10 DE
OCTUBRE - MIÉRCOLES
27ª - SEMANA DEL T.O. – B –
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas
(2,1-2.7-14):
Transcurridos
catorce años, subí otra vez a Jerusalén en compañía de Bernabé, llevando
también a Tito. Subí por una revelación. Les expuse el Evangelio que predico a
los gentiles, aunque en privado, a los más representativos, por si acaso mis
afanes de entonces o de antes eran vanos. Al contrario, vieron que Dios me ha
encargado de anunciar el Evangelio a los gentiles, como a Pedro de anunciarlo a
los judíos; el mismo que capacita a Pedro para su misión entre los judíos me
capacita a mí para la mía entre los gentiles.
Reconociendo, pues, el don que he recibido, Santiago, Pedro y
Juan, considerados como columnas, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal
de solidaridad, de acuerdo en que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a
los judíos. Una sola cosa nos pidieron: que nos acordáramos de sus pobres, esto
lo he tomado muy a pecho. Pero cuando Pedro llegó a Antioquía, tuve que
encararme con él, porque era reprensible. Antes de que llegaran ciertos
individuos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron
aquéllos, se retrajo y se puso aparte, temiendo a los partidarios de la
circuncisión. Los demás judíos lo imitaron en esta simulación, tanto que el
mismo Bernabé se vio arrastrado con ellos a la simulación.
Ahora que cuando yo vi que su conducta no cuadraba con la verdad
del Evangelio, le dije a Pedro delante de todos:
«Si tú, siendo judío, vives a lo gentil y no a lo judío, ¿cómo
fuerzas a los gentiles a las prácticas judías?»
Palabra de Dios
Salmo:116,1.2
R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Alabad al
Señor, todas las naciones,
aclamadlo,
todos los pueblos. R/.
Firme es
su misericordia con nosotros,
su
fidelidad dura por siempre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-4):
Una vez
que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos
le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo:
«Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre,
venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros
pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no
nos dejes caer en la tentación."»
Palabra del Señor
1. Los
evangelios sinópticos hablan con frecuencia de la oración de Jesús (Mt 14, 23;
19, 13; 26, 36-44; Mc 1, 35; 6, 46; 14, 32-39; Lc 3, 21; 5, 16; 6, 12; 9, 18.
29 s; 11, 1; 22, 41-45).
La oración era importante para Jesús. Se puede
afirmar que era fundamental en su vida. Es más, si Jesús tuvo la intimidad que
tuvo con el Padre, y si habló de Él como sabemos, eso se debe a la profunda
familiaridad que tuvo con Él. Sin oración, Jesús hubiera sido otro hombre y no
hubiera podido hacer lo que hizo.
2. El
discípulo le pide a Jesús que les enseñe a orar "como Juan enseñó a sus
discípulos".
La forma de orar de un grupo religioso es una
de las cosas que más claramente caracterizan al grupo y más unido lo mantienen (J. Jeremias).
Pues bien, aquí no encontramos con algo
sorprendente: Jesús, lo mismo que Juan, nunca
vincularon su oración o su espiritualidad al templo, al culto religioso,
a la dirección de sacerdotes y teólogos
del tiempo.
Jesús oró siempre en la soledad del campo, del
monte, donde nadie lo veía. Y, por lo visto, nunca
hablaba
de su vida de oración. Fue un discípulo el que tuvo la iniciativa de que les
hablara de eso. La oración se enseña con el ejemplo personal, antes que de
ninguna
otra forma.
3. El
"Padre nuestro", antes que una lista de necesidades señala una escala
de valores.
Es decir, el "Padre nuestro" es una
guía de lo que ante todo le tiene que interesar al cristiano: que se respete el
santo nombre del Padre, que venga y su Reino a este mundo, que no falte para
nadie el pan "para la subsistencia" (A. Fitzmyer), que nos perdone de
la misma manera que nosotros perdonamos y
que no permita que "tropecemos" en la vida.
