9 DE OCTUBRE - MARTES –
27ª - SEMANA DEL
T.O. – B –
San Luis Bertrán, presbítero dominico
Lectura de la carta del apóstol Pablo a los Gálatas (1,13-24):
Habéis
oído hablar de mi conducta pasada en el judaísmo: con qué saña perseguía a la
Iglesia de Dios y la asolaba, y me señalaba en el judaísmo más que muchos de mi
edad y de mi raza, como partidario fanático de las tradiciones de mis
antepasados. Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me
llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara
a los gentiles, en seguida, sin consultar con hombres, sin subir a Jerusalén a
ver a los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, y después volví a
Damasco. Más tarde, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Pedro, y
me quedé quince días con él. Pero no vi a ningún otro apóstol, excepto a
Santiago, el pariente del Señor. Dios es testigo de que no miento en lo que os
escribo. Fui después a Siria y a Cilicia.
Las Iglesias cristianas de Judea no me conocían personalmente;
sólo habían oído decir que el antiguo perseguidor predicaba ahora la fe que
antes intentaba destruir, y alababan a Dios por causa mía.
Palabra de Dios
Salmo: 138
R/. Guíame, Señor, por el camino eterno
Señor, tú
me sondeas y me conoces;
me
conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos
penetras mis pensamientos;
distingues
mi camino y mi descanso,
todas mis
sendas te son familiares. R/.
Tú has
creado mis entrañas,
me has
tejido en el seno materno.
Te doy
gracias,
porque me
has escogido portentosamente,
porque
son admirables tus obras. R/.
Conocías
hasta el fondo de mi alma,
no
desconocías mis huesos.
Cuando,
en lo oculto, me iba formando,
y
entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 38-42):
En aquel
tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su
casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor,
escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio;
hasta que se paró y dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el
servicio? Dile que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó:
«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo
una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»
Palabra del Señor
1. Lo
que menos interesa de este relato es precisar si Marta y María son las mismas
dos hermanas, que, junto a Lázaro, aparecen en el IV evangelio (Jn 1 1-46).
Lo que importa es lo que nos enseña este relato,
no quiénes fueron si protagonistas. Tampoco es de mucha actualidad el tema que ha planteado la literatura
ascética y la teología de la Vida Religiosa, al explicar lo de Marta María como
símbolo de las dos formas de Vida
Religiosa, que la espiritualidad cristiana ha planteado: la vida activa (Marta)
y la vida contemplativa (María)
Un tema que ha interesado a monjas y monjes,
pero que ahora interesa cadi día
menos. - ¿A qué viene calentarse tanto
la cabeza discutiendo si es más perfecta la vida activa o la
contemplativa? - ¿Qué más da lo uno o lo
otro?
2. En
todo caso -y tenga el interés que tenga la identidad de estas dos hermanas- no
parece que el evangelio de Lucas nos recuerde lo de Marta y María
para
pronunciarse en favor de la acción o de la contemplación. Lo que ocurre en la
casa de aquellas dos hermanas, y la respuesta de Jesús, se refieren, sin duda,
a algo que interesa a todo el mundo. Es importante la ayuda, pero más
importante la escucha. Es importante el ser para, pero es más importan el estar
con.
Por supuesto, hay situaciones en la vida en las
que lo más urgente es la ayuda. Pero, en el conjunto de la vida, lo que más
necesitamos es que nos escuche, que alguien nos dedique su tiempo, su interés,
su atención. Es decir, que haya personas que, con su actitud profunda, nos
hacen ver y palpar que les podemos
aportar algo, que les podemos enseñar algo, que por eso
somos
importantes y necesarios para el que nos escucha.
Marta es la persona que quiere ayudar. María es
la persona que quiere.
3. En la
vida es importante la "ayuda". Pero es indeciblemente más necesario
el "cariño". Porque el cariño llega más al fondo de lo que somos y
necesitamos.
