29 DE MARZO
Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón
en tierra de Egipto:
«Este mes será para vosotros el principal de los
meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de
Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia,
uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte
con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá
su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año,
cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea
de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas
y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne,
asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis
así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os
lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.
Esta noche pasaré por todo el país de Egipto,
dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré
justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde
estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga
exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros
memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las
generaciones."»
Salmo:115,12-13.15-16bc.17-18
R/. El cáliz de la bendición es comunión con
la sangre de Cristo
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los
Corintios (11,23-26):
Yo he recibido una tradición, que procede del
Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que
iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y
dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria
mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la
nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en
memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz,
proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús
que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los
suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en
la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo
que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía,
se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe;
luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos,
secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó:
«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo
comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo:
«No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo:
«Señor, no sólo los pies, sino también las manos
y la cabeza.»
Jesús le dijo:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que
los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque
no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso
dijo: «No todos estáis limpios.»
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto,
se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?
Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís
bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies,
también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para
que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»
1. El relato del lavatorio de los pies no es solamente
un ejemplo de humildad y servicialidad que nos dejó Jesús. Además de eso, y
mucho más que eso, es la lección más elocuente y más tajante, que hay en los
evangelios, en cuanto se refiere a cómo debe gestionarse la Iglesia, la
comunidad cristiana, e incluso la
convivencia en la sociedad.
Para comprender lo
que esto representa, se ha de
tener en cuenta que este evangelio fue el
último que se redactó. Y fue hacia el final del siglo primero. Para entonces, las "iglesias" que
había organizado Pablo llevaban cerca de cincuenta años funcionando. Eran "iglesias" en las que había
esclavos (Col 3, 22-4, 1; Filem; cf. 1 Pe 2, 18-20; 3, 9. 14-17; 4, 16).
Y se sabe que uno de
los deberes más frecuentes de los esclavos era lavar los pies a sus amos y
señores. A sabiendas de que el esclavo
era alguien "sin capacidad de
decir "no" (Séneca, De benef. 3, 19) (J. D. G. Dunn).
2. Así las cosas, es importante fijarse en que
todo el relato empieza con la
grandiosidad de la misión que Jesús había recibido de Dios. Y el mismo relato
termina diciendo que el ser humano más grandioso, que Dios ha enviado a este
mundo, ese ser humano ha venido para dar ejemplo a los humanos, no de poder,
sino de esclavitud. Es decir, vino a dar ejemplo "de alguien que pertenece
a otro, no a sí mismo" (Aristóteles, Po/it. I, 125a).
Por eso precisamente
lo que hizo Jesús aquella noche no era fácil de comprender. Y por eso también
Pedro se resistía con firmeza a que Jesús
hiciera con él el oficio de esclavo.
3. En la primera carta de Pedro, se les dice a
los responsables (o dirigentes) de la Iglesia que "cuiden del rebaño",
"no por sacar dinero", en todo caso, jamás "tiranizando" a
los que os han sido confiados (5, 1-3).
Sin duda, había
comunidades en las que ya no se cumplía la severa advertencia de Jesús a los
Doce de no querer nunca los primeros
puestos, ni gobernar con los jefes de las naciones y los tiranos de este mundo
(Mc 10, 42-45; Mt 20, 25-28; Lc 22, 24-27).
El Jueves Santo,
"Día del amor fraterno", es ante todo el día en el que la Iglesia
recuerda que este mundo y esta Iglesia
se tienen que gobernar desde la posición del que se sitúa en la vida como
servidor y esclavo de los demás.
Quien cree en Jesús,
está convencido de que tiene que vivir como vivió Jesús. Y eso significa que el
creyente está convencido de que no puede estar jamás
por encima de nadie.
– JUEVES SANTO –
el sentido litúrgico del día
Jueves Santo es una fiesta cristiana, anual y tradicional, que se
celebra el jueves anterior al Domingo de Resurrección, dentro de la Semana
Santa, y que abre el Triduo Pascual. En este día la Iglesia católica conmemora
la institución de la Eucaristía en la Última Cena y el lavatorio de los pies
realizado por Jesús.
Misa Crismal
En Jueves Santo por la mañana, en algunos lugares se adelanta al martes o
miércoles santo, por razones pastorales, se oficia la llamada Misa crismal, que es
presidida por el obispo diocesano y concelebrada por su presbiterio. En ella se
consagra el Santo Crisma y se bendicen los demás óleos, que se emplearán en la
administración de los principales sacramentos. Junto con ello, los sacerdotes
renuevan sus promesas realizadas el día de su ordenación. Es una manifestación
de la comunión existente entre el obispo y sus presbíteros en el sacerdocio y
ministerio de Cristo. Es recomendable litúrgicamente y es de práctica común
celebrarla en la catedral de cada diócesis.
Misa vespertina de la Cena del Señor
Introducción al Triduo Pascual.
Los oficios de Semana Santa llegan el Jueves Santo a su máxima
relevancia litúrgica. En esta tarde se da comienzo al Triduo Pascual que
culminará en la vigilia que conmemora, en la noche del Sábado Santo al Domingo
de Pascua, la Resurrección de Jesucristo.
Los Santos Oficios del Jueves Santo se celebran en una misa
vespertina al caer la tarde de dicho día, a partir de la hora nona (las tres de
la tarde aproximadamente). El Jueves Santo es tiempo de Cuaresma hasta la hora
nona, es decir, toda la mañana hasta las tres de la tarde. A partir de ahí
comienza el Triduo Pascual, que durará desde la tarde del Jueves Santo hasta el
Domingo de Resurrección. En la celebración participa, junto a los sacerdotes
celebrantes, un seglar, que será el que nos irá informando de lo que se va a ir
celebrando a lo largo de estos oficios.