Esta escala de valores da qui pensar. Y, por supuesto, este mundo sería distinto si
esta escala de valores se metiera en nuestras entrañas de tal forma, que no
soportáramos que hay, criaturas que se mueren
de hambre o en la soledad más espantosa.
En definitiva: orar es desear. El que reza es
porque desea algo. De ahí que el
"Padrenuestro" es una ordenación de nuestros deseos. Es cristiano el
que desea lo que esta oración nos dice qué debemos pedir.
Santo Tomás de Villanueva
Le llamaban "el divino Tomás", Era un inmenso predicador,
que había nacido en Fuenllana (Ciudad Real) en 1486, de padres caritativos, de
los que heredó su amor por los pobres: “Madre, le dijo Tomás, ya podéis dejar
pan abundante en la panera; pues si no tenéis cuidado, pronto no habrá una sola
gallina en el gallinero”. Vivió sus primeros años en Villanueva de los
Infantes, de donde recibirá el “nombre”. A los quince años, fue enviado a
estudiar a la Universidad renacentista de Alcalá, de la que llegó a ser maestro,
con una vasta competencia en las ciencias humanas y sagradas. Allí obtuvo, el
título de “Maestro” de lógica, física y metafísica. Continuó estudiando
teología durante tres cursos. Bachiller en artes y Licenciado en Teología, le
encargaron la Cátedra de Lógica. Sus estudios en Alcalá, le habían dejado una
profunda impronta humanística. Poseía una inteligencia excepcionalmente lúcida
y un criterio muy práctico para dar opiniones sobre temas difíciles. Pero tuvo
que ejercitarse continuamente para adquirir una buena memoria y luchar mucho
para que las distracciones no le alejaran de los temas que quería tratar.
FRAILE AGUSTINO
En Salamanca viste el hábito de la Orden de San Agustín, que, por
aquellos mismos días, Lutero tira a las zarzas. Se ordena de Sacerdote en 1518.
Fue nombrado Prior de Salamanca, Provincial de Andalucía, Prior de Burgos;
Provincial de Castilla, Prior de Burgos. Carlos V, que siente por él una
especial predilección y le considera una persona clave para la reforma de su
reino, le nombra predicador y consejero suyo.
El emperador Carlos V le había ofrecido el nombramiento de arzobispo
de Granada, pero él no lo aceptó. Un día el emperador le dijo a su secretario:
Escriba: "Arzobispo de Valencia, será el Padre...", y le dictó el
nombre de otro sacerdote. Cuando fue a firmar el decreto leyó que el secretario
había escrito: "Arzobispo de Valencia, Tomás de Villanueva".
"¡Pero este no fue el que yo le dicté!", dijo el emperador.
"Perdone, señor" – le respondió el secretario. "Me pareció
haberle oído ese nombre. Pero lo borraré". "No, no lo borre, dijo
Carlos V, el otro era el que yo pensaba elegir, pero éste es el que Dios quiere
que sea elegido". Y mandó que lo llamaran para darle noticia del
nombramiento. Tomás se negó a obedecer al emperador. Sólo aceptó tan alto cargo
cuando su superior se lo mandó bajo obediencia.
ENTRADA
EN VALENCIA
Llegó a Valencia de noche mientras caía un fortísimo aguacero,
acompañado solamente por un religioso. Pidió que lo hospedaran por caridad en
el convento de los Padres Agustinos, diciendo que le bastaba una estera en el
suelo para dormir. Antes de tomar posesión del arzobispado hizo seis días de
retiro, oración y penitencia en el convento. Los sacerdotes de la ciudad le
obsequiaron con 4000 monedas de plata que entregó al hospital diciendo:
"los pobres necesitan esto más que yo. ¿Qué lujos y comodidades puede
necesitar un sencillo fraile y religioso como soy yo?". Lo criticaban
porque usaba una sotana muy vieja y desteñida, y él respondía: "Lo
importante no es una sepultura. Lo importante es embellecer el alma que nunca
se va a morir". Le costó mucho al clero catedralicio que aceptara un
sombrero de seda, pero a él le parecía que los pobres se lo reclamaban. Y
muchas veces enseñaba el sombrero con sonrisa de burla, diciendo:”Aquí tenéis
mí dignidad episcopal. Mis señores, los canónigos, han creído que no podía ser
obispo sin esto”.