Y
porque el cariño es más englobante, abarca la vida entera y llena toda nuestra
vida.
Infancia y juventud.
Nació en Valencia el 1 de enero de 1576, en una casa junto a la
iglesia de San Esteban, en la que fue bautizado a los pocos días, y en la misma
pila bautismal en la que lo fue San Vicente Ferrer (5 de abril y segundo Lunes
de Pascua), pariente suyo por parte de madre. Cuando pequeño y lloraba, solo
tenía consuelo cuando le llevaban a las iglesias y veía las imágenes y sobre
todo a Nuestra Señora. A los 15 años eligió por confesor a Fray Ambrosio de
Jesús, un religioso mínimo, que le encaminó en la oración, la penitencia sin
descuidar el estudio. Sobre esta edad recibió la primera comunión. A los 16
años se escapó de su casa para peregrinar a Santiago, pero su familia le
alcanzó en Bunyol, obligándole a regresar. Su padre le permitió ser clérigo, y
Luis se dedicó a servir en el Hospital de la Ciudad, sirviendo a los pobres día
y noche. Para poder comulgar frecuentemente ideó la estratagema de ir a
diferentes iglesias y así comulgar sin llamar la atención por la frecuencia.
Pero su confesor le regañó por actuar con doblez y no lo hizo más.
Religioso dominico.
A los 17 años determinó tomar el hábito dominico, pero sus padres se
opusieron por su débil salud. Entristeció el joven que, de vez en cuando, se
escondía en una capilla del claustro para ver a los religiosos, oír sus cantos
y en ocasiones escuchar las pláticas del maestro de novicios. Finalmente,
viendo sus padres la melancolía de Luis, le dieron su bendición para ser
fraile. Tomó el hábito el 26 de agosto de 1544, pero aun así tuvo que defender
su vocación dominica ante su padre, que le quería pasar a la Orden Jerónima,
mucho menos austera. Luego ocurrió que el demonio tentó a un seglar prominente
que soltó un chismorreo acerca de Luis, por lo que el prior determinó quitarle
el hábito y mandarlo a su casa, pero Luis clamó al cielo y el mentiroso se
desdijo y Luis pudo profesar el 27 de agosto de 1545.
Fue ejemplar religioso, muy penitente, austerísimo aún en el trato y
las conversaciones, pues jamás dijo alguna palabra para provocar risa o gracia.
Se disciplinaba siempre que le permitían, y tanto que la sangre salpicaba las
paredes, y llevaba varios cilicios. Siempre llevaba los ojos bajos, las manos
recogidas y el pensamiento puesto en Dios, quiso dejar el estudio y ser solo un
Hermano Lego porque decía que el estudio le distraía de la contemplación, pero
no se lo permitieron y con los años confesó que eso era tentación del demonio.
E hizo bien, porque fue un docto religioso, muy versado en la Escritura y la
doctrina de Santo Tomás de Aquino Fue ordenado presbítero en 1547 por Santo
Tomás de Villanueva y fue destinado al convento de Santa Cruz de Lombay. Allí
tuvo una revelación de que su padre moría, y partió a Valencia antes que
llegara el mensajero con la noticia y ayudó a bien morir a su padre. Sufrió purgatorio
muy doloroso, según supo Luis por gracia de Dios, viendo los tormentos que
padecía: era arrojado de una torre, le molían los huesos, le apuñalaban, etc.,
así durante ocho años durante los cuales el santo ofreció la misa, se
disciplinó duramente hasta que le vio subir a la gloria.
Maestro de novicios.
