martes, 13 de agosto de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 15 - DE AGOSTO – JUEVES – 19ª – SEMANA DEL T.O. - B Asunción de la Virgen María


  

15 - DE AGOSTO – JUEVES –

19ª – SEMANA DEL T.O. - B

Asunción de la Virgen María


    Lectura del libro del Apocalipsis (11, 19a;12,1.3-6a.10ab):

 

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de su alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas.

Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra.

El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar a luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios.

Se oyó una gran voz en el cielo:

«Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 44,10bc.11-12ab.16

 

    R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir

 

Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir. R/.

 

Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna; prendado está el rey de tu belleza: póstrate ante él, que él es tu señor. R/.

 

Las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real. R/.

 

    Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,20-27a):

 

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección.

Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

 

Palabra de Dios

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):

 

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.

Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.

Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

María dijo:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

 

Palabra del Señor

 

Asunción

 




 1.  Celebramos hoy que la Virgen María ha sido glorificada en el cielo. De santa Isabel aprendemos a vivir esta fiesta, en primer lugar, reconociendo la cercanía de María. Ella nos visita porque, asunta al cielo, ha sido plenamente introducida en el misterio de Dios y así es intercesora privilegiada. Ella está junto a su Hijo y, como dice el prefacio, «es ejemplo de esperanza segura y consuelo del pueblo peregrino».

A su vez, el evangelio de hoy señala una gran alegría: la de Isabel, que recibe a la Virgen en su casa; la de Juan Bautista, que es santificado en el seno materno; la de la propia Virgen, que se alegra por las maravillas que Dios ha obrado en ella. Finalmente, la nuestra, que es anunciada por María: «Me felicitarán todas las generaciones». Felicitar es manifestar a otro que estamos contentos por algo que ha hecho o le ha sucedido. Isabel señala que María es feliz por haber creído; ella misma lo es porque «Dios ha mirado la humildad de su esclava»; y nosotros, «porque el Poderoso ha hecho obras grandes» en ella.

 

 2.   Es una alegría que nos sumerge en el amor de Dios. María nos muestra su misericordia y por eso es tan querida por el pueblo cristiano. Ella está junto a Dios y ella nos acerca a Dios. Precisamente las oraciones de la Misa de hoy señalan esa tensión hacia lo alto. Pedimos en ellas «aspirar siempre a las realidades divinas» (colecta), «que nuestros corazones encendidos en tu amor tiendan constantemente hacia ti» (ofrendas) y «por intercesión de santa María Virgen, elevada al cielo, llegar a la gloria de la resurrección» (poscomunión).

 

3.  Unos versos muy conocidos de Dante resumen muy bien el misterio de María:

   «Oh virgen madre, hija de tu hijo,  

   más humilde y alta que cualquier otra criatura, /

    punto de apoyo del designio eterno».

  En ella se manifiesta la misericordia infinita de Dios que ella acoge desde la fe y la humildad. Y en la pequeñez de María se apoya Dios para venir al mundo. De ella toma su carne el Verbo eterno cuando viene a redimirnos y María queda para siempre agradecida y unida a su Hijo.

María entona el Magníficat desde el principio. Ahora alaba a Dios en el cielo, pero no dejó de proclamar sus maravillas a lo largo de todo su camino en la tierra. También nosotros queremos unirnos a ella. Precisamente las celebraciones de la Iglesia nos sostienen en el canto que se eleva hacia lo alto sin dejar de tener los pies en la tierra. «Canta y camina», recordaba con frecuencia san Agustín. Es decir, celebra el misterio de la salvación avanzando en la caridad, como nos enseña María visitando a su prima Isabel.

 

4.  La alegría cristiana se da cuando se ve esa relación: la Mujer que visita a su prima, grávida y anciana, para ayudarla es la misma que ahora contemplamos en el cielo; cuando, como María, descubrimos el vínculo entre la propia pequeñez y la omnipotencia divina, entonces vivimos en la fe y es la caridad la que impulsa nuestros pasos. Pero todo ello no responde a ningún voluntarismo, sino a la conciencia de que Dios actúa en nosotros y que podemos seguir su impulso. En María contemplamos los inicios de la salvación y su plena realización. También admiramos el camino que hoy la conduce hasta la casa de Zacarías y cómo después seguirá los pasos de su Hijo sin eludir el momento de la cruz.

Pidamos que ella nos ayude a vivir unidos a Jesús para, participando de su salvación, adentrarnos en el amor de Dios. María nos enseña el camino de la fe, la humildad y el servicio. Ella es toda para Dios y, por ello, más atenta y cercana a los hombres.

 

ASUNCIÓN  DE  LA VIRGEN  MARÍA




 

Explicación de la fiesta

La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos.

Este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado.

También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes.

La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento.

María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve desesperanza.

María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios.

Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos.

 

Un poco de historia

El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950.

La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida.

Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.

Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes.

María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también.

María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo.

 

 

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