SITUACION
DE LA DIOCESIS
Valencia, vivía unas condiciones espirituales deplorables, después de
un siglo sin un Obispo residente, con muchos clérigos en situación irregular y
atenazada por la agitación morisca. Tomás busca la recristianización de la
diócesis. Para ello funda el colegio-seminario de la Presentación en 1550, para
formar al clero. Tiene muy claro que un Arzobispo sin la ayuda de los
sacerdotes, limita mucho su influencia pastoral. Debe cuidar, atender, animar,
santificar a sus sacerdotes. Eso, que cuesta tanto a ciertas personas y que yo
no puedo entender. Lo que más le interesaba era transformar a sus sacerdotes. A
los menos cumplidores se los ganaba a base de consejos y peticiones amables y
los hacía mejorar. A uno que no quería cambiar, lo llamó a su palacio y le
dijo: "Yo soy el que tengo la culpa de que usted no quiera enmendarse.
Porque no he hecho penitencias por su conversión, por eso no ha cambiado".
Y quitándose la camisa empezó a darse latigazos hasta derramar sangre. El otro
se arrodilló llorando y le pidió perdón y mejoró totalmente su conducta. ¿Qué
no puede hacer un Arzobispo si se gana la confianza sincera y cordial de sus
sacerdotes? No se debe preocupar de que los sacerdotes no le quieran sino de si
es él el que quiere de verdad a sus sacerdotes.
PREDICADOR
FORMIDABLE
El emperador Carlos V al oírle predicar exclamaba: "Este obispo
conmueve hasta las piedras". Y cuando estaba en la ciudad, nunca faltaba a
sus sermones. Su predicación producía cambios impresionantes en los oyentes, y
aun hoy día conmueven a quienes los leen. La gente decía que Tomás de
Villanueva era como un nuevo apóstol San Pablo. Fue el “predicador” más grande
de su tiempo, pero su fuerza más que en la palabra, la ejercía con el ejemplo
de su vida, que es lo que definitivamente convencía. Contemporáneo suyo será
Fray Juan de Sahagún en Salamanca. Los dos impresionantes predicadores, éste
más gracioso, hasta quizá pasarse, Tomás más serio, como fiel cumplidor de las
normas dadas a los predicadores por Fray Luís de Granada: “Nada digan de lo que
puedan con razón ofenderse los oyentes; nada digan con insolencia, nada con
arrogancia, nada con descaro, nada con desvergüenza, nada injurioso, nada soez,
nada chocarreramente, nada bajo, nada licenciosa, indecente y viciosamente,
sino que todo el carácter de la oración represente modestia, humanidad,
caridad, celo y un deseo fervoroso de la verdadera caridad.
SUS
ACTIVIDADES COMO ARZOBISPO
El Arzobispo convoca un Sínodo y visita todas las parroquias,
actuando con mano enérgica y paternal. Envió misioneros al Perú. Encuentra su
inspiración en las enseñanzas del Buen Pastor, en San Pablo y en los grandes
obispos. Será llamado el “San Bernardo español” por su profundidad teológica
sobre la Virgen. Se distinguió por su asistencia a los pobres y enfermos y
decía que la cama de un enfermo es como la zarza ardiente de Moisés, en la cual
se logra encontrar con Dios y hablar con Él, entre las espinas de incomodidad
que lo rodean. La evangelización a los moriscos y la dedicación a la juventud,
también acaparó parte de sus energías. La intensa actividad afianzada en su
gran erudición, le consagra como uno de los hombres más respetados de su tiempo
y modelo del obispo. En Valencia, se mostró como verdadero modelo de buen
pastor, sobresaliendo por su caridad, pobreza, prudencia y celo apostólico. Se
le reconoce como “El Obispo de los pobres”, envió a América los primeros Padres
Agustinos que llegaron a México.
