo en sólo 72 años de vida pudo realizar tantas y tan importantes
obras. Alguien ha dicho que trabajó él solo más que diez hombres juntos de no
cortas cualidades.
Cuando llegaba a Castelnuovo, Asti o Murialdo
y algún titiritero atraía a pequeños y grandes durante el tiempo de la Misa o
del Rosario, se presentaba él y decía: "Yo lo hago esto sin haceros pagar,
tan bien o mejor que él pero con una condición: Que vengáis después todos
conmigo a la Iglesia"... Lo hacía y arrastraba a los espectadores a tornar
parte en cuanto en el templo se hacía. Así iba llenando la iglesia de fieles a
la vez que limpiaba el pueblo de personas poco recomendables...
Ya dijimos que mamá Margarita admiraba a los
sacerdotes. El los veía demasiado arrogantes y lejanos del pueblo, sobre todo
de los niños y decía: "Si yo llego a ser sacerdote, como espero, jugaré
con los niños y los querré, les haré cantar y con alegría a todos querré
salvar"...
Cuando vistió el hábito clerical le amonestó
aquella santa mujer que fue su madre: "Puedes imaginarte, hijo mío, la
gran alegría que embarga mi corazón, pero, por favor, no deshonres nunca este
hábito. Sería mejor que lo abandonaras. Cuando viniste al mundo te consagré por
entero a la Virgen María; cuando comenzaste los estudios te recomendé la tierna
devoción hacia Ella; ahora te encarezco que seas todo de Ella... Si llegas a
ser sacerdote, recomienda y propaga siempre su devoción..."
Tenía muchos sueños y todos ellos muy
"famosos y se cumplían". Se ordenó sacerdote el 1841 y desde entonces
no paró hasta dar cobijo y digna educación a tantos niños que veía abandonados
por las calles. El rezo de un Ave María hizo el milagro y fue el primer eslabón
de esta maravillosa cadena de sus ORATORIOS. Centenares, millares de niños
abandonados encontraron calor, educación, comida, vestido y cobijo cariñoso
como en su propia casa. Mamá Margarita y su hijo se desvivían por ayudar a
aquellos rapaces que el día de mañana serían buenos padres cristianos.
Dos eran las armas de que se servía, sobre
todo, D. Bosco, para formarles: La eucaristía y la penitencia. Estos dos
sacramentos obraban maravillas en aquellos jóvenes... Hasta le creyeron un poco
mal de la cabeza por los "sueños" que llenaban su corazón y su mente
en favor de los abandonados... Obraba milagros, pero siempre era Ella, la
VIRGEN AUXILIADORA, quien los hacía, decía él. "No he sido yo, ha sido la
Virgen Auxiliadora quien te ha salvado"... "Cada ladrillo de esta
iglesia - se refería a la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863 - es
una gracia de la Virgen María"... Para continuar su OBRA el 1857 fundó los
Salesianos y poco después las Hijas de María Auxiliadora. Ellos llevan su
espíritu.
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