miércoles, 28 de agosto de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 - DE AGOSTO – VIERNES – 21ª – SEMANA DEL T.O. - B Beata María Ráfols

 

 


 

30 - DE AGOSTO – VIERNES –

21ª – SEMANA DEL T.O. - B

Beata María Ráfols

 

             Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,17-25):

 No me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación, para nosotros, es fuerza de Dios.

  Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.» ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y como, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados a Cristo, judíos o griegos, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

 

Palabra de Dios

Salmo: 32

R/. La misericordia del Señor llena la tierra

Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

       Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.

Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R/.

El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos, pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,1-13):

 En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

 «El Reino de los cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

 A medianoche se oyó una voz:

 "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!"

Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas:

"Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas."

Pero las sensatas contestaron:

"Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis."

Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:

"Señor, señor, ábrenos."

Pero él respondió:

"Os lo aseguro: no os conozco."

Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Esta parábola produce una impresión de extrañeza, de sorpresa y de estupor.  Hay en este relato un "corte" con la realidad de la vida cotidiana. Ni el retraso inexplicable del novio, ni la negativa de las muchachas que no quisieron dar el aceite, ni eso de mandar a la tienda a alguien a las tantas de la noche, ni lo de dar con la puerta en las narices a unas chicas que piden entrar a la fiesta, ni siquiera el cerrar la puerta en una boda que, en aquellos pueblos, era una fiesta para toda la gente, todo eso, sencillamente no tiene ni pies ni cabeza.  Ni Jesús pudo poner eso como ejemplo para nadie.

 

 2.  El "corte" y la "extravagancia del relato" (Paul Ricoeur) son la mejor garantía de una parábola evangélica auténtica. El "novio" (nymphíos), en los evangelios, es Jesús (Mc 2, 19; Mt 9, 15; Lc 5, 34; Jn 3, 29). Y viene a celebrar un banquete de boda, la gran metáfora del Reino (Mt 22, 2 par).

 Ahora bien, de acuerdo con lo que dicen estos textos evangélicos, estar con el novio es cortar con los ayunos y privaciones que imponía la religión de los fariseos. Y es también cortar con los intereses y conveniencias de los que no entraron al banquete de boda del Reino, al banquete en el que entraron los pobres y vagabundos de los caminos.

 

         3.  La parábola no es una amenaza para estar preparados para el juicio de Dios (no se celebra un juicio, sino un banquete). Ni es una exhortación ética para ser generoso con quien pide un poco de aceite. La parábola viene a recordar que, al banquete de boda, que es la presencia de Jesús en esta vida, entran los que viven preparados para eso: los que no centran su vida en cumplir observancias y privaciones religiosas, los pobres, sencillos, humildes y gentes que no son los que se ven como los importantes y los selectos de este mundo. Las jóvenes invitadas, que finalmente no entraron en la boda, tuvieron una equivocación fatal: ellas se vieron como las preferidas y escogidas. Y por eso se sintieron seguras. No les importó la falta de aceite. El hecho de sentirse las "elegidas selectas" fue su perdición. ¡Qué peligroso es sentirse superior a los demás!

 

Beata María Ráfols

 




Funddora de la Congregación
de Hermanas de la Caridad de Santa Ana

Martirologio RomanoEn Zaragoza, en España, beata María Ráfols, virgen, que cerca del hospital de esta ciudad fundó la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana y la dirigió con fortaleza de ánimo por entre muchas dificultades. ( +1853)

