11 DE
SEPTIEMBRE - LUNES –
23ª - SEMANA DEL T. O. -A
Evangelio según san Lucas 6, 6-11
Un sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en
el brazo derecho. Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de
qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que
pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico:
"Levántate y ponte ahí en medio".
Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo:
"Os voy a hacer una pregunta:
- ¿Qué está permitido en sábado?
- ¿Hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?"
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre:
"Extiende el brazo".
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido.
Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con
Jesús.
1. Para
comprender la hondura que entraña este relato, es necesario tener en cuenta el
alcance de la pregunta que hace Jesús. Esa pregunta no se refiere solo al
sábado. Lo que Jesús quiere oír, de los representantes religiosos, no es la
respuesta a una casuística concreta, que se refería a si estaba o no estaba permitido
curar en sábado a un enfermo crónico, cuya limitación, por otra
parte,
no exigía curarlo de inmediato porque su vida estaba en peligro de muerte. Ese no era el caso en aquel momento. Se trataba de un manco que podía
esperar perfectamente hasta el día siguiente.
2.
Entonces, - ¿por qué pregunta Jesús si en sábado se podía "salvar a
uno o dejarlo morir"?
El manco no se iba a morir, por el hecho de salir
aquella tarde de la sinagoga tal como había entrado.
Entonces -insistamos- ¿a qué venía aquella pregunta? Una pregunta, por otra parte, que allí tuvo
el silencio por respuesta (Mc 3, 4 b). Y un silencio, además, que provocó la
"ira" (met' orgés) de Jesús.
O sea, allí estaba en juego algo muy serio y
hasta muy grave, a juicio del propio Jesús.
- ¿Por qué tanta seriedad y hasta gravedad en un
asunto, a primera vista, sin demasiada importancia?
3. Lo
que allí estaba en juego es si, para la religión y sus responsables, lo primero es la observancia
religiosa o lo primero es la salud, el bienestar y la plenitud de la vida de cualquier ser
humano. Y es claro que, planteado el problema
en tales términos, lo que está fuera de duda es que:
1) Para los responsables religiosos, lo primero
es la sumisión a las observancias religiosas, incluso cuando se trata de las observancias resultantes de
la casuística de los juristas y los leguleyos.
2) Para Jesús, lo primero de todo en la vida es
la salud y el bienestar de las personas, por más que eso pueda producir, en no pocos
casos, que los hombres de la religión se pongan "furiosos" o se
"inflamen de cólera insensata"
(eplésthesan anoías) (Lc 6, 11) (H. Balz, G. Schneider) y hasta lleguen a planear cómo quitarle la vida
al que les quita a ellos su poder indiscutible y su prestigio
incuestionable.
En esto radica el peligro que entraña, con
frecuencia, la religión.
SANTOS PROTOS Y JACINTO, MARTIRES
El
martirologio romano los recoge, así como un Calendario escrito por San Fronto
en el siglo VIII. La primera referencia a estos santos es bastante antigua, ya
en el siglo IV se celebraba su memoria en Roma, aunque lo que se sabe de ellos
es bastante dudoso y los bolandistas lo han declarado como leyenda sin
fundamento. Estos santos aparecen en la leyenda de Santa Eugenia (25 de
diciembre) y dice que eran los eunucos de Felipe y Claudia, padres de Eugenia.
Los cinco se trasladaron a Alejandría, pues Felipe fue nombrado prefecto de
esta ciudad, donde la persecución contra los cristianos arreciaba. Eugenia huyó
de casa con los dos esclavos, puesto que ya eran cristianos, aunque aún no estaban
bautizados. De camino encuentran a Heleno, el obispo de Heliópolis, que junto a
10.000 cristianos habían sido desterrados, Eugenia, Proto y Jacinto fueron
bautizados y se retiraron al desierto como eremitas, carmelitas dirá la leyenda
del Carmelo, haciéndose pasar Eugenia por hombre. La leyenda del Carmelo añade
que San Dionisio, Papa y carmelita (19 de enero) le dio el velo a Eugenia y a
Santa Cirila (18 de octubre).
