24 DE OCTUBRE -
MIÉRCOLES –
29ª - SEMANA DEL
T.O. – B –
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (3,2-12):
Habéis
oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor
vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, del que os he
escrito arriba brevemente. Leedlo y veréis cómo comprendo yo el misterio de
Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha
sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que
también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y participes de
la promesa de Jesucristo, por el Evangelio, del cual yo soy ministro por la
gracia que Dios me dio con su fuerza y su poder.
A mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado
esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo,
aclarar a todos la realización del misterio, escondido desde el principio de
los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados
y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según
el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos
libre y confiado acceso a Dios, por la fe en él.
Palabra de Dios
Salmo: Is 12,2-3.4bcd.5-6
R/. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador
Él es mi
Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi
fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi
salvación.
Y
sacaréis aguas con gozo
de las
fuentes de la salvación. R/.
Dad
gracias al Señor,
invocad
su nombre,
contad a
los pueblos sus hazañas,
proclamad
que su nombre es excelso. R/.
Tañed para
el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas
a toda la tierra;
gritad
jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué
grande es en medio de ti el santo de Israel.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,39-48):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el
ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados,
porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
Pedro le preguntó:
«Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?»
El Señor le respondió:
«¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha
puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así.
Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si
el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a
los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de
ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo
a la pena de los que no son fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a
ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo
digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá;
al que mucho se le confió, más se le exigirá.»
Palabra del Señor
1. En
el ambiente de una comunidad, que vive en la impaciente expectativa de una
posible e inminente llegada del final de la historia y de un juicio discriminatorio,
se comprende esta recopilación de sentencias que el trabajo de redacción de
Lucas atribuye a Jesús (D. Lührmann).
Por tanto, al leer este texto, hay que pensar
más en los sentimientos de la comunidad para la que escribe que en palabras
originarias de Jesús (W. Grundmann).
2. No
resulta fácilmente comprensible la venida de Jesús, el Hijo del Hombre, la
vuelta de un patrono exigente que es visto por sus siervos como una posible
amenaza. Las palabras de este texto, que
aluden a eso, tienen sentido como un llamamiento a la propia responsabilidad. Sobre todo, la responsabilidad ante los que
cada cual tiene como súbditos o inferiores. Tratarlos con desprecio o dureza es
algo que el Hijo del Hombre ve con desagrado y de ello pedirá cuentas a cada
uno. Pero, en todo caso, nada de esto debe dar pie para pensar en Jesús, el
Señor, como un patrono implacable. Eso jamás.
3. Si
realmente creemos que el Dios de Jesús es el Padre que nos quiere siempre y nos
busca, por más extraviados que andemos, lo importante no es la preocupación por
la propia fidelidad, sino la confianza inagotable en la misericordia del
Padre.
Pero, sobre todo, no se puede olvidar que lo
más
fuerte,
que reprueba aquí el Evangelio, es la postura de quienes piensan que la muerte
está lejos y que lo que importa es pasarlo bien y disfrutar de la vida, aunque
eso lleva consigo pasarse la vida pegando a los demás y despreciando a quien me
estorba. Eso es lo que no soporta Jesús.
San Antonio María Claret
Nació en 1807 en Sallent (Barcelona, España). Se ordenó sacerdote y
ejerció su ministerio con gran celo por toda Cataluña. Fundó la Congregación de
los Misioneros del Corazón de María, conocidos popularmente como claretianos.
Fue nombrado arzobispo de Cuba y después confesor de la reina Isabel II. Sufrío
atentados físicos y muchas contradicciones que supo soportar con gran visión
sobrenatural. Murió en 1870, en su exilio de Francia.
Vida de San Antonio María Claret
Infancia: Antonio Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23
de diciembre de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa
Clará. Le bautizaron el día de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se
le pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que
Antonio se quedó en la casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo
todos en el accidente. Para Claret aquello supuso siempre una señal de la
providencia.
La cuna de Claret fue sacudida constantemente por el traqueteo de los
telares de madera que su padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde sus
primeros años Antonio dio muestras de una inteligencia y de buen corazón. A los
cinco años, pensaba en la eternidad: por la noche, sentado en la cama, quedaba
impresionado por aquel "siempre, siempre, siempre". El mismo
recordaría estas palabras, más tarde, siendo Arzobispo:
"Esta idea de la eternidad quedó en mí tan grabada, que, ya sea por lo
tierno que empezó en mí o ya sea por las muchas veces que pensaba en ella, lo
cierto es que es lo que más tengo presente. Esta misma idea es la que más me ha
hecho y me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva, en la
conversión de los pecadores" (Aut. nº 9)
La guerra popular contra Napoleón embargaba vivamente el ambiente de
la época. Sus soldados pasaban frecuentemente por la villa entre los años 1808
y 1814. Hasta los sacerdotes del pueblo se habían sumado a la lucha. En 1812 se
promulgaba la nueva Constitución.
Mientras, Antonio jugaba, estudiaba, crecía... Dos amores destacaban
ya en el pequeño Claret: la Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a la
misa; dejaba momentáneamente el juego para visitar a Jesús en la iglesia
siempre que no ocasionara molestias a sus compañeros; iba con frecuencia,
acompañado de su hermana Rosa, a la ermita de Fusimaña y rezaba diariamente el
rosario.
