15 DE
MARZO – JUEVES-
4ª-
SEMANA DE CUARESMA - B
Lectura del santo evangelio según san Juan (5,31-47):
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi
testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es
verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él
ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio
de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara
que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que
el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras
que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado
testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su
palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar
en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis
venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco
y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me
recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis
gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No
penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en
quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí,
porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a
creer en mis palabras?».
1. Dos afirmaciones fundamentales hace el IV
evangelio, en este discurso de confrontación de Jesús con los dirigentes de
Israel ("los judíos", tal como los
designa el evangelio de Juan). Estas dos
afirmaciones son:
1) Jesús no hace nada
por su cuenta Jn 5 19-30).
2) Jesús no busca su
propia gloria (Jn 5, 41-47).
Y la razón de fondo
de estas dos afirmaciones, tan atrevidas y comprometedoras, es esta: Dios mismo
es el que actúa en él, es el que legitima a Jesús y lo honra (J. Beutler).
2. La primera consecuencia, que se deduce de
estas afirmaciones del evangelio de Juan, es que, para Jesús, lo primero y lo
determinante en la vida, no son los conocimientos o las ideas, sino la
conducta: las obras que uno hace, su comportamiento y las consecuencias que se desprenden de tal
comportamiento. O sea, Jesús le da más
importancia a la "ética" que a la "dogmática". Lo que,
dicho de otra manera, viene a indicar esto: Lo que importa en la vida no es lo
que uno "cree", sino lo que uno "hace".
Estamos cansados de
ver gente de Iglesia que se parte la cara por salvaguardar un dogma, pero les
importa muy poco (si nos atenemos a su conducta) el sufrimiento de una persona,
de un pueblo, del mundo en general.
3. Por último, Jesús cierra esta controversia
con una afirmación tajante y exigente: "Yo no busco mi propia gloria"
(Jn 5, 41-47). Jesús es, en su conducta, la
presencia patente de Dios en esta vida, entre
los humanos. Por eso su vida no está
orientada a buscar su propio éxito, su fama, su gloria. ¿Qué obispos, qué cura,
qué cristiano puede decir lo mismo o, al menos, algo parecido?
Aquí y en esto,
tocamos el centro de la fe cristiana.
San
Raimundo de Fitero
Fundador de la Orden de
Calatrava
Martirologio Romano: En la villa de Ciruelos, en la
región española de Castilla la Nueva, san Raimundo, abad de Fitero, que fundó
la Orden de Calatrava y trabajó en favor de la cristiandad (c. 1160).
Fecha de canonización: 1719 por el Papa Clemente XI. Abad
del monasterio cisterciense de Fitero en Navarra, y fundador de la Orden
militar de Calatrava.
Se llamaba Raymundo Sierra o Raymond Serrat.
Aunque documentalmente no puede probarse, lo más probable es que naciera en
Saint Gaudens de Garona, en Francia, y que la época fue a comienzos del siglo
XII. Algunos autores sitúan su nacimiento en Tarazona (Aragón), y otros afirman
que fue en Barcelona.
Aparece como canónigo en Tarazona, atestiguado
documentalmente por testimonio de su primer obispo, Don Miguel, monje
benedictino. De aquí pasó a monje del monasterio cisterciense de Nuestra Señora
de Sacala Dei, en Gascuña, y de ahí fue enviado como prior a la nueva fundación
que Don Bernardo determinó hacer en España.
Se asentaron los nuevos monjes en el monte que llaman
Yerga, con consentimiento del rey. En 1140 Alfonso VII les donó la villa de
Nienzabas que había quedado asolada por los moros; aquí fundaron el monasterio
de Nienzabas del que fue abad Raymundo a la muerte de Durando, alrededor del
año 1144. Lo eligieron abad por la fama que tenía de santo y taumaturgo. Con el
título y oficio de abad aparece ya en la escritura del 1146, al donar el rey al
monasterio los dominios de Serna de Cervera y Baños de Tudescón, actuales
balnearios de Fitero.
En 1148 asistió al capítulo general de la orden
del Císter, en calidad de abad; en ese concilio estuvo presente el papa Eugenio
III, que también era cisterciense.
Raymundo trasladó ese mismo año el monasterio al
mejor sitio de Castejón, recibió la donación real del castillo de Tulungen y,
en la heredad donada por Don Pedro Tizón y su esposa Doña Toda, fundó en 1150
el de Santa María de Fitero del que será el primer abad.
Raymundo y él se encuentran en Toledo el año 1158.
Diego ha escuchado al rey el gran peligro que corre la plaza de Calatrava
confiada años atrás por Alfonso VII a los Templarios, pero que ahora está casi
desguarnecida que es por el momento la llave estratégica de Toledo. El peligro
es grande por la proximidad de los almohades. Raymundo y Diego piden al rey la
defensa de la plaza y con los monjes traídos de Fitero más un ejército formado
por campesinos y artesanos consiguen defender la plaza y ahuyentar a los moros.
En premio, el rey Sancho III les concede el dominio de Calatrava donde Raymundo
funda el mismo año la Orden mitad monjes obedientes al toque de la campana,
mitad soldados obedientes al toque de la trompeta que fue aprobada
posteriormente por el papa Alejandro III, por bula de 25 de setiembre de 1164,
cuando ya había muerto su fundador.
Raymundo murió en 1163 en Ciruelos y allí se
enterró. En 1471 se trasladaron sus restos al monasterio cisterciense de Monte
León de Toledo y, desde el siglo XIX, las reliquias del santo se encuentran en
la catedral de Toledo.
Si los creyentes actuales quisiéramos imponer
nuestra santa fe con la violencia, ya tendríamos que empezar por gestionar
quién quisiera vendernos una bomba de hidrógeno; pero ese supuesto sería
irreconciliable con la dignidad de las personas y el respeto a su dignidad,
seríamos calificados inmediatamente de fanáticos y fundamentalistas; habríamos
ciertamente perdido el norte de la caridad que califica a los cristianos como
auténticos discípulos de Cristo, y nuestro modo de hacer supondría una renuncia
total a los postulados de la convivencia democrática.
Desde luego, habríamos dejado de confiar en los
medios de siempre oración, mortificación y buen ejemplo para ser sembradores de
paz y de alegría que es el vehículo normal de transmisión de la fe, siempre don
del Espíritu Santo. Pero, aunque hoy nos pueda parecer impropio de un santo
vivir con la espada en la mano por la mañana y en oración adorante por la
noche, la historia es así; juzgar los hechos pasados con la mentalidad actual
es caer en un anacronismo.
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