jueves, 1 de marzo de 2018

Parate un momento: El Evangelio del dia 2 DE MARZO - VIERNES – 2ª- SEMANA DE CUARESMA -B SAN CARLOS EL BUENO






2  DE   MARZO  - VIERNES –
2ª-  SEMANA DE  CUARESMA -B

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 33-43. 45-46
      En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes ya los ancianos del pueblo.
       "Escuchad esta parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia envió a sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, ya otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo, diciéndose:
    "Tendrán respeto a mi hijo".
Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron:
"Este es el heredero: venid, lo matamos y nos   quedamos con su herencia".
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?".
Le contestaron:
"Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo".
Y Jesús les dice
"¿No habéis leído nunca en la Escritura:
"La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?".
      Por eso os digo, que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos'.
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente que lo tenía por profeta.

1.  Hay quienes piensan que esta parábola es un añadido para justificar la "teoría de la sucesión": Israel fue el pueblo infiel y le sucedió, como pueblo fiel, la Iglesia.
Según esta teoría, de Israel como pueblo elegido. Y, de hecho, sabemos que la teología cristiana ha elaborado   la teoría según la cual la Iglesia es el "nuevo Pueblo de Dios'.

2.  Pero esta teoría es sencillamente inadmisible. Y además es peligrosa. Las religiones son producto de la cultura. Por eso, las culturas nacionalistas suelen
tener también religiones nacionalistas y dioses nacionalistas. Los "pueblos elegidos" por el dios de cada   pueblo son abundantes, aunque no utilicen ese
nombre. Israel se sintió singularmente elegido (Nm 23, 8 s; Jos 24, 3; Sal 106, 5) por el amor preferencial de Yahvé (Ex 19, 5; Dt 7, 6-8; 1 Jn 4, 19).
Esta idea fue asumida por los cristianos, que se vieron como una nueva raza (1 Pe 2, 9), los elegidos (Mt 24, 22; Rm 8, 33; 16, 13; Col 3, 12; 1 Pe, 1, 1).

3.  Lo intolerable y lo peligroso de esta teoría es que fomenta una secreta soberbia nacionalista y un inevitable menosprecio hacia los demás pueblos y las otras religiones. Dios no puede querer eso.
Dios no ha querido el antisemitismo que los cristianos difundieron en siglos pasados, amparados    en la "funesta teoría de sustitución" y en la "peligrosa teoría de suplantación" (J. B. Metz) que ha causado    tanto odio.
El responsable de la muerte de Jesús no
fue Israel, sino la torpeza de unos dirigentes religiosos que rechazaron al más grande de los profetas.