Una debilidad de Antonio eran los libros. Se los devoraba. Pocas
cosas contribuyeron tanto a la santidad de Antonio como sus lecturas, las
primeras lecturas de su infancia. Porque sus lecturas eran escogidas. Pero ya
entonces Antonio tenía una ilusión: llegar a ser sacerdote y apóstol. Sin
embargo, su vocación debería recorrer todavía otro itinerario.
Entre los Telares: Toda su adolescencia la pasó Antonio en el taller
de su padre. Pronto consiguió llegar a ser maestro en el arte textil. Para
perfeccionarse en la fabricación pidió a su padre que le permitiera ir a
Barcelona, donde la industria estaba atrayendo a numerosos jóvenes. Allí se
matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja. Trabajaba de día, y de
noche estudiaba. Aunque seguía siendo un buen cristiano, su corazón estaba
centrado en su trabajo. Gracias a su tesón e ingenio llegó pronto a superar en
calidad y belleza las muestras que llegaban del extranjero. Un grupo de
empresarios, admirados de su competencia, le propusieron un plan halagüeño:
fundar una compañía textil corriendo a cuenta de ellos la financiación y el
montaje de la fábrica. Pero Antonio, inexplicablemente, se negó. Dios andaba
por medio.
Unos cuantos hechos le hicieron más sensible el oído a la voz de
Dios. a) Un amigo a quien estimaba mucho tenía el grave vicio del juego. Llegó
a robarle sus ahorros para jugarlos y cuando los perdió, desesperado robó una
joyas valiosas, las cuales también perdió en el juego. La policía siguiendo el
rastro de las joyas dio con él y lo encarceló; todos comenzaron a calumniar a
Antonio, diciendo que era cómplice de su amigo. Esta experiencia empezó a crear
en su corazón un disgusto por el mundo, las amistades y las riquezas.
El segundo hecho que le ocurrió fue estando un día con unos amigos en
la playa, metió los pies para refrescarse en el agua, y de pronto una ola
gigantesca lo arrastró hacia mar adentro, y Antonio que no sabía nadar se
estaba ahogando. De sus labios solo salió un grito "Virgen Santa,
salvadme" , y sin saber cómo, Antonio estaba en la orilla, sano y salvo y
para colmo sus vestidos secos totalmente.
c)El tercer hecho fue el que le ocurrió al ir a visitar a un amigo a su
casa. Cuando llegó, el amigo no se encontraba y quien estaba en casa era la
esposa. Ella, dándose cuenta de la gallardía de Antonio, quedó cegada con un
amor indigno y le dijo: "Antonio, ¡qué diferente eres de mi esposo,
siempre agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos buenos amigos".
Por fin, las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre
ganar todo el mundo si pierde su alma?", le impresionaron profundamente.
Los telares se pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a los
oratorianos de San Felipe Neri. Por fin tomó la decisión de hacerse cartujo y
así se lo comunicó a su padre. Su decisión de ser sacerdote llegó a oídos del
obispo de Vic D. Pablo de Jesús Corcuera que quiso conocerle. Antonio salía de
Barcelona a principios de septiembre de 1829 camino de Sallent y Vic. Tenía 21
años y estaba decidido a ser sacerdote.
En el Seminario En el seminario de Vic, forja de apóstoles, Claret se
formó como seminarista externo viviendo como fámulo de Don Fortià Bres,
mayordomo del palacio episcopal. Pronto iba a destacar por su piedad y por su
aplicación. Eligió como su confesor y director al oratoriano P. Pere Bac.
Después de un año llegó el momento de llevar a cabo su decisión de entrar en la
cartuja de Montealegre, y hacia allí salió, pero una tormenta de verano que lo
sorprendió en el camino dio al traste con sus planes. Tal vez Dios no le quería
de cartujo. Dio media vuelta y retornó a Vic.
Este hecho nos muestra la apertura tan grande de San Antonio a las
inspiraciones del Espíritu Santo y a las obras y señales de Dios.
Al siguiente año, Antonio pasó la prueba de fuego de la castidad en
una tentación que le sobrevino un día en que yacía enfermo en la cama. Vio que
la Virgen se le aparecía y, mostrándole una corona, le decía: "Antonio,
esta corona será tuya si vences". De repente, todas las imágenes obsesivas
desaparecieron. Siempre la Virgen Santísima sale a la defensa y auxilio de sus
hijos.
Bajo la acertada guía del obispo Corcuera el ambiente del Seminario
era óptimo. En él trabó amistad con Jaime Balmes, que se ordenaría de Diácono
en la misma ceremonia en que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue en esta época
cuando Claret entró en un profundo contacto con la Biblia, que le impulsaría a
un insaciable espíritu apostólico y misionero.
Sacerdote: A los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray
Juan José de Tejada, ex-general de los Mercedarios, le confería, por fin, el
sagrado orden del Presbiterado, junto con otros compañeros seminaristas. Su
primera misa la celebró en la parroquia de Sallent el día 21 de junio, con gran
satisfacción y alegría de su familia. Su primer destino fue precisamente
Sallent, su ciudad natal.
A la muerte de Fernando VII la situación política española se había agravado.
