23 DE SEPTIEMBRE - SÁBADO
24ª - SEMANA DEL T. O. - A
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,
4-15
En aquel tiempo,
se le juntaba a Jesús mucha gente, y, al pasar por los pueblos, otros se iban
añadiendo. Entonces les dijo esta parábola:
"Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla,
algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro
poco cayó en terreno pedregoso, y, al crecer, se secó por falta de humedad.
Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo
ahogaron. El resto cayó en tierra buena, y, al crecer, dio fruto al ciento por
uno".
Dicho esto, exclamó:
"El que tenga oídos para oír, que oiga'.
Entonces le preguntaron los discípulos:
"¿Qué significa esa parábola?"
Él les respondió:
"A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del
Reino de Dios; a los otros, solo en parábolas, para que viendo no vea y oyendo
no entiendan.
El sentido de la parábola es este: la semilla es la Palabra de
Dios.
Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viere
el diablo y se lleva la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la
Palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen,
pero en el momento de la prueba fallan.
Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los
afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran.
Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y
generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto perseverando".
1. Es
un hecho que la enseñanza religiosa, tal como la promueve y gestiona la
Iglesia, es un desastre en demasiados casos. De ahí la ignorancia que tiene
tanta
gente en cuestiones de religión, en teología, en catecismo y sobre todo en el
estudio y análisis de la Biblia y especialmente del Evangelio.
La asignatura de religión en los colegios, y
las homilías que se suelen predicar en las iglesias, apenas tienen un contenido
que interese a los jóvenes y a los fieles que van a misa.
La formación del clero y de los profesores de
religión es, por lo general, muy deficiente. Y lo peor del caso es que no hay
trazas de que a este problema tan grave se le quiera poner solución.
2. Pero
esta parábola no se refiere principalmente a la enseñanza. Es decir, no apunta
a la cabeza, sino al corazón: la fuente de la vida del ser humano, en cuanto humano.
En la cabeza se sitúan los
"conocimientos", en el corazón las "convicciones". Y son las
convicciones (no los conocimientos) el motor de nuestros hábitos de conducta.
3. Por
eso, una persona que tiene un corazón duro, o que es superficial, o que no
resiste a la oferta de gratificación inmediata, que nos hace constantemente la sociedad
de la publicidad y el consumo, es una persona que va por la vida sin dar fruto
alguno. Es la esterilidad y el fracaso.
Por el contrario, la hondura de la persona y la
rectitud del corazón son fuente de productividad y abundancia.
Lo que más necesitamos los humanos. Ahora más
que nunca.
San Pio de Pietrelcina, presbítero
Heredero espiritual de San Francisco
de Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar
impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en el
mundo como el "Fraile" estigmatizado. El Padre Pío, al que Dios donó
particulares carismas, se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de las
almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad de Fraile, llegan hasta nuestros
días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones
providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa de sanación en el
cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu.
El Padre Pío de Pietrelcina que se
llamó Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la
provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Nació en una familia humilde donde
el papá Grazio Forgione y la mamá Maria Giuseppa Di Nunzio ya tenían otros
hijos.
Desde la tierna edad Francesco
experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente a Dios y este deseo lo
distinguiera de sus coetáneos. Tal "diversidad" fue observada de sus parientes
y de sus amigos. Mamá Peppa contó - "no cometió nunca ninguna falta, no
hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y cada tarde
iba a la iglesia a visitar a Jesús y
a la Virgen. Durante el día no salió
nunca con los compañeros. A veces le dije: "Francì sal un poco a jugar. Él
se negó diciendo: no quiero ir porque ellos blasfeman". Del diario del
Padre Agostino de San Marco in Lamis, quien fuè uno de los directores
espirituales del Padre Pío, se enteró de que el Padre Pío, desde el 1892,
cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias carismáticas
espirituales. Los Éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes que al niño
le pareció que eran absolutamente normales.
Con el pasar del tiempo, pudo realizarse para Francesco lo que fue
el más grande de sus sueños: consagrar totalmente la vida a Dios. El 6 de enero
de 1903, a los dieciséis años, entró como clérigo en la orden de los
Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la
Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Tuvo así inicio su vida
sacerdotal que, a causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollará
primero en muchos conventos de la provincia de Benevento. Estuvo en varios
conventos por motivo de salud, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916
llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó
hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su sentida muerte.
En este largo período el Padre Pío
iniciaba sus días despertándose por la noche, muy antes del alba, se dedicaba a
la oración con gran fervor aprovechando la soledad y silencio de la noche. Visitaba diariamente por largas horas a Jesús
Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las
fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios
en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14
horas diarias, y así salvó muchas almas.
Uno de los acontecimientos que señaló
intensamente la vida del Padre Pío fue lo que se averiguó la mañana del 20 de
septiembre de 1918, cuando, rogando delante del Crucifijo del coro de la vieja
iglesia pequeña, el Padre Pío tuvo el maravilloso regalo de los estigmas. Los
estigmas o las heridas fueron visibles y quedaron abiertas, frescas y
sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno extraordinario volvió a llamar,
sobre el Padre Pío la atención de los médicos, de los estudiosos, de los periodistas,
pero sobre todo de la gente común que, en el curso de muchas décadas fueron a
San Giovanni Rotondo para encontrar al santo fraile.
En una carta al Padre Benedetto, del
22 de octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su "crucifixión": “¿Qué cosa
os puedo decir a los que me han preguntado cómo ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi
Dios que confusión y que humillación yo tengo el deber de manifestar lo que Tú
has obrado en esta tu mezquina criatura!
Fue la mañana del 20 del pasado mes
(septiembre) en coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui
sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido a un dulce sueño. Todos
los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma,
se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un total
silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida una gran paz y un
abandono en la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina.
Todo esto ocurrió en un instante. Y
mientras esto se desarrolló; yo vi delante de mí un misterioso personaje
parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto. Éste era diferente del primero,
porque tenía las manos, los pies y el costado que emanaban sangre. La visión me
aterrorizaba; lo que sentí en aquel instante en mí; no sabría decirlo. Me sentí
morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido a sustentar mi corazón,
el que me lo sentí saltar del pecho.
La vista del personaje desapareció, y
me percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban
sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando
continuamente casi todos los días. La herida del corazón asiduamente sangra,
comienza el jueves por la tarde hasta al sábado. Mi padre, yo muero de dolor
por el suplicio y por la confusión que yo experimento en lo más íntimo del
alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre
corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta
situación....”
Por años, de cada parte del mundo, los
fieles fueron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su potente
intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, en la
humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para actuar su amor, el
Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: un vertical hacia Dios,
con la fundación de los "Grupos de ruego", hoy llamados “grupos de
oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un
moderno hospital: "Casa Alivio del Sufrimiento."
En septiembre los 1968 millares de
devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San
Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas
aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de
los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado que a las 2.30 de la madrugada del
23 de septiembre de 1968, sería el doloroso final de la vida terrena del Padre
Pío de Pietrelcina. De este maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar
su Divina Misericordia de una manera tan especial.
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