En 1549, con 23 años fue nombrado Maestro de novicios, oficio que
ejerció con gran ejemplo para sus religiosos, aunque conocida es su severidad y
aspereza para con los nuevos religiosos. Pero si les disciplinaba, luego lo
hacía él el doble. Conocido es que, aunque les animaba a perseverar, al mismo
tiempo les quitaba el hábito a la primera que no mostraban juicio u observancia
religiosa. Siempre que echaba a uno preguntaba a los demás quien quería volver
al mundo. Con solo mirarlos, atinaba si tenían devoción o la fingían, y les
echaba. No soportaba a los mentirosos, los holgazanes o los escrupulosos, a
todos les echaba. Quería novicios y religiosos santos y sabios, por lo que
insistía en la claridad de mente, la inteligencia y la perseverancia en el
estudio para ser un buen hijo de Santo Domingo; eso para los que serían
presbíteros, a la par que a los novicios que iban para Legos, les daba algún
libro piadoso o las Constituciones de la Orden, diciendo que con eso les
bastaba, para preservarles su sencillez y simpleza. Quiso estudiar en el
célebre convento salmantino de San Esteban de los dominicos, para tener título
universitario, pero su prior, Fray Micón le hizo desestimar aquello como algo
no necesario para formar novicios. Insistió, pero un fraile de la Orden le dijo
no era la voluntad de Dios, sino que se complacía en que formase a los
novicios.
En 1557 se destacó como predicador y auxilio de los pobres durante
una epidemia en Valencia. Se prodigó socorriendo, enterrando difuntos,
repartiendo pan y limosnas, predicando y celebrando devociones y haciendo
penitencia pública. En su mismo convento murieron 22 frailes, entre ellos el
prior, Fray Miguel de Santo Domingo, que no se había reservado en los actos de
caridad. Dios le reveló a Luis que había entrado en el cielo por su gran
caridad. A una mujer cuyo hijo le pidió el demonio en forma de fraile para
"hacerle santo", Luis le contó la verdad: era un diablo que le quería
arrebatar a su hijo. En 1560, terminada la peste, atracó en Valencia una flota
de moros para tratar el rescate de los cautivos cristianos que poseían. San
Luis dijo a sus novicios: "¿Cómo se puede sufrir que los enemigos de Jesucristo
se paseen por esta ciudad, y se gloríen de pasar entre cristianos? A nosotros
toca, hermanos, terminar este negocio. Arrodillémonos todos y vueltos hacía la
mar digamos con devoción contra los moros el salmo que compuso el santo rey
David contra los enemigos del pueblo de Dios". Y una vez que se hizo el
cambio, y los moros emprendieron viaje una tormenta los echó a fondo.
Ese mismo año al parecer recibe una carta de la Madre Santa Teresa de
Jesús en la que, la santa le consulta su intención de fundar un convento más
austero y sencillo, donde servir a Dios. Y digo “al parecer”, porque dicha
carta no se conserva, pero sí que se conoce la respuesta que habría dirigido a
la Santa: "Madre Teresa, recibí vuestra carta, y porque el negocio sobre
que pedís mi parecer es tan en servicio del Señor, he querido primero
encomendárselo en mis pobres oraciones y sacrificios, y esto ha sido la causa
de haber tardado en responderos. Ahora os digo en nombre del mismo Señor, que
os animéis para tan grande empresa, que Él os ayudará y favorecerá: y de su
parte os certifico que no pasarán cincuenta años que vuestra Religión no sea
una de las más ilustres en la Iglesia de Dios". Personalmente tengo dudas
sobre su autenticidad, sobre todo porque en 1560, la Santa Madre no pensaba ni
por asomo ni reformar la Orden del Carmen, ni mucho menos fundar una Orden
nueva.
Apóstol de Indias.