Los constitucionales, imitadores de la Revolución francesa, se habían adueñado
del poder. En las Cortes de 1835 se aprobaba la supresión de todos los
Institutos religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia y se
azuzó al pueblo para la quema de conventos y matanza de frailes. Contra este
desorden pronto se levantaron las provincias de Navarra, Cataluña y el País
Vasco, estallando la guerra civil entre carlistas e isabelinos.
Pero Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y
alma a los quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes dificultades que le
suponía el ambiente hostil de su ciudad natal. Su caridad no tenía límites. Por
eso, los horizontes de una parroquia no satisfacían el ansia apostólica de
Claret. Consultó y decidió ir a Roma a inscribirse en "Propaganda
Fide", con objeto de ir a predicar el Evangelio a tierras de infieles...
Corría el mes de septiembre de 1839. Tenía 31 años.
En Roma busca su identidad misionera: Con un hatillo y sin dinero, a
pie, un joven cura atravesó los Pirineos camino de la ciudad eterna. Llegado a
Marsella tomó un vapor a Roma. Ya en la ciudad eterna, Claret hizo los
ejercicios espirituales con un padre de la Compañía de Jesús. Y se sintió
llamado a ingresar como novicio jesuita; había ido a Roma para ofrecerse como
misionero del mundo, pero Dios parecía no quererle ni misionero "ad
gentes" ni tampoco jesuita. Una enfermedad -un fuerte dolor en la pierna
derecha- le hizo comprender que su misión estaba en España. Después de tres
meses abandonó el noviciado por consejo del P. Roothaan.
Regresado a España, fue destinado provisionalmente a Viladrau,
pueblecito entonces de leñadores, en la provincia de Gerona. En calidad de
Regente (el párroco era un anciano impedido) emprendió su ministerio con gran
celo. Tuvo que hacer también de médico, porque no lo había ni en el pueblo ni
en sus contornos, utilizando yerbas y ungüentos medicinales para aliviar las
penas de los que venían a verle.
Misionero Apostólico en Cataluña: Como Claret no había nacido para permanecer en
una sola parroquia, su espíritu le empujó hacia horizontes más vastos. En julio
de 1841, cuando contaba con 33 años recibió de Roma el título de Misionero
Apostólico. Por fin era alguien destinado al servicio de la Palabra, al estilo
de los apóstoles. Esta clase de misioneros había desaparecido desde San Juan de
Avila. A partir de entonces su trabajo fue misionar. Vic iba a ser su
residencia. Claret, siempre a pie, con un mapa de hule, su hatillo y su
breviario, caminaba por la nieve o en medio de las tormentas, hundido entre
barrancos y lodazales. Se juntaba con arrieros y comerciantes y les hablaba del
Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas quedaron grabadas en todos los
caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida, Barcelona y las
iglesias de otras ciudades se abarrotaban de gente cuando hablaba el P. Claret.
Caminando hacia Golmes le invitaron a detenerse porque sudaba; él
respondía con humor: "Yo soy como los perros, que sacan la lengua pero
nunca se cansan".
"Padre, confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con tono
burlón. "Quien se ha de confesar eres tú -respondió Claret- que llevas 7
años sin hacerlo y te hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.
En otra ocasión sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista,
convirtiendo en alubias un fardo de tabaco ante unos carabineros que les
echaron el alto. La mayor sorpresa se la llevó el buen hombre cuando, al llegar
a su casa, observó que el fardo de alubias se había convertido de nuevo en
tabaco. Son algunas de las "florecillas claretianas" de aquella
época.
Otros hechos prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su
virtud de penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y que
procuraban impedir su labor misionera teniendo que salir en su defensa el
arzobispo de Tarragona. Pero su temple era de acero. Todo lo resistía y salía
airoso de todas las emboscadas que le tendían.
Además de la predicación, el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios
Espirituales al clero y a las religiosas, especialmente en verano. En 1844 ,
por ejemplo, los daba a las Carmelitas de la Caridad de Vic, asistiendo a ellos
Santa Joaquina Vedruna.
Durante este tiempo también publicó numerosos folletos y libros. De
entre ellos cabe destacar el "Camino Recto", publicado en 1843 por
primera vez y que sería el libro de piedad más leído del siglo XIX. Tenía 35
años. En 1847 fundaba junto con su amigo José Caixal, futuro obispo de Seu
D'Urgel y Antonio Palau la "Librería Religiosa". Ese mismo año
fundaba la
Archicofradía del Corazón de María y escribía los
estatutos de La Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y Amantes
de la Humanidad, compuesta por sacerdotes y seglares, hombres y mujeres.
Apóstol de las Islas Canarias: ( marzo 1848 - mayo 1849) El 6 de marzo de 1848
salía de Cádiz para las islas Canarias con el recién nombrado obispo D.
Buenaventura Codina. Tenía 40 años. Y es que tras la nueva rebelión armada de
1847 ya no era posible dar misiones en Cataluña. Desde el Puerto de la Luz de
Gran Canaria hasta los ásperos arenales de Lanzarote resonó la convincente voz
de Claret. Misionó Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Teror... El
milagro de Cataluña se repitió de nuevo. Claret tuvo que predicar en las
plazas, sobre los tablados, al campo libre, entre multitudes que lo acosaban. A
pesar de una pulmonía no cesó en su intenso trabajo. En Lanzarote da misiones
en Teguise y Arrecife.
