2 DE
MARZO - VIERNES –
2ª- SEMANA DE
CUARESMA -B
Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 33-43. 45-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes ya los
ancianos del pueblo.
"Escuchad esta
parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca,
cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos
labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia envió a sus
criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero
los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, ya
otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la
primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo,
diciéndose:
"Tendrán respeto
a mi hijo".
Pero los labradores, al ver al hijo se
dijeron:
"Este es el heredero: venid, lo matamos
y nos quedamos con su herencia".
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña
y lo mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña,
¿qué hará con aquellos labradores?".
Le contestaron:
"Hará morir de mala muerte a esos
malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a
su tiempo".
Y Jesús les dice
"¿No habéis leído nunca en la Escritura:
"La piedra que desecharon los
arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido
un milagro patente?".
Por eso os digo, que se os quitará a vosotros
el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos'.
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír
sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y aunque buscaban echarle
mano, temieron a la gente que lo tenía por profeta.
1. Hay quienes piensan que esta parábola es un
añadido para justificar la "teoría de la sucesión": Israel fue el
pueblo infiel y le sucedió, como pueblo fiel, la Iglesia.
Según esta teoría, de
Israel como pueblo elegido. Y, de hecho, sabemos que la teología cristiana ha
elaborado la teoría según la cual la
Iglesia es el "nuevo Pueblo de Dios'.
2. Pero esta teoría es sencillamente
inadmisible. Y además es peligrosa. Las religiones son producto de la cultura.
Por eso, las culturas nacionalistas suelen
tener también religiones nacionalistas y dioses
nacionalistas. Los "pueblos elegidos" por el dios de cada pueblo son abundantes, aunque no utilicen
ese
nombre. Israel se sintió singularmente elegido
(Nm 23, 8 s; Jos 24, 3; Sal 106, 5) por el amor preferencial de Yahvé (Ex 19,
5; Dt 7, 6-8; 1 Jn 4, 19).
Esta idea fue asumida
por los cristianos, que se vieron como una nueva raza (1 Pe 2, 9), los elegidos
(Mt 24, 22; Rm 8, 33; 16, 13; Col 3, 12; 1 Pe, 1, 1).
3. Lo intolerable y lo peligroso de esta teoría
es que fomenta una secreta soberbia nacionalista y un inevitable menosprecio
hacia los demás pueblos y las otras religiones. Dios no puede querer eso.
Dios no ha querido el
antisemitismo que los cristianos difundieron en siglos pasados, amparados en la "funesta teoría de
sustitución" y en la "peligrosa teoría de suplantación" (J. B.
Metz) que ha causado tanto odio.
El responsable de la
muerte de Jesús no
fue Israel, sino la torpeza de unos dirigentes
religiosos que rechazaron al más grande de los profetas.
SAN CARLOS
EL BUENO
En
Brujas, en Flandes, beato Carlos Bono, mártir, que, siendo príncipe de
Dinamarca y después conde de Flandes, se mostró paladín de la justicia y
defensor de los pobres, hasta que fue asesinado por unos soldados a los que
buscaba en vano inducir a la paz.
El
gobierno sabio y benéfico de Carlos, conde de Flandes y de Amiens, así como su
santidad personal, le ganaron merecidamente el título de «el bueno». Era hijo
de san Canuto, rey de Dinamarca, quien había sido asesinado en Odense, en 1086.
Carlos no tenía entonces más de cinco años. Su madre se trasladó con él a la
corte de su propio padre, Roberto, conde de Flandes. Al llegar a la edad
requerida, Carlos recibió, junto con el espaldarazo de caballero, la espada de
su padre, que había vuelto a sus manos de un modo singular, según cuenta la
leyenda. En efecto, siendo todavía niño, Carlos había ido a visitar a los
prisioneros en la cárcel de Brujas; entre ellos se encontraba Ivend Trenson,
quien había pasado allí largos años como rehén. Ahora bien, Ivend Trenson había
recogido la espada de san Canuto, después del asesinato de éste, y la tenía en
la prisión, bajo la almohada de su lecho. Cuando Carlos fue a visitarle, lvend
se hallaba acostado. El niño, al ver la espada, pidió a lvend permiso de
ceñírsela y el prisionero le contestó: «Si quieres, puedes conservarla, pues es
la espada de tu padre». Carlos volvió triunfante al palacio, con la espada, y
logró que su abuelo pusiese en libertad a Ivend y a su compañero. Cuando
Roberto II fue a la Cruzada de Palestina, su sobrino le acompañó y se cubrió de
heridas y de gloria. Carlos también ayudó a su tío en su lucha contra los
ingleses. Sucedió a Roberto en el trono su hijo Balduino; como éste no tenía
hijos, nombró heredero a Carlos, a quien casó con Margarita, hija del conde
Reinaldo de Clermont. Carlos participó en el gobierno desde antes de la muerte
de Balduino, de suerte que el pueblo, que conocía ya la prudencia y bondad de
Carlos, le aclamó espontáneamente como rey, en cuanto murió Balduino.
