8 DE OCTUBRE - LUNES –
27ª – Semana del T.O. – B –
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (1,6-12):
Me
sorprende que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó a la gracia de
Cristo, y os hayáis pasado a otro evangelio. No es que haya otro evangelio, lo
que pasa es que algunos os turban para volver del revés el Evangelio de Cristo.
Pues bien, si alguien os predica un evangelio distinto del que os hemos
predicado –seamos nosotros mismos o un ángel del cielo–, ¡sea maldito!
Lo he dicho y lo repito: Si alguien os anuncia un evangelio
diferente del que recibisteis, ¡sea maldito! Cuando digo esto, ¿busco la aprobación
de los hombres o la de Dios? ¿Trato de agradar a los hombres? Si siguiera
todavía agradando a los hombres, no sería siervo de Cristo. Os notifico,
hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; yo no lo he
recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.
Palabra de Dios
Salmo: 110,1-2.7-8.9.10c
R/. El Señor recuerda siempre su alianza
Grandes
son las obras del Señor,
dignas de
estudio para los que las aman. R/.
Justicia y
verdad son las obras de sus manos,
todos sus
preceptos merecen confianza:
son
estables para siempre jamás,
se han de
cumplir con verdad y rectitud. R/.
Envió la
redención a su pueblo,
ratificó
para siempre su alianza,
su nombre
es sagrado y temible.
La
alabanza del Señor dura por siempre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,25-37):
En aquel
tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a
prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la
Ley?
¿Qué lees en ella?»
Él contestó:
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu
alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo:
«Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a
Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos
bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo
medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo,
dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel
sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de
viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le
vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia
cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos
denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes
de más yo te lo pagaré a la vuelta."
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que
cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó:
«El que practicó la
misericordia con él.»
Díjole Jesús:
«Anda, haz tú lo mismo.»
Palabra del Señor
1. La
parábola del buen samaritano se reduce a lo que estrictamente relata la
parábola (Lc 10, 30-35). La pregunta previa del letrado y la pregunta final de
Jesús, que giran en torno a la idea del amor al prójimo, son añadiduras que
puso el redactor del texto que ha llegado a nosotros.
Esas añadiduras tienen una finalidad buena y
ejemplar: insistir en que el amor al prójimo es inseparable del amor a Dios
(cf. J. Jeremias; W. Harnisch; J. D.
Crossan).
Todo esto es importante. Pero también es verdad que todo esto desvía
la atención del lector de la parábola. Y con eso lo que se consigue es que no
caigamos en la cuenta de lo que esta parábola nos quiere realmente enseñar.
2. ¿Qué es lo más claro y lo más fuerte que nos
dice la parábola?
Si nos reducimos al pequeño relato, propiamente
tal, lo que en este episodio se nos dice es que los profesionales de la
religión (el sacerdote y el levita) aparecen (en la vida y en la sociedad, y
con demasiada frecuencia) como "modelos de insolidaridad", mientras
que el hereje samaritano es el modelo de lo que hay que hacer ante el dolor, el
mal y el sufrimiento del mundo.
Jesús, por tanto, nos hace aquí una propuesta
extravagante, que representa un "corte" con lo que pensamos y hasta
con lo que -tantas veces- creemos.
Una propuesta que, en definitiva, nos viene a
decir esto: el dolor del mundo, las injusticias que se ensañan con los más débiles, las desigualdades, las
violencias, la brutal deshumanización que nos rompe y nos destroza, todo eso,
no se arregla con "religión" (rituales, dogmas, normas, amenazas divinas), sino con "ética": la
ética de la misericordia y la bondad, la ética de la honradez y la honestidad,
la ética de que es capaz de hacer lo que está a su alcance, incluso con el
enemigo.
3.
Necesitamos urgentemente una "re educación", que nos lleve a
pasar, de la cultura de "mis derechos y mi bienestar", a la cultura
de "la bondad solidaridad" siempre y con todos. Sin dar rodeos en la
vida, para dejar tirados en cuneta a tantos desamparados.
