16 DE NOVIEMBRE
– JUEVES
– 32 –
SEMANA DE T.O. – A –
Santa Gertrudis
Magna
Lectura del libro de la Sabiduría
(7,22–8,1):
La sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil,
móvil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo,
incoercible, benéfico, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, todopoderoso,
todo vigilante, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros,
sutilísimos.
La sabiduría
es más móvil que cualquier movimiento, y, en virtud de su pureza, lo atraviesa
y lo penetra todo; porque es efluvio del poder divino, emanación purísima de la
gloria del Omnipotente; por eso, nada inmundo se le pega.
Es reflejo de
la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad.
Siendo una sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo, y,
entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y
profetas; pues Dios ama sólo a quien convive con la sabiduría.
Es más bella
que el sol y que todas las constelaciones; comparada a la luz del día, sale
ganando, pues a éste le releva la noche, mientras que a la sabiduría no le
puede el mal. Alcanza con vigor de extremo a extremo y gobierna el universo con
acierto.
Palabra de Dios
Salmo: 118
R/. Tu palabra,
Señor, es eterna
Tu Palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo. R/.
Tu fidelidad de generación en generación,
igual que fundaste la tierra y
permanece. R/.
Por tu mandamiento subsisten hasta hoy,
porque todo está a tu servicio. R/.
La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes. R/.
Que mi alma viva para alabarte,
que tus mandamientos me auxilien. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (17,20-25):
En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el
reino de Dios, Jesús les contestó:
«El reino de
Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí;
porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.»
Dijo a sus
discípulos:
«Llegará un
tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si
os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás.
Como el
fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre
en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta
generación.»
Palabra del Señor
1. La
respuesta de Jesús a los fariseos, que preguntan cuándo llega el Reino de Dios,
entraña sus dificultades para poder comprenderla exactamente. La razón principal
de tales dificultades radica en que el verbo (que utiliza Lucas apokrínomai ) no tiene un significado preciso.
Algunos lo traducen en el sentido de que el Reino "no está sujeto a
cálculo" (J. A. Fitzmyer, J. Mateos), mientras que otros prefieren la
traducción que pone el misal de la liturgia católica: el Reino "no vendrá
espectacularmente". En cualquier caso, lo que el texto de Lucas
quiere indicar es que la venida del Reino de Dios no será nunca como los
mortales la imaginamos. ¿Por qué?
2. Jesús
afirma que el Reino de Dios está "entre vosotros" o, quizá mejor,
está "junto a vosotros". Así parece
indicarla la preposición "éntos", con genitivo. No se trata,
pues, de que el Reino de Dios está "dentro de vosotros", en vuestro corazón de fariseos (M. Zerwick).
Se trata, más
bien, de que el Reino de Dios está "junto a ellos", allí presente.
Por eso se puede decir, con toda razón, que el Reino de Dios no está en "lo espectacular", en "lo
grandioso", sino en "lo cotidiano", en el ambiente en que todos
nos movemos a diario, en la normalidad de la vida normal.
El esplendor
de lo llamativo será al final, en la consumación definitiva. En la situación
presente, en lo que ahora vivimos, lo que toca es soportar y vivir con
normalidad, honradez y hasta alegría, lo mismo que vivió Jesús: el proyecto de
una vida en defensa del bien, de la igualdad y de la justicia.
Por más que
todo eso lleve consigo el rechazo, la persecución, las dificultades y hasta la
exclusión.
3. En
definitiva, se trata de comprender que hacer presente el Reino de Dios es, ni
más ni menos, "hacer presente a Dios en lo cotidiano de la
vida".
Donde Dios
está presente, está presente la bondad, el respeto, la ayuda mutua, la
delicadeza en el trato, la honradez por encima de todo, y, mediante todo esto,
la cercanía al que sufre, al que se ve maltratado, al que lo pasa mal, al que
se siente mal.
Hacer
presente el Reino de Dios es hacer presente la felicidad que está a nuestro
alcance lograr para todos.
Santa Gertrudis
Magna
Santa Gertrudis,
apellidada “Magna”, virgen, que entregada con mucho fervor y decisión, desde su
infancia, a la soledad y al estudio de las letras, y convertida totalmente a
Dios, ingresó en el monasterio cisterciense de Helfta, cerca de Eisleben, en
Sajonia, de Alemania, donde progresó de modo admirable por el camino en
perfección, consagrándose a la oración y contemplación de Cristo crucificado.
