31 DE ENERO – VIERNES –
3ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Juan Bosco
Lectura
del segundo libro de Samuel11,1-4a. 4c-10a. 13-17
A la vuelta de un año, en la época en que los reyes
suelen ir a la guerra, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel.
Masacraron a los amonitas y sitiaron Rabá, mientras David se quedó en
Jerusalén.
Una tarde David se levantó de la cama y se puso a pasear por la terraza del
palacio. Desde allí divisó a una mujer que se estaba bañando, de aspecto muy
hermoso. David mandó averiguar quién era aquella mujer.
Y le informaron:
«Es Betsabé, hija de Elián, esposa de Urías, el hitita».
David envió mensajeros para que la trajeran.
Ella volvió a su casa.
Quedó encinta y mandó este aviso a David:
«Estoy encinta». David, entonces, envió a decir a Joab:
«Mándame a Urías, el hitita».
Joab se lo mandó.
Cuando llegó Urías, David le preguntó cómo se encontraban Joab y la tropa y
cómo iba la guerra.
Luego le dijo:
«Baja a tu casa a lavarte los pies».
Urías salió del palacio y tras él un regalo del rey. Pero Urías se acostó a
la puerta del palacio con todos los servidores de su señor, y no bajó a su
casa. Informaron a David:
«Urías no ha bajado a su casa».
David le invitó a comer con él y le hizo beber hasta ponerle ebrio.
Urías salió por la tarde a acostarse en su jergón con los servidores de su
señor, pero no bajó a su casa.
A la mañana siguiente David escribió una carta a Joab, que le mandó por
Urías. En la carta había escrito:
«Poned a Urías en primera línea, donde la batalla sea más encarnizada.
Luego retiraos de su lado, para que lo hieran y muera».
Joab observó la ciudad y situó a Urías en el lugar en el que sabía que
estaban los hombres más aguerridos. Las gentes de la ciudad hicieron una
salida.
Trabaron combate con Joab y hubo bajas en la tropa, entre los servidores de
David.
Murió también Urías, el hitita.
Palabra de Dios.
Salmo 50
R/Misericordia,
Señor, hemos pecado.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre. R/
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa. R/
Lectura del santo evangelio según san Marcos
4,26-34
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él
duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin
que él sepa cómo.
La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga,
después el grano.
Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios?
¿Qué parábola usaremos?
Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más
pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás
hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a
su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su
entender.
Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba
todo en privado.
Palabra del Señor.
1. Jesús
presenta aquí el Reino de Dios utilizando dos parábolas: la de la semilla
automática y la de la pequeñez. Así, Jesús nos enseña dos cosas importantes:
1) El Reino de Dios crece por sí solo y aunque
nosotros ni nos demos cuenta de tal crecimiento.
2) El Reino de Dios, en todo caso y como realidad atribuible
a Dios, es y será siempre algo muy pequeño, que pasará quizá inadvertido y, en
todo caso, será una cosa insignificante.
2. Estas dos
parábolas nos ayudan a superar todos los pesimismos y desalientos. Con
frecuencia, pensamos que el asunto del Reino de Dios está en crisis, sufre un
declive y ya no interesa a nadie. Este tipo de catastrofismo es propio de personas o grupos que identifican el Reino
de Dios con el triunfo de la religión. Pero Jesús no lo presentó así.
El Evangelio relaciona el Reino de Dios con la
curación de enfermos y el alivio de penas y sufrimientos (Mt 4, 23-24) y con la
expulsión de demonios (Mt 12, 28).
El crecimiento del Reino no es el crecimiento de la
religiosidad, sino el crecimiento de la felicidad, dignidad y libertad de las
personas.
3. Si le damos
la razón al Evangelio -y no a los fanáticos de la religión-, tenemos motivos
para el optimismo cristiano. El ejemplo más claro es la creciente preocupación
por las víctimas. En este sentido, estamos asistiendo a un "gran estreno
antropológico" (R. Girard).
Nuestra sociedad ha abolido primero la
esclavitud y después la servidumbre. A continuación,
ha llegado la protección de la infancia, la promoción y liberación de la mujer,
el cuidado de los ancianos, los extranjeros, la lucha contra la miseria y el
hambre, los derechos humanos. Nuestro mundo no ha inventado la compasión, pero
sí la ha universalizado. Y nos hemos convencido de que el poder de
transformación más eficaz no es la violencia revolucionaria, sino la moderna
preocupación por víctimas. Se ha puesto en marcha un proceso que ya es
imparable. Lo importante ahora es acelerarlo. El dolor que nos queda es que
vemos que todavía el problema de la codicia (por el dinero y la riqueza) sigue
teniendo más fuerza que el sufrimiento de los refugiados, que huyen de la
violencia, de la muerte y del dolor insoportable.