Pasaron por Valencia dos frailes, misioneros en Indias, y contaron a
los religiosos la falta que hacían apóstoles de Cristo en Nueva Granada (la
actual Colombia y Venezuela) y Luis enseguida supo que Dios le quería para
ello, aunque fuera para morir comido por los infieles, como muchos creían que
pasaba. El deseo de salvar almas creció en él con gran ímpetu, y el primer
Sábado de Cuaresma de 1562 salió de Valencia con otros religiosos rumbo al
Nuevo Mundo. Llegaron el 28 de septiembre del mismo año y apenas desembarcar, un
indio corrió hacia él para que bautizase a su hijo que se moría y quería que se
salvase. Habitó en el convento de San José que los dominicos habían fundado en
Cartagena de Indias y desde allí misionó en Cipacoa, Sierra de Santa Marta,
Tubara, Tuneara, Tenerife, Mompoix y Pelvato. Predicaba constantemente y tuvo
Dios de lenguas, pues los indios le entendían en su propia lengua, obrando
muchas conversiones. A pesar del clima, los trabajos, el hambre…, nunca
abandonó sus penitencias, ayunos y horas de contemplación. Amansaba a las
fieras que se cruzaba en la selva solo con hacer la señal de la cruz. Famosas
fueron sus predicaciones de Cuaresma y Semana Santa en Cartagena, donde
convertía, reconciliaba y denunciaba a los que maltrataban a los indios.
En Tubara convirtió a los indios y desterró a un demonio que les
asustaba para que no se adhirieran a Cristo. Un indio polígamo que reprendió le
lanzó una saeta, que cayó a los pies del santo como detenida por un escudo
invisible. A otro que había sido sacerdote de los dioses, le libró del demonio
y le ayudó a bien morir luego que la Virgen del Rosario le advirtiera del
peligro al que estaba sometido el indio. Los indios, testigos de su éxtasis, le
veneraban en vida y escuchaban hasta sus más sencillas palabras como si
vinieran del cielo. Y es que a su ejemplo sumaba los portentos: atraer o alejar
la lluvia, cruzar rezando el rosario él y sus compañeros el río Cinoga, que
estaba crecido y salir ilesos. Se le vio predicando y a su lado asistiéndole
aparecían San Ambrosio (4 y 5 de abril, muerte y entierro; 7 de diciembre,
consagración episcopal) y Santo Tomás de Aquino. Otro día mientras se
disciplinaba abrazó un árbol y al separarse dejó impresa la huella de una cruz,
que convirtió a muchos. Por la conversión de los indios ofrecía la penitencia
de quitarse la camisa por las noches, dejando que le picaran los mosquitos, a
los que decía: "Hermanos mosquitos, ya habéis comido suficiente, dejad
sitio a vuestros compañeros".
También tuvo enemigos, como aquel indio que le dio a beber un veneno
y que el santo lo tragó sin sucederle nada, salvo que al cabo de cinco días
vomitó algunas culebras pequeñas. También, por su protección a los indios, un
español apuntó su arcabuz para dispararle y el cañón de este se transformó en
un crucifijo. Y a su iconografía han pasado estos milagros.
De nuevo España.
Su pelea con los encomenderos y su defensa por los indios (en
ocasiones se los sacaban de la iglesia para que fueran a trabajar) melló su
firmeza y en 1569 regresó a España. Volvió a Valencia como un fraile más y de
allí le destinaron en 1570 al convento de San Onofre como prior. En 1575
regresó a Valencia como prior, continuando dando ejemplo a los religiosos. En
una ocasión, se fue a la celda que había sido de San Vicente Ferrer y ante su
imagen se desahogó: "Padre San Vicente, me me han hecho prior de esta
casa, habiendo en ella personas muy dignas. Yo renuncio el Priorato en vuestras
manos. Sed vos el prior, mandad y regid a vuestro modo, que yo seré subprior y
gobernaré según vuestras órdenes". Y quiso besar las plantas del santo,
cuando la imagen de San Vicente se animó y doblándose, le abrazó.