Gastó 15
meses de su vida en las Canarias, y dejó atrás conversiones, prodigios,
profecías y leyendas. Los canarios vieron partir con lágrimas en los ojos un
día a su "padrito" y lo despidieron con añoranza. Era en los últimos
días de mayo de 1849. Aún perdura su recuerdo.
"Estos
canarios me tienen robado el corazón... será para mí muy sensible el día en que
los tendré que dejar para ir a misionar a otros lugares, según mi
ministerio" (Carta al obispo de Vic, 27 de sept.).
S. Antonio M.
Claret es Copatrono de la Diócesis de Canarias junto con la Virgen del Pino.
Fundador y director espiritual
Poco después, el 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una
celda del seminario de Vic fundaba San Antonio María Claret la Congregación de
los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Tenía 41 años. Eran los
Cofundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas
y Jaime Clotet.
"Hoy
comienza una gran obra" -dijo el P. Claret.
¿Cómo serán
los Hijos del Inmaculado Corazón de María?
"Un hijo
del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa
por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a
todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las
privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las
calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a
Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor
gloria de Dios y la salvación de las almas"
El Padre Claret sabía que era impulsado por
Dios; y Dios le reveló tres cosas:
1) Que la
Congregación se extendería por todo el mundo. 2) Que duraría hasta el fin de
los tiempos. 3) Que todos los que murieran en la Congregación se salvarían.
En la
espléndida floración de nuevos institutos religiosos que se operó en el siglo
XIX, fue el confesor real el más decidido colaborador que se encontraron casi
todos los fundadores y fundadoras de su tiempo. Con la Madre París ya había
fundado en Cuba el año 1855 el Instituto de Religiosas de María Inmaculada,
llamadas misioneras claretianas, para la educación de las niñas.
Bajo su
dirección espiritual se incluyen Santa Micaela del Santísimo Sacramento,
fundadora de las Adoratrices, y Santa Joaquina de Vedruna, fundadora de las
Carmelitas de la Caridad.
Intervino
directa o indirectamente en otras fundaciones. Se relacionó con Joaquím
Masmitjà, fundador de las Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María,
con D. Marcos y Dña. Gertrudis Castanyer fundadores de las Religiosas
Filipenses, con María del Sagrado Corazón fundadora de las Siervas de Jesús,
con Ana Mogas fundadora de las Franciscanas de la Divina Pastora. Le
encontramos con Fracesc Coll fundador de las Dominicas de la Anunciata. También
tuvo parte en la fundación de las Esclavas del Corazón de María, de la M.
Esperanza González. Y habría que añadir su influjo en la Compañía de Santa
Teresa, Religiosas de Cristo Rey, etc.
Todas estas
instituciones nacieron o germinaron gracias al P.Claret.
Arzobispo de Santiago de Cuba: (1851-1857) Un hecho de capital importancia puso
pronto en peligro su recién fundado Instituto. El P. Claret era nombrado
Arzobispo de Santiago de Cuba. Aceptó el cargo después de todos los intentos de
renuncia el 4 de octubre de 1849 y el día 6 de octubre de 1850 era consagrado
obispo en la catedral de Vic. Tenía 42 años. Antes de embarcarse para Cuba y
después de ir a Madrid a recibir el palio y la gran cruz de Isabel la Católica
efectuó tres visitas: a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de
Montserrat y a la Virgen de Fusimaña, en Sallent, su Patria chica. Y aún le dio
tiempo, antes de partir, para fundar las "Religiosas en sus Casas o las
Hijas del Inmaculado Corazón de María, actual Filiación Cordimariana." En
el puerto de Barcelona un inmenso gentío despidió al Arzobispo Claret con una
apoteósica manifestación.
En el viaje
hacia La Habana aprovechó para dar una misión a bordo para todos los pasajeros,
oficialidad y tripulación. Y al fin... Cuba. Seis años gastaría Claret en la
diócesis de Santiago de Cuba, trabajando incansablemente, misionando, sembrando
el amor y la justicia en aquella isla en la que la discriminación racial y la
injusticia social reinaban por doquier.
Fue un
Arzobispo evangelizador por excelencia. Renovó todos los aspectos de la vida de
la iglesia: sacerdotes, seminario, educación de niños, abolición de la
esclavitud... En cinco años realizó cuatro veces la visita pastoral de la
diócesis. El pueblo de Baracoa, por ejemplo, tenía 62 años que no veía obispo
alguno.
Se enfrentó a
los capataces, les arrancó el látigo de las manos... Un día reprendió a un rico
propietario que maltrataba a los pobres negros que trabajaban en su hacienda.
Viendo que aquel hombre no estaba dispuesto a cambiar de conducta, el Arzobispo
intentó darle una lección. Tomó dos trozos de papel, uno blanco y otro negro.
Les prendió fuego y pulverizó las cenizas en la palma de su mano. "Señor,
-le dijo- ¿podría decir qué diferencia hay entre las cenizas de estos dos
papeles? Pues así de iguales somos los hombres ante Dios".
