17 - DE
AGOSTO – SÁBADO –
19ª – SEMANA DEL T.O. - B
San Eusebio papa
Lectura de la profecía de Ezequiel
(18,1-10.13b.30-32):
Me vino esta palabra del Señor:
«¿Por qué
andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel: "Los padres comieron
agraces, y los hijos tuvieron dentera?" Por mi vida os juro –oráculo del
Señor– que nadie volverá a repetir ese refrán en Israel.
Sabedlo:
todas las vidas son mías; lo mismo que la vida del padre es mía la vida del
hijo; el que peca es el que morirá. El hombre que es justo, que observa el
derecho y la justicia, que no come en los montes, levantando los ojos a los
ídolos de Israel, que no profana a la mujer de su prójimo, ni se llega a la
mujer en su regla, que no explota, sino que devuelve la prenda empeñada, que no
roba, sino que da su pan al hambriento y viste al desnudo, que no presta con
usura ni acumula intereses, que aparta la mano de la iniquidad y juzga
imparcialmente los delitos, que camina según mis preceptos y guarda mis
mandamientos, cumpliéndolos fielmente: ese hombre es justo, y ciertamente
vivirá –oráculo del Señor–.
Si éste
engendra un hijo criminal y homicida, que quebranta alguna de estas
prohibiciones ciertamente no vivirá; por haber cometido todas esas
abominaciones, morirá ciertamente y será responsable de sus crímenes. Pues
bien, casa de Israel, os juzgaré a cada uno según su proceder –oráculo del
Señor–. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no caeréis en pecado.
Quitaos de
encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad un corazón nuevo y un
espíritu nuevo; y así no moriréis, casa de Israel. Pues no quiero la muerte de
nadie –oráculo del Señor–. ¡Arrepentíos y viviréis!»
Palabra de Dios
Salmo:
50,12-13.14-15.18-19
R/. Oh, Dios,
crea en mí un corazón puro
Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por
dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con
espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. R/.
Los sacrificios no te satisfacen: si te
ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (19,13-15):
En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las
manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo:
«Dejadlos, no
impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de
los cielos.»
Les impuso
las manos y se marchó de allí.
Palabra del Señor
1. El tema de los niños, y su
significado en los evangelios, ha sido utilizado, especialmente por los teólogos
protestantes, para justificar la práctica eclesiástica del bautismo desde la
infancia del bebé (por ejemplo, Ulrich Luz, entre otros).
En la Iglesia antigua no se hacía así. El
bautismo de los niños era una práctica poco frecuente. Lo normal era que el
bautismo se administraba a los adultos. Esto es tan seguro que al
sacramento de la penitencia se le llamaba "poenitentia
secunda". La conversión ("poenitentia") primera era
el bautismo. De forma que lo que actualmente se vive como sacramento de la
penitencia era la "otra (o segunda) oportunidad" que tenía el
cristiano que caía en un pecado grave. Por eso, los relatos en los que Jesús
elogia o defiende a los niños han de entenderse como enseñanzas
fundamentales para la vida cristiana.
- ¿En qué sentido y para qué?
2. En la cultura del Imperio, se
hablaba del "niño" cuando se trataba de un ser humano que carecía de
"estatus", o sea una persona que se caracterizaba por su
vulnerabilidad, su marginalidad y su debilidad.
Era el
"ser sin derechos", al que se podía tirar a un estercolero hasta que
se convirtiera en estiércol.
Jesús optó
por este tipo de personas. Es decir, por los más débiles y excluidos. No para
darles limosna, sino para defender sus derechos. Y así, ir creando una nueva cultura: la cultura de la igualdad en dignidad y derechos. En esto
tiene que estar el argumento preferencial de nuestra vida. O sea, nuestro
"proyecto de vida".
3. Creer
en Jesús es asumir, hacer propio y hacer nuestro este "proyecto de
vida". Orientar nuestras ilusiones, nuestros trabajos, nuestras conductas,
para aliviar el sufrimiento y hacer más
llevadera y soportable la vida de quienes peor lo pasan. Esto es creer en
Jesús. La fe en el Dios de Jesús, tal como la presentan los evangelios, antes
que la observancia de unos rituales o la aceptación de unos dogmas sagrados es
una forma de vida, la forma de vida que llevó Jesús.
San Eusebio papa
Martirologio Romano: En Sicilia, muerte de
san Eusebio, papa, valeroso testigo de Cristo, que fue deportado por el
emperador Majencio a esa isla, donde dejó la patria terrena para merecer la
patria celestial.
