martes, 2 de octubre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 de octubre – Miercoles – 26ª – Semana del T.O. – B – San Francisco de Borja



3 de octubre – Miercoles –
26ª – Semana del T.O. – B –

Lectura del libro de Job (9,1-12.14-16):
Respondió Job a sus amigos:
 «Sé muy bien que es así: que el hombre no es justo frente a Dios. Si Dios se digna pleitear con él, él no podrá rebatirle de mil razones una.
¿Quién, fuerte o sabio, le resiste y queda ileso?
Él desplaza las montañas sin que se advierta y las vuelca con su cólera; estremece la tierra en sus cimientos, y sus columnas retiemblan; manda al sol que no brille y guarda bajo sello las estrellas; él solo despliega los cielos y camina sobre la espalda del mar; creó la Osa y Orión, las Pléyades y las Cámaras del Sur; hace prodigios insondables, maravillas sin cuento. Si cruza junto a mí, no puedo verlo, pasa rozándome, y no lo siento; si coge una presa, ¿quién se la quitará?; ¿quién le reclamará: "Qué estás haciendo"?
Cuánto menos podré yo replicarle o escoger argumentos contra él. Aunque tuviera razón, no recibiría respuesta, tendría que suplicar a mi adversario; aunque lo citara y me respondiera, no creo que me hiciera caso.»

Palabra de Dios

Salmo: 87

R/. Llegue hasta ti mi súplica, Señor
Llegue hasta ti mi súplica, Señor.
Todo el día te estoy invocando,
tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos?
¿Se alzarán las sombras para darte gracias? R/.
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla,
o tu justicia en el país del olvido? R/.
Pero yo te pido auxilio,
por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas
y me escondes tu rostro? R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,57-62):
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno:
«Te seguiré adonde vayas.»

Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo:
 «Sígueme.»
Él respondió:
«Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó:
«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

Palabra del Señor

1.  Una vez que Jesús ha tomado la decisión de ir a Jerusalén, lo primero que hace Lucas es dejar bien claro que ser discípulo de Jesús es una cosa extremadamente seria. Porque pone al descubierto que, si se asume el seguimiento de Jesús, pueden entrar en conflicto diversas lealtades (J. A. Fitzmyer), quizá las más serias lealtades de la vida.

2.  Se trata concretamente de tres lealtades fundamentales:  
1) Renuncia al status: estar dispuesto a perder seguridades, instalaciones y dignidades, para
verse, si es preciso, peor que las alimañas del campo.
2) Renuncia a las convicciones religiosas tradicionales: eso es lo que significa la renuncia a enterrar al propio padre, ya que, para los piadosos judíos de entonces, el último servicio a los muertos era considerado como la cima de todas las buenas obras de la Ley (M. Hengel).
3)  Renuncia a ataduras que impiden el servicio incondicional al Reino: es la libertad ante los vínculos de sangre que más condicionaban a la gente en el modelo de familia patriarcal.

3. ¿Qué hay detrás de estas exigencias tan radicales?
La radical humanidad de Jesús hecha pasión dominante y determinante en la vida de una persona.
No por motivaciones emocionales o afectivas, sino por la comunión en un mismo proyecto: el proyecto del Reino, que es el proyecto por la vida, por la seguridad y dignidad de la vida, por la felicidad de la vida para todos por igual.
Y, sobre todo, el proyecto de vivir de tal manera que nada ni nadie me impida contagiar la bondad que nos hace felices y hace felices a los que conviven con nosotros.
Cuando eso pasa, de ser una "ideología" a ser una "convicción" que genera unos hábitos de vida, he ahí lo que es el seguimiento, que, con Jesús, hace el camino hacia Jerusalén.

San Francisco de Borja

1510 - 1572

En Roma, san Francisco de Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo memorable por su austeridad de vida y oración.

Vida de San Francisco de Borja

San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primogénito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.
En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesús. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.
Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.

Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su tierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.

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