30 DE MARZO
– VIERNES SANTO –
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá
mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes
cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote, como raíz en
tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a
sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo
estimamos leproso, herido de Dios y humillado, pero él fue traspasado por nuestras
rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó
sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno
siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la
boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados
de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con
los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como
expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere
prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se
saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los
crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una
muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los
pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos
un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No
tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino
que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por
eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y
con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte,
cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió,
sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos
los que le obedecen en autor de salvación eterna.
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos.
Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo
allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de
los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y
armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy»,
retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí,
dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los
que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al
criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba
Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha
dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a
Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás,
sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este
consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo
seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con
Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la
puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la
portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a
Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese
hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía
frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El
sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.
Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he
enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los
judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga
a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una
bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he
faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro
estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien
Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús
de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el
pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato
afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo
entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra
ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte
iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros
de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos
sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera
de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los
judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y
para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de
la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es
costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que
os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ese no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo
mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en
la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él,
le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no
encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color
púrpura. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no
encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S. «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene
que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra
vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo
autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no
te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un
pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos
gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo
el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo
sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo
Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo
Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y
él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en
hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a
cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de
la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.»
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde
crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los
sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de los judíos",
sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa,
haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una
túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a
quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a
suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban
su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca
al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de
esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera
la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja
empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando
tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces,
como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la
cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que
les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron
las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al
llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que
uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió
sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él
sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que
se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la
Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de
Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió
a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él
fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a
verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra
a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron,
y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y
como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca,
pusieron allí a Jesús.
1. Para comprender
la Pasión y la muerte de Jesús, es imprescindible distinguir el "hecho
histórico" (lo que allí sucedió), por una parte, y la "interpretación
teológica",
por otra parte.
El "hecho" se relata en los evangelios.
La "interpretación" se encuentra en la teología de Pablo y
de la carta a los Hebreos.
La historia de la muerte nos dice que los sumos sacerdotes se dieron cuenta de que
Jesús y la religión (tal como ellos la entendían) son incompatibles: Nosotros
tenemos una ley y según esa ley tiene que morir. Jesús es irreconciliable con
la religión cuando en ella unos hombres (los dirigentes) se sirven de Dios para
dominar, someter y ejercer violencia sobre los demás seres humanos.
2. La
interpretación teológica de la muerte de Jesús no puede hacerse de forma
que, en definitiva, se termine diciendo que sin derramamiento de sangre
no
hay perdón (Hb 9, 22). Porque ese criterio está rechazado en la carta a los
hebreos. Y porque semejante principio
lleva derechamente a la idea del "dios
vampiro",
el "dios sanguinario" y cruel, que necesita sangre y muerte para
perdonar.
Por desgracia, eso se sigue predicando. Lo cual presenta y representa un Dios
insoportable e increíble. Este tipo de discurso religioso es el responsable del
alejamiento de tanta gente, que huye de la religión y de la Iglesia.
3. De lo dicho se
sigue que la muerte de Jesús no se puede entender desde la religión; porque no
fue un acto religioso, sino la ejecución de un condenado por la autoridad
civil. Ni se entiende desde la devoción, porque un crucificado no es una imagen
de piedad, sino el símbolo más fuerte de la exclusión social.
Tampoco se entiende desde la política, porque Jesús no fue
un subversivo nacionalista, sino que acabó así su vida por fidelidad al
designio del Padre del Cielo.
La muerte de Jesús solo se puede comprender como exponente cumbre de la lucha por la
libertad, es decir, la lucha por la humanización que supera la deshumanización.
4. La mayor
dificultad, que tenemos para entender la Pasión y muerte de Jesús, está en la
teología del sacrificio redentor que elaboró y explicó san Pablo.
La muerte de Jesús no fue un ritual sagrado. Aquella muerte
fue, históricamente, la ejecución de un delincuente, según el criterio de las
autoridades civiles y religiosas que decretaron la muerte en cruz.
Esto es tan duro, que no nos lo creemos. Ni lo aceptamos.
– VIERNES SANTO –
“EL
SENTIDO LITURGICO DEL DIA”
La Cruz y la Muerte
Hoy
comenzamos propiamente la celebración de la Pascua. Pascua significa
"paso", el tránsito
de
Jesús de la muerte a la Nueva Vida.
Hoy es el primer acto de este paso: la "Pascha crucifixionis"
como la llamaban los Santos Padres. No es exacto quedarse en el primer elemento
del binomio Muerte-Resurrección como en la piedad popular de las procesiones - entre
las estaciones de penitencia con las de gloria hay una gran desproporción
numérica- ya
que
los dos aspectos forman una gran unidad.
La memoria de la Muerte, hoy, está preñada de
esperanza
y de victoria, mientras que la vigilia de mañana no sólo recuerda la
resurrección, sino todo el dinamismo del paso de la muerte a la vida:
"Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado".
Este día está centrado todo él en la Cruz del Señor. Pero no con
aire de tristeza, sino de celebración: la comunidad cristiana proclama la
Pasión y adora su Cruz como primer acto del Misterio Pascual. Recordándonos el
color rojo que es propio del martirio para el Primer Mártir y no morado como en
las exequias.
