domingo, 12 de noviembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 DE NOVIEMBRE – MARTES – 32 – SEMANA DE T.O. – A – San José Pignatelli

 

 

 



14 DE NOVIEMBRE – MARTES

 – 32 – SEMANA DE T.O. – A –

San José Pignatelli

 

     Lectura del libro de la Sabiduría (2,23–3,9):

 

Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella. En cambio, la vida de los justos está en manos de Dios, y no los tocará el tormento.

La gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito como una desgracia, y su partida de entre nosotros como una destrucción; pero ellos están en paz.

La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad; sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de si; los probó como oro en crisol, los recibió como sacrificio de holocausto; a la hora de la cuenta resplandecerán como chispas que prenden por un cañaveral; gobernarán naciones, someterán pueblos, y el Señor reinará sobre ellos eternamente.

Los que confían en él comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán a su lado; porque quiere a sus devotos, se apiada de ellos y mira por sus elegidos.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 33,2-3.16-17.18-19

 

R/. Bendigo al Señor en todo momento

 

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloria en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

 

Los ojos del Señor miran a los justos,

sus oídos escuchan sus gritos;

pero el Señor se enfrenta con los malhechores,

para borrar de la tierra su memoria. R/.

 

Cuando uno grita, el Señor lo escucha

y lo libra de sus angustias;

el Señor está cerca de los atribulados,

salva a los abatidos. R/.

 

      Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,7-10):

 

En aquel tiempo, dijo el Señor:

«Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa" ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú" ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?

Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."»

 

Palabra del Señor

 

1.  Este texto se refiere a una situación que ya no existe, al menos en los casos "normales" que encajan en la "normalidad legal". Porque habla de "esclavos' (douloi), una condición que legalmente ya no está permitida, aunque bien sabemos que "esclavos de facto" existen muchos más de los que imaginamos.

Si aquí se habla de esclavos paganos, la situación de estos era tan dura como la de cualquier esclavo en el Imperio.

Si se trataba de esclavos judíos, la situación era distinta. Porque un judío podía permanecer en estado de esclavitud   solamente durante seis años. Además, sus derechos estaban reglamentados en la ley bíblica (Lev 25, 40; Ex 21, 4).

Se les trataba mejor que, a los esclavos   paganos, aunque la realidad diaria era, a veces bastante dura (J. Jeremias).

 

2.   Como es sabido, la esclavitud de entonces no era un contrato laboral actual. El esclavo no tenía horas semanales de trabajo. Tenía que estar siempre disponible para cualquier cosa.  Y tenía que hacer lo que se le mandaba sin rechistar ni quejarse de nada, ni por nada. Ni podía exigir nada.

 

3.   Jesús piensa que la disponibilidad del esclavo es la actitud interior que debe configurar al creyente. Lo que, dicho así, es una postura que nos resulta dura, inaceptable, degradante. Pero tendríamos que pensar en que, si las relaciones humanas se organizan sobre la base de esta disponibilidad constante, la convivencia sería indeciblemente más agradable y más llevadera de cuanto podemos imaginar. 

No solo porque esto supondría vivir de verdad "para los demás" siempre. Sino además de eso, porque estamos hablando de disponibilidad al servicio del Evangelio. Lo que lleva consigo, entre otras cosas, la libertad para exigir el respeto que necesita y merece todo ser   humano.  Porque el Evangelio no nos pide jamás que renunciemos a los derechos humanos, que corresponden a todos los seres humanos.  

Lo que el Evangelio nos pide es que nos hagamos verdaderos "esclavos de la justicia, la honradez, la transparencia y la bondad".

 

San José Pignatelli

 




Nació en Zaragoza, el 27 de Diciembre del año 1737. Su padre D. Antonio, de la familia de los duques de Monteleón, y su madre Doña María Francisca Moncayo Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pasa la niñez en Nápoles y su hermana María Francisca es, a la vez que hermana, madre, puesto que perdió la suya cuando tenía José cuatro años.

Se forma entre Zaragoza, Tarragona, Calatayud y Manresa, primero en el colegio de los jesuitas y luego haciendo el noviciado, estudiando filosofía y cursando humanidades. Reside en Zaragoza, ejerciendo el ministerio sacerdotal entre enseñanza y visitas a pobres y encarcelados, todo el tiempo hasta que los jesuitas son expulsados por decreto de Carlos III, en 1767.

Civitacecchia, Córcega, Génova, los veinticuatro años transcurridos en Bolonia (1773-1797) dan testimonio del hombre que les pisó, sabiendo adoptar actitudes de altura humana con los hombres, y de confianza sobrenatural con Dios.

La Orden de San Ignacio ha sido abolida en 1773, sus miembros condenados al destierro y sus bienes confiscados. El último General, Lorenzo Ricci, consume su vida en la prisión del castillo de Sant’Angelo. Sólo quedan jesuitas con reconocimiento en Prusia y Rusia. Allí tanto Federico como Catalina han soportado las maniobras exteriores y no han publicado los edictos papales, aunque la resistencia de Federico no se prolongará más allá del año 1776. Queda como último reducto la Compañía de Rusia con un reconocimiento verbal primero por parte del Papa Pío VI y oficial después con documento del Papa Pío VII. José de Pignatelli comprende que la restauración legal de la Compañía de Jesús ha de pasar por la adhesión a la Compañía de Rusia. Renueva su profesión religiosa en su capilla privada de Bolonia.

No verá el día en que el Papa Pío VII restaure nuevamente la Compañía de Jesús en toda la Iglesia, el día 7 de Agosto de 1814, pero preparará bien el terreno para que esto sea posible en Roma, en Nápoles, en Sicilia. Formará a nuevos candidatos, reorganizará a antiguos jesuitas españoles e italianos dispersos y buscará nuevas vocaciones que forzosamente han de adherirse, como él mismo, a la Compañía de Rusia. Esta labor la realizará mientras es consejero del duque de Parma, don Fernando de Borbón nieto de Felipe V, y como provincial de Italia por nombramiento del vicario general de Rusia Blanca.

En este esfuerzo colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, en el alfoz del Coliseo.

Estuvo convencido el santo aragonés de que, si el restablecimiento de su Orden era cosa de Dios, tenía que pasar por el camino de la tribulación, del fracaso, de la humillación, de la cruz, de la vida interior que no se presupone sin humildad, sin confianza.

Fuente: http://www.archimadrid.es/princi/princip/otros/santoral/santora

 

 

 

 

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