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DE MARZO -LUNES-
4ª-
SEMANA DE CUARESMA – B -
SAN SIMEON
EL TEOLOGO
Lectura del santo evangelio según san Juan
(4,43-54):
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo
había atestiguado:
«Un profeta no es estimado en su propia
patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo
recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén
durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde
había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo
enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a
verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se
puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro
diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la
mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
El padre cayó en la cuenta de que esa era la
hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su
familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
1. La
expulsión de los mercaderes del Templo (Jn 2, 13-25) debió tener una resonancia
enorme. La noticia llegó hasta la lejana
y pobre provincia de Galilea. Y allí le gustó a la gente el gesto de Jesús. Los
galileos no eran piadosos y estaban hartos del poder central de la capital,
Jerusalén, con su poderoso Templo, su nobleza laica (los ancianos) y sobre todo
su solemne nobleza sacerdotal. Se
comprende que, estando, así las cosas, Galilea recibiera bien a Jesús.
2. Lo primero que hace Jesús, al volver a
Galilea, es dar vida a un niño que estaba en peligro inminente de muerte. El relato termina diciendo que este fue el
segundo "signo" que hizo Jesús.
Un "signo"
es una realidad que remite a otra y, de esta forma, la sugiere. El evangelio de
Juan dice que Jesús hizo estos "signos" para que nos creamos que
Jesús es el Hijo de Dios, y, creyendo eso, tengamos vida (Jn 20, 31).
Dar vida remite a
creer que en Jesús está presente
Dios. Y eso resulta creíble en la medida en que
damos vida.
3. Jesús dio vida al hijo de un
"funcionario" del rey que entonces mandaba en Galilea, Herodes
Antipas, un tipo indeseable, que asesinó a Juan Bautista (Mc 6, 17-28), quiso
detener a Jesús (Lc 13, 31) y se burló de él en la Pasión (Lc 23, 6-12).
Jesús daba vida a
todos, sin tener en cuenta la vida o las convicciones que cada cual tenía. He
aquí el "signo" más claro de que en Jesús estaba presente Dios.
SAN SIMEON
EL TEOLOGO
San
Simeón el Nuevo Teólogo
(949–1022)
San Simeón el Nuevo Teólogo
(949–1022) es el último de los tres santos
de la Iglesia Ortodoxa al que se dio el título de teólogo de ahí que también
recibiera el adjetivo de «Nuevo». Los otros son san Juan el Apóstol y san
Gregorio Nacianceno. San Simeón fue un poeta que personificó la tradición
hesicasta mística. Escribió que los seres humanos podían y debían experimentar
a Dios directamente. Sus obras influyeron en la controversia hesicasta del
siglo XIV. Su discípulo más famoso fue Nicetas Estetatos, su ayudante de celda,
que también escribió su vida.
Nacido en
Galacia, Paflagonia, su padre le preparó una educación en Constantinopla en la
vida oficial. Fue más tarde asignado como cortesano para atender al emperador
Basilio. Abandonó su vida como cortesano para retirarse a un monasterio a la
edad de 27 años bajo el Viejo Simeón el Pío en el Monasterio de Studion. Más
tarde se convirtió en abad del monasterio de San Mamés en Constantinopla.
La estricta
disciplina monástica que pretendía Simeón dolió a algunos en el monasterio. Un
día, después de la liturgia algunos de los monjes le atacaron y casi le
mataron. Después fueron expulsados del monasterio y Simeón pidió que se los
tratara con lenidad. También de las autoridades eclesiásticas Simeón padeció
una severa oposición que encontraba sus obras suficientemente fastidiosas para
excluirle de Constantinopla. Así que abandonó la ciudad y residió en el
monasterio de Santa Makrina cruzando el Bósforo. Con el tiempo se hizo un
recluso.
Simeón no
estaba educado en filosofía griega, pero sabía bastante de la vida de la
iglesia. A menudo hablaba a partir de su experiencia personal directa y a veces
atacó a algunos eruditos a quienes veía como personas que pretendían tener un
conocimiento del que carecían.
Algunas de
las obras de Simeón fueron: Discursos catecúmenos, Himnos de Amor divino y los
Tres Discursos teológicos.
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