San
Juan Bosco Presbítero (1815-1888)
Nació junto a
Castelnuovo, en la diócesis de Turín, en el año 1815. Su niñez fue dura.
Una vez ordenado
sacerdote, empleó todas sus energías en la educación de los jóvenes y fundó la
Congregación Salesiana destinada a enseñarles diversos oficios y formarlos en
la vida cristiana.
Escribió también algunos
opúsculos en defensa de la religión. Murió en 1888.
Es
el santo de la juventud. El santo de los obreros, el santo de la alegría, el
santo de María Auxiliadora y el santo de muchas cosas más. El verano de 1815
nacía en Becchi-Piamonte (Italia) de padres humildes pero muy buenos
cristianos. Desde muy niño hubo de trabajar duro al lado de su santa madre, la
mamá Margarita, para sacar la casa adelante. De su santa madre recibió una
profunda educación cristiana y un gran amor a la Virgen María junto con un gran
respeto hacia los sacerdotes. Ambas cosas quedaron profundamente impresas en su
alma.
Ya
desde niño demostró estar en posesión de cualidades nada comunes en todos los
sentidos: Era simpático, agudo, inteligente, trabajador y muy mañoso con cuanto
se proponía. Desde niño y después de joven, pero sobre todo de sacerdote,
trabajará tanto que parece casi imposible cómo en sólo 72 años de vida pudo
realizar tantas y tan importantes obras. Alguien ha dicho que trabajó él solo
más que diez hombres juntos de no cortas cualidades.
Cuando
llegaba a Castelnuovo, Asti o Murialdo y algún titiritero atraía a pequeños y
grandes durante el tiempo de la Misa o del Rosario, se presentaba él y decía:
"Yo lo hago esto sin haceros pagar, tan bien o mejor que él pero con una
condición: Que vengáis después todos conmigo a la Iglesia"... Lo hacía y
arrastraba a los espectadores a tornar parte en cuanto en el templo se hacía.
Así iba llenando la iglesia de fieles a la vez que limpiaba el pueblo de
personas poco recomendables...
Ya
dijimos que mamá Margarita admiraba a los sacerdotes. El los veía demasiado
arrogantes y lejanos del pueblo, sobre todo de los niños y decía: "Si yo
llego a ser sacerdote, como espero, jugaré con los niños y los querré, les haré
cantar y con alegría a todos querré salvar"...
Cuando
vistió el hábito clerical le amonestó aquella santa mujer que fue su madre:
"Puedes imaginarte, hijo mío, la gran alegría que embarga mi corazón,
pero, por favor, no deshonres nunca este hábito. Sería mejor que lo
abandonaras. Cuando viniste al mundo te consagré por entero a la Virgen María;
cuando comenzaste los estudios te recomendé la tierna devoción hacia Ella;
ahora te encarezco que seas todo de Ella... Si llegas a ser sacerdote,
recomienda y propaga siempre su devoción..."
Tenía
muchos sueños y todos ellos muy "famosos y se cumplían". Se ordenó
sacerdote el 1841 y desde entonces no paró hasta dar cobijo y digna educación a
tantos niños que veía abandonados por las calles. El rezo de un Ave María hizo
el milagro y fue el primer eslabón de esta maravillosa cadena de sus ORATORIOS.
Centenares, millares de niños abandonados encontraron calor, educación, comida,
vestido y cobijo cariñoso como en su propia casa. Mamá Margarita y su hijo se
desvivían por ayudar a aquellos rapaces que el día de mañana serían buenos
padres cristianos.
Dos
eran las armas de que se servía, sobre todo, D. Bosco, para formarles: La
eucaristía y la penitencia. Estos dos sacramentos obraban maravillas en aquellos
jóvenes... Hasta le creyeron un poco mal de la cabeza por los
"sueños" que llenaban su corazón y su mente en favor de los
abandonados... Obraba milagros, pero siempre era Ella, la VIRGEN AUXILIADORA,
quien los hacía, decía él. "No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora
quien te ha salvado"... "Cada ladrillo de esta iglesia - se refería a
la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863 - es una gracia de la Virgen
María"... Para continuar su OBRA el 1857 fundó los Salesianos y poco
después las Hijas de María Auxiliadora. Ellos llevan su espíritu.
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