25 DE
MARZO –
DOMINGO
DE RAMOS
(La liturgia del día de LA ANUNCIACION DEL
SEÑOR
PASA AL DIA 9 DE ABRIL)
Lectura del libro de Isaías (50,4-7):
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al
abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que
escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído; y yo no resistí ni
me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que
mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los
ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría
defraudado.
Salmo: 21,8-9.17-18a.19-20.23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?
Al verme, se burlan de mí, hacen visajes,
menean la cabeza: «Acudió al Señor,
que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su
categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de
esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le
concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua
proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (15,1-39):
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes,
con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando
a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas
cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos
presentan contra ti.»
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato
estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le
pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían
cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el
indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los
judíos?»
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo
habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la
gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la
palabra y les preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los
judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?»
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les
soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo
crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio–
y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona
de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le
escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla,
le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y
a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro
y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que
quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él
no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte,
para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron.
En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.»
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así
se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que
pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo
reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se
burlaban también de él, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede
salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo
veamos y creamos.»
C. También los que estaban crucificados con él
lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta
la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?»
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, está llamando a Elías.»
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja
en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El
velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba
enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»
Este domingo se lee el
relato de la Pasión de Jesús en el evangelio de Marcos. Dada su extensión me
limito a sugerir dos puntos de atención (Jesús y sus discípulos) y a ofrecer
cuatro posibles lecturas de la pasión.
Dos
puntos de atención
¿Quién
es Jesús?
El relato del capítulo
15 supone un gran contraste con el de los dos anteriores, 13-14. En estos,
Jesús se enfrenta a toda clase de adversarios en diversas disputas y los vence
con facilidad. Ahora, los adversarios, derrotados a nivel intelectual, deciden vencerlo
a nivel físico, matándolo (14,1). Lo que más se destaca en Jesús es su
conocimiento y conciencia plena de lo que va a ocurrir: sabe que está cercana
su sepultura (14,8), que será traicionado por uno de los suyos (14,18), que
morirá sin remedio (14,21), que los discípulos se dispersarán (14,27), que está
cerca quien lo entrega (14,42). Las palabras que pronuncia en esta sección
están marcadas por esta conciencia del final y tienen una carga de tristeza.
Como cualquiera que se acerca a la muerte, Jesús sabe que hay cosas que se
pierden definitivamente: la cercanía de los amigos (“a mí no siempre me
tendréis con vosotros”: 14,7), la copa de vino compartida (14,25). No falta un
tono de esperanza: del vino volverá a gozar en el Reino de Dios (14,25), con
los discípulos se reencontrará en Galilea (14,28). Pero predomina en sus
palabras un tono de tristeza, incluso de amargura (14,37.48-49), con el que
Marcos subraya ―una vez más― la humanidad profunda de Jesús.
Cuatro veces se debate
en estos capítulos la identidad de Jesús: el sumo sacerdote le pregunta si es
el Mesías (14,61), Pilato le pregunta si es el Rey de los judíos (15,2), los
sumos sacerdotes y escribas ponen como condición para creer que es el Mesías
que baje de la cruz (15,31-32), el centurión confiesa que es hijo de Dios
(15,39). A la pregunta del sumo sacerdote responde Jesús en sentido afirmativo,
pero centrando su respuesta no en el Mesías, sino en el Hijo del Hombre
triunfante (14,62). A la pregunta de Pilato responde con una evasiva: “tú lo
dices” (15,2). A la condición de los sumos sacerdotes y escribas no responde.
Cuando el centurión lo confiesa hijo de Dios, Jesús ya ha muerto.
Los
discípulos
Los datos son
conocidos. Se entristecen al enterarse de que uno de ellos lo traicionará;
pero, llegado el momento, todos huyen. Una vez más, Pedro desempeña un papel
preponderante. Se considera superior a los otros, más fiel y firme (14,29),
pero comenzará por quedarse dormido en el huerto (14,37) y terminará negando a
Jesús (14,66-72). En este contexto de abandono total por parte de los
discípulos adquiere gran fuerza la escena final del Calvario, cuando se habla
de las mujeres que no sólo están al pie de la cruz, sino que acompañaron a
Jesús durante su vida (15,40-41).
Cuatro
lecturas posibles de los relatos de la pasión de Jesús.
La
lectura de identificación personal y afectiva
El testimonio escrito
más antiguo que poseemos en este sentido es el de san Pablo. A veces, cuando
habla de la muerte de Jesús, lo hace con frialdad dogmática, recordando que
murió por nuestros pecados. Pero en otra ocasión lo enfoca de manera muy personal
y afectiva: “He quedado crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que vive
Cristo en mí. Y mientras vivo en la carne vivo en la fe en el Hijo de Dios, que
me amó y se entregó por mí” (Gal 2,19-20). En línea parecida, san Ignacio de
Loyola, en la tercera semana de los Ejercicios espirituales, cuando se
contempla la pasión, el ejercitante debe pedir “dolor con Cristo doloroso,
quebranto con Cristo quebrantado, llanto, pena interna de tanta pena como el
Señor pasó por mí”.
La
lectura indignada
Es la que practicamos
todas las mañanas al leer el periódico, cuando acompañamos la lectura de los
titulares y de las noticias con toda suerte de imprecaciones, insultos y
maldiciones. Los relatos de la pasión cuentan tal cantidad de atropellos,
injusticias, traiciones, que se prestan a una lectura indignada. Sin embargo,
los evangelios nunca invitan al lector a indignarse con la traición de Judas, a
maldecir a las autoridades judías o romanas que condenan a Jesús, a insultar a
quienes se burlan de él, a sentir como en el propio cuerpo los azotes, la
corona de espina o los clavos, a llorar la muerte de Jesús. En ningún momento
pretenden los evangelios excitar los sentimientos y, mucho menos, fomentar el
sentimentalismo.