El P. Claret
tenía una capacidad inventiva que denotaba un ingenio poco común. En Holguín se
organizaron fiestas populares. El número fuerte del programa era el lanzamiento
de un globo tripulado por un hombre. El artefacto aerostático era de los
primeros que se ensayaban en aquellos tiempos. No tuvo éxito; comenzó a
elevarse, pero el piloto perdió el control y cayó en un pequeño barranco. El
Arzobispo estudió el problema y un día sorprendió a todos: "Hoy he dado
con el sistema de la dirección de los globos". Y les mostró un diseño, que
todavía hoy se conserva.
Era un hombre práctico. Fundó en todas las parroquias instituciones
religiosas y sociales para niños y para mayores; creó escuelas técnicas y
agrícolas, estableció y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros, fundó
asilos, visitó cuatro veces todas las ciudades, pueblos y rancherías de su
inmensa diócesis. Siempre a pie o a caballo.
Pero ni
siquiera en Cuba le dejaron en paz sus enemigos. La tormenta de atentados llegó
al cúlmen en Holguín, donde fue herido gravemente por un sicario a sueldo de
sus enemigos, al que había sacado poco antes de la cárcel, cuando salía de la
iglesia. El P. Claret, casi agonizando, pidió que perdonaran al criminal. A
pesar de todo, sus enemigos siguieron sin perderle de vista.
Estas son las
palabras del propio Santo: "Yo bajé del púlpito fervorosísimo, cuando he
aquí que al concluir la función, había mucha gente y todos me saludaban. Se
acercó un hombre, como si me quisiera besar el anillo; pero al instante alargó
el brazo, armado con una navaja de afeitar, y descargó el golpe con todas su
fuerza. Pero yo llevaba la cabeza inclinada y con el pañuelo que tenía en la
mano derecha me tapaba la boca, en lugar de cortarme el cuello, como intentaba,
me rajó la cara, o mejilla izquierda, desde la frente a la oreja hasta la punta
de la barba, y de escape me cogió el brazo derecho.
Hecha la
primera cura, me llevaron a la casa. No puedo yo explicar el placer, el gozo y
alegría que sentía mi alma al ver que había logrado lo que tanto deseaba, que
era derramar la sangre por el amor de Jesús y de María y poder sellar con la
sangre de mis venas las verdades Evangélicas.
En la
curación de las heridas ocurrieron tres cosas prodigiosas: la primera fue la
curación momentánea de una fístula que los facultativos habían dicho que
duraría. Con el corte de la herida se rompieron completamente las glándulas
salivales. Tenían que operarme al día siguiente. Yo me encomendé a la Santísima
Virgen María, me ofrecí y resigné a la voluntad de Dios, y al instante quedé
curado.
El segundo
prodigio fue que la cicatriz del brazo quedó como una imagen de la Virgen
Dolorosa, de medio cuerpo, y además de relieve tenía colores blanco y morado.
Se fue desvaneciendo con los años.
El tercer
prodigio fue el pensamiento de la Academia de San Miguel, pensamiento que tuve
en los primeros días de hallarme en cama y que fue aprobada por el Papa Pío
IX."
Los católicos de Cuba lo recuerdan con
profundo cariño y veneración.
Confesor de la Reina Isabel II y Misionero en la Corte y en España:
(1857-1868). Al cabo de seis años en Cuba un día le entregaron un despacho
urgente del capitán general de La Habana en el que se le comunicaba que su
Majestad la Reina Isabel II le llamaba a Madrid. Era el 18 de marzo de 1857.
Llegado a Madrid, supo el P. Claret que su cargo era definitivamente
el de confesor de la Reina. Contrariado aceptó, pero poniendo tres condiciones:
no vivir en palacio, no implicarle en política y no guardar antesalas teniendo
libertad de acción apostólica.
Tenía 49 años cuando regresó de Cuba. Pero Claret no había nacido
para cortesano. En los 11 años que permaneció en Madrid, su actividad
apostólica en la Corte fue intensa y continuada. Pocas fueron las iglesias y
conventos donde su voz no resonara con fuerza y convicción. Desde la iglesia de
Italianos, situada en la actual ampliación de las Cortes y desde la iglesia de
Montserrat, donde está situado actualmente el Teatro Monumental, desarrolló una
imparable actividad. Principalmente se hizo notar en sus misiones al pueblo y
en sus ejercicios al clero.
Restauró El Escorial y organizó en él un
centro de estudio.
"Pero en la corte me sentía como un pájaro enjaulado... como
perro atado... Tengo unos deseos tan grandes de salir de Madrid para ir a
predicar por todo el mundo que no lo puedo explicar... Sólo Dios sabe lo que
sufro... Cada día tengo que hacer actos de resignación conformándome a la
voluntad de Dios..."
"No
tengo reposo, ni mi alma halla consuelo sino corriendo y predicando"
Los viajes
con la Reina. Mientras la acompañaba en sus giras por España aprovechaba
también para desarrollar un intenso apostolado. A primeros de junio de 1858 la
real caravana rodaba por las llanuras de la Mancha, Alicante, Albacete,
Valencia... y en julio por Castilla, León, Asturias y Galicia.
El recorrido
por el sur fue de un entusiasmo extraordinario, llegando a predicar en un solo
día 14 sermones. El Reino de Dios era anunciado y el pueblo respondía con
generosidad. "En estos viajes, la Reina reúne a la gente y yo les
predico".