Falleció el día diecisiete (11301/1302).
Vida de Santa Gertrudis Magna
Escritora y mística benedictina, nacida en Alemania en 1256. Murió en
Helfta, cerca de Eisleben, Sajonia, el 17 de noviembre de 1301 ó 1302. Nada se
sabe acerca de su familia, ni siquiera el nombre de sus padres. Está claro que
no nació en el barrio de Eisleben donde vivió (Legatus, lib. I, xvi). A los
cinco años de edad ingresó en el convento de Helfta. En aquel tiempo, el
monasterio estaba a cargo de la santa e iluminada abadesa Gertrudis de
Hackerborn, bajo cuya dirección el convento prosperó de manera sobresaliente,
tanto en la observancia de la regla monástica, como en la actividad
intelectual, a la que contribuyeron Santa Lioba y sus monjas anglo-sajonas,
formadas en Alemania.
En este rincón espiritual uno podía encontrar todo lo
que puede contribuir a la santidad, favorecer la contemplación y el
aprendizaje. Incluso, como en el centro de todo ímpetu y actividad de la vida,
el trabajo de trabajos, -La Obra de Dios, como San Benito definía el Divino
Oficio, se llevaba a cabo de manera solemne. Así era Helfta cuando sus portales
se abrieron para recibir a una pequeña niña destinada a convertirse en una de
las glorias más brillantes de este convento.
A Gertrudis se le puso bajo el cuidado de su tía Santa
Matilde, quien era hermana de la abadesa y estaba a cargo del alumnado. La
pequeña tenía el don de ganarse los corazones, según sus biógrafos, era
encantadora. Así pues, desde muy temprano creció entre Gertrudis y Santa
Matilde, una buena amistad.
Se dice que Gertrudis poseía cualidades excepcionales
para el estudio y no fue hasta pasados los veinticinco años de edad que recibió
el impacto de su primera visión, que sería sólo el comienzo de una serie de
revelaciones que tendría sucesivamente a lo largo de su vida, hasta el momento
de su muerte. Hasta antes de la primera revelación, el objeto de sus estudios
eran temas de ciencias naturales, literatura etc., pasado el éxtasis,
comprendió que se había dedicado por entero al estudio de temas mundanos y cambió
totalmente el sentido de sus estudios. A partir de ese momento, optó por
dedicarse al estudio de los escritos de los santos padres, de teología y de
Sagrada Escritura. Parece que Gertrudis se culpaba por considerar lo anterior
como una negligencia (Legatus II, ii), pero para entender sus palabras
correctamente debemos recordar que expresaban auto reprobación en un alma
llamada a la más alta santidad. Sin duda, su extraordinaria dedicación al
estudio era un obstáculo para su progreso en la contemplación y el recogimiento
interior; sin embargo, esta condición le guardó de caer en peores faltas. Su
lucha personal la centraba en la conquista de una naturaleza sensible e
impetuosa.
En la vida de Santa Gertrudis no se registran fases
abruptas, no hay una conversión repentina del pecado a la santidad. Ella pasó
del alumnado a la comunidad religiosa. Por fuera, su vida era la de una monja
benedictina sencilla, como las demás. Su caridad sin límites abarcaba a todos;
tanto a los ricos como a los pobres, a los letrados como a los comunes, al
monarca en su trono, como al campesino en su parcela; se manifestaba en una
tierna compasión hacia las almas en el purgatorio, en un gran anhelo de
perfeccionamiento en las almas consagradas a Dios. Su humildad era tan profunda
que se preguntaba cómo es que la Tierra podía soportar a un alma tan pecadora
como la suya. Era frecuente que se encontrara en éxtasis y que se desconectara
de lo que ocurría a su alrededor. lo que la preocupaba, por el efecto que `esto
pudiera tener en los demás. Tenía el don de profecía y el de obrar milagros.
Cuando sintió que se acercaba su muerte, Gertrudis
tendría aproximadamente 46 años de edad. Antes pudo asistir a los funerales de
la ilustre abadesa Gertrudis de Hackerborn (1291) y los de su guía y
confidente, Santa Matilde (1298).
En 1346 fue transferida la comunidad benedictina al
monasterio de Nueva Helfta y se cree que las monjas conservaron algunas
pertenencias del antiguo convento, pero nada se sabe de los restos de las
santas Gertrudis y Matilde. La Antigua Helfta pasó a ser propiedad de la
Corona, mientras que la Nueva Helfta pasó a manos de la municipalidad local. De
las sepulturas de las santas no hay registros.