La
lectura detallada
Mi comentario, consiste
en una lectura del texto, prestando gran atención a cuatro aspectos:
1) la división
minuciosa de cada episodio, que a veces quizá parezca exagerada, como
cuando distingo siete momentos en el relato de la oración del huerto; pero es
la única forma de no pasar por alto detalles importantes.
2) los
protagonistas, advirtiendo qué hacen o no hacen, qué dicen o no dicen, cómo
reaccionan, por qué motivos se mueven, qué sienten.
3) la acción que se
cuenta y sus presupuestos; a veces predominará lo informativo, ya que
ciertos detalles a veces no se conocen bien, como la celebración de la Pascua
en el mundo judío y en Qumrán o el proceso ante el Sanedrín.
4) el arte narrativo
de Mc, que a menudo no se tiene en cuenta, pero que sirve también para
captar su teología.
Este tipo de lectura,
aunque aplique el mismo método a todas las escenas, pone de relieve lo típico
de cada una de ellas y deja claro que el relato de la pasión está formado por
episodios aparentemente cotidianos y por otros terriblemente dramáticos, como
la oración del huerto. Lo importante es captar el espíritu y mensaje de cada
episodio y el mensaje global de cada evangelio.
La
lectura interactiva y orante
Sería la respuesta
personal al comentario anterior, reflexionando cada cual sobre lo que el texto
le sugiere y lo que le invita a pedir.
DOMINGO DE RAMOS
SENTIDO LITURGICO
Para la comunidad católica
de todo el mundo, el Domingo de Ramos se realiza una de las celebraciones más
importantes del calendario litúrgico. En este domingo, la Iglesia Católica
realiza la conmemoración de la entrada a Jerusalén del profeta Jesús de Nazaret
y da comienzo con ello a la Semana Santa que culminará el domingo siguiente,
con la Pascua de Resurrección.
Lo que se recuerda este
domingo es el ingreso triunfal de Jesús a esa ciudad para celebrar la pascua,
montado en un burro y que allí es aclamado y saludado por la gente de la ciudad
que tendía sus mantos por el camino y cortaban ramas de árboles para
alfombrando el camino a su paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.
La mitología
judeo-cristiana dice que diez siglos antes habían entrado en la ciudad
construida por David su hijo Salomón montado en un borrico. La gente de la
ciudad aclamó al hijo de David con gritos de Hossana (que significaba:¡viva!).
Por otro lado, es
importante recordar que era costumbre entre los habitantes del lugar reunidos
para la Pascua recibir con gritos y cánticos a los nuevos grupos que llegaban,
es decir que no tendría nada de particular el hecho de que a Jesús lo
recibieran de ese modo. Pero también debemos remarcar que solo a los Reyes se
los recibía además echando mantos, ramos de olivo y palmas a los pies de sus
monturas, alfombrando el suelo para que estos pisaran sobre ellos.
Según narran los libros
del Evangelio, textos sagrados de la Iglesia Católica, ese día Jesús con sus
discípulos entró a la ciudad de Jerusalén, (“ciudad símbolo de la humanidad” la
llamó Juan Pablo II) que era la ciudad más importante y la capital de su
nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un
rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva” y que la gente
de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús,
de Nazaret de Galilea”.
Sin embrago, no solo es
este hecho triunfal el que se conmemora. Durante las celebraciones del Domingo
de Ramos se recuerdan las dos caras centrales de lo que se considera el
misterio pascual: la vida o el triunfo, mediante la procesión de ramos en honor
de Cristo, y la muerte o el fracaso, con la lectura de la Pasión
correspondiente a los evangelios sinópticos. Recordemos que la Semana Santa que
se inaugura con estos hechos, continúa hasta la pasión y muerte de Jesús en la
cruz el Viernes Santo y su posterior resurrección el Domingo de Pascua.
En este día de Ramos, se
entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta
celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia de la
ciudad santa, que se convierte en imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén,
y la memoria de la pasión de Jesús que sería crucificado pocos días después.
Para la tradición
cristiana es un día en el que se conmemora un triunfo, la entrada de Cristo en
Jerusalén con el reconocimiento de un rey. A lo largo de la semana el tono es
distinto ya que rememora la Pasión y Muerte para finalizar con la Resurrección.
Sin embargo, el comienzo
de la Semana Santa no se celebra siempre en la misma fecha. Esta varía
dependiendo del Equinoccio de Primavera y la primera noche de luna llena.
Esto es así porque para
dejar en claro cuál sería la fecha de inicio de esta Semana Santa, el emperador
romano Constantino el Grande estableció, en el primer Concilio de Nicea (año
325 d.C.), una fórmula por la cual se determinaría cuándo caería la
celebración.
Ésta sería siempre en el
domingo siguiente a la primera luna llena tras la entrada de la primavera en el
hemisferio norte (Domingo de resurrección). Nótese la estrecha relación entre
los diferentes sucesos de la naturaleza, las fiestas paganas y las fiestas
religiosas. La resurrección es el inicio de la primavera en el hemisferio
norte. El nacimiento de Jesús es el solsticio.
El motivo por el cual los
domingos de ramos se ven las plazas frente a las iglesias llenas de ramos de
olivos está en esta celebración. Antes de cada misa, los fieles católicos se
reúnen para dar inicio a la procesión que conmemora aquella triunfal entrada de
Jesús en Jerusalén.
La Misa se inicia con la
procesión de las palmas. Los feligreses levantan los ramos de olivos y cantan
“Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice los ramos y
dirige la procesión.
Luego se comienza la Misa
del domingo de Ramos y allí se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo que
invita a los fieles a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión
gloriosa y amorosa de Cristo.
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