sábado, 14 de enero de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 16 - DE ENERO – LUNES – 2ª SEMANA DEL T. O. – A San Marcelo I, Papa

 


 

16 - DE ENERO – LUNES –

2ª SEMANA DEL T. O. – A

San Marcelo I, Papa

 

Lectura de la carta a los Hebreos (5,1-10):

 

TODO sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.

Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad. A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»; o, como dice en otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec».

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito de Melquisedec.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 109,1.2.3.4

 

R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec

 

V/. Oráculo del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha,

y haré de tus enemigos

estrado de tus pies». R/.

 

V/. Desde Sión extenderá el Señor

el poder de tu cetro:

somete en la batalla a tus enemigos. R/.

 

V/. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,

entre esplendores sagrados;

yo mismo te engendré, desde el seno,

antes de la aurora». R/.

 

V/. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:

«Tú eres sacerdote eterno,

según el rito de Melquisedec». R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,18-22):

 

EN aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:

«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».

Jesús les contesta:

«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.

Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor.

Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

 

Palabra del Señor

 

1.   De la misma manera que Jesús dio mucha importancia al hecho de que la comida compartida, la "comensalía", fuera respetada y no le faltase a quien la necesitaba, sobre todo a los pobres, igualmente Jesús no le dio importancia al ayuno, la privación voluntaria de la alimentación por motivos religiosos. Por este motivo también, Jesús tuvo conflictos con la religión. El ayuno se basa en la convicción según la cual a Dios le agrada el sufrimiento humano. El ayuno expresa una fe que cree en un Dios-tirano, que se complace en la carencia y el hambre de los humanos.

El hecho es que, por motivos religiosos, los seguidores de Juan y los fariseos estaban de ayuno, pensando que, al privarse de comer, agradaban a Dios.

 

2.   Los judíos practicaban dos clases de ayunos. El ayuno obligatorio, que se hacía el día de la Expiación o Yom Kippur (Lev 16, 29-31; 23, 26-29) y los ayunos voluntarios adicionales, que expresaban la devoción de los más fieles a la religión. Tales ayunos eran programados por los rabinos y por los fariseos (Joel Marcus).

El ayuno del que habla este evangelio era de los voluntarios. La postura de Jesús y sus discípulos indica que ni Jesús ni los que le seguían eran personas que no ponían su religiosidad en estas prácticas y en estos ritos que solo sirven para sufrir uno mismo, sin utilidad para los demás. Jesús pensaba que Dios no está más satisfecho cuando los humanos sufren. Jesús explica la conducta de sus discípulos diciendo que están como cuando uno va a una boda.  La boda, por lo que simboliza y en ella se goza, es la fiesta de la vida.

El ayuno, por lo que tiene de privación, es símbolo de muerte.  Jesús está de parte de la vida, no de la muerte.

 

3.  Pero Jesús va más lejos. Con las dos imágenes, la del remiendo y la del vino en los odres, Jesús afirma que no se puede ir por la vida haciendo componendas, intentando una síntesis entre lo antiguo y lo nuevo. Lo antiguo es la religión de siempre, que impone ayunos y privaciones. Lo nuevo es el Evangelio, que se vive siendo feliz y contagiando felicidad a los demás.

 

San Marcelo I, Papa

 


 

En la serie de los Pontífices (que hasta 1994 ya eran 265) el Papa Marcelo ocupa el puesto número 30. Fue Pontífice por un año: del 308 al 309. El nombre "Marcelo" significa: "Guerrero".

Era uno de los más valientes sacerdotes de Roma en la terrible persecución de Diocleciano en los años 303 al 305. Animaba a todos a permanecer fieles al cristianismo, aunque los martirizaran.

Elegido Sumo Pontífice se dedicó a reorganizar la Iglesia que estaba muy desorganizada porque ya hacía 4 años que había muerto el último Pontífice, San Marcelino. Era un hombre de carácter enérgico, aunque moderado, y se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la anterior persecución. Dividió Roma en 25 sectores y al frente de cada uno nombró a un Presbítero (o párroco). Construyó un nuevo cementerio que llegó a ser muy famoso y se llamó "Cementerio del Papa Marcelo".

Muchos cristianos habían renegado de la fe, por miedo en la última persecución, pero deseaban volver otra vez a pertenecer a la Iglesia. Unos (los rigoristas) decían que nunca más se les debía volver a aceptar. Otros (los manguianchos) decían que había que admitirlos sin más ni más otra vez a la religión. Pero el Papa Marcelo, apoyado por los mejores sabios de la Iglesia, decretó que había que seguir un término medio: sí aceptarlos otra vez en la religión si pedían ser aceptados, pero no admitirlos sin más ni más, sino exigirles antes que hicieran algunas penitencias por haber renegado de la fe, por miedo, en la persecución.

Muchos aceptaron la decisión del Pontífice, pero algunos, los más perezosos para hacer penitencias, promovieron tumultos contra él. Y uno de ellos, apóstata y renegado, lo acusó ante el emperador Majencio, el cual, abusando de su poder que no le permitía inmiscuirse en los asuntos internos de la religión, decretó que Marcelo quedaba expulsado de Roma. Era una expulsión injusta porque él no estaba siendo demasiado riguroso, sino que estaba manteniendo en la Iglesia la necesaria disciplina, porque si al que a la primera persecución ya reniega de la fe se le admite sin más ni más, se llega a convertir la religión en un juego de niños.

El Papa San Dámaso escribió medio siglo después el epitafio del Papa Marcelo y dice allí que fue expulsado por haber sido acusado injustamente por un renegado.

El "Libro Pontifical", un libro sumamente antiguo, afirma que, en vez de irse al destierro, Marcelo se escondió en la casa de una señora muy noble, llamada Lucina, y que desde allí siguió dirigiendo a los cristianos y que así aquella casa se convirtió en un verdadero templo, porque allí celebraba el Pontífice cada día.

Un Martirologio (o libro que narra historias de mártires) redactado en el siglo quinto, dice que el emperador descubrió dónde estaba escondido Marcelo e hizo trasladar allá sus mulas y caballos y lo obligó a dedicarse a asear esa enorme pesebrera, y que agotado de tan duros trabajos falleció el Pontífice en el año 209.

La casa de Lucina fue convertida después en "Templo de San Marcelo" y es uno de los templos de Roma que tiene por titular a un Cardenal.

 

  

 

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