26 - DE
AGOSTO – LUNES –
21ª – SEMANA DEL T.O. – B
Santa Teresa de Jesús Jornet Ibars
Comienzo de la
segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,1-5.11b-12):
Pablo, Silvano
y Timoteo a los tesalonicenses que forman la Iglesia de Dios, nuestro Padre, y
del Señor Jesucristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios Padre y del Señor
Jesucristo.
Es deber nuestro dar continuas gracias a Dios
por vosotros, hermanos; y es justo, pues vuestra fe crece vigorosamente, y
vuestro amor, de cada uno por todos y de todos por cada uno, sigue aumentando.
Esto hace que nos mostremos orgullosos de vosotros ante las Iglesias de Dios,
viendo que vuestra fe permanece constante en medio de todas las persecuciones y
luchas que sostenéis. Así se pone a la vista la justa sentencia de Dios, que
pretende concederos su reino, por el cual bien que padecéis.
Nuestro Dios os considere dignos de vuestra
vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de
la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y
vosotros en él, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios
Salmo:95,1-2a.2b-3.4-5
R/. Contad las
maravillas del Señor a todas las naciones
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al
Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su
nombre. R/.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria, sus
maravillas a todas las naciones. R/.
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Mateo (23,13-22):
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo:
«¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de
los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.
¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para
ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble
que vosotros!
¡Ay de
vosotros, guías ciegos, que decís: "Jurar por el templo no obliga, jurar
por el oro del templo sí obliga"?
¡Necios y
ciegos! - ¿Qué, es más, el oro o el templo que consagra el oro? O
también: "Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en
el altar sí obliga." ¡Ciegos! - ¿Qué, es más, la ofrenda o el altar que
consagra la ofrenda?
Quien jura
por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el
templo jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por
el trono de Dios y también por el que está sentado en él.»
Palabra del Señor
1. La
serie de denuncias que este capítulo de Mateo pone en boca de Jesús todas
empiezan con un "¡Ay!" Esta especie de grito no se ha de interpretar
como el lamento por una situación triste. Se trata, más bien, del anuncio
un castigo, incluso una maldición (E. Haenchen).
Maldición que anuncia y avisa que lo
determinante en la vida no son las palabras, sino únicamente las obras, (Mt 7,
21-23; 12, 49-50; 25, 31-46). En este caso concreto, el enorme engaño que
representa usar la religión (rezos, misas, funciones solemnes de culto…) para
sacarle el dinero a las personas más desamparadas, las viudas de aquel tiempo o
las gentes de buena voluntad, que dan a la Iglesia o pagan una boda, un
entierro, quitándoselo de la boca.
2. El
hecho común y repetido, en estas obras o formas de conducta, era siempre lo
mismo. Se trataba de verdaderas aberraciones que se producían en torno al
culto religioso y a las prácticas sagradas: templo, altar, juramentos ofrendas…
Pero lo más importante es que tales aberraciones se llevaban a cabo de manera
que todo aquello era la justificación de formas de conducta en las que se anteponían las "observancias religiosas" al
"bien de las personas"
Lo importante
era cumplir con la religión y tener buena imagen ante la gente.
El
sufrimiento de quienes lo pasaban mal era un asunto para el que -con demasiada
frecuencia- los hombres de la religión no tenían especial sensibilidad.
3. Jesús
insiste en el tema de la ceguera en que viven estos hombres de la piedad, la
observancia y la sumisión religiosa: "¡Ay de vosotros, guías ciegos!" (Mt 23, 16).
Jesús
convirtió con frecuencia a los ciegos en videntes (Mt 9, 27-31; 11, 5; 12,
22-24; 15, 31; 20, 29-34; 21, 14). Cuando Jesús le abría los ojos a la gente,
para que viera la realidad de lo que estaba sucediendo en Israel y de lo que
hacían los expertos en las cosas de la religión, los observantes del Templo
(fariseos) decían que aquello era cosa del diablo (Mt 9, 34; 12, 24; in 9).
La religión
no soporta que le pongan sus engaños al descubierto. Con
demasiada frecuencia, la religión vive de las medias verdades y del
ocultamiento de sus numerosos engaños.
Santa Teresa de Jesús Jornet Ibars
En Liria, en España, santa Teresa de
Jesús Jornet Ibars, virgen, que, para ayudar a los ancianos, fundó el Instituto
de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (1897).
Fecha de beatificación: 27 de abril de 1958 por el Papa Pío XII
Fecha de canonización: 27 de enero de 1974 por el Papa Paulo VI.