Fue amigo del franciscano Beato Nicolás Factor, el cual durante un
éxtasis en público exclamó: "Yo no soy santo, pero Fray Luis Bertrán
sí". Y aquí que ocurrió que, a los pocos días, cuando Luis predicaba en la
catedral de Valencia enseñó a los fieles que no todos los arrobamientos eran
divinos, algunos entendieron que hablaba mal de Nicolás, juzgándole por falso
místico. Ambos amigos pusieron rápidamente fin al malentendido. Se cuenta que
el 29 de septiembre de 1579, al salir de maitines se le aparecieron los Santos
Padres San Francisco y Santo Domingo, que le bendijeron y le consolaron en sus
pesares, enfermedades y tentaciones del demonio. Porque mucho le atacó el
maligno, apareciéndosele en forma de perro que le impedía llegarse al agua
bendita a persignarse.
En 1581 los achaques se le arreciaron, perdió visión, agudeza, oído,
teniendo que suspender algunas predicaciones que ya tenía concertadas. A
finales de verano tuvo que guardar cama, y le administraron el viático, estando
presente el arzobispo de Valencia, San Juan de Ribera. Profesó su fe católica,
pidió el auxilio de la Virgen del Rosario y sus santos dominicos y
franciscanos. Comulgó con ardor y luego tuvo una leve mejoría. Gustaba de las
visitas de los demás religiosos, a los que pedía perdón y besaba las manos, a
la par que impedía besaran las suyas, huyendo de reverencia alguna. Un
religioso que pretendió tomarle las manos, le quitó las sábanas y vio que tenía
bajo la espalda un ladrillo. Le preguntó que era aquello, estando tan mal de
salud. "Hermano mío, ya se acerca la jornada y es menester mucho para ir
al cielo. Mas, mire que le conjuro que no de parte de esto a persona del
mundo", fue la respuesta.
San Juan de Ribera le llevó consigo a Godella, donde tenía una casa
de descanso, y allí le servía de su mano, le complacía y entretenía. Volvió a
Valencia cuando agravó y fue hospitalizado en el Hospital de los Clérigos, y
luego a su convento, al ser previsible su muerte. El 6 de octubre reveló que
moriría en cuatro días. El día 9 un franciscano que no alcanzó a conocerle, le
vio por revelación siendo protegido por Santo Domingo, Santo Tomás de Aquino y
San Pedro Mártir. A las 10 de la mañana del 9 de octubre dijo al arzobispo:
"Despídame, que ya me muero", pidió a los religiosos rezasen por él
las típicas oraciones de la Orden por sus difuntos y expiró suavemente, al
tiempo que se vio una luz sobrenatural sobre él, y un olor suavísimo emanó de
su cuerpo. 9 de octubre de 1581. Varios días duraron los funerales, durante los
cuales el pueblo acudió en masa para venerarle y llevarse, como no, reliquias
de su hábito o tocar objetos a su cuerpo. Llegó la histeria a tanto que, al ir
a enterrarle, fue necesario apartar con antorchas a la multitud que le
arrancaba el hábito. Y aun así algunos prefirieron les quemaran las manos,
quedando el cuerpo casi desnudo. Esa noche cuatro religiosos bajaron a la
cripta y le vistieron decentemente, hallándole flexible y emanando un leve
resplandor.
En 1582 se exhumó el cuerpo y fue hallado incorrupto, fue sepultado
de nuevo y junto a él se pusieron los huesos de sus padres, enterrados en la
iglesia de San Juan del Mercado. En esta ocasión Felipe II se procuró un
escapulario hecho con el escapulario del santo fraile, para protección de su
hijo mayor. En 1585 se inició el proceso de canonización, impulsado por el
arzobispo Ribera. El papa Pablo V le beatificó el 19 de julio de 1608, y el 18
de noviembre del mismo año la Ciudad de Valencia le nombró patrono de esta.
Alejandro VII le nombró santo patrono del Nuevo Reino de Granada. Clemente X le
canonizó el 12 de abril de 1671. Su cuerpo fue profanado y desapareció durante
la persecución religiosa en España luego de 1936, aunque algunas reliquias se
conservan en la catedral valenciana.
En Cuba se le considera protector de los niños, especialmente contra
"el mal de ojos", siendo costumbre que su oración sea puesta bajo las
sábanas de los infantes.
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