SU
ORACION MISTICA
Frecuentemente mientras celebraba la Santa Misa o rezaba los Salmos,
le sobrevenían los éxtasis y se olvidaba de todo lo que lo rodeaba y sólo
pensaba en Dios. En esos momentos el rostro le brillaba intensamente.
Predicando en Burgos contra el pecado, tomó en sus manos un crucifijo y
levantándolo gritó "¡Pecadores, mírenlo!", y no pudo decir más,
porque se quedó en éxtasis, y así estuvo un cuarto de hora, mirando hacia el
cielo, contemplando lo sobrenatural. Al volver en sí, dijo a la multitud que
estaba maravillada: "Perdonen hermanos por esta distracción. Trataré de
enmendarme". En un sermón de la Transfiguración, dijo: “En cuanto a mí me
ha sido dado, sin ningún mérito mío, subir con él hasta la santa montaña y
contemplar la gracia de su rostro, aunque sólo fuese de lejos, ¡con qué
lágrimas, con qué entusiasmo gritaba entonces: Señor, ¡bueno es estar aquí! No
permitáis que descienda jamás. No os alejéis, por favor. ¡Que sea así toda mi
vida, todos los días de mi vida! ¿Para qué quiero más?” Pero el camino de la
perfección no se ha de recorrer al vuelo, sino paso a paso: “Non pervolanda,
sed perambulanda est”.
ATIENDE
A TODOS
Aunque dedicaba muchas horas a rezar y a meditar, su secretario tenía
la orden de llamarlo cuando alguna persona necesitara consultarle o pedirle
algo. A su palacio arzobispal acudían cada día centenares de pobres a pedir
ayuda, y nadie se iba sin recibir algún regalo o algún dinero. Especial cuidado
tenía el prelado para ayudar a los niños huérfanos. Y las muchachas pobres de
la ciudad, el día de su matrimonio recibía un buen regalo del arzobispo. A
quienes lo criticaban por dar demasiadas ayudas incluso a vagos, les decía:
"mi primer deber es no negar un favor a quien lo necesita, si en mi poder
está el hacerlo. Si abusan de lo que reciben, ellos responderán ante
Dios". A los ricos les insistía continua y fuertemente sobre el deber tan
grave que cada uno tiene de dar limosnas de todo lo que le sobre, en vez de
gastarlo en lujos y cosas inútiles. Decía a la gente: "¿En qué otra cosa
puedes gastar mejor tu dinero que en pagar tus pecados, haciendo limosna? Si
quieres que Dios oiga tus oraciones, tienes que escuchar la petición de ayuda
que te hacen los pobres. Debes anticiparte a repartir ayudas a los que no se
atreven a pedir".
Algunos le decían que debía ser más fuerte y lanzar maldiciones
contra los que vivían amancebados. Él respondía: "Hago todo lo que me es
posible por animarlos a que se pongan en paz con Dios y que no vivan en pecado.
Pero nunca quiero emplear métodos agresivos contra nadie". Si oía hablar
de otro respondía: "Quizás lo que hizo fue malo, pero probablemente sus
intenciones eran buenas".
SU
MUERTE
En septiembre de 1555 sufrió una angina de pecho e inflamación de la
garganta. Mandó repartir entre los pobres todo el dinero que había en su casa.
Hizo que le celebrara la Misa en su habitación, y exclamó: "Que bueno es
Nuestro Señor: a cambio de que lo amemos en la tierra, nos regala su cielo para
siempre". Y murió cuando tenía 66 años, el 8 de septiembre de 1555.
Beatificado en 1618, el Papa Alejandro VII lo canonizó en 1658. Sus restos se
conservan en la iglesia catedral de Valencia. Su fiesta se celebra el 10 de
Octubre.
(Fuente: jmarti.ciberia.es)
No hay comentarios:
Publicar un comentario