Breve Biografía
Los mayores, esos a los que se les ha dado en
llamar el colectivo de la Tercera Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el
crepúsculo teñido de rojas claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a
Dios y bastantes de ellos también a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados
porque les cuidan, atienden, dan casa y ofrecen el calor de la familia que
quizá perdieron o acaso les abandonó porque un día se les ocurrió pensar que de
los viejos ya no se podía esperar mucho más, o que eran molestos con sus manías
y achaques. Decía que ellos agradecen al buen Dios el testimonio y vida de unas
personas, en este caso siempre mujeres, que han hecho de su existencia una
ofrenda de caridad efectiva.
Logran hacer de sus casas un lugar agradable,
tranquilo, limpio y ventilado; allí se reza, se come alimento sano, se
proporcionan las medicinas pertinentes y, sobre todo, se derrocha cariño de las
dos clases: humano y sobrenatural. Son un grupo de mujeres tocadas que están
alegres, animosas, activas y optimistas porque es mucho lo que tienen que
levantar; se les ve por las calles llamando a las puertas de las casas, en
pareja, pidiendo mucho de lo que sobra o algo de lo que se usa; llevan con
ellas a todo el recuerdo de la caridad. ¡Claro que son piadosas! Muy
rezadoras... de la Virgen y del Sagrario sacan la entereza, la fuerza, el
afecto o cariño, comprensión y paciencia que de continuo han de derrochar a
raudales cuando charlan, limpian, lavan, planchan, cocinan para los ancianos o
cuando tienen que animar a tanta juventud acumulada.
Teresa de Jesús, la catalana de Lérida, tuvo
en lo humano muchas coincidencias con su homónima de Castilla; delicada de
salud en el cuerpo y alma grande, espontánea y andariega, con gracejo
agradable. En lo divino tuvieron de común el olvido de sí y, por amor a Dios,
saber darse.
Nació en Ayltona (Lérida) el 9 de enero de
1843. Sus padres, Francisco José Jornet y Antonia Ibars eran sencillos
labradores, educando a su familia en la religión: Su hermana Josefa, Hija de la
Caridad en el hospital de la Habana; su hermana María se incorporó con María a
la nueva aventura religiosa; su hermano Juan, casado dio tres hijas a la
congregación de su hermana Teresa; su tía Rosa, hermana de su madre, muerta en
olor a santidad; su tío el Beato Francisco Palau, fraile carmelita
exclaustrado, apóstol, orador, escritor, penitente, un huracán enardecido,
acabará también en los altares.
Teresa creció en un clima doméstico de
trabajo honrado. Estudia en Lérida para maestra y enseñó en Argensola
(Barcelona); allí la veían desplazarse cada semana a Igualada para confesarse.
El P. Francisco Palau, tío abuelo suyo, está
en trance de fundación de algo y la invita para que le ayude en el intento;
pero Teresa ha pensado más en la vida religiosa donde podrá vivir en silencio y
oración; por eso se hace clarisa entre las del convento de Briviesca, en
Burgos, mientras que su hermana Josefa ingresa en Lérida en las Hijas de la
Caridad de San Vicente de Paúl. Pero la situación política de la segunda mitad
del siglo XIX es complicada y compleja, no permite el gobierno la emisión de
votos.
Se hace entonces Terciaria Franciscana y
recupera algo de la actividad docente.
Cerca de su patria chica, en Huesca y
Barbastro, un grupo de sacerdotes con D. Saturnino López Novoa a la cabeza
piensa en una institución femenina que se dedicara a la atención de ancianos
abandonados. Comprende Teresa que este es su campo y, arrastrando consigo a su
hermana María y a otra paisana, comienza en "Pueyo" con una docena de
mujeres y desde entonces es la cabeza, permaneciendo veinticinco años en el
gobierno.
Desde Barbastro cambia a Valencia donde está
la casa madre de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque es la
patrona de la ciudad quien da apellido a la Institución. Luego se extenderán
por Zaragoza, Cabra y Burgos; llenarán de casas-asilo que así le gusta a la
madre que se llamen para resaltar el clima de familia la geografía española y
pasan las fronteras. Cuando muere Teresa de Jesús en Liria, el año 1897, llegan
a 103 y deja tras de sí a más de 1000 Hermanitas para continuar su labor hasta siempre,
porque siempre ancianos habrá y algunos de ellos quedarán desamparados.
No quiso ella canonizaciones. Lo dejó dicho y
escrito por si hubiera dentro de la Congregación con el paso del tiempo
Hermanitas canonizables. Mandó que no se gastara dinero en proponer a nadie la
subida a los altares. Ese fue el motivo de que pasaran los años sin el intento
de iniciar su proceso de beatificación; y el rapidísimo salto a la canonización
se debió a la sensibilidad del pueblo y a las manifestaciones sobrenaturales
que tan frecuentemente Dios quiso mandar.