SAN  CARLOS  EL BUENO


En Brujas, en Flandes, beato Carlos Bono, mártir, que, siendo príncipe de Dinamarca y después conde de Flandes, se mostró paladín de la justicia y defensor de los pobres, hasta que fue asesinado por unos soldados a los que buscaba en vano inducir a la paz.
El gobierno sabio y benéfico de Carlos, conde de Flandes y de Amiens, así como su santidad personal, le ganaron merecidamente el título de «el bueno». Era hijo de san Canuto, rey de Dinamarca, quien había sido asesinado en Odense, en 1086. Carlos no tenía entonces más de cinco años. Su madre se trasladó con él a la corte de su propio padre, Roberto, conde de Flandes. Al llegar a la edad requerida, Carlos recibió, junto con el espaldarazo de caballero, la espada de su padre, que había vuelto a sus manos de un modo singular, según cuenta la leyenda. En efecto, siendo todavía niño, Carlos había ido a visitar a los prisioneros en la cárcel de Brujas; entre ellos se encontraba Ivend Trenson, quien había pasado allí largos años como rehén. Ahora bien, Ivend Trenson había recogido la espada de san Canuto, después del asesinato de éste, y la tenía en la prisión, bajo la almohada de su lecho. Cuando Carlos fue a visitarle, lvend se hallaba acostado. El niño, al ver la espada, pidió a lvend permiso de ceñírsela y el prisionero le contestó: «Si quieres, puedes conservarla, pues es la espada de tu padre». Carlos volvió triunfante al palacio, con la espada, y logró que su abuelo pusiese en libertad a Ivend y a su compañero. Cuando Roberto II fue a la Cruzada de Palestina, su sobrino le acompañó y se cubrió de heridas y de gloria. Carlos también ayudó a su tío en su lucha contra los ingleses. Sucedió a Roberto en el trono su hijo Balduino; como éste no tenía hijos, nombró heredero a Carlos, a quien casó con Margarita, hija del conde Reinaldo de Clermont. Carlos participó en el gobierno desde antes de la muerte de Balduino, de suerte que el pueblo, que conocía ya la prudencia y bondad de Carlos, le aclamó espontáneamente como rey, en cuanto murió Balduino.
Pero había también otros pretendientes al trono y Carlos tuvo que hacer frente, durante varios años, a su oposición. Una vez que consiguió dominar la situación, se entregó a la tarea de crear una era de paz y justicia entre sus súbditos. Dictó excelentes leyes y exigió su estricto cumplimento. Trató de cristianizar a su pueblo, más todavía con su ejemplo que con sus leyes. Cuando alguien le reprochaba apoyar injustamente la causa de los pobres contra los ricos, respondía: «Eso se debe a que conozco muy bien las necesidades de los pobres y el orgullo de los ricos». Tenía tal horror a la blasfemia, que condenaba a ayunar a pan y agua, durante cuarenta días, a los miembros de su corte a quienes sorprendía jurando por el nombre de Dios. Una de sus leyes más sabias fue la de prohibir que se sacase a los hijos de la casa paterna, sin consentimiento de sus padres. Y se mostró tan severo con quienes oprimían a los pobres, que estos empezaron a gozar de una paz y una seguridad hasta entonces desconocidas para ellos. Pero aquella tranquilidad se turbó en agosto de 1124, a causa de un eclipse que los supersticiosos consideraron como un augurio de grandes calamidades, así como por la terrible hambre del año siguiente, a raíz de un invierno excepcionalmente largo y frío.
Carlos daba de comer diariamente a cien pobres en su castillo de Brujas y en cada uno de sus otros palacios. Sólo en Yprés distribuyó en un solo día 7.800 kilos de pan. Reprendió ásperamente a los habitantes de Gante que dejaban morir de hambre a los pobres delante de sus puertas y prohibió la fabricación de cerveza para que todo el grano se emplease en hacer pan. Igualmente mandó matar a todos los perros y fijó el precio del vino. Completó su obra con un decreto para que en las tres cuartas partes del terreno laborable se sembraran cereales y, en el cuarto restante, legumbres de crecimiento rápido. Al tener noticia de que ciertos nobles habían comprado grano para almacenarlo y venderlo más tarde a precios exorbitantes, Carlos y su tesorero, Tancmaro, les obligaron a revenderlo inmediatamente a precios razonables. Esto enfureció a los especuladores, quienes, capitaneados por Lamberto y su hermano Bertulfo, deán de San Donaciano de Brujas, tramaron una conspiración para asesinar al conde. Entre los conspiradores se hallaban un magistrado de Brujas, llamado Erembaldo y sus hijos, quienes querían vengarse de Carlos, porque este había reprimido sus violencias. El conde acostumbraba a ir todas las mañanas, descalzo, a la iglesia de San Donaciano, para orar antes de la misa. Un día, cuando iba a cumplir con su devoción, le avisaron que los conspiradores tramaban un atentado contra su vida. Carlos replicó tranquilamente: «Vivimos siempre en medio del peligro, pero estamos en manos de Dios; si tal es Su voluntad, no hay causa más noble que la de la verdad y la justicia para dar la vida por ella». Cuando estaba recitando el «Miserere» ante el altar de Nuestra Señora, los conspiradores cayeron sobre él; uno le arrancó un brazo y Borchardo, el sobrino de Bertulfo, le cortó la cabeza.
Las reliquias del mártir se conservan en la catedral de Brujas, donde se celebra su fiesta con gran solemnidad. Su culto fue confirmado en 1882. El cronista Galberto hace notar, como una especie de milagro, que la noticia del asesinato, que había tenido lugar el miércoles en la mañana, llegó a Londres el viernes a la misma hora, «y sin embargo era imposible cruzar el mar en tan poco tiempo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario