15 DE NOVIEMBRE
– MIERCOLES
– 32 –
SEMANA DE T.O. – A –
San Alberto Magno
Lectura del libro de la Sabiduría (6,1-11):
Escuchad, reyes, y entended; aprendedlo, gobernantes del orbe hasta sus
confines; prestad atención, los que domináis los pueblos y alardeáis de
multitud de súbditos; el poder os viene del Señor, y el mando, del Altísimo: él
indagará vuestras obras y explorará vuestras intenciones; siendo ministros de
su reino, no gobernasteis rectamente, ni guardasteis la ley, ni procedisteis
según la voluntad de Dios.
Repentino y
estremecedor vendrá sobre vosotros, porque a los encumbrados se les juzga
implacablemente. A los más humildes se les compadece y perdona, pero los
fuertes sufrirán una fuerte pena; el Dueño de todos no se arredra, no le impone
la grandeza: él creó al pobre y al rico y se preocupa por igual de todos, pero
a los poderosos les aguarda un control riguroso. Os lo digo a vosotros,
soberanos, a ver si aprendéis a ser sabios y no pecáis; los que observan
santamente su santa voluntad serán declarados santos; los que se la aprendan
encontrarán quien los defienda.
Ansiad, pues,
mis palabras; anheladlas, y recibiréis instrucción.
Palabra de Dios
Salmo: 81,3-4.6-7
R/. Levántate, oh,
Dios, y juzga la tierra
«Proteged al desvalido y al huérfano,
haced justicia al humilde y al
necesitado,
defended al pobre y al indigente,
sacándolos de las manos del culpable.» R/.
Yo declaro: «Aunque seáis dioses,
e hijos del Altísimo todos,
moriréis como cualquier hombre,
caeréis, príncipes, como uno de
tantos.» R/.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (17,11-19):
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Cuando iba a
entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo
lejos y a gritos le decían:
«Jesús,
maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos,
les dijo:
«ld a
presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras
iban de camino, quedaron limpios.
Uno de ellos,
viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó
por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la
palabra y dijo:
«¿No han
quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que
este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo:
«Levántate,
vete; tu fe te ha salvado.»
Palabra del Señor
1. Es
evidente que, en este relato, se destacan tres contrastes:
1) El contraste entre agradecimiento e ingratitud.
2) El contraste entre judíos y samaritanos.
3) El contraste entre el hecho de la curación y su
interpretación en el ámbito de la religión (J. A. Fitzmyer).
2. El
relato es polémico y está redactado con una intencionalidad claramente polémica
(H. D. Betz). Porque el episodio se plantea de forma que el agradecimiento y la
fe se atribuyen precisamente al samaritano, es decir, al hereje, al alejado del camino de la salvación, al que, para cualquier judío
ortodoxo, era un indeseable, un impuro, alguien con quien ni se podía hablar y
al que se le negaba incluso el saludo (Lc 9, 52-53; Jn 4, 9).
El desprecio
de los judíos hacia los habitantes de Samaria era tan fuerte, que llamarle a
uno samaritano equivalía a un insulto, ya que era como decirle
"endemoniado" (Jn 8, 48).
3. Pues
bien, lo sorprendente es que Lucas recoge este episodio y lo redactó de forma
que del relato resulta que el pervertido y el despreciable, según los criterios de la religión, ese precisamente es el que tiene sentimientos
humanos y de bondad, reconocimiento y gratitud. Y ese también es el que, en
definitiva, tiene la fe que salva: "tu fe te ha salvado".
Cosa que
Jesús no dice de los nueve judíos, que han cumplido con el trámite
"religioso" de acudir al Templo, y presentarse a los sacerdotes.
La intención
de Jesús es patente: para Jesús, la observancia religiosa deshumaniza, en
cuanto que deja la conciencia tranquila, por más que se dejen de cumplir los
más elementales gestos de humanidad y de fe. Por desgracia, todo esto ocurría
en tiempo de Jesús, pero sigue pasando ahora en no pocos ambientes religiosos,
piadosos y observantes.
Hay gente
"muy religiosa" que roba. Pero cumpliendo sus observancias
religiosas, duermen tan tranquilos y "con buena conciencia".
San Alberto Magno
San Alberto, apellidado “Magno”, obispo y doctor en Iglesia, que ingresó en
la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las
disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino,
uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y
naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona,
esforzándose asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, pero al cabo
de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores y murió
santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica.
