3 de octubre – Miercoles
–
26ª – Semana del T.O. –
B –
Lectura
del libro de Job (9,1-12.14-16):
Respondió Job a sus
amigos:
«Sé muy bien que es así: que el hombre no es
justo frente a Dios. Si Dios se digna pleitear con él, él no podrá rebatirle de
mil razones una.
¿Quién,
fuerte o sabio, le resiste y queda ileso?
Él
desplaza las montañas sin que se advierta y las vuelca con su cólera; estremece
la tierra en sus cimientos, y sus columnas retiemblan; manda al sol que no
brille y guarda bajo sello las estrellas; él solo despliega los cielos y camina
sobre la espalda del mar; creó la Osa y Orión, las Pléyades y las Cámaras del Sur;
hace prodigios insondables, maravillas sin cuento. Si cruza junto a mí, no
puedo verlo, pasa rozándome, y no lo siento; si coge una presa, ¿quién se la
quitará?; ¿quién le reclamará: "Qué estás haciendo"?
Cuánto
menos podré yo replicarle o escoger argumentos contra él. Aunque tuviera razón,
no recibiría respuesta, tendría que suplicar a mi adversario; aunque lo citara
y me respondiera, no creo que me hiciera caso.»
Palabra
de Dios
Salmo:
87
R/.
Llegue hasta ti mi súplica, Señor
Llegue hasta ti mi súplica,
Señor.
Todo el día te estoy
invocando,
tendiendo las manos
hacia ti.
¿Harás tú maravillas por
los muertos?
¿Se alzarán las sombras
para darte gracias? R/.
¿Se anuncia en el sepulcro
tu misericordia,
o tu fidelidad en el
reino de la muerte?
¿Se conocen tus
maravillas en la tiniebla,
o tu justicia en el país
del olvido? R/.
Pero yo te pido auxilio,
por la mañana irá a tu
encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me
rechazas
y me escondes tu rostro?
R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (9,57-62):
En aquel tiempo, mientras
iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno:
«Te
seguiré adonde vayas.»
Jesús
le respondió:
«Las
zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene
donde reclinar la cabeza.»
A
otro le dijo:
«Sígueme.»
Él
respondió:
«Déjame
primero ir a enterrar a mi padre.»
Le
contestó:
«Deja
que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro
le dijo:
«Te
seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús
le contestó:
«El
que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»
Palabra
del Señor
1. Una vez que Jesús ha
tomado la decisión de ir a Jerusalén, lo primero que hace Lucas es dejar bien
claro que ser discípulo de Jesús es una cosa extremadamente seria. Porque pone
al descubierto que, si se asume el seguimiento de Jesús, pueden entrar en
conflicto diversas lealtades (J. A. Fitzmyer), quizá las más serias lealtades
de la vida.
2. Se trata concretamente
de tres lealtades fundamentales:
1) Renuncia al status: estar dispuesto
a perder seguridades, instalaciones y dignidades, para
verse, si es
preciso, peor que las alimañas del campo.
2) Renuncia a las convicciones
religiosas tradicionales: eso es lo que significa la renuncia a enterrar al
propio padre, ya que, para los piadosos judíos de entonces, el último servicio
a los muertos era considerado como la cima de todas las buenas obras de la Ley
(M. Hengel).
3)
Renuncia a ataduras que impiden el servicio incondicional al Reino: es
la libertad ante los vínculos de sangre que más condicionaban a la gente en el
modelo de familia patriarcal.
3. ¿Qué hay detrás de estas exigencias tan radicales?
La radical humanidad de Jesús hecha pasión dominante y
determinante en la vida de una persona.
No por
motivaciones emocionales o afectivas, sino por la comunión en un mismo
proyecto: el proyecto del Reino, que es el proyecto por la vida, por la
seguridad y dignidad de la vida, por la felicidad de la vida para todos por
igual.
Y, sobre todo, el proyecto de vivir de tal manera que nada ni
nadie me impida contagiar la bondad que nos hace felices y hace felices a los
que conviven con nosotros.
Cuando eso pasa, de ser una "ideología" a ser una
"convicción" que genera unos hábitos de vida, he ahí lo que es el
seguimiento, que, con Jesús, hace el camino hacia Jerusalén.
San Francisco de Borja
1510 - 1572
En Roma, san Francisco de
Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos,
ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las dignidades del
mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo
memorable por su austeridad de vida y oración.
Vida de San Francisco de Borja
San Francisco Borja nació en
Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primogénito de Juan de Borja y
entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de
Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués.
Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años, después de la muerte de
la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos,
resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una
vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43),
cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la
intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.
En Barcelona se encontró con
San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesús. Este
último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la
muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios
espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de
castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde
efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse
encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de
Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.
Les cerró las puertas a los
honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades
eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como
cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo
los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales
prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar
de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban
en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que
ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Fue un organizador
infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa,
en su tierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró
tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó
por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días
antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de
Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros
grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.
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