Esta «heroína de la caridad», nació en Vilafranca del Penedès, Barcelona, España, el 5 de noviembre de 1781. Sus padres eran sencillos pagesos, campesinos que no tenían muchos recursos. Pero al fallecer su padre cuando ella tenía 9 años, su madre contrajo nuevas nupcias. Con una situación económica más holgada pudieron costear sus estudios en la Enseñanza, un prestigioso colegio de Barcelona; tuvieron en cuenta sus excelentes cualidades porque era inteligente, trabajadora y responsable. Entonces se implicó como voluntaria en el hospital de la Santa Creu, dirigido por las Hermanas Hospitalarias de San Juan de Dios. Su capellán, el P. Juan Bonal Cortada y ella se conocieron a raíz de una epidemia de peste. María supo de primera mano cómo se desvivía él por los afectados, especialmente los pobres. El virtuoso sacerdote precisaba personas expertas en el cuidado de los enfermos para el hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, y seleccionó un grupo compuesto por doce hombres y doce mujeres, entre los que se hallaba María. Tenía 23 años, pero una madurez y cualidades tales que fue designada responsable de todos y luego superiora de la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana, nacida en el mencionado hospital zaragozano ese mismo año de 1804 en el que se produjo su traslado a la ciudad.
     Al llegar a Zaragoza tras un recorrido efectuado en carro y plagado de incomodidades, ella se hincó de rodillas ante la Virgen del Pilar pidiendo su amparo; eso da idea del espíritu que le guiaba. Pronto constató que los medios disponibles en el hospital de Gracia dejaban mucho que desear en todos los aspectos. Además, los trabajadores del centro acogieron de mal grado a los recién llegados y les dispensaron un trato hostil. Desde el principio se percató de la serie de circunstancias que había que solventar. El descontento del personal por su mala retribución, las carencias y la descuidada atención a los enfermos requerían actuar con premura y delicadeza. Pero las presiones hicieron que pasado un tiempo los varones abandonaran el hospital. En cambio, las mujeres, con María al frente, prosiguieron su incansable labor. La beata pasó por alto los infundados reparos de la Junta del hospital, la Sitiada, que consideraban que actuaba al margen de su dictamen, y poco más tarde logró la conciliación con su sabiduría, prudencia y caridad. Pero siempre tuvo como péndulo sobre su cabeza la oposición de la Junta que le hizo sufrir y probó su virtud. Sus acciones no caían en saco roto y el obispo de Huesca le propuso crear en la ciudad un centro hospitalario similar al zaragozano. Por lo demás, fue una pionera para la época; abrió brechas para la mujer insospechadas anteriormente especializándose en flebotomía, práctica quirúrgica de la sangría de uso habitual en la medicina de entonces, que validó con el examen oportuno.
     Pocos años después de llegar a Zaragoza se desencadenó la guerra, y cuando las tropas napoleónicas sitiaron Zaragoza en 1808, el hospital quedó derruido por las bombas. En esos instantes ella fue una heroica abanderada que expuso su vida auxiliando a los heridos, enfermos y dementes a los que buscaba por las calles, sin excluir a los integrantes del bando enemigo. En medio del fragor de la batalla salió a mendigar pidiendo dinero y comida para los miles de acogidos que había en el hospital. Ante la precariedad, con frecuencia se privaba de su propio sustento. En un intervalo de cuatro meses tuvo que trasladar a los enfermos en tres ocasiones, hasta que se instaló el hospital de convalecientes. En el transcurso de la encarnizada lucha sin cuartel dio nuevas pruebas de una fe admirable demandando ayuda para los enfermos, aunque para ello tuvo que cruzar las filas enemigas acompañada de un par de religiosas. Las mujeres avanzaron por el campo de combate en medio del hostigamiento de los soldados que proferían insultos contra ellas, pero lograron que el general francés Lannes las escuchara, las protegiera, y abriera las puertas de par en par. María le había dejado desarmado con su trato delicado y respetuoso, y el militar se conmovió con ese gesto inaudito. No solo obtuvo los recursos esenciales para la atención de los enfermos, sino que contribuyó a que se salvaran muchas vidas, se concedieran indultos y otras gracias. Esta imagen, de gran fuerza plástica, continúa siendo impactante porque hay que tener en cuenta el momento histórico, la situación y el lugar en el que se produjo tal acto de valentía.
    Al terminar la guerra, la nueva Junta rectora del hospital no tuvo en cuenta estos antecedentes heroicos, sino que oprimió a las religiosas. Apartaron al P. Bonal, y el prelado Mons. Suárez de Santander, afín a los franceses, puso a María en la tesitura de dimitir trasladándose a Orcajo, Daroca. La Sitiada demandó la presencia de las hermanas en Zaragoza en 1813 para que se hicieran cargo de la casa de beneficencia. Finalmente en 1824 al ser aprobadas las Constituciones por la diócesis, una vez se solventaron los equívocos que llevaron a su recusación, se restituyó a la beata como superiora. Durante once años se ocupó de los huérfanos y abandonados que se hallaban en la Inclusa que dependía del hospital. Pero en 1834 fue imputada por alta traición. Creyendo que conspiraba contra la reina implicada con los carlistas fue recluida dos meses en una cárcel donde confinaban a personas acusadas por la Inquisición. Después, y pese comprobarse que era un malévolo infundio, fue desterrada al exilio. Ya enferma pidió ser trasladada a la casa de Huesca y allí aún vivió seis años de entrega, en silencio –nadie le oyó proferir ninguna queja–, y confianza en Dios. Con el cambio de gobierno regresó al hospital de Gracia y se ocupó de los niños de la Inclusa.

Murió el 30 de agosto de 1853. Juan Pablo II la beatificó el 16 de octubre de 1994. En 1908 tanto el P. Bonal, con causa de beatificación abierta, como ella fueron proclamados «Héroes de los Sitios de Zaragoza».

 

 

 


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