8 DE NOVIEMBRE
– MIERCOLES
– 31 – SEMANA DE T.O. – A –
SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Romanos (13,8-10):
A nadie
le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el
resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás,
no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase:
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
Uno que ama a su prójimo no le hace
daño; por eso amar es cumplir la ley entera.
Palabra de Dios
Salmo: 111,1-2.4-5.9
R/. Dichoso el que se apiada y
presta
Dichoso quien
teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R/.
En las
tinieblas brilla
como una luz el que es justo,
clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos. R/.
Reparte
limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (14,25-33):
En aquel
tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno se viene conmigo y no pospone
a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus
hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no
puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere
construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene
para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se
pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a
construir y no ha sido capaz de acabar.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a
otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir
al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía
lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a
todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»
Palabra del Señor
1. El significado central de lo que Jesús afirma, en este evangelio, toca las fibras más profundas del corazón humano. Se trata de poner en segundo plano, en la organización de nuestra vida, las relaciones humanas a las que, en principio al menos, se les concede la mayor importancia. Y se trata, sobre todo, de escoger (como lo hizo el propio Jesús) la función más detestable que una sociedad puede adjudicar a un ciudadano: la de un delincuente subversivo y al que hay que liquidar (Gerd Theissen).
Esto, ni más ni menos, es lo que viene a decir Jesús en este discurso.
2. El problema está en
saber lo que el Evangelio quiere enseñar con este lenguaje y esta mentalidad.
Por supuesto, no se trata de que Jesús
propuso, como ideal de vida, el programa de un delincuente o un terrorista. Los
delincuentes y terroristas son gente peligrosa, gente pervertida y perversa,
canallas que causan demasiado sufrimiento, casi siempre a personas inocentes.
Jesús no pudo proponer eso, ni querer nada que se parezca a eso.
Entonces, ¿Qué es lo que Jesús propone
aquí como ideal de vida?
3. No es un lenguaje
ascético. Y, menos aún, un masoquismo propio de gente
trastornada. El proyecto de Jesús se entiende si ponemos los pies en
el suelo, en esta tierra de tanta corrupción y de tantas y tales injusticias,
que, traducidas a expresión fonética, serían el clamor de un griterío
desesperado, desgarrado y de amenaza creciente.
Pues bien, desde el suelo de esta
tierra, lo que se palpa es que quien dice "¡Basta ya!" y actúa en
consecuencia, ese tiene que estar dispuesto a ser visto como un individuo
peligroso, dispuesto a romper los lazos familiares más sagrados, dispuesto a
poner en peligro su propia seguridad y su misma respetabilidad. Porque, en este
mundo, el que quiere tener buen nombre, tiene que aparecer siempre como
equidistante de todo y de todos, en el más "respetado equilibrio".
Pues bien, el que organice así su vida,
ese que se despida del seguimiento de Jesús. Esto es lo que el Evangelio
propone: la coherencia ética hasta el límite. Por eso tendríamos que
preguntarnos muy en serio:
-
¿es este el programa pastoral de nuestros obispos?
-
¿O tenemos como pastores de la Iglesia a hombres que lo
que desean es estar bien con todos y ser
apreciados por todos?
De ser así, no vamos a ninguna parte.
Martirologio Romano: En Dijon, en Francia, Santa Isabel de la Santísima Trinidad Catez, virgen,
de la Orden de las Carmelitas Descalzas, que desde niña anheló buscar en lo
profundo de su corazón el conocimiento y la contemplación de la Trinidad, y
afligida por muchos sufrimientos, todavía joven continuó caminando, como
siempre había soñado, «hacia el amor, hacia la luz y hacia la vida». († 1906)
Etimológicamente: Isabel = "juramento de Dios". Viene de la lengua hebrea.
Fecha de beatificación: 25 de noviembre de 1984, por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de octubre de 2016, por S.S. Francisco
Breve Biografía
Una mañana del 18 de Julio de 1880 nace en un campo militar de Avor, cerca
de Bourges (Francia). Su familia está inquieta porque los médicos han dicho que
el bebé no podrá salvar su vida. María Rolland, su mamá, espera su primera
hija. Todos rezan y se ofrecen misas por la nueva criatura. En contra de todos
los pronósticos la niña llega a este mundo “muy hermosa y vivaracha”. Cuatro
días después, el 22 de julio, es bautizada con el nombre de Isabel Josefina.
La señora Catez se ha dado cuenta del talento musical de su hija. La
inscribe en el Conservatorio a los siete años. Isabel pasa muchas horas en el
piano. No va a la escuela porque las instituciones del estado son demasiado
laicas, en cambio recibirá la formación más elemental en casa.
