20 DE SEPTIEMBRE - MIÉRCOLES
24ª - SEMANA DEL T. O. - A
Evangelio según san Lucas 7, 31-38
En aquel tiempo, dijo el Señor:
“¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos?
Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a
otros: "Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no
lloráis".
Vino Juan Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía
un demonio; viene el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís:
"Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de recaudadores y
pecadores".
Sin embargo, los discípulos de la Sabiduría le han dado la
razón".
1. En el
capítulo siete de su evangelio, Lucas presenta a Jesús como el gran
profeta. En el episodio de la resurrección
del hijo de la viuda de Naím, ha
comparado
a Jesús con el más grande de los profetas del Antiguo Testamento, Elías.
Lucas ha dejado claro que Jesús supera a Elías.
Y lo supera en una cosa: Jesús tiene entrañas de humanidad muy superiores a las
de Elías.
Ahora, en el mismo capítulo siete, Lucas compara
a Jesús con el otro gran profeta del Nuevo Testamento, Juan Bautista. Y también
aquí -ahora de forma más sorprendente-
queda en evidencia en qué consiste la superioridad de Jesús con respeto a Juan.
2. Los
evangelios de Mateo (11, 31-35) y Lucas, en este relato, recuerdan la parábola
de los niños jugando en la plaza de un pueblo: un grupo de niños tocando la flauta de las bodas, el otro cantando las
lamentaciones de los entierros.
Pues bien, los evangelios comparan al profeta
Juan el Bautista con un entierro, mientras que a Jesús lo relacionan con una
boda. Juan no comía ni bebía, en tanto que de Jesús se decía que era un tragón
y un borracho.
3.
Evidentemente, un entierro es duelo, luto, ausencia y muerte. Por el contrario, una boda es gozo, alegría,
felicidad, disfrute y vida, lo más grande de la
el
cariño de las personas que se aman y se prometen amor.
Así las cosas, hay que cavilar mucho para caer
en la cuenta de que las religiones, en concreto
la católica, da la impresión (con frecuencia) de que, hablando mucho de Jesucristo, a quien resulta ser más
fiel es a Juan Bautista. La insistencia en la penitencia y el sacrificio, las
prohibiciones y las observancias austeras, todo eso, se nos ha dicho, es lo que
nos acerca a Dios. Y es muy raro escuchar en los sermones que la felicidad y el
gozo de la vida es lo que más nos asemeja a Jesús.
Porque, en definitiva, "contagiar
felicidad" es más difícil y más costoso que "imponer
penitencia". Pero a Jesús lo encontramos dando felicidad, no en la
tristeza del luto y la muerte.
San Andres Kim y Pablo Cong
La fiesta que hoy recordamos es conocida
como la de San Andrés Kim y Compañeros Mártires. Fue la primera canonización
que se realizó fuera de Roma en los últimos 700 años, y es que la situación lo
ameritaba, porque estaban siendo premiados con la santidad el primer sacerdote
coreano y sus 102 compañeros.
San Andrés Kim, el primer sacerdote de la
Iglesia en el oriente, creció comprendiendo el valor de defender su fe. Él
nació el 21 de agosto de 1821, años antes su bisabuelo había muerto
martirizado, y cuando sólo era un niño, tuvo que afrontar por el mismo motivo,
la muerte de su padre, mientras su madre era destinada a vivir en la calle y
pedir limosna, debido a la represión religiosa que azotó Corea hasta finales
del siglo XIX, y que hoy, un siglo más tarde sigue estando vigente.
En 1836 Andrés fue elegido como
seminarista por un misionero que pasaba por su población. En 1844 fue ordenado
diácono en China y un año más tarde ordenado sacerdote en Shangai. De allí se
dirigió nuevamente a Corea en donde cumplió la gran parte de su trabajo
pastoral.
Sirvió al Señor como sacerdote sólo un
año y pocos meses. En junio de 1846 fue arrestado y enviando a una cárcel en
Seúl; allí estuvo tres meses y el 16 de septiembre fue decapitado, cuando
apenas tenía 26 años. Entre sus pertenencias se encontró una carta en coreano,
dirigida a sus fieles. “En este difícil tiempo, para ser victorioso se debe
permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades como valientes
soldados completamente armados en el campo de batalla”.
Junto con el padre Kim se destaca la
canonización del laico Pablo Chong, nacido en Korea en 1795. Sus padres, una
hermana y un hermano, fueron martirizados entre los años 1801 y 1839. Cuando
tenía 20 años partió hacia Seúl para tratar de reconstruir la Iglesia en este
lugar. Decidió intentar llevar misioneros al país, pero sus intentos se vieron
bloqueados por la misma persecución, uno de ellos, murió antes de poder
ingresar al país.
En 1839, a la edad de 45 años, fue
arrestado por ser considerado como uno de los que había intentado llevar
misioneros extranjeros a Korea. Fue decapitado en Seúl el 22 de septiembre.
Las figuras del Padre Andrés y de Pablo
Chong son sólo una pequeña muestra de la persecución religiosa de las que son
víctimas los cristianos en el oriente. En la actualidad los católicos no gozan
de plena libertad para practicar su fe y como sucedió con estos santos, siguen
siendo perseguidos por sus creencias.
Su amor a Dios y la Iglesia fue
reconocido el 19 de junio de 1988, cuando el Papa Juan Pablo II canonizó y
proclamo santos a 117 mártires que derramaron su sangre en la Conchinchina,
Annam y Tonkín, en la actualidad el norte de Vietnam. Entre los mártires había
11 españoles, un grupo de franceses, y los demás coreanos. Ellos murieron
víctimas de suplicios, hambre, sed, asfixia, insultos y burlas. Murieron
perdonando todo lo que les habían hecho.
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