martes, 21 de noviembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 23 DE NOVIEMBRE – JUEVES – 33 – SEMANA DE T.O. – A – SAN CLEMENTE – I

 

 

 


 

23 DE NOVIEMBRE – JUEVES

– 33 – SEMANA DE T.O. – A –

SAN CLEMENTE – I

 

       Lectura del segundo libro de los Macabeos 2, 15.29

 

En aquellos días, los funcionarios reales encargados de hacer apostatar por la fuerza llegaron a Modín, para que la gente ofreciese sacrificios, y muchos israelitas acudieron a ellos. Matatías se reunió con sus hijos, y los funcionarios del rey le dijeron: «Eres un personaje ilustre, un hombre importante en este pueblo, y estás respaldado por tus hijos y parientes.

Adelántate el primero, haz lo que manda el rey, como lo han hecho todas las naciones, y los mismos judíos, y los que han quedado en Jerusalén. Tú y tus hijos recibiréis el título de grandes del reino, os premiarán con oro y plata y muchos regalos.»

Pero Matatias respondió en voz alta:

«Aunque todos los súbditos en los dominios del rey le obedezcan, apostatando de la religión de sus padres, y aunque prefieran cumplir sus órdenes, yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la alianza de nuestros padres. El cielo nos libre de abandonar la ley y nuestras costumbres. No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos de nuestra religión a derecha ni a izquierda.»

Nada más decirlo, se adelantó un judío, a la vista de todos, dispuesto a sacrificar sobre el ara de Modin, como lo mandaba el rey. Al verlo, Matatias se indignó, tembló de cólera y en un arrebato de ira santa corrió a degollar a aquel hombre sobre el ara. Y entonces mismo mató al funcionario real, que obligaba a sacrificar, y derribó el ara. Lleno de celo por la ley, hizo lo que Fineés a Zinirí, hijo de Salu.

Luego empezó a gritar a voz en cuello por la ciudad:

«El que sienta celo por la ley y quiera mantener la alianza, ¡que me siga!»

Después se echó al monte con sus hijos, dejando en el pueblo cuanto tenía. Por entonces, muchos bajaron al desierto para instalarse allí, porque deseaban vivir según derecho y justicia.

Palabra de Dios

 

    Sal 49,1-2.5-6.14-15 R/.

Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

El Dios de los dioses, el Señor, habla:

convoca la tierra de oriente a occidente.

Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece. R/.

 

«Congregadme a mis fieles,

que sellaron mi pacto con un sacrificio.»

Proclame el cielo su justicia;

Dios en persona va a juzgar. R/.

 

«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,

cumple tus votos al Altísimo

e invócame el día del peligro:

yo te libraré, y tú me darás gloria.» R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 41-44

 

    En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:

«¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos.

Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.»

Palabra del Señor.

 

1.  Hay autores que piensan que este relato no corresponde a algo que realmente ocurrió al llegar Jesús a Jerusalén. Y la razón que dan, los que piensan así, es que aquí se refiere un hecho (la toma de Jerusalén por los romanos) que ya se había producido cuando se redactó el texto que se recoge en este evangelio.

¿Tienen razón quienes ponen en duda la historicidad de este relato?

Lo más seguro es que no la tienen. Porque la guerra de los romanos contra los judíos es bien conocida, sobre todo por la detallada descripción que de ella hace Flavio Josefo en el De Bello Judaico. Pero resulta que los datos más importantes de aquella guerra no quedan ni insinuados en lo que dice el evangelio de Lucas.

No parece, pues, que esto fuera un vaticinium ex evento, contar como profecía lo que ya había sucedido.

 

2.  Es seguro que Jesús, al ver la ciudad, el magnífico símbolo de Jerusalén como centro de la religiosidad de Israel, se emocionó hasta el punto de echarse a llorar. Y llorar con la más profunda tristeza.

Por otra parte, Jesús sabía que allí le esperaba el fin de sus días. Y de la forma más trágica posible. Jesús veía como inevitable, no solo su dramático final, sino además la dispersión de su pueblo y las mil persecuciones de que ese pueblo ha sido víctima y a costa de tantas víctimas humanas.  

Jesús lloraba como ser humano amenazado de la más brutal de las torturas mortales. Y como israelita, lloraba por el final desastroso de su patria y de una historia que, a partir de entonces, quedó quebrada para siglos y siglos.

 

3.  Es dramático, pero desgraciadamente real: la ciudad más religiosa del mundo es también la ciudad que concentra y que simboliza tanta violencia y acumula tantos dramas humanos y religiosos.

¿Por qué se produce la contradictoria relación -la casi constante relación- entre religión y violencia?

Si hacemos de la religión la forma de presencia, en el mundo, del Dios Único, del Absoluto sobre todos los demás dioses imaginables, es evidente que eso conduce sin remedio a la violencia.

Dos, tres, "dioses únicos y absolutos" no pueden coexistir. Son excluyentes. Y lucharán hasta destruirse. No. Por ese camino no vamos a ninguna parte. O, mejor dicho: vamos a la autodestrucción total.