Pero
había también otros pretendientes al trono y Carlos tuvo que hacer frente,
durante varios años, a su oposición. Una vez que consiguió dominar la
situación, se entregó a la tarea de crear una era de paz y justicia entre sus
súbditos. Dictó excelentes leyes y exigió su estricto cumplimento. Trató de
cristianizar a su pueblo, más todavía con su ejemplo que con sus leyes. Cuando
alguien le reprochaba apoyar injustamente la causa de los pobres contra los
ricos, respondía: «Eso se debe a que conozco muy bien las necesidades de los
pobres y el orgullo de los ricos». Tenía tal horror a la blasfemia, que
condenaba a ayunar a pan y agua, durante cuarenta días, a los miembros de su
corte a quienes sorprendía jurando por el nombre de Dios. Una de sus leyes más
sabias fue la de prohibir que se sacase a los hijos de la casa paterna, sin
consentimiento de sus padres. Y se mostró tan severo con quienes oprimían a los
pobres, que estos empezaron a gozar de una paz y una seguridad hasta entonces
desconocidas para ellos. Pero aquella tranquilidad se turbó en agosto de 1124,
a causa de un eclipse que los supersticiosos consideraron como un augurio de
grandes calamidades, así como por la terrible hambre del año siguiente, a raíz
de un invierno excepcionalmente largo y frío.
Carlos
daba de comer diariamente a cien pobres en su castillo de Brujas y en cada uno
de sus otros palacios. Sólo en Yprés distribuyó en un solo día 7.800 kilos de
pan. Reprendió ásperamente a los habitantes de Gante que dejaban morir de
hambre a los pobres delante de sus puertas y prohibió la fabricación de cerveza
para que todo el grano se emplease en hacer pan. Igualmente mandó matar a todos
los perros y fijó el precio del vino. Completó su obra con un decreto para que
en las tres cuartas partes del terreno laborable se sembraran cereales y, en el
cuarto restante, legumbres de crecimiento rápido. Al tener noticia de que
ciertos nobles habían comprado grano para almacenarlo y venderlo más tarde a
precios exorbitantes, Carlos y su tesorero, Tancmaro, les obligaron a
revenderlo inmediatamente a precios razonables. Esto enfureció a los
especuladores, quienes, capitaneados por Lamberto y su hermano Bertulfo, deán
de San Donaciano de Brujas, tramaron una conspiración para asesinar al conde.
Entre los conspiradores se hallaban un magistrado de Brujas, llamado Erembaldo
y sus hijos, quienes querían vengarse de Carlos, porque este había reprimido
sus violencias. El conde acostumbraba a ir todas las mañanas, descalzo, a la
iglesia de San Donaciano, para orar antes de la misa. Un día, cuando iba a
cumplir con su devoción, le avisaron que los conspiradores tramaban un atentado
contra su vida. Carlos replicó tranquilamente: «Vivimos siempre en medio del
peligro, pero estamos en manos de Dios; si tal es Su voluntad, no hay causa más
noble que la de la verdad y la justicia para dar la vida por ella». Cuando
estaba recitando el «Miserere» ante el altar de Nuestra Señora, los
conspiradores cayeron sobre él; uno le arrancó un brazo y Borchardo, el sobrino
de Bertulfo, le cortó la cabeza.
Las
reliquias del mártir se conservan en la catedral de Brujas, donde se celebra su
fiesta con gran solemnidad. Su culto fue confirmado en 1882. El cronista
Galberto hace notar, como una especie de milagro, que la noticia del asesinato,
que había tenido lugar el miércoles en la mañana, llegó a Londres el viernes a
la misma hora, «y sin embargo era imposible cruzar el mar en tan poco tiempo».
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