15 DE SEPTIEMBRE –
23ª – SEMANA DEL T. O. - A
Lectura de la carta a
los Hebreos (5,7-9):
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas,
presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su
angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a
obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le
obedecen en autor de salvación eterna.
Salmo 15, 1-2a.5.7-8.11
Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.
. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al
Señor: "Tú eres mi bien".
el Señor es
el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte
está en tu mano.
. Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de
noche me instruye internamente.
Tengo siempre
presente al Señor,
con él a mi
derecha no vacilaré.
. Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás
de gozo en tu presencia,
de alegría
perpetua a tu derecha.
Lectura del santo Evangelio según Juan 19,
25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban
su madre, la
hermana de su madre, María la de
Cleofás, y
María Magdalena. Al ver a su madre y
junto a ella
al discípulo que tanto quería, Jesús
dijo a su
madre:
"Mujer, ahí está tu hijo".
Luego dijo al discípulo:
"Ahí está tu madre".
Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Si observamos
en la carta de san Pablo las afirmaciones con las que asegura que Cristo en su
angustia fue escuchado
y que por su obediencia dolorosa se
convierte en salvación para los que obedecen.
Si
aplicamos esta visión a María, la Madre de Jesús, comprendemos la razón del
poder intercesor de la Dolorosa, pues
si ella sufre angustia, también será
escuchada; y si ella
renuncia a su proyecto para obedecer
el proyecto de Dios, aceptación que le acarrea el sufrimiento augurado por el anciano
Simeón al predecir que una espada le traspasará el alma, con razón podemos interpretar el valor
corredentor de la Nazarena, pues por su
obediencia dolorosa nos vino el
Salvador al mundo. Por
esta correspondencia entre la acción de Cristo y la de su Madre, también cabe
que nos asociemos al dolor del mundo, y nos convertiremos en una mediación intercesora.
NTRA, SRA. LA VIRGEN DE LOS DOLORES
Por dos veces durante el año, la Iglesia conmemora los dolores de
la Santísima Virgen que es el de la Semana de la Pasión y también hoy, 15 de
setiembre.
La primera de estas conmemoraciones es la más antigua, puesto que
se instituyó en Colonia y en otras partes de Europa en el siglo XV y cuando la
festividad se extendió por toda la Iglesia, en 1727, con el nombre de los Siete
Dolores, se mantuvo la referencia original de la Misa y del oficio de la
Crucifixión del Señor.
En la Edad Media había una devoción popular por los cinco gozos
de la Virgen Madre, y por la misma época se complementó esa devoción con otra
fiesta en honor a sus cinco dolores durante la Pasión. Más adelante, las penas
de la Virgen María aumentaron a siete, y no sólo comprendieron su marcha hacia
el Calvario, sino su vida entera. A los frailes servitas, que desde su
fundación tuvieron particular devoción por los sufrimientos de María, se les
autorizó para que celebraran una festividad en memoria de los Siete Dolores, el
tercer domingo de setiembre de todos los años.
La devoción a Nuestra señora de los dolores viene desde muy
antiguo. Ya en el siglo VIII los escritores eclesiásticos hablaban de la
“Compasión de la Virgen” en referencia a la participación de la Madre de Dios
en los dolores del Crucificado.
Pronto empezaron a surgir las devociones a los 7 dolores de María
y se compusieron himnos con los que los fieles manifestaban su solidaridad con
la Virgen dolorosa.
La fiesta empezó a celebrarse en occidente durante la Edad Media
y por ese entonces se hablaba de la “Transfixión de María”, de la
“Recomendación de María en el Calvario”, y se conmemoraba en el tiempo de
Pascua.
En el siglo XII los religiosos servitas celebraban la memoria de
María bajo la Cruz con oficio y Misa especial. Más adelante, por el siglo XVII
se celebraba el domingo tercero de septiembre.
El viernes anterior al Domingo de Ramos también se hacía una
conmemoración a la Virgen Dolorosa, festividad conocida popularmente como
“Viernes de los Dolores”.
Benedicto XIII extendió universalmente la celebración del
“Viernes de Dolores” en 1472 y en 1814 el Papa Pío VII fijó la Fiesta de
Nuestra Señora de los Dolores para el 15 de septiembre, un día después a la
Exaltación de la Santa cruz.
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