viernes, 2 de marzo de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 DE MARZO –SÁBADO – 2ª-SEMANA DE CUARESMA – B SAN EMETERIO Y SAN CELEDONIO






3 DE MARZO –SÁBADO –
2ª-SEMANA DE CUARESMA – B
SAN EMETERIO Y SAN CELEDONIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
      En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos:
"Ese acoge a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo esta parábola: "
Un hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre:
"Padre, dame la parte que me toca de la fortuna".
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia   de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me    pondré en camino a dónde está mi padre, y le diré:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros".
Se puso en camino a donde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo'.
Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado".  
Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Este le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud'.
Él se indignó y se negaba a entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado".
El padre le dijo:
"Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado'.

1.  La parábola del "hijo perdido" no habla de la "conversión del pecador", sino del "regreso del hambriento". Lo que el hijo extraviado sintió no fue la
culpa del pecador, sino el hambre del pobre. Y esto es lo que le motivó a volver a su padre. La explicación que da el hijo al padre: "He pecado contra el cielo y contra ti" era la fórmula que se usaba entre los judíos para encontrar acogida (G. Lohfink).

2.  Lo que la parábola quiere enseñar es que hay dos imágenes de Dios:
1) El Dios de los fariseos, retratado en la relación del hijo mayor con el padre.
2) El Dios de Jesús, retratado en la experiencia que vivió el hijo menor.
Por eso hay dos espiritualidades:
1) La espiritualidad del fariseo, que se ve mejor que el otro y lo desprecia.
2) La espiritualidad del perdido, que se ve como un perdido, como el último, y por eso no puede despreciar a nadie.
La clave de la espiritualidad está en el Dios en el que creemos.  El Dios de Jesús siempre acoge al perdido, no le reprocha nada y se limita a abrazarlo, besarlo y convertir su vida en una fiesta.

3.  Lo dramático, lo más desviado, que estamos viviendo en la Iglesia consiste en que los "hombres de la religión" (el clero, empezando por la mayoría de los obispos) dan la impresión de que creen más en el "Dios de los fariseos" que en el "Padre del hijo perdido".
En teoría, se sienten ofendidos, si se les dice
esto.  Pero, en la práctica diaria de la vida, no "organizan una fiesta" para los pecadores y extraviados que se les acercan. A no ser que se trate de gente de
"poder" o de "dinero".
Así es la vida. No precisamente la de Jesús.

SAN EMETERIO Y SAN CELEDONIO

Mártires (s. III)
El poeta hispano Prudencio recogió en verso los relatos de la muerte de Emeterio y Celedonio.
Calahorra está unida a estos soldados por el hecho de su martirio y quizás también por ser el lugar de su nacimiento. Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses -antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII- al interpretar «ex legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la frase latina es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que pertenecieron y que estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy León, según se encuentra en el documento histórico denominado "Actas de Tréveris" del siglo VII.
En la parte alta de Calahorra está la iglesia del Salvador -probablemente en testimonio perpetuante del hecho martirial- por donde antes estuvo un convento franciscano y antes aún la primitiva catedral visigótica que debió construirse, según la costumbre de la época, junto a la residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que fue destruida por los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el códice primero del archivo catedralicio.
No se conocen las circunstancias del martirio de estos santos; no las refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador Diocleciano ordenara quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su tiempo! Con ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara constancia ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se extendiera el incendio. Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una aproximación. ¿Fue al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano? Parece mejor inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el siglo II. Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso la historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella como de suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de Daciano (a. 304) porque esta época ya fue conocida por los padres del poeta. Es bueno además no perder de vista que el narrador antiguo no es tan exacto en la datación de los hechos como la actual crítica, siendo frecuente toparse con anacronismos poco respetuosos con la historia.
El caso es que Emeterio y Celedonio -hermanos de sangre según algunos relatores- que fueron honrados con la condecoración romana de origen galo llamada torques por los méritos al valor, al arrojo guerrero y disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de elegir entre la apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar. Así son de cambiantes los galardones de los hombres. Por su disposición sincera a dar la vida por Jesucristo, primero sufren prisión larga hasta el punto de crecerles el cabello. En la soledad y retiro obligados bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando la frase del Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios» después de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su reciedumbre castrense les ha preparado para resistir los razonamientos, promesas fáciles, amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el lugar y momento del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven, asombrados, cómo suben al cielo el anillo de Emeterio y el pañuelo de Celedonio como señal de su triunfo señero.
Muy pronto el pueblo calagurritano comenzó a dar culto a los mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del Salvador; con el tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas y medio día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que recogió la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos. Hoy Emeterio y Celedonio, los santos cantados por su paisano Prudencio, y recordados por sus compatriotas Isidoro y Eulogio son los patronos de Calahorra que los tiene por hermanos o de sangre o -lo que es mayor vínculo- de patria, de ideal, de profesión, de fe, de martirio y de gloria.


No hay comentarios:

Publicar un comentario