8 DE MARZO
- JUEVES
3ª-
SEMANA DE CUARESMA – B
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,14-23
En aquel tiempo, Jesús
estaba echando un demonio que era mudo y apenas salió el demonio habló el
mudo. La multitud se quedó admirada,
pero algunos de ellos dijeron:
"Si echa los demonios es por arte de
Belcebú, el príncipe de los demonios'.
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un
signo en el cielo.
Él, leyendo sus
pensamientos, les dijo:
"Todo reino en guerra civil va a la
ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil,
¿cómo mantendrá su reino?
Vosotros decís que yo echo los demonios con
el poder de Belcebú; y vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso,
ellos mismos serán vuestros jueces. Pero si yo echo los demonios con el dedo de
Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda
su palacio, sus bienes están seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta y lo
vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.
El que no está
conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama'.
1. Ya ha quedado
dicho, repetidas veces, que los
"demonios", de los que tanto se habla en los evangelios, no
son seres personales misteriosos de origen infernal y causantes de extrañas
patologías, como sería el caso de la posesión diabólica. De ahí, la necesidad
de exorcistas y exorcismos para expulsar a los demonios de los desgraciados
posesos. Todas esas historias, que han dado materia para argumentos de novelas,
historias de terror y películas de cine, no son sino inventos que vienen de
tiempos remotos y que se repiten de mil
maneras. Pero debe quedar claro que todo eso es falso
y no tiene fundamento alguno.
Está más que demostrado, por los buenos especialistas en este asunto, que la
demonología entró en la Biblia en los lejanos tiempos del destierro de los
israelitas en Babilonia. Los "demonios" eran (y son) una forma de
hablar para denominar ciertas patologías y
enfermedades del psiquismo humano.
2. Jesús vivió y
actuó de tal manera, que los
representantes de la religión se le enfrentaron a muerte. Y es frecuente, en tales situaciones, que quienes
dicen representar a Dios no dudan en mentir, insultar, agredir y humillar al
que no piensa y vive como ellos. Esto ocurría en tiempos de Jesús y sigue
ocurriendo ahora. Ahora mismo hay gente muy religiosa que no duda en insultar
incluso al papa Francisco, cuando este hombre ejemplar dice lo que no les
agrada a los fanáticos observantes de la religión.
¿Por qué ocurre esto?
- ¿Por qué se repite con tanta frecuencia?
3. La respuesta a
esta pregunta está clara. La religión y sus diferentes teologías suelen separar
a Dios del ser humano de tal manera y hasta tal extremo, que
acaban por
enfrentar "lo divino" a "lo humano".
Ahora bien, desde el momento en que ocurre eso, el que
siempre sale perdiendo es el ser humano. Porque,
como es
lógico, lo divino es superior y está siempre sobre lo meramente terrenal. Y, es
claro, en nombre de "lo absoluto", se machaca lo humano cuanto sea
necesario, es decir, todo lo que convenga o interese a los fanáticos de la
religión.
A eso se le llama ahora "fundamentalismo". En realidad,
es una mezcla de locura y desvergüenza, que arruina la convivencia humana,
produce violencia y destroza la vida de mucha gente. Eso no es fe. Eso es
locura y maldad.
SAN
JUAN DE DIOS
Fundador de la Comunidad
de Hermanos Hospitalarios
de San Juan de Dios Año
1550
Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en
1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad.
De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió
cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento.
En su juventud fue pastor, muy apreciado por el
dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del
patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso
permanecer libre de compromisos económicos y caseros pues deseaba dedicarse a
labores más espirituales.
Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la
guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte,
resistente y sufrido.
La Stma. Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una
vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito y por no haber estado lo
suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel dispuso
mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios y logró
que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy
adaptado.
Salido del ejército, quiso hacer un poco de
apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros
religiosos.
Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a
un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo.
Aquel "pobrecito" era la representación de Jesús Niño, el cual le
dijo: "Granada será tu cruz", y desapareció.
Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de
libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famosos Padre San
Luis de Ávila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno
sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre
se arrodillo y empezó a gritar: "Misericordia Señor, que soy un
pecador", y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía
unos 40 años.
Se confesó con San Juan de Ávila y se propuso una
penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo
hiciera sufrir muchísimo.
Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su
pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo
misericordia a Dios por todos sus pecados.
La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a
pedradas y golpes.
Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados
le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio que tenían en aquel tiempo
para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no
se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios.
Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el
modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos.
Aquella estancia de Juan en ese manicomio, que era un verdadero
infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error
que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y
cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de
medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo
relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos
enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la
curación de su cuerpo. Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los
continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los
métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.
Cuando San Juan de Ávila volvió a la ciudad y supo
que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le
aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser
martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera "locura de
amor": gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más
miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.
Juan alquila una casa vieja y allí empieza a
recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que
le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito
cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y
hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus
pobres.
Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de
Juan en las noches por las calles. Él iba con unos morrales y unas ollas
gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien! Las gentes salían a la
puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del
día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a
la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero
héroe de la caridad.
El señor obispo, admirado por la gran obra de
caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila, y
empezó a llamarlo "Juan de Dios", y así lo llamó toda la gente en
adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por
los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una
túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus
religiosos por varios siglos.
Un día su hospital se incendió y Juan de Dios
entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba
por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarle la
vida a todos aquellos pobres.
Otro día el río bajaba enormemente crecido y
arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el
invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba
calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos,
pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las
violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar
de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, esto le hizo daño
para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.
Después de tantísimos trabajos, ayunos y
trasnochadas por hacer el bien, y resfriados por ayudar a sus enfermos, la
salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque
nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y
noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo, la artritis le
tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una
venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para
llevarlo a su casa y cuidarlo un poco. El santo se fue ante el Santísimo
Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de
despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio
Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera
religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y
después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los
pobres, como dos buenos amigos.
Al llegar a la casa de la rica señora, exclamó
Juan: "OH, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan
miserable pecador". Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad,
pero ya era demasiado tarde.
El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la
muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: "Jesús, Jesús, en tus manos me
encomiendo", y quedó muerto, así de rodillas. Había trabajado
incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos
problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de
las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande
santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado
como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo
el pueblo, como un santo.
Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros
en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los
que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.
San Juan de Dios: alcánzanos de Dios un gran amor hacia los enfermos
y los pobres.
NOTA: Los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios son 1,500 y tienen
216 casas en el mundo para el servicio de los enfermos. Los primeros beatos de
Colombia pertenecieron a esta santa Comunidad.
Todo lo que hicisteis con cada uno de estos mis
hermanos enfermos, conmigo lo hicisteis (Jesucristo Mt. 25,40).
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