Si no
hacemos esta re educación, terminaremos destrozándonos unos a otros.
Evodio de Antioquía
En Antioquía, san Evodio, el cual, como escribe san Ignacio a los
Antioquenos, fue el primer Obispo, ordenado allí por el Apóstol san Pedro, y
terminó la vida con glorioso martirio. († c.69)
Breve Biografía
Primer obispo de Antioquía después de San Pedro. Eusebio lo menciona
así en su "Historia": "Y Evodio habiendo sido establecido como
primer [obispo] de Antioquía, Ignacio floreció en este momento" (III, 22).
El tiempo mencionado es el de Clemente de Roma y de Trajano, de los cuales
Eusebio acaba de hablar. Harnack ha demostrado (después de descartar una teoría
propia anterior) que Eusebio tenía una lista de los obispos de Antioquía, que
no tenía sus fechas, y que se vio obligado a sincronizarlos aproximadamente con
los Papas. Parece seguro que él tomó las tres listas episcopales de Roma,
Alejandría y Antioquía de la "Cronografía", que Julio Africano
publicó en 221. La "Crónica de Eusebio" se ha perdido, pero en la
traducción de San Jerónimo de la misma encontramos en tres años sucesivos las
tres entradas
- que Pedro, habiendo fundado
la Iglesia de Antioquía, es enviado a Roma, donde persevera como obispo durante
25 años;
- que Marcos, el intérprete de Pedro, predica a Cristo en Egipto y
Alejandría, y
- que Evodio es ordenado
primer obispo de Antioquía.
No tenemos ninguna mención de Evodio antes de la de Africano, pero
ésta se ve confirmada por su contemporáneo, Orígenes, quien llama Ignacio al
segundo obispo después de Pedro (Hom. IV, en Luc., III, 938A). Es curioso que
la ordenación de Evodio no debiera haber sido dada en la
"Cronografía" en el mismo año que la fundación de la Iglesia
Antioqueña por Pedro, y Hort supone que las tres entradas deben haber
pertenecido a un solo año en Eusebio; pero la evidencia no está a favor de esta
simplificación. El año de la accesión de Ignacio, que es el de la muerte de
Evodio, era desconocido para Eusebio, pues simplemente lo coloca en la
"Crónica", junto con la muerte de Pedro y la accesión de Lino en Roma
(Nerón 14-68), mientras que en la "Historia" lo menciona al comienzo
del reinado de Trajano.
La fama de Ignacio causó que escritores posteriores, como San
Atanasio y San Juan Crisóstomo, hablasen de él como si hubiese sido el sucesor
inmediato de los Apóstoles. Jerónimo (De Vir. Ill., 16) y Sócrates (HE, VI, 8)
lo llaman el "tercer" obispo después de San Pedro, pero esto es sólo
porque ilógicamente incluyen a Pedro entre sus propios sucesores. Teodoreto y
Pseudo-Ignacio representan a Ignacio como consagrado por Pedro. La dificultad
que surgió así sobre Evodio se resolvió en las Constituciones Apostólicas que
afirman que Evodio fue ordenado por Pedro e Ignacio por Pablo. El cronógrafo
bizantino, Juan Malalas (X, 252), relata que cuando Pedro iba de camino a Roma
pasó por la gran ciudad de Antioquía, sucedió que Evodo (sic), el obispo y
patriarca, murió y lo sucedió Ignacio; él le atribuye a Evodio la invención del
nombre cristiano. Salmon no parece estar justificado en suponer que Malalas le
atribuye cualquiera de esta información a Teófilo, el obispo de Antioquía del
siglo II. Podemos estar seguros que Evodio es un personaje histórico, y
realmente fue el predecesor de San Ignacio, pero las fechas de su ordenación y
muerte son realmente inciertas. Ningún testigo anterior lo menciona como
mártir.
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