30 DE ENERO – JUEVES –
3ª – SEMANA DEL T.O. – A –
Lectura
del segundo libro de Samuel 7,18-19.24-29):
Después que Natán habló a David, el rey fue a
presentarse ante el Señor y dijo:
«¿Quién soy yo, mi Señor, y qué es mi familia, para que me hayas hecho
llegar hasta aquí?
¡Y, por si fuera poco para ti, mi Señor, has hecho a la casa de tu siervo
una promesa para el futuro, mientras existan hombres, mi Señor!
Has establecido a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre, y tú,
Señor, eres su Dios. Ahora, pues, Señor Dios, mantén siempre la promesa que has
hecho a tu siervo y su familia, cumple tu palabra.
Que tu nombre sea siempre famoso. Que digan: "¡El Señor de los
ejércitos es Dios de Israel!" Y que la casa de tu siervo David permanezca
en tu presencia.
Tú, Señor de los ejércitos, Dios de Israel, has hecho a tu siervo esta
revelación:
"Te edificaré una casa"; por eso tu siervo se ha atrevido a
dirigirte esta plegaria. Ahora, mi Señor, tú eres el Dios verdadero, tus
palabras son de fiar, y has hecho esta promesa a tu siervo. Dígnate, pues,
bendecir a la casa de tu siervo, para que esté siempre en tu presencia; ya que
tú, mi Señor, lo has dicho, sea siempre bendita la casa de tu siervo.»
Palabra de Dios
Salmo:
131,1-2.3-5.11.12.13-14
R/.
El Señor Dios le dará el trono de David, su padre
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob. R/.
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el
Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.» R/.
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractara:
«A uno de tu linaje pondré sobre tu
trono.» R/.
«Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.» R/.
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.» R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (4,21-25):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre:
«¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o
para ponerlo en el candelero?
Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es
para que salga a la luz.
El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Les dijo también:
«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con
vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le
quitará con creces hasta lo que tiene.»
Palabra del Señor
1.
En estas palabras de Jesús, se rechazan la clandestinidad, el
ocultamiento, la doble vida. Jesús quiere que vivamos de tal forma, que no tengamos
nada que ocultar. La ley del Evangelio es la ley de la transparencia.
Se suele decir que "los trapos
sucios se lavan en casa". El criterio de Jesús es que eso no vale. Como es
lógico, hay ámbitos de la vida privada que no se van pregonando. Esto es cosa
que todo el mundo entiende. Porque
pertenece al sentido común.
2.
Pero lo que Jesús propone aquí se refiere a otra cosa. Se trata del
enorme problema de nuestra "imagen pública".
Para muchas personas, la imagen que
dan a los demás es más importante que la realidad de lo que viven, de lo que
dicen y hacen, de lo que quieren y de lo que no quieren que se sepa. Esta
tendencia a proteger y hasta magnificar la "propia imagen" es tanto
más fuerte cuanto la persona se sitúa más arriba en la escala social o
religiosa. Por eso, en la alta sociedad y en los ambientes religiosos hay tanta
hipocresía, tanta falsedad, tanta mentira. Porque hay mucho que ocultar.
Se oculta la vida sexual. Se oculta la
economía. Se ocultan las apetencias reales que mueven a las personas.
Se fingen humildades, generosidades,
pureza... una sarta de mentiras, que dan mucha pena. Y vergüenza.
3. En el relato de la pasión, cuando
llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote y este le preguntó por su doctrina,
Jesús respondió: siempre he enseñado en público "y no he dicho nada a
ocultas".
Jesús utiliza el término
"parresía", que significa libertad, audacia, atrevimiento (Jn 18,
19-20). Aquello le costó a Jesús la primera bofetada de la pasión (Jn 18,22).
Vivir en plena transparencia, cuesta llevarse muchas bofetadas en la vida.
Y es triste decirlo, pero es así: la
sociedad está organizada de manera, que hay personas que no tienen más remedio
que vivir ocultando quizá su grandeza, por ejemplo, su capacidad de amar. Y,
además, no olvidemos que las instituciones
religiosas funcionan de manera que, a veces, el sujeto se ve en la dura
situación de tener que vivir ocultando o disimulando cosas o experiencias que
no hay más remedio que ocultar.
Una institución que funciona así tiene
que organizarse y ser gestionada de otra manera. Y hay que luchar por ello.
Santa Martina de Roma
Era hija de un noble romano y debido a su profesión de fe, le
arrestaron y llevaron ante el emperador Alejandro Severo. Pero este príncipe
fue tolerante con los cristianos y su gobierno marcó un periodo de calma para
la Iglesia. La historia de la Santa se produjo en 1634, 1400 años después de su
martirio. Entonces, al restaurar las famosas iglesias romanas, se hallaron las
reliquias de la mártir y se propuso la devoción a Santa Martina.
Vida de Santa Martina de
Roma
La historia de esta joven santa comienza por su tumba, 1400
años después de su martirio; es decir, cuando en 1634 el activísimo Urbano
VIII, empeñado en lo espiritual en la contrareforma católica, y en lo material
en la restauración de famosas iglesias romanas, descubrió las reliquias de la
mártir, les propuso a los romanos la devoción a Santa Martina y fijó la
celebración para el 30 de enero. El mismo compuso el elogio con el himno:
“Martinae celebri plaudite nomini, Cives Romulei, plandite gloriae”, que era
una invitación a honrar a la santa en la vida inmaculada, en la caridad
ejemplar y en el valiente testimonio que demostró a Cristo con su martirio.
Son pocas las noticias históricas. La más antigua es del siglo
VI, cuando el Papa Onorio le dedicó una iglesia en Roma. Quinientos años
después, al hacer excavaciones en esta iglesia, se encontraron efectivamente
las tumbas de tres mártires. En el siglo VIII ya se celebraba la fiesta de la
santa. No se sabe nada más, y por eso es necesario buscar noticias en una
Passio legendaria. Según esta narración, Santa Martina era una diaconisa, hija
de un noble romano. Debido a su abierta profesión de fe, la arrestaron y la
llevaron al tribunal del emperador Alejandro Severo (222-235). Este príncipe
semioriental, abierto a todas las curiosidades, hasta el punto de incluir a
Cristo entre los dioses venerados en la familia imperial, fue muy tolerante con
los cristianos y su gobierno marcó un fructuoso paréntesis de calma respecto de
la Iglesia, que en ese tiempo logró una gran expansión misionera.
El autor de la Passio ignora todo esto, y hace más bien una
lista de las atroces tortures con que el emperador martirizó a la santa. Cuenta
que cuando Martina fue llevada ante la estatua de Apolo, la convirtió en
pedazos y ocasionó un terremoto que destruyó el temple y mató a los sacerdotes
del dios.
El prodigio se repitió con la estatua y el templo de
Artemidas. Todo esto hubiera debido hacer pensar a sus perseguidores; pero no,
se obstinaron más y sometieron a la jovencita a crueles tormentos, de los que
salió siempre ilesa. Entonces resolvieron cortarle la cabeza con una espada, y
su sangre corrió a fertilizar el terreno de la Iglesia romana.
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