lunes, 18 de septiembre de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 19 de Septiembre - MARTES 24ª - SEMANA DEL T. O. - A San Francisco Mª de Camporosso





19 de Septiembre - MARTES
24ª - SEMANA DEL T. O. - A

Evangelio según san Lucas 7, 11-17
       En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naín, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre.
Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores.»
Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo Jesús:
«Joven, yo te lo mando: levántate.»
Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.
Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo:
«Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.»
La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.

1.  Los estudiosos del evangelio de Lucas hacen caer en la cuenta del paralelismo que hay entre este relato y el que se encuentra el 1 Re 17, 8-24, donde
se describe cómo el profeta Elías fue a la ciudad de Sarepta y allí resucitó al hijo de una viuda, también a la entrada de la ciudad (como ocurrió en Naím)
y hasta los dos relatos coinciden en el detalle de que Jesús (al igual que Elías) "entregó" el joven difunto a la afligida madre (Lc 7, 15-b; 1 Re 17, 23).
Son demasiadas coincidencias como para que se trate de una mera casualidad. Es evidente que, en el paralelismo de ambos relatos, hay una intencionalidad.

2.  Es evidente que la intención de Lucas, al relatar este episodio, muestra claramente la intención de presentar a Jesús como un profeta. Más aún, como
el nuevo y definitivo profeta. Muy superior a Elías. Jesús devuelve la vida al joven de Naím con el solo imperio de su palabra (Lc 7, 14), mientras que Elías
tuvo que echarse tres veces sobre el hijo de la viuda de Sarepta para darle vida (1 Re 17, 21).
En todo caso, lo que interesa aquí no es precisar la exactitud del "hecho histórico" (si es verdad o no lo es que Jesús resucitó a un muerto), sino comprender la "enseñanza religiosa" que nos presenta el Evangelio, a saber: que Jesús es el más importante y el último de los profetas.

3.  Pero ni siquiera eso es lo que aquí interesa dejar claro. Lo más importante es comprender que Jesús, no obstante, todas las semejanzas que tenga con Elías, no es como los antiguos profetas. Aquellos hombres, de tiempos remotos, "tenían la virtud de engrandecer la   personalidad de los monarcas' (L. Alonso Schókel).
Jesús se caracteriza por proteger, acercarse y dar vida a los pobres, a los que sufren, a los que se ven desamparados, como era el caso patente de la viuda de Naím.
Al devolverle a su hijo, Jesús le dio vida (seguramente), más que al hijo difunto, a la madre sola desamparada.

San Francisco Mª de Camporosso

Religioso Capuchino, (1804-1866)

Martirologio Romano: En Génova, de la región de la Liguria, san Francisco María de Camporosso, religioso de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que fue eximio por su caridad para con los pobres y por su entrega al bien y salvación de sus vecinos enfermos, haciéndose ofrenda como víctima de la peste arrasadora (1866).
Fecha de beatificación: 30 de junio de 1928 por el Papa Pío XI
Fecha de canonización: 9 de diciembre de 1962 por el Papa Juan XXIII
Breve Biografía
En 1804 en Camporoso, una localidad que se encuentra apenas se cruza la frontera francesa-italiana, nació en el seno de una familia humilde un niño a quien pusieron por nombre Juan, quien al igual que sus hermanos, recibió una educación religiosa muy simple, pero eso si, sin descuidar nunca a la Misa y la oración. Como hacía falta manos para el trabajo en campo, apenas tuvo edad para hacer faenas, el padre lo puso a guardar el ganado.
A los 18 años el santo conoció a un hermano del convento de los monjes menores, y despertó en él el deseo de consagrarse al servicio de Dios. Fue admitido como terciario en el convento franciscano de Sestri Ponente y queriendo tener una vida de mayor austeridad, solicitó su ingreso entre los frailes menores capuchinos. Al año siguiente hizo su profesión en Génova, cambiando su nombre a Francisco María, y se le envió a trabajar en la enfermería para el cargo de gestor, cuyo oficio consistía en pedir limosna de puerta en puerta.
En numerosas ocasiones, San Francisco recibió rotundas negativas por parte de los genoveses que no estaban muy dispuestos a ayudar a los religiosos, pero preservó con inagotable paciencia durante 10 años y llegó ser el mejor limosnero conocido en la ciudad donde ninguno de sus habitantes lo trataba mal o le negaba algo. Se le atribuyeron numerosos milagros y curaciones de enfermos, y toda Génova lo llamaba Padre Santo pues él era un verdadero padre para todos los pobres y afligidos que acudían a él.
Una terrible epidemia de cólera devastó la ciudad, y San Francisco, abatido y casi inmovilizado por una dolorosa operación, ofreció al Padre Celestial su vida a cambio del cese de la epidemia. El 15 de setiembre fue atacado por la enfermedad y dos días después falleció, disminuyendo la fuerza de la epidemia hasta que cesó completamente. El Papa Juan XXIII lo canonizó el 9 de diciembre de 1962.



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