Artículo de: Archidiócesis de Madrid
El anciano abuelo tembloroso, ensuciaba cada comida el mantel porque
derramaba la sopa. Primero sus hijos le hicieron una cuchara de madera, pero
incluso con la madera seguía ensuciando el mantel. No puede comer con la
familia. Y lo llevan a la cocina. El abuelo tiene que comer solo en la compañía
de sus hijos y de sus nietecitos. El más espabilado se entretenía jugando con
un trozo de madera muy afanado. -¿Qué haces?, le preguntó su mamá: Y el niño,
“estoy haciendo una cuchara de madera para cuando papá y tú seáis mayores”.
En la provincia y Diócesis de Lérida y en
Aytona, España, de Francisco Jornet y de Antonieta Ibars, agricultores, nace el
9 de enero de 1843, Teresa Jornet, hoy ya canonizada y Patrona de la ancianidad
Su caridad activa hacia los pobres, le movía a llevarlos a casa de su tía en
Lérida, a donde se había trasladado para poder asistir a la escuela de la
ciudad.
Estudia magisterio en Argensola, provincia de
Barcelona. Solicitó ser admitida en las clarisas de Briviesca, cerca de Burgos,
pero no pudo profesar por la prohibición de la legislación en vigor. Se dedicó
a la enseñanza y se hizo terciaria carmelita. Una enfermedad que padeció
después de la muerte de su padre, la obligó a permanecer en su casa por algún
tiempo.
Don Saturnino López Novoa, canónigo de
Huesca, su director, a quién confió la dirección de su alma, la encauzó hacia
la fundación de una obra destinada a recoger a los ancianos sin familia y sin
medios de subsistencia. Teresa, que hasta el momento había tenido la impresión
desagradable de no haber hecho nada en su vida, se orientó decididamente hacia
este ideal. En 1872, fundó la primera casa en Barbastro, con la ayuda de
algunas jóvenes, y de su hermana, María.
Teresa se adelantó a su tiempo, porque
entonces, hace más de un siglo, aún dejaban en la cocina a los abuelos, aunque
con cuchara de madera, pero ahora, ni los quieren, ni les cuidan, y se arman
líos entre las familias para zafarse del engorro de los viejos, según el
refrán: “Parientes y trastos viejos, pocos y lejos”. En el Continente africano
carecen de frigoríficos y de muchos de nuestros cachivaches de la modernidad;
pasan hambre y toda clase de necesidades, pero conservan su humanísima
tradición de respetar al anciano y considerarle como una bendición. Les
minusvaloramos en esta cultura de la juventud, la belleza y el cultivo de los
cuerpos, pero en humanismo el tercer mundo va por delante con nota al mundo que
se cree supercivilizado.
El 27 de enero de 1873, los miembros de la
nueva congregación, recibieron el hábito religioso y Teresa fue elegida
superiora. Un grupo de buenos católicos de Valencia propuso asegurar la vida de
la pequeña comunidad. La madre Teresa aceptó y, como está en Valencia,
constituye Patrona a la Virgen de los Desamparados, título muy apropiado para
los ancianos Desamparados. Muy pronto el número de ancianos fue aumentando y
creciendo sin cesar. Para poder recibir más, compró el antiguo convento de los
Agustinos. Esta casa se convirtió en la casa madre de la Congregación de las
Hermanas de los Ancianos Desamparados. Se desarrolló tan de prisa la Obra, que
en 1887, cuando fue aprobada por la Santa Sede, contaba ya con 58 casas.
María Teresa de Jesús formó muy sólidamente a
sus hijas en el cumplimiento de sus obligaciones con los ancianos, hasta
exponerse a la soledad, al frío y al hambre, para poder darles abrigo y un
verdadero cariño. Aprendió de las terciarias carmelitas la devoción a la
Virgen, y de las clarisas el amor a los pobres, y en los ejercicios de San
Ignacio, el ardiente deseo de identificar sus sentimientos con la voluntad
divina. Desarrolló una actividad incansable y una inalterable confianza en
Dios. A los que le reprochaban que se ocupara de los más humildes oficios,
respondía: "No hay nada pequeño cuando se trata de la Gloria de
Dios". Cuando le decían que emprendía obras con un atrevimiento casi
temerario, se sonreía diciendo: "Mientras más pobres haya, habrá más
bienhechores".
Tenía el secreto de su paz interior
inalterable en medio del tráfago continuo, en sus palabras: "Dios en el
corazón, la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo los pies".
Su organismo no pudo resistir al régimen que
se impuso. A las fatigas físicas se juntaban los dolores mortales, como el de
la epidemia del cólera, que acabó con veinticuatro hermanas y setenta ancianos.
Cuando la enfermedad la obligó a detenerse, se retiró a Liria, Valencia, con la
esperanza de que el buen aire le devolviera la salud.
Murió ahí, el 26 de Agosto de 1897, el 27 de
abril de 1958 el Papa Pío XII la beatificó y fue canonizada por Pablo VI.
Autor: P. Jesús Martí Ballester.
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