3 DE NOVIEMBRE
– VIERNES
– 30 –
SEMANA DE T.O. – A –
San Martín de Porres
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (9,1-5):
Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por
el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor
incesante en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según
la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo.
Ellos descienden
de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la
alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes,
según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito
por los siglos. Amén.
Palabra
de Dios
Salmo:
147,12-13.14-15.19
R/. Glorifica al
Señor, Jerusalén
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus
puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de
ti. R/.
Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 14, 1-6
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de
los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Jesús se
encontró delante de un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los
letrados y fariseos, preguntó:
"¿Es
lícito curar los sábados o no?"
Ellos
se quedaron callados.
Jesús,
tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo:
"Si
a uno de vosotros se le cae el burro o el buey, ¿no lo saca enseguida, aunque
sea sábado?"
Y
se quedaron sin respuesta.
Palabra del Señor
1.
Una vez más, nos encontramos con el mismo problema. El problema de la
observancia del sábado, que, en definitiva, es el problema de la religión.
No
por lo que se refiere a la práctica o al abandono de la religión, sus creencias
y sus ceremonias. Jesús nunca puso esas cosas en cuestión.
Lo
que Jesús cuestiona, y es lo que les plantea a los fariseos observantes,
consiste en saber si lo primero en la vida es la obediencia a la religión o el
respeto a la vida humana. Porque ese era el problema que se planteaba
constantemente en Israel.
2.
Si intentamos profundizar más en este asunto, pronto nos damos cuenta de que
resolver esta cuestión no es solucionar una simple curiosidad. En esto
hay en juego algo mucho más serio. A fin de cuentas, la religión consiste en
esa serie de verdades absolutas, de normas de conducta y de prácticas sagradas
o rituales y ceremonias del culto.
En
la mentalidad de los entendidos en cosas de religión, las verdades que se
creen, las normas que se cumplen y las ceremonias que se practican, todo eso,
no es sino un conjunto de "mediaciones" de las que pensamos que nos
ponen en contacto con Dios y, si se observan, nos hacen buenas personas y nos
acercan al Señor.
Pues
bien, esto supuesto, la pregunta que se plantea constantemente en el Evangelio
es si las "mediaciones" decisivas, entre el hombre y Dios, son las
mediaciones "de la religión" o son las mediaciones "de la
vida": la defensa de la vida humana, su dignidad, su felicidad, etc.
3.
La respuesta de Jesús es clara y tajante: lo primero es la vida humana y todo
lo que la defiende, la protege, la dignifica, la hace feliz. Todo lo demás,
incluida la observancia religiosa, queda en segundo plano.
Y
este relato termina diciendo que, ante esta cuestión, la religión no tiene nada
que decir.
San Martín de Porres
Nació en la
ciudad de Lima, Perú, el día 9 de diciembre del año 1579. Fue hijo de Juan de
Porres, caballero español de la Orden de Calatrava, y de Ana Velásquez, negra
libre panameña.
Martín es bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde años más tarde
Santa Rosa de Lima también lo fuera.
Son misteriosos los caminos del Señor: no fue sino un santo quien lo
confirmó en la fe de sus padres. Fue Santo Toribio de Mogrovejo, primer
arzobispo de Lima, quien hizo descender el Espíritu sobre su moreno corazón,
corazón que el Señor fue haciendo manso y humilde como el de su Madre.
A los doce Martín entró de aprendiz de peluquero, y asistente de un
dentista. La fama de su santidad corre de boca en boca por la ciudad de Lima.
Martín conoció al Fraile Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y
hombre de virtudes, quien lo invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora
del Rosario.
Las leyes de aquel entonces le impedían ser religioso por el color y por la
raza, por lo que Martín de Porres ingresó como Donado, pero él se entrega a
Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un
amor sin medida.
San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: "Pasar desapercibido y
ser el último". Su anhelo más profundo siempre es de seguir a Jesús. Se le
confía la limpieza de la casa; por lo que la escoba será, con la cruz, la gran
compañera de su vida.
Sirve y atiende a todos, pero no es comprendido por todos. Un día cortaba el
pelo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no
duda en insultarlo: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa
sonrisa.
San Martín llevaba ya dos años en el convento, y hacía seis que no veía a su
padre, éste lo visita y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el
Consejo Conventual deciden que Fray Martín se convierta en hermano cooperador.
El 2 de junio de 1603 se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P.
Fernando Aragonés testificará: "Se ejercitaba en la caridad día y noche,
curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería,
amaba y curaba con singular amor". La portería del convento es un reguero
de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: "No hay
gusto mayor que dar a los pobres".
Su hermana Juana tenía buena posición social, por lo que, en una finca de
ella, daba cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y
ratones.
Pronto la virtud del moreno dejó de ser un secreto. Su servicio como
enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más
abandonadas que podía encontrar en la calle. Su humildad fue probada en el
dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos.
Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando al
mulato a su Reconciliador.
Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa, por lo
que el Superior le prohíbe realizar nada extraordinario sin su consentimiento.
Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio;
el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el
interesado quedan cautivados por su docilidad.
Cuando vio que se acercaba el momento feliz de ir a gozar de la presencia de
Dios, pidió a los religiosos que le rodeaban que entonasen el Credo. Mientras
lo cantaban, entregó su alma a Dios. Era el 3 de noviembre de 1639.
Su muerte causó profunda conmoción en la ciudad. Había sido el hermano y
enfermero de todos, singularmente de los más pobres. Todos se disputaban por
conseguir alguna reliquia. Toda la ciudad le dio el último adiós.
Su culto se ha extendido prodigiosamente. Gregorio XVI lo declaró Beato en
1837. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la homilía
de la canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo:
su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo
apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo
que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de "Martín
de la caridad".
Su fiesta se celebra el 3 de noviembre.
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