Mientras
tanto, Felipe estaba en la desesperación, buscó de alta y baja, pero no pudo encontrar
a su hija. Luego se levantó a su honor a una estatua de oro, y ordenó a todas
las naciones y lenguas a inclinarse y adorar la imagen de oro que había creado.
Después de tres años, Eugenia fue elegida abad del monasterio. Aquí se nos dice
que sanó a una mujer de cuartanas, que esta se enamoró de ella, pensando que
era un hombre y como Eugenia la rechazó, esta mujer, llamada Melania la
denunció ante el prefecto (sí, Felipe) diciendo que el tal abad había manchado
su honor.
Eugenia fue
llamada a Alejandría, y ante el tribunal declara su sexo (mostrando sus pechos,
que duda quedaba), Claudia reconoce a su hija, agarrándose a ella; un rayo cae
del cielo, y consume a Melania, mientras que Felipe y Claudia se convierten y
bautizan. Al mismo tiempo Felipe es elegido obispo, sin renunciar a la
prefectura de la ciudad (se le verera como santo mártir el 13 de septiembre).
Entre los convertidos públicamente está la joven Basilisa, de estirpe real en
Roma, que ya era cristiana por la por las instrucciones de Proto y Jacinto (que
vuelven a aparecer en la historia). Una versión dicen que Basilisa sería
bautizada por el papa San Cornelio (16 de septiembre) y otra por el papa San
Sotero (11 de agosto). Cuando se descubre en Roma, que Basilisa se había hecho
cristiana, es ejecutada junto a Proto y Jacinto. Eugenia también es
martirizada.
En realidad
todo esto no es más que una historia de carácter piadoso, hecha para aleccionar
sobre la vida religiosa, la castidad, la fe de los mártires. Pero más probable
es que Proto y Jacinto, dos mártires reales pero inciertos hayan sido
incorporados a la “historia” de Eugenia, para darles más credibilidad y
dotarles de unas actas. Porque sí es cierto que su culto es antiguo, como puse
al principio. Y no deja de ser curioso, pues mientras de ellos no hay dudas y
no necesitaban "historia" alguna, de Eugenia sí que no hay rastros.
Los
cuerpos.
Y como no
podía ser menos, la confusión con sus reliquias es enorme: En el siglo IX, unos
huesos atribuidos a ellos fueron trasladados con gran solemnidad al monasterio
de Seligenstad (cerca de Frankfurt). En la guerra de los 30 años, los suecos
invadieron el monasterio, los huesos fueron profanados y se perdieron.
Otros dos
cuerpos de los santos, sin embargo, fueron hallados en las catacumbas de la Vía
Salaria en el siglo X, y fueron trasladados a Metz. Otros dos cuerpos, enteros,
se conservan en San Félix de Pavía. Otros dos más, enteros también, en la
abadía de Santa María de Castilione, en Parma. Dos más en Mantua, con fecha
desconocida de puesta al culto, y dos más (se trasladaron con autoridad papal
incluida) en Florencia desde 1428, que fueron puestos en un bello sarcófago de
bronce. Otros dos cuerpos fueron trasladados por el Papa Clemente VIII de la
iglesia de San Salvador de Roma a la de San Juan ¡también en Florencia!, en
1592. Y aún hay dos cuerpos más en Como, puestos al culto en 724, trasladados
en 1096, luego en 1317, y finalmente en 1618.
Sin
embargo, todos parecen ser falsos, porque en 1845, la tumba fue hallada
cerrada, y dentro había cenizas y un puñado de huesos de Jacinto, envueltos en
una rica tela. Era un lóculo pequeño con inscripción "D la P III idus
septebr Yacinthus martyr" (Sepultado el 11 septiembre. Mártir Jacinto) y
se tiene la certeza de que son ellos porque dentro había también una
inscripción que decía "sepulcrum proti m(martyris)" (sepulcro de
Proto, mártir). Estas reliquias, autentificadas, fueron puestas en la capilla
de Propaganda Fide. Sean quienes fueran, Proto y Jacinto son mártires reales.
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