lunes, 5 de marzo de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 6 DE MARZO –MARTES– 3ª– SEMANA DE CUARESMA – B SAN OLEGARIO





6 DE MARZO –MARTES–
3ª– SEMANA DE CUARESMA – B

Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35
      En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
"Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?"
Jesús le contesta:
"No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".
Y les propuso esta parábola:
"Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo".
El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.  Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
"Págame lo que me debes".
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré'.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.
Entonces el señor lo llamó y le dijo:
"¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?".
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
    Lo mismo hará con vosotros mi Padre del Cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano'.

1.   En esta parábola, todo es desproporcionado y hasta desmesurado. No tiene proporción ni mesura la cantidad enorme de dinero que le debía el primer    empleado al rey. No tiene proporción ni mesura que el rey perdone semejante deuda por la simple razón de    que el deudor se lo pide.  
Tampoco tiene proporción ni mesura que el que acaba de recibir un perdón tan descomunal, apenas sale a la calle y se encuentra a un desgraciado que le debe   una miseria, por poca cosa lo mete en la cárcel.
¿Qué explicación tiene esta serie continuada de despropósitos?

2.   No se trata de exageraciones ni extravagancias. Esto (o algo muy parecido) ocurre a diario y, si se piensa a fondo, lo vemos por todas partes. Se trata de la
desproporción asombrosa que existe entre la enorme tolerancia que tenemos con nosotros mismos y con lo que nos conviene, por una parte, y la brutal intolerancia que tenemos con los demás y con lo que no nos conviene, por otra parte.

3.   Basta pensar en la tolerancia que tenemos con lo que nosotros molestamos a otros y la intolerancia que   tenemos con lo que otros nos molestan. 
La tolerancia con las propias equivocaciones y la intolerancia con las equivocaciones de los demás.   La tolerancia con lo masculino y la intolerancia con lo
femenino o al revés.
La tolerancia con los de mi tendencia religiosa y la intolerancia con los de otras tendencias religiosas. La medida de nuestras intolerancias será la medida de la intolerancia que Dios va a tener con cada cual.

SAN OLEGARIO

En lo religioso es Nicolás II quien dirige y, en lo civil, Enrique IV administra el Sacro Imperio Romano cuando nace en el año 1060 Olegario. Sus padres fueron Olaguer –valido de D. Ramón Berenguer, conde de Barcelona– y Guilia. En su tiempo se condena a Berengario por sus errores sobre la Eucaristía y Godofredo de Buillón conquista Jerusalén, nombrándosele defensor del Santo Sepulcro.
Fue canónigo de la iglesia Catedral de Barcelona y D. Ramón Beltrán, obispo de la ciudad, lo ordenó sacerdote. Pero, pensando que agradaba más a Dios de otra manera, Olaguer –que así le conocen en Barcelona y Tarragona– renuncia a la prebenda catedralicia, entra en el monasterio de San Adrián del que llega a ser prior y pasa a ser abad del de San Rufo hasta que se le nombra obispo en el año 1115. No pocos apuros costaron ponerle sobre su cabeza la mitra de Barcelona y en su mano el báculo por no quererlos aceptar el frailecito pensando que eran gran dignidad y pocos sus méritos; incluso llegó a escaparse por la noche y el clero tuvo que «atraparle» en Perpiñán; y dicen que hasta el mismo D. Rodrigo suplicó al papa Pascual II para que le obligara a aceptarla. Puede que el dato sea leyenda o puede que sea verdad por su humildad; pero ciertamente hoy –los tiempos cambiaron– no cuesta tanto aceptar un nombramiento episcopal. Aquellas buenas gentes apreciaban bien su calidad. Como obispo hace su labor con creces; pasó el tiempo reconstruyendo monasterios e iglesias, predicando de ordinario –cosa poco usual en su época– y preocupándose de los pobres, dándoles en limosna los dineros que él recibía.
Cuando muere el papa Pascual y se elige a Gelasio II, va Olegario a Roma a besar los pies de Pedro y prestarle juramento como acto protocolario del tiempo. A su vuelta se ha recuperado Tarragona de los moros, se restituye su condición de sede metropolitana y Olaguer es nombrado su arzobispo el 21 de marzo de 1118. El papa lo nombra, además, legado suyo para toda España. Tiene que vivir en Barcelona cuya sede mantiene porque quedó arrasada Tarragona y sin bienes propios; ocho años tardará Olegario en terminar de reedificar las murallas de esta ciudad y en llevar a ella gente aguerrida que esté en condiciones de poder defenderla.
Cumpliendo la misión de metropolitano y legado ad latere hubo de tomar parte en diversos concilios y anatematizó al antipapa Anacleto.
A su regreso de Tierra Santa se preocupa de que se restituyan a la Iglesia los bienes que algunos se habían injustamente apropiado, bendice y repara los templos desacralizados por los sarracenos, e interviene en Zaragoza en la reconciliación entre don Alonso de Castilla y don Ramiro de Aragón.
Este hombre celoso, incansable, con don de gobierno y mucho amor a Dios, no pudo ver reconstruida su iglesia metropolitana por falta de recursos económicos antes de morir el 6 de marzo del 1136. Fueron sepultados sus restos en Barcelona y canonizado a la antigua usanza, es decir, por veneración popular y consentimiento del Romano Pontífice.

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