27 DE NOVIEMBRE
– LUNES
– 34 –
SEMANA DE T.O. – A –
San Virgilio de Salzburgo
Comienzo de la profecía de Daniel
(1,1-6.8-20):
El año tercero
del reinado de Joaquín, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de
Babilonia, y la asedió.
El Señor entregó en su poder a Joaquín
de Judá y todo el ajuar que quedaba en el templo; se los llevó a Senaar, y el
ajuar del templo lo metió en el tesoro del templo de su dios.
El rey ordenó a Aspenaz, jefe de
eunucos, seleccionar algunos israelitas de sangre real y de la nobleza,
jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo, bien formados en la sabiduría,
cultos e inteligentes y aptos para servir en palacio, y ordenó que les enseñasen
la lengua y literatura caldeas.
Cada día el rey les pasaría una ración
de comida y de vino de la mesa real. Su educación duraría tres años, al cabo de
los cuales, pasarían a servir al rey.
Entre ellos, había unos judíos: Daniel,
Ananías, Misael y Azarías. Daniel hizo propósito de no contaminarse con los
manjares y el vino de la mesa real, y pidió al jefe de eunucos que lo
dispensase de esa contaminación.
El jefe de eunucos, movido por Dios, se
compadeció de Daniel y le dijo:
«Tengo miedo al rey, mi señor, que os ha
asignado la ración de comida y bebida; si os ve más flacos que vuestros
compañeros, me juego la cabeza.»
Daniel dijo al guardia que el jefe de
eunucos había designado para cuidarlo a él, a Ananías, a Misael y a Azarías:
«Haz una prueba con nosotros durante
diez días: que nos den legumbres para comer y agua para beber. Compara después
nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen de la mesa real y trátanos
luego según el resultado.»
Aceptó la propuesta e hizo la prueba
durante diez días. Al acabar, tenían mejor aspecto y estaban más gordos que los
jóvenes que comían de la mesa real. Así que les retiró la ración de comida y de
vino y les dio legumbres.
Dios les concedió a los cuatro un
conocimiento profundo de todos los libros del saber. Daniel sabía además
interpretar visiones y sueños.
Al cumplirse el plazo señalado por el
rey, el jefe de eunucos se los presentó a Nabucodonosor. Después de conversar
con ellos, el rey no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y
los tomó a su servicio. Y en todas las cuestiones y problemas que el rey les
proponía, lo hacían diez veces mejor que todos los magos y adivinos de todo el
reino.
Palabra de Dios
Salmo: Dn 3,52.53.54.55.56
R/. A ti gloria y alabanza por
los siglos
Bendito eres,
Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu nombre santo y glorioso. R/.
Bendito eres
en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito eres
sobre el trono de tu reino. R/.
Bendito eres
tú, que, sentado sobre querubines, sondeas los abismos. R/.
Bendito eres
en la bóveda del cielo. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (21,1-4):
En aquel
tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca
de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo:
«Sabed que esa pobre viuda ha echado más
que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella,
que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Palabra del Señor
1. Se sabe que Jerusalén era, en tiempo de Jesús, una ciudad en la que abundaban los mendigos y, en general, gentes de ínfima condición económica, muchos de los cuales vivían de la limosna.
En la ciudad había tanta gente en esta
situación que abundan los testimonios en los que se afirma que en Jerusalén
había personas que se enorgullecían de la cantidad de pobres que eran atendidos
en la ciudad (J. Jeremias).
Por otra parte, esto ocurría en una ciudad que era profundamente religiosa. Por eso no es de extrañar que se dieran casos frecuentes como el de esta viuda, en la que se unían pobreza y generosidad hasta extremos límite.
2. Por otra parte, es
frecuente que, en los lugares de culto, se vean personas de buena posición
social que dan limosnas. No hay que poner en duda la generosidad de tales
personas. Pero tan cierto como eso es que suele haber casos de gentes que,
mediante una limosna, tranquilizan sus conciencias atormentadas por decisiones
o asuntos que ni se pueden decir en público.
Como es lógico, Jesús elogia la enorme
generosidad de la pobre viuda, al tiempo que implícitamente critica la falsa
generosidad de algunos ricos.
3. Lo más importante es que,
en este relato, se pone de manifiesto otra cuestión de gran actualidad.
La religión -y sobre todo el centro de
la religión, el Templo- era la fuente de ingresos más importante que tenía
Jerusalén. Al tiempo que el Templo vivía de los impuestos y donativos que daban
los fieles.