"Oh
Virgen Y Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro formado en la fragua de
vuestra misericordia y amor...
Presidente
del Monasterio de El Escorial: La Reina le nombró Presidente del Real
Monasterio de El Escorial para su restauración, dado su lastimoso estado a raíz
de la ley de exclaustración de 1835. Desempeñó este cargo desde el año 1859
hasta el año 1868. Corto tiempo, pero suficiente para dar muestras de su
talento organizador. Se repararon las torres y alas del edificio, así como la
gran basílica. Se restauraron el coro y los altares, se instalaron dos órganos,
se adquirió material científico para los gabinetes de Física y laboratorios de
Química, se restauró la destartalada biblioteca y se construyó otra nueva; se
repoblaron los jardines, se plantaron gran cantidad de árboles frutales y de
jardín. Con todo, el Arzobispo ponía anualmente en manos de la Reina un buen
superávit. Parecía un milagro.
Con la
restauración material emprendió la espiritual. Creó una verdadera Universidad
eclesiástica, con los estudios de humanidades y lenguas clásicas, lenguas
modernas, ciencias naturales, arqueología, escolanía y banda de música.
Estudios de Filosofía y Teología, con Patrística, Liturgia Moral y ciencias
Bíblicas, lenguas caldaica, hebrea, arábiga, etc. Hizo de este monasterio uno
de los mejores centros de España. Y gracias a su afán recuperó su esplendor la
octava maravilla del mundo.
Apóstol de la prensa: "Antonio,
escribe", -le dijeron Cristo y la Virgen-.
Como una enorme y sensible pantalla de radar, Claret escrutaba
continuamente los signos de los tiempos: "Uno de los medios que la
experiencia me ha enseñado ser más poderoso para el bien es la imprenta,
-decía-, así como es el arma más poderosa para el mal cuando se abusa de
ella".
Escribió unas
96 obras propias (15 libros y 81 opúsculos) y otras 27 editadas, anotadas y a
veces traducidas por él. Sólo si se tiene en cuenta su extrema laboriosidad y
las fuerzas que Dios le daba, se puede comprender el hecho de que escribiera
tanto llevando una dedicación tan intensa al ministerio apostólico. Claret no
era solamente escritor. Era propagandista. Divulgó con profusión los libros y
hojas sueltas. En cuanto a su difusión alcanzó cifras verdaderamente
importantes.
Jamás cobraba
nada de la edición y venta de sus libros; al contrario, invertía en ello
grandes sumas de dinero. ¿De dónde lo sacaba? De lo que obtenía por sus cargos
y de los donativos.
"No
todos pueden escuchar sermones... pero todos pueden leer..." "El
predicador se cansa... el libro siempre está a punto... Son los libros la
comida del alma..."
Entre el
centenar de obras de todos tamaños que escribió, destacan: "Avisos" a
toda clase de personas. "El camino recto" "El catecismo
explicado" "El colegial instruido"
"Los libros son la mejor limosna".
En el año 1848 había fundado la Librería Religiosa junto al
Dr.Caixal, futuro obispo de Seo de Urgel, precedida por la "Hermandad
espiritual de los libros buenos", que durante los años que estuvo bajo su
dirección hasta su ida a Cuba imprimió gran cantidad de libros, opúsculos y
hojas volantes, con un promedio anual de más de medio millón de impresos. En el
primer decenio de la fundación recibió la felicitación personal del Papa Pío
IX.
Aún sacerdote
fundó la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, cuya finalidad
era la de mantener permanentemente la difusión de los libros y constituyó uno
de los primeros ensayos de apostolado seglar activo por estar integrada por
sacerdotes y seglares de ambos sexos.
Una de sus
obras más geniales fue la fundación de la Academia de San Miguel (1858). En
ella pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo
y las organizaciones católicas; artistas, literatos y propagandistas de toda
España para la causa del Señor. Gracias a su prestigio consiguió reunir en ella
las figuras más representativas del campo católico español. En nueve años se
difundieron gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y se
repartió un número incalculable de hojas sueltas.
Y fundó las
bibliotecas populares en Cuba y en España. Más de un centenar llegaron a
funcionar en España en los últimos años de su vida.
Bien merece el P.Claret el título de apóstol de la prensa.
Un hombre Santo: La suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret
vivir como el religioso más observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a la
oración. Su austeridad era proverbial y su sobriedad para las comidas y
bebidas, admirable.
Este era su
horario. Dormía apenas seis horas levantándose a las tres de la mañana. Antes
que se levantaran los demás tenía dos horas de oración y lectura de la Biblia,
luego otra hora con ellos, celebraba su Eucaristía y oía otra en acción de
gracias, desde el desayuno hasta las diez confesaba y luego escribía. Lo que
peor soportaba era la hora de audiencia hacia las doce. Por la tarde predicaba,
visitaba hospitales, cárceles, colegios y conventos.
Su pobreza
era ejemplar. Un día se llevó un susto al llevarse la mano al bolsillo. Le
pareció haber encontrado una moneda, pero enseguida se repuso, no era una
moneda, sino una medalla. En una ocasión no teniendo otra cosa para poder
auxiliar a un pobre empeñó su cruz arzobispal.