El 19 de abril de 1891 es la Primera Comunión. Sus cartas nos revelan la
experiencia de ser amada y darse. “Este gran día nos hemos dado por completo el
uno al otro” (C 178). Gozo, alegría, saciedad, plenitud, belleza, música
interior…son las realidades que siente en su corazón.
También los santos tienen vacaciones. Estamos en el verano de 1894, las
Catez marchan a Carlipa, allí visitan a sus tías. Isabel siempre recodará el
espectáculo cósmico de los Pirineos:” ¿Te acuerdas de nuestros paseos por la
sierra durante la noche, a la luz de la luna, mientras escuchábamos las alegres
campanadas? “¡Oh, tía, qué bello estaba el valle a la luz de las estrellas, esa
inmensidad, ese infinito, todo me hablaba de Dios” (C 139)!
Así era Isabel humana y divina, centrada en el interior y viviendo las
alegrías de la vida. Con frecuencia participaba en veladas y bailes que
organizaban las familias militares. En estos lugares la joven Isabel quiere ser
como el sol que irradia su luz.
El 2 de agosto de 1901 entra en el Carmelo. Una vida dedicada por entero a
la oración. Una comunidad de hermanas que viven el ideal de santa Teresa. Una
sencillez en el uso de las cosas y en el trato con las personas. Un ideal
apostólico que amplía sus horizontes al mundo entero. El Epistolario refleja de
una forma maravillosa sus primeras impresiones. “No encuentro palabras para
expresar mi dicha”, “aquí ya no hay nada, sólo Él…Se le encuentra en todas
partes, lo mismo en la colada que en la oración” (C 91).
El 11 de enero de 1903, domingo y fiesta de la Epifanía, ante la comunidad
carmelitana de Dijon, Isabel pronuncia sus votos religiosos. Se siente invadida
por Dios, por su abundante gracia, un derroche.
Sus experiencias religiosas son alimentadas por sus lecturas. El Nuevo
Testamento tiene un lugar privilegiado en su mundo espiritual, muy
especialmente las cartas de san Pablo, a quien llamará “padre de su alma”. Las
páginas de san Juan de la Cruz han ejercido una influencia considerable en el
camino de la unión con Dios.
El año 1904 es muy significativo. El 21 de noviembre Isabel lo pasa ante el
Santísimo. Por la noche redacta una oración, que es expresión de su entrega al
Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice así:
“¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme enteramente para
establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la
eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de vos, ¡mi
Inmutable!, sino que cada minuto me haga penetrar más en profundidad de vuestro
misterio. Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada amada
y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje allí jamás solo, sino que esté
allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total,
completamente entregada a vuestra acción creadora”.
Ella ha descubierto su vocación en la Iglesia: ser para Dios “una alabanza
de gloria” (Ef 1,6). Hasta tal punto que esta mística francesa lo toma como un
nombre simbólico, laudem gloriae, “alabanza de gloria”.
Los días 7 y 8 de noviembre está en silencio. Las últimas palabras que le
oyeron sus hermanas de comunidad fueron: “Voy a la Luz, al Amor, a la Vida”. En
el amanecer del 9 de noviembre de 1906, deja de respirar, la ciudad de Dijon
está tranquila. Las que estaban allí presentes se dan cuenta que Isabel ha
emprendido el viaje a la Trinidad que tanto amó en la tierra y como un profeta
nos llama a cada uno a disfrutar de su Presencia en lo cotidiano de la vida.
Un primer milagro obtenido por intercesión de Sor Isabel se verificó el 17
de febrero de 1984. Fue la curación milagrosa de Fray Jean Chanut, un monje de
la abadía cisterciense, por entonces maestro de novicios. Tenía 31 años en 1938
y sufría de tuberculosis renal. A pesar de la extracción de un riñón, la
enfermedad se extendió por todo el tracto urogenital. Fray Jean sufría mucho,
estaba incapacitado para continuar con sus oficios dentro de la comunidad y
todo parecía indicar que el único desenlace sería la muerte. Sin embargo, en
enero de 1943, siguiendo el consejo de un padre predicador, la comunidad
cisterciense comenzó una novena de oración, confiando en la intercesión de Sor
Isabel. Concluida la novena el Fray Chanut recuperó las fuerzas y pudo reanudar
rápidamente la plena observancia de la Regla, las vigilias y los ayunos severos
propios del estilo de vida cisterciense. Las pruebas de laboratorio que se le
realizaron demostraron la milagrosa desaparición de la enfermedad. Fray Chanut
más tarde fue abad del monasterio y murió en África en 1980. Este milagro
permitió la beatificación de Sor Isabel el 25 de noviembre de 1984.
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