Por tanto, el factor económico era una de las consecuencias más importantes que entrañaba la presencia del Templo en la capital. Pero allí ocurría lo que siempre suele ocurrir donde se mueve mucho dinero. La mayor cantidad de aquellos ingresos iban a parar al bolsillo del alto clero, los sumos sacerdotes que pertenecían a las grandes familias de la nobleza religiosa. Mientras que los pobres, la enorme mayoría de la población, vivía en la miseria.
La religión de aquel tiempo favorecía,
más que ahora, la distancia asombrosa entre ricos y pobres.
Actualmente, la incidencia de la
religión en la situación económica de la población es indeciblemente menor.
Pero aún estamos demasiado lejos de tener una religión que tenga una incidencia
en las conciencias capaz de influir, de forma determinante, para igualar más
las clases sociales.
En todo caso sigue siendo verdad que los
ricos dan más dinero para la religión, pero los pobres suelen ser,
proporcionalmente, más generosos y desprendidos que el común de la gente
adinerada.
San Virgilio de Salzburgo
En Salzburgo, de la región de Baviera,
san Virgilio, obispo, hombre doctísimo, nacido en Irlanda, al cual, con el
apoyo del rey Pipino, se le puso al frente de la Iglesia de Salzburgo, donde
construyó la catedral en honor de san Ruperto y se dedicó gozosa y felizmente a
propagar la fe entre los carintios.
San Virgilio era irlandés (llamado Feargal o
Ferghil). En los «Anales de los Cuatro Maestros» y en los «Anales de Ulster» se
dice que fue abad de Auhaboe. Hacia el año 743, emprendió una peregrinación a
Tierra Santa, pero se detuvo dos años en Francia y no llegó más allá de
Baviera. Allí, el duque Odilón de Baviera le nombró abad de San Pedro de
Salzburgo y administrador de la diócesis. El obispo del lugar, que era también
irlandés, se encargaba de los ministerios propiamente episcopales, en tanto que
san Virgilio se reservaba la predicación y la administración. Así lo hizo hasta
que sus colegas le obligaron a aceptar la consagración episcopal. En cierta
ocasión, encontró a un sacerdote que sabía tan poco latín, que ni siquiera
pronunciaba correctamente la fórmula del bautismo. San Virgilio, basándose en
que el error era accidental y no de fe, decidió que no era necesario repetir
los bautismos administrados por dicho sacerdote. San Bonifacio, quien era
entonces arzobispo de Mainz, desaprobó el veredicto de san Virgilio. Entonces,
ambos santos apelaron al papa san Zacarías, el cual confirmó la opinión de
Virgilio y se mostró sorprendido de que Bonifacio la hubiese combatido.
Algún tiempo después de este incidente, san
Bonifacio acusó nuevamente a san Virgilio ante la Santa Sede, por haber
enseñado que debajo de la tierra había otro mundo y otros hombres y otro sol y
otra luna. San Zacarías respondió que era ésa una «doctrina perversa y malvada,
que ofende a Dios y a nuestras almas» y añadió que, si llegaba a probarse que
Virgilio la había enseñado, debía ser excomulgado por un sínodo. Algunos han
aprovechado este incidente como materia de controversia, pero sin razón, porque
no se sabe exactamente cuál era la doctrina de san Virgilio sobre la tierra y
otros tipos de hombres. Por otra parte, lo que era evidentemente peligroso en
su enseñanza, radicaba en la implicación de una negación de la unidad de la
raza humana, de la universalidad del pecado original y de la Redención. Debemos
reconocer que es muy explicable que la doctrina de san Virgilio haya provocado
sospechas en el siglo VIII, si acaso enseñó realmente que la tierra era redonda
y que había hombres en las antípodas. No existe el menor indicio de que san
Virgilio haya sido juzgado, condenado y obligado a retractarse, pero sin duda
que demostró a quienes le criticaban que no creía nada que ofendiese «a Dios y
a su alma», ya que fue consagrado obispo hacia el año 767 o antes.
San Virgilio reconstruyó en grande la
catedral de Salzburgo, a la que trasladó el cuerpo de san Ruperto, fundador de
la sede. El santo bautizó en Salzburgo a dos duques eslavos de Carintia y, a
petición de ellos, envió allá al obispo san Modesto y a otros cuatro
predicadores, a los que siguieron más tarde otros misioneros. El propio San
Virgilio predicó en Carintia hasta las fronteras de Hungría, en la región en
que el Drave se une al Danubio. Poco después de regresar a su diócesis, cayó
enfermo y murió apaciblemente en el Señor el 27 de noviembre de 784. Fue
canonizado en 1233. Su fiesta se celebra en Irlanda y en ciertas regiones de
Europa Central, donde se le venera como el apóstol de los eslovacos.
fuente: «Vidas de los santos de A.
Butler», Herbert Thurston, SI
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