domingo, 24 de septiembre de 2017

Párate un momento_ El Evangelio del dia 25 DE SEPTIEMBRE - LUNES 25ª - SEMANA DEL T. O. - A San Cleofas, nuevo testamento




25   DE SEPTIEMBRE - LUNES
25ª - SEMANA  DEL T. O. - A

Evangelio según san Lucas 8, 16-18
     En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
"Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz.
Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener'.

1.   La luz no se ve. Se ven los objetos que ilumina la luz. En la vida de los seres humanos, la luz es la claridad y la transparencia.
La transparencia no se ve. Se ve el interior, la intimidad, de las personas transparentes, sinceras, que van por la vida sin ocultar nada. Esto es tan importante, que, de nuestra transparencia, depende   nuestra credibilidad, es decir, nuestra autoridad. Sobre todo, cuando el tipo de autoridad, que está en juego, es la autoridad religiosa.
Una persona que pretende hablar de Jesús, con un mínimo de credibilidad, lo primero que tiene que resolver en su vida es el problema de la transparencia.  La gente confusa y oscura, en la que se palpan las medias verdades y las palabras ambiguas, sería mejor que se dedicara a enseñar ciencias exactas, en las que   no caben los trucos y las mentiras.
Las matemáticas se aceptan por la evidencia.
La religión se acepta por la credibilidad del que la transmite.

2.   El enemigo capital de la credibilidad y de la transparencia es la "buena imagen" o la "imagen pública", que tanto se cuida en ciertos ambientes.
Especialmente en los ambientes religiosos. Se cuida tanto, que hasta se cometen delitos (penalizados con multas y cárcel), por salvaguardar una buena imagen ante la opinión pública. Por eso se ocultan cosas que, a juicio de Jesús, se tendrían que saber.

3.  Hace falta mucha valentía para ser transparente en la vida. En el relato de la pasión, cuando a Jesús le preguntó el sumo sacerdote por su doctrina, Jesús dijo: "Yo he hablado al mundo   abiertamente"  (Jn  18, 20).
Literalmente, Jesús habló siempre "con parresía", que significa: decir todo lo que hay que decir; y decirlo venciendo el miedo. Es el signo, por excelencia, de la presencia del Espíritu de Dios (Hech 2, 29; 4, 13. 29; 28, 31).
La Iglesia "tiene" muchas cosas que ocultar. Por eso, tantas veces, no es luz. Y pierde autoridad.

4.  Precisamente la parresía, (decir todo lo que tenía que decir) la libertad y la transparencia, al hablar en público, es lo que más falta y falla en la Iglesia. Especialmente en la predicación de los "hombres de la religión".
 O la predicación se reduce a decir generalidades,
ideas y tópicos, que lo mismo que se dicen en un sitio, se podrían decir en otro cualquiera. Y, sobre todo, el fallo principal de los predicadores está en las cosas que se silencian. Porque son cosas que da miedo decirlas. O se dicen como conviene, para no crearse problemas. Porque, en definitiva, la Iglesia tiene demasiados intereses inconfesables, que se defienden ocultándolos y
diciendo las cosas a medias o, sencillamente, falseándolas.  Por eso la gente no se cree, ni le interesa, lo que dicen los predicadores en sus sermones.
Así, la Iglesia no va a ninguna parte.

San Cleofas, nuevo testamento

Dos veces aparece este nombre en los Evangelios. Una en San Lucas cuando habla de los dos discípulos que marchaban a Emaús (cfr San Lucas 24; 13, ss) y la otra en San Juan cuando habla de una "María, la mujer de Cleofás" que estaba presente en el Calvario, acompañando a la Virgen, la tarde en que fue crucificado y moría Jesús (cfr San Juan 19; 25,ss).
Sin que pueda establecerse con certeza que estos dos personajes fueran marido y mujer, ya que varones llamados Cleofás debía haber bastantes en Jerusalén, sí parece que el esposo de esa María del Calvario debía ser un cristiano bastante conocido entre los discípulos, cuando San Juan escribe su evangelio y también que ambos estuvieron muy cerca de los acontecimientos que hoy narramos.
Es la alborada del Domingo. Unas mujeres, quieren envolver en lienzos el cuerpo y poner perfumes preciosos, a la usanza judía, en el cuerpo de Jesús, ya que no pudo prepararse con finura el viernes por la tarde cuando lo pusieron en el sepulcro.
El sepulcro está vacío, no tiene cuerpo dentro. Unos ángeles avisan que está vivo el Señor Jesús. Las mujeres, locas de alegría, nerviosas, corren y transmiten la nueva a los discípulos. Pedro y los demás no pueden creer ese inusitado acaecimiento.
La distancia de Jerusalén a Emaús es de algo más de diez kilómetros. Hacia Emaús caminan ese mismo día dos discípulos del Maestro. Uno de ellos responde al nombre de Cleofás. Van comentando entre ellos los acontecimientos del fracaso de Jesús en los días pasados.
Las pisadas son pesadas porque llevan la amargura en el pecho. Son tantos años juntos, tantas ilusiones truncadas, tantas promesas secas, tantas alegrías cegadas... hasta los proyectos del Reino se esfumaron con los clavos, la cruz y la lanza. Con Jesús muerto mal se anda.
Se les unió un caminante como compañero de camino. Ellos temían "ofuscada la mirada". Al preguntar qué les pasa, Cleofás con tono enojado casi le regañó por no estar al día de lo que ha pasado en la Ciudad Santa. Cuando resumen los hechos tan trágicos e impresionantes, el viajero les recordó que ya estaba previsto por los profetas.
Al acercarse a la aldea, el caminante hace intención de proseguir. Cleofás y su amigo le insistieron: "Quédate con nosotros, que el día ya declina". El caminante accedió, entró con ellos en la casa, se sentó a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió en trozos, y se lo dio. En este instante le reconocieron.
Ahora, desandar lo andado para decirle a los hermanos que las mujeres mañaneras tenían razón no es pesado, es alegría; avanzan en la noche tan seguros como a pleno día porque lucen mucho las estrellas, los pasos se han tornado ágiles y firmes, el corazón late con fuerza, el gozo se ha hecho vida. Notan la vehemencia de decir pronto a los otros que Jesús sí es el Mesías. Con Jesús Vivo bien se camina.

Oración
Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San Cleofás venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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