Trasladado su cuerpo a
Roma, fue enterrado en el cementerio de Calixto (310).
Fue el 31º Papa de la
Iglesia Católica, desde abril de 309 hasta agosto de 309.
Eusebio nació en Grecia y era hijo de un
médico. Fue elegido para suceder al Papa San Marcelo; pero su pontificado duró
apenas unos meses. El pontificado de San Marcelo se había visto turbado por el
problema del trato que debía darse a los que habían apostatado durante la
persecución de Diocleciano. Un tal Heraclio y sus seguidores se opusieron al
Pontífice; muy probablemente Heraclio era uno de los que habían apostatado y
quería ser admitido nuevamente en la comunión de la Iglesia sin penitencia
alguna. Una inscripción del Papa San Dámaso en la tumba de San Eusebio, quien
fue sepultado en el cementerio de Calixto, recuerda que la disputa se prolongó
hasta el pontificado de nuestro santo y produjo numerosos desórdenes y pleitos
en la Iglesia de Roma.
A lo que parece, los "lapsos"
o apóstatas intentaron introducirse por la fuerza en las reuniones de los
fieles. El tumulto fue tan grande, que el emperador Majencio desterró a San
Eusebio y a Heraclio de la ciudad. El Pontífice se trasladó a Sicilia, donde
murió poco después.
Como el destierro fue una consecuencia de la
firmeza con que exigió el cumplimiento de los cánones, el pueblo cristiano le
veneró como mártir en una época. San Dámaso le da también el título de mártir.
Fue enterrado en la catacumba de Calixto
I en Roma.
Más tarde su cuerpo fue trasladado en
San Sebastián Extramuros.
Sucesor del Papa San Marcelo I, su
pontificado fue corto, en el año 309 ó 310. El Catálogo Liberiano dice que duró
sólo cuatro meses, del 18 de abril al 17 de agosto de 309 ó 310.
Sabemos algunos detalles de su carrera de un
epitafio en su tumba, que fue mandado a hacer por el Papa San Dámaso I. Este
epitafio llegó a nosotros a través de transcripciones antiguas. Unos pocos
fragmentos del original, junto con una copia en mármol del siglo VI hecha para
sustituir el original después de su destrucción, fueron hallados por De Rossi
en la capilla papal, en las catacumbas de San Calixto.
De este epitafio surge que las graves
disensiones internas causadas en la Iglesia Romana por la readmisión de los
apóstatas (lapsi) durante la persecución de Diocleciano, y que habían surgido
ya bajo Marcelo, continuaron durante el papado de Eusebio. Ese último mantenía
la actitud de la Iglesia Romana, adoptada después de la persecución de Decio
(250-251), que los apóstatas no debían ser excluidos por siempre de la comunión
eclesiástica, sino por otro lado, debían ser readmitidos sólo después de haber
hecho una adecuada penitencia (Eusebius miseros docuit sua crimina flere).
Una facción de cristianos en Roma bajo el
liderazgo de un tal Heraclio se oponía a este punto de vista. No se ha
determinado si Heraclio y sus seguidores propugnaban una interpretación de la
ley más rigurosa (novacianismo) o más indulgente. Esta última, sin embargo, es
por mucho más probable en la hipótesis de que Heraclio era el jefe de un
partido compuesto por apóstatas y sus seguidores, que demandaban la inmediata
restauración al cuerpo de la Iglesia. Dámaso describe en términos muy fuertes
el conflicto que sobrevino (seditcio, cœdes, bellum, discordia, lites). Es
probable que Heraclio y sus adeptos buscaran por la fuerza su admisión al culto
divino, lo cual resentían los fieles reunidos en Roma alrededor de Eusebio. En
consecuencia, ambos Eusebio y Heraclio fueron desterrados por el emperador
Maxentio. Eusebio, en particular, fue exiliado a Sicilia, donde murió muy
pronto.
El Papa San Melquíades ascendió a la Silla
Papal el 2 de julio de 311. El cuerpo de su predecesor fue traído a Roma,
probablemente en 311, y el 26 de septiembre (según el "Depositio
Episcoporum" en el cronógrafo de 354) fue colocado en un cubículo separado
de la catacumba de San Calixto.
Su firme defensa de la disciplina
eclesiástica y el destierro que sufrió por ello causaron que fuera venerado
como un mártir, y en su epitafio el Papa Dámaso honró a Eusebio con dicho
título.
Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Pope St. Eusebius." The Catholic
Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <newadvent.org>.
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