San Alberto nace en el seno de la noble familia de los Ingollstad en
Lauingen, Diócesis de Augsburgo en la Baviera Alemana en 1.206.
Desea cursar la carrera de Leyes por lo que sus padres le envían primero a
Bolonia, que más tarde será cumbre de los estudios juristas; pasa más adelante
a Venecia, para terminar en Padua. En 1.223 conoce a su compatriota el Beato
Jordán de Sajonia que sucederá a Santo Domingo de Guzmán en el gobierno de la
Orden Dominicana. Queda prendado por la predicación y las cualidades de este
hombre; recibe la llamada de Dios y decide ingresar en la Orden de Predicadores
en 1.224. La oposición de su familia es frontal, pero él permanece fiel a su
decisión.
En 1.228 es enviado a su patria como profesor y enseña, primero en Colonia,
con posterioridad en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo y en la
Sorbona de París, donde tendrá como discípulo predilecto a Santo Tomás de
Aquino.
Patrono de los científicos: es un místico que descubre a Dios en el encanto
de la creación
En 1.248 le encontramos, de nuevo, en
Colonia dirigiendo el Estudio General de la Orden en esta ciudad. En los años
1.254 a 1.257 es elegido Provincial de la Provincia de Teutonia. En 1.256 está
en Roma y allí, con San Buenaventura, franciscano, defiende los derechos de las
Ordenes Mendicantes, frente a Guillermo de San Amor y otros profesores, el
derecho de enseñar en las Universidades de entonces. San Alberto Magno es
profesor en la Curia Pontificia.
Cuatro años más tarde el Papa Alejandro IV le nombra Obispo y, a pesar de su
oposición, es consagrado Obispo de Ratisbona; organizó la Diócesis. A los dos
años, con nostalgia de su vida conventual dominicana, el Papa Urbano IV le
acepta la renuncia. De 1.261 al 1.263 es nombrado Predicador de la Cruzada y
profesor de la Curia Pontificia.
Destaca San Alberto Magno por su capacidad, sagacidad y equilibrio en
solucionar casos conflictivos como el del Obispo de Wurzburgo con sus fieles.
Su misión y su campo es la enseñanza, la investigación por la que sigue
dictando su sabiduría en las Cátedras Wurzburgo, Estrasburgo y Lyon. Participa
en el II Concilio de Lyon, donde media para que sea reconocido como Rey de
Alemania Rodolfo de Augsburgo.
Fresco de San Alberto Magno en Treviso (Italia)Fresco de San Alberto Magno
en el Seminario de Treviso (Italia)
En 1.279 se debilita física y mentalmente. Ese mismo año redacta su
testamento y muere, con serenidad y paz, sobre su mesa de trabajo. Era el 15 de
noviembre de 1.280.
El Maestro General de la Orden Dominicana, Humberto de Romans, nos ha dejado
estas pinceladas: "Era de buena talla y bien dotado de formas físicas.
Poseía un cuerpo formado con bellas proporciones y perfectamente moldeado para
todas las fatigas del servicio de Dios".
San Alberto es Magno por la grandeza de su espíritu. Era un hombre abierto a
lo universal; escritor y profesor incansable. Como naturalista era un hombre de
vocación analítica y observador nato. En sus obras destacan afirmaciones tales
como: "Yo lo observé" "Yo hice el experimento" "Esto
me lo han referido pescadores o cazadores expertos".
Pero es preciso destacar que San Alberto estudia, investiga, analiza todo en
función de la Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales,
Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la
Teología.
Semblanza espiritual
San Alberto es un científico, pero ante todo es un teólogo, observante y
mortificado, hombre de oración ininterrumpida. Pasa muchas noches en la
oración, amante de la Eucaristía: "Celebraba los Misterios Divinos con la
más grande pureza y el más ardiente amor".
Pero San Alberto Magno es un místico que descubre a Dios en el encanto de la
creación. Y un místico mariano, con una sencilla y profunda devoción a la
Virgen María. Su amor a la Virgen es ingenuo y profundo a la vez.
Fue canonizado por Pio XI el 16 de diciembre de 1.931. Pio XII, en 1.941, lo
declara Patrono de los científicos. La gran gloria de San Alberto es sin duda
su discípulo Santo Tomás de Aquino
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