La austeridad y el ayuno
El
Viernes y el Sábado, los dos primeros días del Triduo, están marcados la
austeridad y el ayuno. A ser posible "se prolonga durante el sábado santo
este ayuno" (SC 110). Pero no por un signo penitencial; ya que la cuaresma
termino ayer. Es una celebración cultica del Tránsito Pascual. Es un ayuno
esperanzado que desembocará en la alegría de la resurrección. Un aspecto de
este ayuno es la ausencia de celebraciones sacramentales en estos dos días. La
comunidad
ora,
celebra la Pasión y la Cruz, se reúne par la meditación y la contemplación, o
para la alabanza de las Horas canónicas, pero no celebra sacramentos.
Es una antigua tradición eclesial que estos días la comunidad
ayune de sacramentos; " sacramenta penitus noncelebrari", sobre todo
la Eucaristía.
El que el Viernes Santo día y memorial de la Muerte del Señor no
se celebre la Eucaristía. El Triduo Pascual se celebra como un solo día, y la Eucaristía
es la de la Vigilia Pascual. No faltaron opiniones de suprimir incluso la
comunión de esta día, cuando se hizo la reforma liturgia hace el 16 de
noviembre de 1955 por el mismo motivo.
La austeridad tiene también su manifestación en el carácter
sobrio de toda celebración. Las luces y flores del monumento se redujeron
durante la noche, abierto y vacío sagrario y el altar sin manteles.
LA
LITURGIA DEL VIERNES SANTO
1. La Entrada
La
impresionante celebración litúrgica del Viernes empieza con un rito de entrada
diferente de otros días: los ministros entran en silencio, sin canto, vestidos
de color rojo, el color de la sangre, del martirio, se postran en el suelo,
mientras la comunidad se arrodilla, y después de un espacio de silencio, dice
la oración del dia.
2. Celebración de la Palabra
Primera Lectura: Isaías (52,13–53,12):
Espectacular
realismo en esta profecía hecha 800 años antes de Cristo, llamada por muchos el
5º Evangelio. Que nos mete en el alma sufriente de Cristo, durante toda su vida
y ahora en la hora real de su muerte. Dispongámonos a vivirla con Él.
Salmo Responsorial: 30,2.6.12-13.15-16.17.25
En
este Salmo, recitado por Jesús en la cruz, se entrecruzan la confianza, el
dolor, la soledad y la súplica: con el Varón de dolores, hagamos nuestra esta
oración.
Segunda lectura: Hebreos (4,14-16;5,7-9):
El
Sacerdote es el que une a Dios con el hombre y a los hombres con Dios... Por
eso Cristo es el perfecto Sacerdote: Dios y Hombre. El Único y Sumo y Eterno
Sacerdote. Del cual el Sacerdocio: el Papa, los Obispos, los sacerdotes y los
Diáconos, unidos a Él, son ministros, servidores, ayudantes...
Versículo
antes del Evangelio (Flp 2, 8-9)
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una
muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó, sobre todo, y le concedió el
"Nombre-sobre-todo-nombre". A continuación, se pasa a la lectura de
la Pasion.
Pasión
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42
3. ORACIÓN UNIVERSAL,
Hoy
tiene más sentido que nunca: precisamente porque contemplamos a Cristo
entregado en la Cruz como Redentor de la humanidad, pedimos a Dios la salvación
de todos, los creyentes y los no creyentes.
Es un momento enormemente intenso, puesto que ponemos ante la
muerte de Cristo todo el mundo, como esperando los frutos de la redención.
Reunida ante Jesús crucificado, la Iglesia entra en oración,
agrupando ante Él todas las necesidades de la humanidad.
Es un momento enormemente intenso, puesto que ponemos ante la
muerte de Cristo todo el mundo, como esperando los frutos de la redención.
4. Adoración de la Cruz
Después
de las palabras pasamos a una acción simbólica muy expresiva y propia de este
dia: la veneración de la Santa Cruz es presentada solemnemente la Cruz a la
comunidad, cantando tres veces la aclamación:
Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del
mundo. VENID AADORARLO", y todos nos arrodillamos unos momentos cada vez;
y entonces vamos, en procesión, a venerar la Cruz personalmente, con una
genuflexión (o inclinación profunda) y un beso (o tocándola con la mano y
santiguándonos); mientras cantamos las alabanzas a ese Cristo de la Cruz:
"Pueblo mío, ¿qué te he hecho...?" "Oh Cruz fiel,
árbol único en nobleza..." "Victoria, tú reinarás..."
5. La Comunión
Desde
1955, cuando lo decidió Pío Xll en la reforma que hizo de la Semana Santa, no
sólo el sacerdote -como hasta entonces - sino también los fieles pueden
comulgar con el Cuerpo de Cristo.
Aunque hoy no hay propiamente Eucaristía, pero comulgando del
Pan consagrado en la celebración de ayer, Jueves Santo, expresamos nuestra
participación en la muerte salvadora de Cristo, recibiendo su "Cuerpo
entregado por nosotros".