domingo, 28 de octubre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 de Octubre – Lunes – 30ª – Semana del T.O. – B – San Narciso de Jerusalén



29 de Octubre – Lunes –
30ª – Semana del T.O. – B –

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,32–5,8):

Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
Por otra parte, de inmoralidad, indecencia o afán de dinero, ni hablar; es impropio de santos. Y nada de chabacanerías, estupideces o frases de doble sentido; todo eso está fuera de sitio. Lo vuestro es alabar a Dios. Meteos bien esto en la cabeza: nadie que se da a la inmoralidad, a la indecencia o al afán de dinero, que es una idolatría, tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios.
Que nadie os engañe con argumentos especiosos; estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos; porque en otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz.

Palabra de Dios

Salmo: 1,1-2.3.4.6

R/ Seamos imitadores de Dios, como hijos queridos
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,10-17):

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo:
«Mujer, quedas libre de tu enfermedad.»
Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente:
«Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo:
«Hipócritas: cualquiera de vosotros, - ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado?  Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, - ¿no había que soltarla en sábado?»
A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

Palabra del Señor

1.  Por más discutibles que sean las obligaciones sobre el descanso del sábado, tal como las explicaban los rabinos del tiempo de Jesús, sabemos que siempre han existido (y existen) observantes integristas: en tiempo de Jesús, los fariseos hipócritas; en la actualidad los fundamentalistas ortodoxos. Estos grupos   son siempre peligrosos. Porque anteponen las observancias de los rituales religiosos (tal como ellos las interpretan) a la vida misma de las personas. Esto es lo que queda patente en este relato.

2.  Por este motivo, Jesús se enfrenta   directamente a la religión. Además, en este caso, lo que estaba en juego era la salud y la libertad de una mujer a la que Satanás "tenía encadenada".
Jesús no toleraba el sufrimiento de los enfermos.  Y cuando se trataba de mujeres, aún menos. Siempre las curaba (menos en casos excepcionales) sin que las mujeres se lo pidieran.

3.  Pero lo más fuerte que hay en este relato es que Jesús les echa en cara a los fundamentalistas religiosos que, con sus observancias integristas, en realidad lo que hacen es practicar una religión que trata a las personas peor que a los burros. Porque no tienen dificultad en desatar al burro para que beba,
pero no consienten desatar a una mujer esclavizada por creencias que tienen su origen en el otro mundo.

San Narciso de Jerusalén
Conmemoración de san Narciso, obispo de Jerusalén, merecedor de alabanzas por su santidad, paciencia y fe. Acerca de cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana, manifestó estar de acuerdo con el papa san Víctor, y que no había otro día que el domingo para celebrar el misterio de la Resurrección de Jesucristo. Descansó en el Señor a la edad de ciento dieciséis años (c. 222).

Vida de San Narciso de Jerusalén
Narciso nació a finales del siglo I en Jerusalén y se formó en el cristianismo bebiendo en las mismas fuentes de la nueva religión. Debieron ser sus catequistas aquellos que el mismo Salvador había formado o los que escucharon a los Apóstoles.
Era ya presbítero modelo con Valente o con el Obispo Dulciano. Fue consagrado obispo, trigésimo de la sede de Jerusalén, en el 180, cuando era de avanzada edad, pero con el ánimo y dinamismo de un joven. En el año 195 asiste y preside el concilio de Cesarea para unificar con Roma el día de la celebración de la Pascua.
Tres de sus clérigos —también de la segunda o tercera generación de cristianos- no pudieron resistir el ejemplo de su vida, ni sus reprensiones, ni su éxito. Se conjuraron para acusarle, sin que sepamos el contenido, de un crimen atroz.
Viene el perdón del santo a sus envidiosos difamadores y toma la decisión de abandonar el gobierno de la grey, viendo con humildad en el acontecimiento la mano de Dios. Secretamente se retira a un lugar desconocido en donde permanece ocho años.
Uno de los maldicientes hace penitencia y confiesa en público su infamia. Regresa Narciso de su autodestierro y permanece ya acompañando a sus fieles hasta bien pasados los cien años. En este último tramo de vida le ayuda Alejandro, obispo de Flaviada en la Capadocia, que le sucede.

Fuente: http://www.archimadrid.es/

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