6 de Septiembre - Miercoles –
22ª – Semana del T.O.-A
San Eleuterio, Abad
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,38-44):
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de
Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera
algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella,
levantándose en seguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera
se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios.»
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era
el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba
buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo:
«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de
Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de Judea.
1. Este relato es prolongación del
anterior. Y está recogido en los otros dos evangelios sinópticos (Mc 1, 21-39;
Mt 8, 14—17). Señal clara de que, en las comunidades cristianas primitivas, se
le concedió importancia y suscitó interés. Porque estos hechos, que resumen un
día de la vida cotidiana de Jesús en Cafamaúm, son una presentación de su
“actividad programática” (J. Mateos).
Es decir, toda esta narración es como un
sumario de lo que hacía y decía Jesus.
2. Esta claro que la actividad de Jesus no
era sacerdotal sino profetica. No era, por tanto, una actividad relacionada con
“lo sagrado” (rituales, ceremonias plegarias, culto en el templo y el altar…),
sino con lo profano. Porque es que Jesús hablaba de Dios como Padre. Pero siempre
para referir eso a la conducta honrada, respetuosa, fraterna y libre, entre los
seres humanos.
Y desde luego. lo que más se destaca, y en
lo que insisten constantemente los evangelios, es que Jesús se ocupaba y se
preocupaba sobre todo de los enfermos curando a todos los que se le acercaban, aliviando
sus penas y sufrimientos, haciendo sus vidas más soportables.
3. Esto nos viene a decir que Jesús (y su
actividad) representó el punto partida de una forma de religiosidad enteramente
original y nueva. Una religiosidad centrada en la fe en Dios como Padre. Una
religiosidad que se vive en el silencio sosegado, que necesita ausentarse a
espacios solitarios cómo relata este evangelio que hacia Jesús al retirarse muy
de mañana), y que se vive en la preocupación y actividad por aliviar el
sufrimiento del mundo, el dolor de enfermos y personas atormentadas por el mal
sea cual sea.
Es evidente que la religiosidad, que nos
enseñó Jesús, es una religiosidad alternativa. En la iglesia posterior se
sustituyó esa religiosidad alternativa por la religión de los templos, los
sacerdotes, los altares y los cultos sagrados. La religión de siempre. Pero,
leyendo despacio los evangelios, comprendemos que es necesario recuperar la
forma de religión que nos dejó Jesús.
Martirologio Romano: En Spoleto, región de la Umbría, san Eleuterio, abad, cuya
sencillez y compunción de espíritu alabó el papa san Gregorio Magno († s. VI).
Breve Biografía
Fue un santo abad del
monasterio de San Marcos Evangelista en Espoleto. Debió ser un hombre de
grandes y probadas virtudes por los relatos que se conocen de su vida a través
del gran Papa Gregorio Magno que fue contemporáneo, conocido personal, amigo y
hasta una de las personas que salió beneficiada del trato con el santo abad. De
hecho, cuenta San Gregorio de su amigo que, un buen día y con una sola
bendición, el abad Eleuterio consiguió curarlo de un vehemente deseo de ingerir
alimentos que él sufría. Además, refiere el mismo Papa, su santidad era tan
grande que hasta llegó a resucitar un muerto.
Pero lo que llama la atención
al relator de la vida del santo es un acontecimiento que tiene valor de
ejemplaridad y estímulo para los hombres que, llenos de dificultades,
limitaciones y pecados, viven soportando sus faltas de virtud y sufriendo los
propios fracasos. Por eso la figura de este santo es más cercana, al ser
víctima de su propio desmoronamiento.
Unas monjas habían confiado
al santo abad la custodia de un niño atormentado por el Diablo. Como pasaran
varios días sin notarse fenómenos extraños, el abad comentó a sus monjes que
Satanás tenía asustadas a las pobres monjas, pero que ahora estaba con miedo y
por eso no se manifestaba.
Al punto, el mal espíritu se apoderó del niño y de inmediato
comenzó a maltratarlo.
Eleuterio cayó en la cuenta
de que su expresión fue de soberbia y presunción. Lloró dolorido su pecado y
pidió a los monjes oraciones y penitencias para que cesaran los embates del
Demonio.
Una simple frase con un poco
de vanidad hizo que Satanás se sintiese en terreno propio y se necesitase la
oración y mortificación de todos para expulsarlo.
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