Decididamente, tenemos que entender la religión de otra manera. La religión es siempre la representación inmanente que los mortales nos hacemos del trascendente.  Por tanto, es y será siempre una representación incompleta (nadie puede abarcar totalmente a Dios). Y, entonces, la tarea de las religiones no es la defensa de la Verdad, sino la búsqueda del Trascendente, al que progresivamente nos vamos acercando, si es que lo buscamos sinceramente.

 

SAN CLEMENTE – I

 


IV - Papa de la Iglesia Católica

 

Martirologio Romano: San Clemente I, papa y mártir, tercer sucesor del apóstol san Pedro, que rigió la Iglesia romana y escribió una espléndida carta a los corintios, para fortalecer entre ellos los vínculos de la paz y la concordia. Hoy se celebra el sepelio de su cuerpo en Roma († c. 101).

 

Breve Biografía

La comunidad cristiana de Corinto, radicada en una de las ciudades más cosmopolitas, dio -mezclados con muchas alegrías-, algunos motivos de preocupación; ya en tiempos del apóstol Pablo que adoctrinó a los primeros hubo problemas con algunos cristianos que perdían su fuerza por la boca y se mostraron indisciplinados. Años después se repitió la historia de los carismáticos que no aceptaban someterse a la autoridad de los legítimos pastores. El papa Clemente tuvo que intervenir en esos episodios poco agradables, molestos y preocupantes; era preciso corregir la desunión y evitar el peligro cismático.

Clemente I, obispo de Roma durante diez años, mandó a aquellos fieles una espléndida carta que llevaron Claudio Efebo, Valerio y Fortunato. Está escrita en griego, que era entonces el idioma oficial, y transportaba a Corinto la paternal recomendación de practicar la caridad fraterna. No figura en el escrito el nombre de su autor, pero el análisis interno induce a pensar casi con certeza que el autor, al ser obispo y de Roma, debe ser el papa Clemente, el cuarto papa, tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Cleto, por eso se le atribuye con toda probabilidad. De hecho, así lo entendieron Eusebio de Cesarea que califica la carta como "universalmente admitida, larga y admirable", Orígenes y el resto de los escritores eclesiásticos.

Clemente está incluido en el Canon de la Misa y aparece mencionado en los antiguos calendarios.

Algunas Actas legendarias -con toda probabilidad falsas- lo presentan emparentado con la familia imperial, como si fuera primo de Domiciano, o pariente de aquel Flavio Clemente al que mandó matar el emperador por el crimen de "ateísmo". Otros testimonios aducen su condición de liberto de la casa Flavia; unos afirman que procedía del paganismo, mientras que otros lo presentan con ascendencia judía. Hay quien lo quiere identificar con el homónimo mencionado por al Apóstol Pablo en la carta a los filipenses como colaborador suyo, y hasta afirma alguno más que fue convertido en Roma por la predicación de Pedro.

Sea como fuere, a través del escrito se ve la fina figura de un papa conocedor del Antiguo y Nuevo Testamento y bien experimentado en el espíritu de oración. Habla de forma arrebatada de la fe, origen de la disposición humilde de donde nace la aceptación de la autoridad; expone -con la seguridad que dan las disposiciones divinas y no las componendas humanas- la existencia de la autoridad jerárquica proveniente de la voluntad fundacional de Cristo, y llama a la comunidad universal de los creyentes "cuerpo de Cristo" y "rebaño"; no falta el recurso a la "tradición recibida" para llegar a la concordia de la fe y recuperar la paz.

Es admirable descubrir con nitidez la conciencia de su autoridad y de su obligación universal al intervenir en uno de los primeros conflictos, en virtud de su suprema autoridad. Con tono dignísimo y de gran solicitud paternal, Roma ordenó y fue obedecida.

La carta se considera tan autorizada por los destinatarios que sesenta años más tarde aún se leía a los fieles, en la asamblea dominical, según consta por testimonio de Dionisio de Corinto.

Párrafos de la carta de Clemente dan a entender que se escribió al finalizar una de las persecuciones, probablemente la de Domiciano, emperador al que el poder lo cambió inesperadamente de pacífico a cruel.

 

Clemente ¿murió mártir al final del siglo I?.

En torno a su muerte tampoco falta el relato imaginativo de las actas tardías (s. IV) configuradas con una frondosa literatura que intenta realzar la figura del santo. Suponen que el emperador Trajano le desterró al Quersoneso, en Crimea, condenándole a trabajos forzados en una cantera, por negarse a dar culto a los ídolos. La leyenda referirá abundancia de hechos prodigiosos como el haber sido arrojado al agua en el mar Negro con un ancla atada a su cuello; pero un ángel enviado por Dios hizo en el fondo del mar un magnífico sepulcro de mármol; cada aniversario de su muerte podían los fieles visitarlo a pie seco y cuando una madre olvidó en una ocasión allí a su hijo, lo encontró al año siguiente vivo.

El ancla que está presente en su iconografía más bien nos sugiere la firmeza de la fe y la seguridad de la unidad de las que fue Clemente eminente campeón con su enérgica defensa al mantener el principio de la autoridad primacial de la sede romana. En medio de las persecuciones, es el obispo de Roma la indiscutible voz suprema del magisterio.

 

 

 

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