San Antonio
era un verdadero místico. Varias veces se le vio en estado de profundo
ensimismamiento ante el Señor. Un día de Navidad, en la iglesia de las
adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño Jesús en sus brazos.
En Intimidad
con el Señor: La clave de toda la espiritualidad de San Antonio es el amor al
Santísimo Sacramento, que devoró su corazón durante toda su vida. Este amor es
el que le hace transformarse en Cristo, en Cristo paciente y sacrificado.
Desde niño acudía
con frecuencia a la Santa Misa, reconociendo a Cristo realmente presente en la
Eucaristía, fuente de toda su vida.
Dice San
Antonio: "Sentía cómo el Señor me llamaba y me concedía el poder
identificarme con El. Le pedía que hiciese siempre su voluntad.
La vivencia
de la presencia de Jesús en la Eucaristía, en la celebración de la Misa o en la
adoración de Jesús Sacramentado era tan profunda que no la sabía explicar.
Sentía y siento su presencia tan viva y cercana que me resulta violento
separarme del Señor para continuar mis tareas ordinarias".
Un privilegio
incomparable del que fue objeto fue la conservación de las especies
sacramentales de una comunión a otra durante nueve años. Así lo escribió en su
Autobiografía:
"El día
26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La
Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la
conservación de las especies sacramentales, y tener siempre día y noche el
santísimo sacramento en mi pecho. Desde entonces debía estar con mucho más
devoción y recogimiento interior. También tenía que orar y hacer frente a todos
los males de España, como así me lo manifestaba el Señor en otras
oraciones."
Esta
presencia, casi sensible, de Jesús en el P. Claret debió ser tan grande, que
llegó a exclamar: "En ningún lugar me encuentro tan recogido como en medio
de las muchedumbres".
Devoción a la Virgen María, Madre y Maestra:
Desde niño, la devoción y el amor a la Santísima Virgen marcaron la
vida de San Antonio. La Virgen Santísima era para él la estrella que le guiaba
en su vida. Siempre la visitaba en el altar de su parroquia y se imaginaba que
sus oraciones subían al cielo por unos "hilos misteriosos". Le
gustaba visitar a la Santísima Virgen en su santuario de Fusimaña.
De niño,
todos los días rezaba una parte del Santo Rosario y cuando mayor lo rezaba
completo, los quince misterios todos los días. Era gran devoto del Santo
Rosario a tal punto que la Virgen le dijo un día: "Tú serás el Domingo de
estos tiempos. Promueve el Santo Rosario"
Pasaba largo
tiempo frente a una imagen de la Virgen haciendo sus oraciones y rezos, y
hablándole con cordialidad y confianza, porque estaba convencido de que la
Santísima Virgen lo escuchaba...
En obsequio a
la Virgen María se abstenía no sólo de pecados mortales, sino hasta de
veniales, de faltas e imperfecciones, y aún se abstenía de cosas lícitas, solo
para mortificarse y abstenerse de alguna cosa en obsequio a María Santísima.
El amaba a
María, pero María le amaba más a él, pues siempre le concedía lo que pedía y
aún cosas que nunca pidió, le concedió. La Virgen Santísima lo libró de
enfermedades, de peligros y aun de la muerte muchas veces, por mar o por
tierra; le libró de tentaciones y de ocasiones de pecar.
Decía el
Santo: "Ya veis cuanto importa ser devoto de María Santísima. Ella os
librará de males y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los bienes
terrenales y eternos. ...Rezadle el Santo Rosario todos los días con devoción y
fervor y veréis como María Santísima será vuestra Madre, vuestra abogada,
vuestra medianera, vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús".
En otro lado
dice: "Ni en mi vida personal, ni en mis andanzas misioneras podía
olvidarme de la figura maternal de María. Ella es todo corazón y toda amor.
Siempre la he visto como Madre del Hijo amado y esto la hace Madre mía, Madre
de la Iglesia, Madre de todos. Mi relación con María siempre ha sido muy íntima
y a la vez cercana y familiar, de gran confianza. Yo me siento formado y
modelado en la fragua de su amor de Madre, de su Corazón lleno de ternura y
amor. Por eso me siento un instrumento de su maternidad divina. Ella está
siempre presente en mi vida y en mi predicación misionera. Para mí, María, su
Corazón Inmaculado, ha sido siempre y es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi
modelo, mi Maestra, mi todo después de Jesús".
"Oh
Virgen Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro, formado en la fragua de
vuestra misericordia y amor...
Un hombre
perseguido: No es de extrañar que un hombre de la influencia del P. Claret, que
arrastraba a las multitudes, atrajera también las iras de los enemigos de la
Iglesia. Pero las amenazas y los atentados se iban frustrando uno a uno, porque
la Providencia velaba sobre él que se alegraba en las persecuciones. Fueron numerosos
los atentados personales que sufrió en vida. La mayor parte frustrados por la
conversión de los asesinos.
Pero fue peor
la campaña difamatoria que se organizó a gran escala por toda España para
desacreditarlo ante las gentes sencillas. Se le acusó de influir en la
política, de pertenecer a la famosa "camarilla" de la Reina con Sor
Patrocinio, Marfori y otros, de ser poco inteligente, de ser obsceno en sus
escritos refiriéndose a "La Llave de Oro", de ser ambicioso y aún de
ladrón. Pero Claret supo callar, contento de sufrir algo por Cristo.
