sábado, 18 de noviembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 DE NOVIEMBRE – LUNES – 33 – SEMANA DE T.O. – A – San Edmundo rey

 

 

 


20 DE NOVIEMBRE – LUNES –

33 – SEMANA DE T.O. – A –

San Edmundo rey

 

       Lectura del primer libro de los Macabeos (1,10-15.41-43.54-57.62-64):

 

En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de la era seléucida.

Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos:

«¡Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias!»

Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal. El rey Antíoco decretó la unidad nacional para todos los súbditos de su imperio, obligando a cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el Sábado.

El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno; quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y echaban al fuego, al que le encontraban en casa un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban, según el decreto real. Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa. Y murieron. Una cólera terrible se abatió sobre Israel.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 118,53.61.134.150.

155.158

 

     R/. Dame vida, Señor, para que observe tus decretos

 

Sentí indignación ante los malvados,

que abandonan tu voluntad. R/.

 

Los lazos de los malvados me envuelven,

pero no olvido tu voluntad. R/.

 

Líbrame de la opresión de los hombres,

y guardaré tus decretos. R/.

 

Ya se acercan mis inicuos perseguidores,

están lejos de tu voluntad. R/.

 

La justicia está lejos de los malvados

que no buscan tus leyes. R/.

 

Viendo a los renegados, sentía asco,

porque no guardan tus mandatos. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Lucas (18, 35-43):

 

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.

     Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron:

     «Pasa Jesús Nazareno.»

Entonces gritó:

«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»

Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:

«¡Hijo de David, ten compasión de mí!»

Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.

Cuando estuvo cerca, le preguntó:

«¿Qué quieres que haga por ti?»

Él dijo:

«Señor, que vea otra vez.»

Jesús le contestó:

«Recobra la vista, tu fe te ha curado.»

En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

 

Palabra del Señor 

 

   1.  La curación de este ciego queda recogida también por los otros dos sinópticos (Mc 10, 46-52; Mt 20, 29-36). Lo que indica que las comunidades primitivas vieron en esta curación un hecho especialmente significativo.

En el relato hay que destacar que el ciego llama a Jesús, por dos veces, con el título de "Hijo de David". Al atribuirle a Jesús este título, el ciego invoca al Mesías en cuanto rey nacionalista, el rey esperado por los grupos más fundamentalistas del judaísmo de entonces (Mt 9, 27; 12, 23;15, 22; 20, 30 s = Mc 10, 47 s = Lc 18, 38 ss; Mt 21, 9. 15; Mc 11, 10; Rom 1, 3; Ap 3, 7) (X. Leon-Dufour).

 

2.  El problema que presenta este relato está en que, a juicio de los evangelios, este "mesianismo" se presenta personificado en un ciego. Es decir, los primeros cristianos vieron, en quienes esperaban al "Mesías-Rey-Nacionalista, una postura de auténtica ceguera. Y una ceguera inmovilista, representa en el hombre sentado, indigente y, por tanto, incapacitado para ver la realidad, ver su futuro, darse cuenta de lo que le conviene o le puede interesar.

 

3.  Pero, si todo lo dicho es cierto, no es menos verdad que el ciego pidió con insistencia -y venciendo la resistencia de la gente- la curación que podía venir de Jesús.

Por otra parte, Jesús tenía experiencia de lo peligroso que era aquel nacionalismo fanático e intolerante (Lc 4, 14-30). Era el nacionalismo que anteponía sus intereses a la curación de los que sufrían y a la liberación de los sometidos y esclavizados.

En el fondo, es el problema que representa el hecho de mezclar religión y política. Cuando dos sentimientos, que entrañan "totalidad" en la vida de una persona, se funden en un mismo y solo sentimiento, el fundamentalismo ciega al hombre religioso hasta llevarle a comportamientos que pueden resultar peligrosos, para él mismo y para los demás.  

Esto es lo que cura Jesús. La fe en Jesús es lo que puede curar este mal, en sí, incurable.

 

San Edmundo rey

 




 

Comenzó a gobernar sobre los anglos del Este cuando sólo tenía quince años, en el 855. Habiéndolo tomado prisionero los daneses, propusiéronle que abandonase su religión a lo que se negó resueltamente. En consecuencia, fue azotado y muerto a flechazos, el año 870.

 

Vida de San Edmundo rey

 

Offa es rey de Estanglia. Un buen día decide pasar el último tramo de su vida haciendo penitencia y dedicándose a la oración en Roma. Renuncia a su corona a favor de Edmundo que a sus catorce años es coronado rey, siguiendo la costumbre de la época, por Huberto, obispo de Elman, el día de la Navidad del año 855.

Pronto da muestras de una sensatez que no procede sólo de la edad. Es modelo de los buenos príncipes. No es amigo de lisonjas; prefiere el conocimiento directo de los asuntos a las proposiciones de los consejeros; ama y busca la paz para su pueblo; se muestra imparcial y recto en la administración de la justicia; tiene en cuenta los valores religiosos de su pueblo y destaca por el apoyo que da a las viudas, huérfanos y necesitados.

Reina así hasta que llegan dificultades especiales con el desembarco de los piratas daneses capitaneados por los hermanos Hingaro y Hubba que siembran pánico y destrucción a su paso. Además, tienen los invasores una aversión diabólica a todo nombre cristiano; con rabia y crueldad saquean, destruyen y entran al pillaje en monasterios, templos o iglesias que encuentran pasando a cuchillo a monjes, sacerdotes y religiosas. Una muestra es el saqueo del monasterio de Coldinghan, donde la abadesa santa Ebba fue degollada con todas sus monjas.

Edmundo reúne cómo puede un pequeño ejército para hacer frente a tanta destrucción, pero no quiere pérdidas de vidas inútiles de sus súbditos ni desea provocar la condenación de sus enemigos muertos en la batalla. Prefiere esconderse hasta que, descubierto, rechaza las condiciones de rendición por atentar contra la religión y contra el bien de su gente. No acepta las estipulaciones porque nunca compraría su reino a costa de ofender a Dios. Entonces es azotado, asaeteado como otro san Sebastián, hasta que su cuerpo parece un erizo y, por último, le cortan la cabeza que arrojan entre las matas del bosque.

Sus súbditos buscaron la cabeza para enterrarla con su cuerpo, pero no la encuentran hasta que escuchan una voz que dice: "Here", es decir, "aquí".

Este piadosísimo relato tardío colmado de adornos literarios en torno a la figura del que fue el último rey de Estanglia exaltan, realzan y elevan la figura de Edmundo hasta considerarlo mártir que, por otra parte, llegó a ser muy popular en la Inglaterra medieval. Sus reliquias se conservaron en Bury Saint Edmunds, en West Sufflok, donde en el año 1020 se fundó una gran abadía.

 

 

 

 

 

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