lunes, 29 de octubre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 DE OCTUBRE - MARTES – 30ª - SEMANA DEL T.O. – B – San Marcelo de León



30  DE OCTUBRE  - MARTES –
30ª - SEMANA  DEL T.O. – B –

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,21-33):
Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada.
Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.

Palabra de Dios

Salmo: 18,2-3.4-5

R/. Dichosos los que temen al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,18-21):
En aquel tiempo, decía Jesús:
«- ¿A qué se parece el reino de Dios?
- ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió:
 « - ¿A qué compararé el reino de Dios?
Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»

Palabra del Señor

1.  Las parábolas del grano de mostaza y de la levadura no se refieren directamente al éxito y el triunfo final del Reino de Dios, que llegará a ser un árbol grande y acogedor y que terminará transformando la masa entera. Estas dos parábolas no tienen su centro y clave de explicación en el resultado fina sino en el medio o procedimiento con el que se podrá alcanzar ese final feliz.

2.  Ahora bien, el procedimiento mediante el cual el Reino de Dios puede crecer y así transformar la masa entera de este mundo no es lo visible, sino lo invisible.
No es lo que brilla y luce, sino lo que se oculta y desaparece, porque la pequeñez del grano de mostaza    tiene que ser sembrada y sepultada debajo de tierra. De la misma manera que la levadura tiene que perderse en la masa y fundirse con ella.  
Solamente desapareciendo es como grano de mostaza y la levadura transforman, dan vida, crecen y   maduran.
Los afanes de subir, ser notorio, trepar no hacen bien a nadie, sino que, a lo más que se llega, es a engañar o sencillamente teatralizar la vida, la religión
y la fe.

3.  Jesús no elogia aquí la humildad, la pequeñez o la sencillez. Es decir, Jesús no elogia aquí esas virtudes cristianas. Lo que Jesús afirma y exige es la laicidad. Porque reconoce y enseña que cuando el grano de    mostaza se funde con la tierra; y cuando la levadura se funde con la masa, entonces es cuando producen su fruto o causan su efecto.
Las religiones tienen la tendencia de destacar su presencia en la sociedad, a situarse por encima de las instituciones civiles, y a dictar las normas y valores que deben regir la vida y la convivencia social. Porque "lo sagrado" es considerado como la última referencia a la que se tiene que subordinar "lo profano", "lo civil" y "lo laico".
Lo que así se consigue -si es que se consigue- es   dominar en la sociedad, pero no transformar la sociedad.  Pero Jesús no quiere que el cristianismo sea un principio de nación, sino una fuerza de transformación.

San Marcelo de León

En Tánger, de Mauritania, pasión de san Marcelo, centurión, que el día del cumpleaños del emperador, mientras los demás sacrificaban, se quitó las insignias de su función y las arrojó al pie de los estandartes, afirmando que por ser cristiano no podía seguir manteniendo el juramento militar, pues debía obedecer solamente a Cristo, e inmediatamente fue degollado, consumando así su martirio.
Marcelo fue un Centurión que, según parece, pertenecía a la Legio VII Gemina y el lugar de los hechos bien pudo ser la ciudad de León.

Su proceso tuvo lugar en dos pasos: primero en España, ante el presidente o gobernador Fortunato (28 de Julio del 298) y en Tánger el definitivo, ante Aurelio Agricolano (30 de Octubre del mismo año).
Fortunato envió a Agricolano el siguiente texto causa del juicio contra Marcelo: «Manilio Fortunato a Agricolano, su señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores».
Ante Fortunato, Marcelo explica su actitud diciendo que era cristiano y no podía militar en más ejército que en el de Jesucristo, hijo de Dios omnipotente.
Fortunato, ante un hecho de tanta gravedad, creyó necesario notificarlo a los emperadores y césares y enviar a Marcelo para que lo juzgase su superior, el viceprefecto Agricolano. En Tánger, y ante Agricolano, se lee a Marcelo el acta de acusación, que él confirma y acepta, por lo que es condenado a la decapitación.

La leyenda -no necesariamente falsa- abunda en algunos detalles que, si bien no son necesarios para el esclarecimiento del hecho, sí lo explicita, o al menos lo sublima para estímulo de los cristianos. Así, se añade la puntualización de que se trataba de un acto oficial y solemne en que toda la tropa militar estaba dispuesta para ofrecer sacrificios a los dioses paganos e invocar su protección sobre el Emperador.



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