Ante el
reconocimiento del Reino de Italia: El 15 de julio de 1865, el gobierno en
pleno se reunía en La Granja para arrancar a la Reina su firma sobre el
reconocimiento del Reino de Italia, que equivalía a la aprobación del expolio
de los Estados pontificios.
El P. Claret
ya había advertido a la Reina que la aprobación de este atropello era, a su
parecer, un grave delito, y la amenazó con retirarse si lo firmaba. La Reina,
engañada, firmó. Claret no quiso ser cómplice permaneciendo en la corte. Oró
ante el Cristo del Perdón, en la iglesia de La Granja, y escuchó estas
palabras: "Antonio, retírate".
Transido de
dolor al verse obligado a abandonar a la Reina en aquella situación, se dirigió
a Roma. Allí el Papa Pío IX le consoló y le ordenó que volviera otra vez a la
corte. La familia real se alegró inmensamente de su retorno. Pero una nueva
tempestad de calumnias y de ataques se desencadenó contra él. Se puede decir de
Claret que fue uno de los hombres públicos más perseguidos del siglo XIX.
Desterrado:
El 18 de septiembre de 1868, la revolución, ya en marcha, era incontenible.
Veintiún cañonazos de la fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz, anunciaron el
destronamiento de la Reina Isabel II. Con la derrota del ejército isabelino en
Alcolea caía Madrid, y la revolución, como un reguero de pólvora, se extendió
por toda España.
El día 30, la
familia real, con algunos adictos y su confesor, salía para el destierro en
Francia. Primero hacia Pau, luego París. El P. Claret tenía 60 años.
Los desmanes
y quema de iglesias se prodigaron, cumpliéndose otra de las profecías del P.
Claret: la Congregación tendrá su primer mártir en esta revolución. En La Selva
del Camp caía asesinado el P.Crusats.
El 30 de marzo de 1869 Claret se separaba definitivamente de la
Reina y se iba a Roma.
Padre del Concilio Vaticano I: El día 8 de diciembre de 1869
comenzaron a llegar a Roma 700 obispos de todo el mundo, superiores de órdenes
religiosas, arzobispos, primados, patriarcas y cardenales. Comenzaba el
Concilio Ecuménico Vaticano I. Allí estaba el P. Claret.
Uno de los
temas más debatidos fue la infalibilidad pontificia en cuestiones de fe y
costumbres. La voz de Claret resonó en la basílica vaticana:
"Llevo
en mi cuerpo las señales de la pasión de Cristo, -dijo, aludiendo a las heridas
de Holguín-; ojalá pudiera yo, confesando la infalibilidad del Papa, derramar
toda mi sangre de una vez".
Es el único
Padre asistente a aquel Concilio que ha llegado a los altares.
El ocaso de
sus días: El 23 de julio de 1870, en compañía del P. Xifré, Superior General de
la Congregación, llegaba el Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo francés.
La Comunidad de misioneros en el destierro, en su mayoría jóvenes estudiantes,
recibió con gran gozo al fundador, ya enfermo. El sabía que su muerte era
inminente. Pero ni siquiera en el ambiente plácido de aquel retiro le dejaron
en paz sus enemigos. El día 5 de agosto se recibió un aviso. Querían apresar al
señor Arzobispo. Incluso en el destierro y enfermo, el P. Claret tuvo que huir.
Se refugió en el cercano monasterio cisterciense de Fontfroide. En aquel
cenobio, cerca de Narbona, fue acogido con gran alegría por sus moradores.
"Me
parece que ya he cumplido mi misión, en París y en Roma he predicado la ley de
Dios... En París como capital del mundo, en Roma capital del catolicismo, lo he
hecho de palabra y por escrito, he observado la santa pobreza...
Su salud
estaba completamente minada. El P. Clotet no se separó de su lado y anotó las
incidencias de la enfermedad. El día 4 de octubre tuvo un ataque de apoplejía.
El día 8
recibió los últimos sacramentos e hizo la profesión religiosa como Hijo del
Corazón de María, a manos del P. Xifré.
Llegó el día 24
de octubre por la mañana. Todos los religiosos se habían arrodillado alrededor
de su lecho de muerte. Junto a él, los Padres Clotet y Puig. Entre oraciones
Claret entregó su espíritu en manos del Creador. Eran las 8:45 de la mañana y
tenía 62 años.
Su cuerpo fue
depositado en el cementerio monacal con una inscripción de Gregorio VII que
rezaba: "Amé la justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el
destierro".
Glorificado:
Los restos del P. Claret fueron trasladados más tarde a Vic, en 1897,
donde se veneran. El 25 de febrero de 1934 la Iglesia le inscribió en el número
de los beatos. El humilde misionero apareció a la veneración del mundo en la
gloria de Bernini. Las campanas de la Basílica Vaticana pregonaron su gloria.
Y el 7 de
mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel
memorable día:
"San
Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes:
pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo,
pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer
respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la
suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia.
Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad
exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas
maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de
Dios".
(fuente: corazones.org)
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