25 DE OCTUBRE
- JUEVES
29ª - SEMANA DEL T. O. – B –
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (3,14-21):
Doblo las
rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la
tierra, pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su
Espíritu robusteceros en lo profundo de vuestro ser, que Cristo habite por la
fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y
así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo
profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano.
Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios. Al que puede
hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con ese poder
que actúa entre nosotros, a él la gloria de la Iglesia y de Cristo Jesús por
todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios
Salmo: 32,1-2.4-5.11-12.18-19
R/. La misericordia del Señor llena la tierra
Aclamad,
justos, al Señor,
que
merece la alabanza de los buenos.
Dad
gracias al Señor con la cítara,
tocad en
su honor el arpa de diez cuerdas. R/.
Que la palabra
del Señor es sincera,
y todas
sus acciones son leales;
él ama la
justicia y el derecho,
y su
misericordia llena la tierra. R/.
Pero el
plan del Señor subsiste por siempre,
los
proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa
la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo
que él se escogió como heredad. R/.
Los ojos
del Señor están puestos en sus fieles,
en los
que esperan en su misericordia,
para
librar sus vidas de la muerte
y
reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya
ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz?
No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará
dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra
el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
Palabra del Señor
1. Jesús
utiliza la metáfora del fuego, que en la Biblia es la representación de una
teofanía: hablar de fuego es hablar de
una manifestación de Dios (Dn 7,
10;
Hech 7, 30; Ap 1, 14; 15, 2).
Con esta imagen del fuego, Jesús introduce el
tema
del bautismo, que, en la teología del evangelio de Lucas, es el "bautismo
en el Espíritu y el fuego" (Lc 3, 16; 12, 49 s).
Jesús afirma de esta manera que él es la
manifestación de Dios en el mundo. Pero lo manifiesta mediante el bautismo que
el mismo Jesús recibió. ¿Cuándo?
¿Cómo? En su muerte en la cruz
(Mc 10, 39). De ahí la "angustia" de Jesús hasta que llegara ese
momento. Por tanto, para Jesús, ser bautizado es ser crucificado, es decir,
sufrir y morir por el pueblo (O. Cullmann).
El bautismo es el acto por el que el cristiano
asume en la vida el mismo destino que asumió Jesús.
2. Ahora bien, cuando este destino se toma en
serio, inevitablemente sobrevienen los conflictos. Por eso Jesús dice que él no
ha venido a traer paz, sino
división.
¿Por qué?
Las
divisiones y los conflictos se producen por intereses
económicos,
por ideas políticas, por motivos éticos o por causa de las creencias
religiosas. Jesús se refiere a algo mucho más profundo y decisivo en la vida:
cuando una persona asume en la vida el
mismo destino que asumió Jesús, ponerse de parte de los últimos hasta llegar al
enfrentamiento mortal con los poderes políticos y religiosos, esa persona entra
en conflicto con su propia familia. Lo
tendrán por loco, como le pasó a Jesús (Mc 3, 21), lo despreciarán como a Jesús
(Mc 6, 4), no se fiarán de él, como hicieron con Jesús sus parientes (Jn 7, 5).
Es duro optar en serio por el pueblo. Es dura
la condición del cristiano, que, como Jesús,
revela a Dios en su opción por los últimos.
Es el destino de todos los que, a lo largo de
la historia, han tomado en serio el dolor de los más desamparados de este mundo.
3. En
esto consiste la "autoestigmatización" (G. Theissen) que define lo
que tiene que ser "la condición cristiana". No es la autodestrucción.
Todo lo contrario: es la condición
indispensable para poder alcanzar la bondad plena, que es lo que define el ser
cristiano.
Jesús desplazó la religión: la sacó de "lo
sagrado"
y
la puso en "lo laico", en la vida diaria, en la convivencia de todos
con todos. Pero eso solo es posible cuando se vive la bondad sin límites.
San Frutos de Segovia
En las cercanías de Segovia, en Hispania, san
Frutos, que llevó vida eremítica junto a una escarpada montaña (c. 715).
Vida de San Frutos de Segovia
San Frutos, Santa Engracia y San Valentín, mártires
Los cuerpos de San Frutos, Santa Engracia y San Valentín, venerados
por los cristianos segovianos, se conservaron en la ermita de San Frutos, cerca
de la actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo VIII hasta el siglo XI.
El rey Alfonso VI concedió esta ermita al monasterio de San Sebastián
de Silos —hoy Santo Domingo de Silos- para que la cuidasen y facilitasen la
creciente devoción del pueblo; se hizo escritura en el 1076. Los monjes
recomponen la ermita como de nuevo y la habilitan para que puedan vivir en ella
algunos monjes. Terminadas las obras en el año 1100, la consagra D. Bernardo,
el primer Arzobispo de Toledo. Está construida sobre roca escarpada, como
cortada a pico, a orillas del río Duratón, afluente del Duero. En ese nuevo
lugar se depositan las reliquias de los tres santos.