Al comienzo de la celebración, el sagrario debe presentarse vacío
con la puerta abierta. El altar mayor, donde se celebrará la Santa Misa, se
adorna con cirios, manteles y sin flores hasta la Resurrección.
Se inicia con la entrada procesional, encabezada por los
acólitos, seguida por los ministros sagrados (diáconos, concelebrantes si los
hay) y finalizada por el celebrante principal, un Sacerdote u Obispo. Mientras
tanto, el coro acompaña con cantos, pues ya ha terminado la Cuaresma y se va a
celebrar uno de los momentos más importantes del año litúrgico, la Institución
de la Eucaristía y el mandamiento del amor. Los cantos de esta celebración
están enfocados a la celebración de la institución de la Eucaristía. El color
de esta celebración es el blanco eucarístico, sustituyendo al morado cuaresmal.
En esta celebración se canta de nuevo el "Gloria" a la
vez que se tocan las campanas, y cuando éste termina, las campanas dejan de
sonar y no volverán a hacerlo hasta la Vigilia Pascual en la Noche Santa.
Las lecturas de este día son muy especiales, la primera es del
libro del Éxodo (Prescripciones sobre la cena pascual), la segunda lectura es
de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios (Cada vez que coméis
de este pan y bebéis de este vino, proclamáis la muerte del Señor) y el salmo
responsorial El Cáliz que bendecimos, es la comunión con la sangre de Cristo.
El Evangelio es el momento del lavatorio de pies a los discípulos, que adquiere
un destacado simbolismo dentro de los oficios del día, ya que posteriormente se
realiza por el sacerdote lavando los pies a doce varones a modo de los doce
apóstoles y en el que recuerda el gesto que realizara Jesús antes de la Última
Cena con sus discípulos, efectuándose en esta ocasión entre la Homilía y el
Ofertorio, omitiendo el Credo. Durante el lavatorio de los pies se entona un
cántico relacionado con el Mandamiento Nuevo del Amor entregado por Jesucristo
en esta noche santa, destacando frases del texto del discurso de Jesús en la
última cena, recogido por el Evangelio de San Juan.
La celebración se realiza en un ambiente festivo, pero sobrio y
con una gran solemnidad, en la que se mezclan sentimientos de gozo por el
sacramento de la Eucaristía y de tristeza por lo que ocurrirá a partir de esa
misma tarde de Jueves Santo, con el encarcelamiento y juicio de Jesús.
En el momento de la Plegaria Eucarística, se prefiere la
recitación del Canon Romano o Plegaria I, pues el texto prevé algunos párrafos
directamente relacionados con lo que se celebra en este día (Communicantes,
Memento y relato de la institución ["en esta noche..."]).
Una vez se ha repartido la Comunión como de costumbre, el
Santísimo Sacramento se traslada desde el Altar donde se ha celebrado la Misa
en procesión por el interior de la iglesia, al llamado "Altar de la
reserva" o "Monumento", un altar efímero que se coloca
ex-profeso para esta celebración, que debe estar fuera del presbiterio y de la
nave central, debido a que en la celebración del Viernes Santo no se celebra la
Eucaristía. Si el Sagrario no se encuentra en el presbiterio, se puede usar
para esto el sagrario habitual ubicado en una capilla lateral. Llegada la
procesión al lugar del Monumento, mientras se entona algún himno eucarístico
como el Pange Lingua, el sacerdote deposita el copón con el Santísimo,
debidamente cubierto por el conopeo, dentro del sagrario de la reserva, y
puesto de rodillas, lo inciensa. No da la bendición con el Santísimo ni reza
las alabanzas, sino más bien se queda unos instantes orando en silencio. Antes
de retirarse, cierra la puerta del sagrario de reserva, hace genuflexión y se
retira a la sacristía en silencio acompañado de acólitos y ministros.
Automáticamente, una vez se ha reservado al Santísimo, los
oficios finalizan de un modo tajante, ya que el sacerdote no imparte la
bendición, pues la celebración continuará al día siguiente y es el seglar el
que nos informa que la celebración ha terminado y se nos invita a conmemorar al
día siguiente la muerte del Señor.
En algunas iglesias se celebra a continuación un sencillo acto de
demudación de los altares, en el que los sacerdotes y ministros revestidos
exclusivamente con la estola morada, retiran candeleros y manteles de todos los
altares de la iglesia, y en algunos casos los lavan estrujando racimos de uva.
Durante la noche se mantiene la adoración del Santísimo en el
"Monumento", celebrándose la llamada "Hora Santa" en torno
a la medianoche, quedando el Santísimo allí hasta la celebración del Viernes
Santo. Esta reserva recuerda la agonía y oración en Getsemaní y el
encarcelamiento de Jesús, y por eso los sacerdotes celebrantes de los oficios
piden que velen y oren con Él, como Jesús pidió a sus apóstoles en el huerto de
Getsemaní. Una vez han terminado los oficios, se rememora la oración y agonía
de Jesús en el huerto de los olivos, la traición de Judas y el prendimiento de
Jesús, que se suele celebrar con procesiones en la tarde-noche del Jueves
Santo.
En algunos lugares, existe la tradición de visitar siete
monumentos en distintos Templos de una misma ciudad, para recordar a modo de
"estaciones", los distintos momentos de la agonía de Jesús en el
Huerto y su posterior arresto.
Desde hace unos años, la Iglesia Católica celebra el Jueves
Santo, el llamado Día del Amor Fraterno.
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