Fue hasta 1677 que el nombre de Gertrudis se inscribió
en el Martirologio Romano y que su fiesta se extendió a la Iglesia universal
celebrándole el día 15 de noviembre, corrigiéndo después para fijarse el día 17
de noviembre como la fecha de su muerte, que celebra la Orden Benedictina,
aunque se establecería el día 16 como la fiesta de la Santa. De conformidad con
una petición hecha por el Rey de España, se declaró a Santa Gertrudis, Patrona
de las Indias Occidentales; en Perú se celebra su fiesta con gran pompa y, en
Nuevo México se construyó una ciudad en su honor, que lleva su nombre.
Algunos escritores contemporáneos han considerado que
Santa Gertrudis era cisterciense, pero un estudio cuidadoso e imparcial de las
evidencias disponibles en la actualidad, no justifican esa conclusión. Es bien
sabido que la Reforma Cisterciense dejó su marca en muchas casas no afiliadas a
la Orden Benedictina y el hecho de que Helfta se fundara durante el apogeo de
Citeaux (1134-1342) es suficiente para entender esta impresión.
Muchos de los escritos de Santa Gertrudis han
desaparecido. Los que aún se conservan son:
* El "Legatus Divinae Pietatis"
(conocido como
el "Heraldo de la amorosa bondad de Dios" o también como
*
Revelaciones de Santa Gertrudis").
*
Los Ejercicios de Santa Gertrudis
* El
"Liber Specialis Gratiae" de Santa Matilde
(conocido
también como "Revelaciones de Santa Matilde").
Todos los trabajos de Santa Gertrudis se escribieron en
latín, que ella usaba con facilidad y gracia. El "Heraldo de la amorosa
bondad de Dios" comprende 5 tomos que contienen una descripción de la vida
de la Santa y registros de numerosas gracias y favores concedidos por Dios. El
libro II se le atribuye a Gertrudis, no así los otros que se piensa escribieron
las monjitas de la comunidad religiosa que presenciaron los favores que se le
concedieron a Gertrudis. Se cree que fue así porque la humildad de la Santa no
le habría permitido detallar los milagros que por su intercesión ocurrieron.
Los "Ejercicios" son siete en total y tratan temas que van desde la
gracia bautismal, que es el primero, hasta el tema de cómo prepararse para bien
morir, que es el séptimo. El lenguaje que se maneja en los escritos de Santa
Gertrudis es elegante, impregnado de imágenes sacadas de pasajes bíblicos, que
manifiestan su elevada contemplación.
Cuando se compara el "Heraldo de la amorosa bondad
de Dios" con las "Revelaciones de Santa Matilde" es evidente que
Gertrudis es quien escribe. Sus letras están coloreadas de la riqueza del genio
teutónico, que encuentra sus expresiones más agradables en simbolismos y
alegorías. El espíritu de Santa Gertrudis, que está marcado por libertad,
aliento y vigor se encuentra en la Regla de San Benito. El misticismo de la
Santa es el característico de todos los grandes contemplativos de la Orden
Benedictina, desde San Gregorio, hasta Blosius. En una palabra, se encuentra en
Gertrudis esa añeja espiritualidad benedictina que el Padre Faber ha descrito
tan bien (Todo por Jesús, viii).
Una de las características de la piedad de Gertrudis
puede encontrarse en la devoción que tenía al Sagrado Corazón. Devoción que se
encargó de propagar primero que nadie. Ya que, para ella, en la Devoción al
Sagrado Corazón se encontraba el símbolo de la caridad inmensa, que impulsa a
"La Palabra" a hacerse "carne", a instituir la Santa
Eucaristía, a cargar con nuestros pecados y, a morir en la cruz para ofrecerse
como víctima y como sacrificio al Padre Eterno. (Colección de Ritos, 3 de abril
de 1825).
Fieles a la misión que se les encomendó, las superioras
de Helfta encargaron a teólogos de renombre la revisión de los escritos de
Santa Gertrudis. Escogieron a frailes dominicos y franciscanos para que
aprobaran y comentaran ampliamente sus impresiones sobre los trabajos de la
Santa. Fueron Lanspergius y Blosius quienes propagaron los trabajos de
Gertrudis en el siglo XVI. Lanspergius, ayudado por Loher, editó los textos y
escribió los prefacios. Los escritos tuvieron una cálida recepción especialmente
en España.
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