Restaurada Segovia y restituida a su dignidad episcopal, se pasan a
su catedral la mitad de las reliquias desde el monasterio de Silos, con
autorización y mandato del Arzobispo de Toledo, en el 1125.
Tan celosamente se guardan que se pierde el sitio donde fueron
depositadas hasta que se encontraron milagrosamente, en tiempos del celoso
obispo D. Juan Arias de Ávila.
En el año 1558 se depositaron finalmente en la nueva catedral. Allí,
en el trascoro, reposan los restos del Patrono de la Ciudad, teniendo por fondo
el retablo que trazó Ventura Rodríguez para el palacio de Riofrío y que Carlos
III donó para la catedral segoviana.
¿Quién fue el hombre que desde catorce siglos atrás es polo de
atracción de tantas generaciones de segovianos?
Nació Frutos, en el año 642, en el seno de una familia rica que tuvo
otros dos hijos con los nombres de Valentín y Engracia. Debió ser una familia
de profundas convicciones cristianas que supieron, con la misma vida,
inculcarlas a sus hijos. Sin que se sepa la causa, murieron los dos. Ahora los
tres jóvenes son herederos de unos bienes y comienzan a conocer en la práctica
la dureza que supone el ser fieles a los principios. Parece ser que tanto tedio
provocaron en ellos los vicios, maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de
su entorno humano, que Frutos les propone un cambio radical de vida. Los tres,
con la misma libertad y libre determinación deciden vender sus bienes y los dan
a los pobres. Dejaron la ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una
vida de la soledad, oración y penitencia por los pecados de los hombres. A la
orilla del río Duratón les pareció encontrar el lugar adecuado para sus
propósitos. Hacen tres ermitas separadas para lograr la deseada soledad y
dedicar el tiempo de su vida de modo definitivo al trato con Dios.
A partir de aquí se tiene noticias de Frutos cuando el estallido de
la invasión musulmana y su rápida dominación del reino visigodo. Frutos, en su
deseo de servir a Dios, intervino de alguna manera —y con vivo deseo de
martirio- en procurar la conversión de algunos mahometanos que se aproximaron a
su entorno; defendió a grupos de cristianos que huían de los guerreros
invasores; dio ánimos, secó lágrimas y alentó los espíritus de quienes se
desplazaban al norte; fue protagonista de algunos sucesos sobrenaturales y
murió en la paz del Señor, con el halo de santo, el año 715.
La misma historia refiere que sus hermanos Valentín y Engracia fueron
de los mártires decapitados por los sarracenos y sus cuerpos colocados con el
del Santo.
Lo que se sabe hoy del entorno en que viven y mueren estos santos
facilita cubrir las lagunas o los interrogantes que pueden presentarse. La
invasión musulmana, su rápido avance por el reino hispano-visigodo y el
martirio de cristianos tuvieron su génesis. La unidad del reino tan lograda por
la conversión del arrianismo a la fe católica de Recaredo en el 589 presentaba
ahora una falsa cohesión por su fragilidad. Los clanes de nobles, civiles y
eclesiásticos, con intereses políticos y económicos contrapuestos, tratan de
controlar cada uno alternativamente el trono de Toledo y son una fuente
continua de conflictos. La nobleza que en un principio recibió unos territorios
para ejercer en ellos funciones administrativas, fiscales y militares, al
hacerse hereditarias, quedan prácticamente privatizadas con detrimento
progresivo de las funciones públicas características de un estado centralizado
y llevan a la fragmentación del poder del monarca. La clase aristócrata asienta
aún más la diferencia social con el pueblo cada vez más pobre, indefenso,
desorientado, abandonado y hastiado del lujo de sus señores. Hay que añadir
desastres naturales que asolan el país especialmente desde el reinado de
Kindasvinto (642-653) como epidemias que diezmaban a la población, plagas de
langostas, sequía, pestes y despoblamiento. El vicio, la amoralidad y
desenfreno reina en la sociedad al amparo de lo que sucede en las casas de la
nobleza. A la muerte de Witiza, los partidarios de Akhila, su hijo primogénito,
no consiguen ponerlo en el trono ocupado por D. Rodrigo, duque de la Bética, y
piden ayuda a los bereberes. El desastre de Guadalete del 711 hizo que lo que
fue una simple ayuda de los moros capitaneados por Tariq se convirtiera en toda
una invasión y conquista posterior que colma los planes estratégicos del Islam
por la decrepitud que se había ido gestando en el interior del reino visigodo.
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