16 DE
MARZO - VIERNES-
4ª-
SEMANA DE CUARESMA - B
Lectura del santo evangelio según san Juan (7,1-2.10.25-30):
En aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por
Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las
Tiendas.
Una vez que sus hermanos se hubieron marchado
a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén
dijeron:
«¿No es este el que intentan matar?
Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le
dicen nada.
¿Será que los jefes se han convencido de que
este es el Mesías?
Pero este sabemos de dónde viene, mientras
que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el
templo, gritó:
«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo.
Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me
envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él
me ha enviado».
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le
pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
1. La fiesta de los Campamentos (o de las
Chozas) se celebraba en otoño, cuando los campesinos habían terminado de
recoger la vendimia. Era una fiesta de
agricultores que daban gracias a Dios por la cosecha. Duraba una semana y a ella acudía mucha
gente. Pero lo más importante era la fuerte carga religiosa que se vivía esos
días que servían para excitar las esperanzas
mesiánicas del judaísmo (Lv 23, 33-36;
Zac14,16.19; 9, 9).
Si a Jesús se le veía
como una posible promesa o una amenaza, se comprende que acudiera a la fiesta
clandestinamente.
2. Tiene que ser fuerte sentirse vigilado,
controlado y amenazado de muerte. Jesús sabía que lo iban a matar. En tales condiciones,
acudir a una fiesta tan
nacionalista y de tanta exaltación religiosa
era evidentemente correr un riesgo. Podía pasar cualquier cosa.
Jesús tuvo que
echarle valor a aquel viaje. Pero
no se dejó dominar por el miedo. Subió a
Jerusalén, se fue derecho al Templo y allí se puso a hablar e incluso a gritar.
Y gritó de tal manera que intentaron matarlo entonces mismo. Pudo escapar
porque no le había llegado su hora.
3. Para hablar de Dios, como lo hizo Jesús, hay
que ser muy libre. Y tener valor para vencer el miedo. Y es que hablar de Dios,
como se debe hablar, es un asunto muy peligroso.
Hablar del
"Dios" que les conviene a los poderes de
este mundo es una cosa que da poder y
prestigio.
Hablar del Dios que
cuestiona a esos poderes, sobre todo al poder y a los intereses de los hombres
de
la religión, es peligroso, en ello se juega uno
hasta la misma vida.
SAN HERIBERTO
Heriberto
nació en Worms en el año 970, siendo hijo de Hugo y Gräfin, duques de esta
ciudad. Estudió en la escuela de la catedral de Worms y en el monasterio
benedictino de Gorza y, por su linaje fue nombrado rector de la catedral de
Worms. En el 994 fue ordenado sacerdote y nombrado canciller del reino alemán
en Italia por el emperador Otón III, del que fue gran amigo, consejero y
compañero de sus viajes a Roma. En el 999, con 29 años, estando aún en Roma con
el emperador, fue elegido arzobispo de Colonia (antes había rechazado, por
humildad el arzobispado de Würzburg), por el pueblo, al morir el anterior
obispo.
El clero
prefería a otro, pero se impuso la voluntad popular y el polémico Papa
Silvestre II le impuso el palio arzobispal, siendo consagrado ya en Colonia,
ese mismo año. Realizó misiones diplomáticas, creó la diócesis de Bamberg y
logró la pacificación de Luxemburgo. Se distinguió por su vida de estudio de la
Sagrada Escritura, la oración, el celo pastoral y la especial atención a los
pobres. En 1002 asistió al emperador en su lecho de muerte en Paternó y
acompañó sus restos mortales a Alemania. En este viaje fue apresado por el
nuevo emperador, Enrique II, porque Heriberto se había opuesto a apoyarle en su
pretensión al trono, pero había acatado su reinado luego de su elección. Luego
de profesar su obediencia fue liberado y sirvió fielmente a Enrique,
aconsejándolo y sirviéndolo, hasta que, casi 20 años más tarde, este reconoció
su error y le pidió perdón de rodillas, delante de todo el pueblo, (a tiempo,
porque ese mismo año moriría Heriberto). Al morir, el santo obispo fue
enterrado en la iglesia del monasterio de Deutz, donde se veneran aún sus
reliquias. Su proceso de canonización lo comenzó en 1073 el papa San Gregorio
VII (25 de mayo), y su culto se aprobó en 1175, fijando su fiesta para el mismo
día de su fallecimiento, el 16 de marzo.
Fue
oficialmente canonizado en 1626, por Urbano VIII. Es intercesor para obtener la
lluvia y se le suele representar con una paloma, pues en una procesión
penitencial contra la sequía y la peste consecuente, una volaba sobre él,
protegiéndolo y anunciando el fin de la plaga.
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