domingo, 11 de agosto de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 13 - DE AGOSTO – MARTES – 19ª – SEMANA DEL T.O. – B San Ponciano, Papa, y San Hipólito de Roma, antipapa

 


 

13 - DE AGOSTO – MARTES –

19ª – SEMANA DEL T.O. – B

San Ponciano, Papa,

y San Hipólito de Roma, antipapa

 

Lectura de la profecía de Ezequiel (2,8–3,4):

Así dice el Señor:

«Tú, hijo de Adán, oye lo que te digo: ¡No seas rebelde, como la casa rebelde! Abre la boca y come lo que te doy.»

Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un documento enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito en el anverso y en el reverso; tenía escritas elegías, lamentos y ayes.

Y me dijo:

«Hijo de Adán, come lo que tienes ahí, cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel.»

Abrí la boca y me dio a comer el volumen, diciéndome:

«Hijo de Adán, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy.»

Lo comí, y me supo en la boca dulce como la miel.

Y me dijo:

«Hijo de Adán, anda, vete a la casa de Israel y diles mis palabras.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo:118,14.24.72.103.111.131

 

R/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!

Mi alegría es el camino de tus preceptos,

más que todas las riquezas. R/.

Tus preceptos son mi delicia,

tus decretos son mis consejeros. R/.

Más estimo yo los preceptos de tu boca

que miles de monedas de oro y plata. R/.

 

¡Qué dulce al paladar tu promesa:

más que miel en la boca! R/.

Tus preceptos son mi herencia perpetua,

la alegría de mi corazón. R/.

Abro la boca y respiro,

ansiando tus mandamientos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,1-5.10.12-14):

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»

Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:

«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.

¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.

Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

 

Palabra del Señor

 

1.  A los discípulos les preocupaba el tema de la importancia. Seguían teniendo en su corazón las convicciones que dominaban en las culturas mediterráneas del s. I, en las que el valor determinante no era el dinero, sino el honor.

Pero lo más peligroso de esta pregunta no está en que aquellos hombres sintieran el natural deseo de ser importantes. El peligro estaba en que asociaban la importancia (honor) con el Reino de Dios. Se notaba ya, en aquellos primeros discípulos, la convicción dominante en tantos hombres de Iglesia, persuadidos de que lo más importante para la causa del Reino es la buena imagen, el buen nombre, la dignidad, el honor, el cargo. Y se apetece todo eso, ocultando (si es preciso) cosas indignas e indignantes.

 

2.  La respuesta de Jesús desmonta todo el tinglado de los honores y los cargos, tan importante para muchos hombres de Iglesia. Para Jesús, el tinglado de las importancias es la imposibilidad para entrar en el Reino de Dios. Jesús lo dice afirmando que es necesario "hacerse pequeño", es decir "abajarse" (tapeinóseieautón). El verbo griego que pone aquí Mateo está intencionadamente elegido.  Porque el verbo tapeinóo, lo mismo que el adjetivo tapeinós, no se refiere, en el griego usado por los judíos de la época, a la sola "humildad", sino que apunta directamente a la "bajeza" (U. Luz), la baja condición social. Que era la condición de los niños en aquella sociedad.

Las apetencias de importancia incapacitan para hacer algo que sea de utilidad para el Reino de Dios.

 

3.  Uno de los problemas más graves, que tienen que resolver las religiones y especialmente la Iglesia, es la tentación de darle más importancia al "parecer" que al "ser".

A muchos cristianos, concretamente a muchos clérigos, les domina (y rige sus vidas) el convencimiento de que lo importante es "tener buena imagen", aparecer ante la gente como hombres ejemplares. Esta mentalidad es lo que ha arruinado a la Iglesia y la ha alejado tanto del Evangelio, que ya es poca la gente que se fía de la religión, de sus dirigentes, de lo que dicen, etc.

Cuando la vida pierde su transparencia, esa vida no puede servir de medio para comunicar lo que fue y lo que es la vida de Jesús, su proyecto de vida y el futuro que nos ofrece.  Una vida que no es transparente no es creíble y no merece crédito alguno.

 

San Ponciano, Papa,

y San Hipólito de Roma, antipapa

 


 

Santos mártires Ponciano, papa, e Hipólito, presbítero, que, deportados al mismo tiempo a Cerdeña, ambos afrontaron allí una condena común y fueron ceñidos, según la tradición, con una única corona. Sus cuerpos, finalmente, fueron trasladados a Roma, el primero al cementerio de Calixto, y el segundo al cementerio de la vía Tiburtina.

 

   El mártir que la Iglesia conmemora en este día junto con el papa san Ponciano, era un sacerdote romano -quizás de origen griego- llamado Hipólito, que vivió a principios del siglo III. Era un hombre muy erudito y el más destacado de los escritores teológicos de los primeros tiempos de la Iglesia de Roma. La lengua que usaba en sus escritos era el griego. Tal vez había sido discípulo de san Ireneo, y San Jerónimo le calificó de «varón muy santo y elocuente». Hipólito acusó al papa san Ceferino de haberse mostrado negligente en descubrir y denunciar la herejía. Cuando san Calixto I fue elegido papa, Hipólito se retiró de la comunión con la Iglesia romana y se opuso al Sumo Pontífice. Un núcleo reducido pero influyente de cristianos romanos lo eligieron obispo, por lo que resultó ser el primer antipapa de la historia. El cisma de Hipólito continuó durante los pontificados de Urbano I y de Ponciano.

      Durante la persecución de Maximino, fue desterrado a Cerdeña junto con el papa san Ponciano, el año 235 y consta que allí Ponciano renunció a su episcopado para que los romanos pudieran elegir sucesor. Presumiblemente Hipólito hizo lo mismo; lo cierto es que en el exilio se reconcilió con la Iglesia y murió mártir en aquella isla insalubre a causa de los malos tratos que recibió. Su cuerpo fue, más tarde, transladado al cementerio de la Vía Tiburtina.

Prudencio, basándose en una interpretación equivocada de la inscripción del papa san Dámaso, confunde a san Hipólito con otro mártir del mismo nombre y afirma que murió descoyuntado por un tiro de caballos salvajes en la desembocadura del Tíber. En un himno refiere que siempre había sido curado de sus enfermedades de cuerpo y alma cuando había ido a pedir auxilio a la tumba de san Hipólito y agradece a Cristo las gracias que le ha concedido por la intercesión del mártir. El mismo autor asegura que la tumba de san Hipólito era un sitio de peregrinación, frecuentado no sólo por los habitantes de Roma, sino por los cristianos de sitios muy remotos, sobre todo el día de la fiesta del mártir: «La gente se precipita desde la madrugada al santuario. Toda la juventud pasa por ahí. La multitud va y viene hasta la caída del sol, besando las letras resplandecientes de la inscripción, derramando especias y regando la tumba con sus lágrimas. Y cuando llega la fiesta del santo, al año siguiente, la multitud acude de nuevo celosamente ... y los anchos campos apenas pueden contener el gozo del pueblo». Otra prueba de la gran veneración en que los fieles tenían a san Hipólito, es que su nombre figura en el canon de la misa ambrosiana de Milán.

      En 1551, se descubrió en el cementerio de san Hipólito, en el camino de Tívoli, una estatua de mármol del siglo III que representa al santo sentado en una cátedra; las tablas para calcular la Pascua y la lista de las obras de san Hipólito están grabadas en ambos lados de la cátedra. La estatua se halla actualmente en el Museo de Letrán.

     De san Ponciano sabemos mucho menos que de su compañero de martirio. Era probablemente romano, y sucedió a san Urbano I en la sede de Roma hacia el año 230. Convocó en Roma el sínodo que confirmó la condenación pronunciada en Alejandría de ciertas doctrinas que se atribuían a Orígenes. Cuando estalló la persecución de Maximino, el papa fue desterrado a la isla de Cerdeña, calificada de «insalubre», probablemente por razón de las minas que había en ella. Allí renunció al pontificado; pero no sabemos si vivió aún mucho tiempo, ni cómo murió. Según la tradición, pereció apaleado.

      Algunos años más tarde, el papa san Fabián trasladó los restos de Ponciano al cementerio de san Calixto, en Roma, donde se descubrió su epitafio original, en 1909. En la Depositio Martyrum, del siglo IV, se asocia el nombre de san Ponciano con el de san Hipólito y se designa el 13 de agosto como día de la conmemoración: «Idas Aug. Ypoliti in Tiburtina et Pontiani in Callisti.»

       Artículos del Butler-Guinea correspondientes a san Hipólito (13 de agosto) y san Ponciano (19 de noviembre en el antiguo calendario), unidos y modificados. Los estudios sobre san Hipólito, desde el descubrimiento en 1851 de los «Philosophoumena», han avanzado de década en década; puede verse un resumen biográfico esencialmente coincidente con el que dimos, en Quasten, pero lo más simportante allí es recorrer las obras que se le atribuyen y que se conservan.

 

         fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 

 

 

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