lunes, 20 de enero de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 22 DE ENERO – MIÉRCOLES – 2ª – SEMANA DEL T. O. – A – SAN VICENTE, mártir




22  DE ENERO – MIÉRCOLES –
2ª – SEMANA DEL T. O. – A –

Lectura del primer libro de Samuel (17,32-33.37.40-51):

En aquellos días, Saúl mandó llamar a David, y éste le dijo:
«Majestad, no os desaniméis. Este servidor tuyo irá a luchar con ese filisteo.»
Pero Saúl le contestó:
«No podrás acercarte a ese filisteo para luchar con él, porque eres un muchacho, y él es un guerrero desde mozo.»
David le replicó:
«El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de las manos de ese filisteo.»
Entonces Saúl le dijo:
«Anda con Dios.»
Agarró el cayado, escogió cinco cantos del arroyo, se los echó al zurrón, empuñó la honda y se acercó al filisteo. Éste, precedido de su escudero, iba avanzando, acercándose a David; lo miró de arriba abajo y lo despreció, porque era un muchacho de buen color y guapo, y le gritó:
«¿Soy yo un perro, para que vengas a mí con un palo?»
Luego maldijo a David, invocando a sus dioses, y le dijo:
«Ven acá, y echaré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo.»
Pero David le contestó:
«Tú vienes hacia mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los ejércitos, Dios de las huestes de Israel, a las que has desafiado. Hoy te entregará el Señor en mis manos, te venceré, te arrancaré la cabeza de los hombros y echaré tu cadáver y los del campamento filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra; y todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel; y todos los aquí reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin necesidad de espadas ni lanzas, porque ésta es una guerra del Señor, y él os entregará en nuestro poder.»
Cuando el filisteo se puso en marcha y se acercaba en dirección de David, éste salió de la formación y corrió velozmente en dirección del filisteo; echó mano al zurrón, sacó una piedra, disparó la honda y le pegó al filisteo en la frente: la piedra se le clavó en la frente, y cayó de bruces en tierra.
Así venció David al filisteo, con la honda y una piedra; lo mató de un golpe, sin empuñar espada.
David corrió y se paró junto al filisteo, le agarró la espada, la desenvainó y lo remató, cortándole la cabeza.
Los filisteos, al ver que había muerto su campeón, huyeron.

Palabra de Dios

Salmo: 143,1.2.9-10

R/. Bendito el Señor, mi Roca

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R/.

Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos. R/.

Dios mio, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,1-6):

En aquel tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo.

Jesús le dijo al que tenía la parálisis:
«Levántate y ponte ahí en medio.»
Y a ellos les preguntó:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?»
Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre:
«Extiende el brazo.»
Lo extendió y quedó restablecido.
En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.

Palabra del Señor

1.-  En la Iglesia no se ha reflexionado lo suficiente en un hecho fundamental: el Evangelio es la historia de un conflicto mortal: el conflicto de Jesús con la religión. Esto queda patente ya en este relato, que termina dando cuenta de la decisión firme de los fariseos (religión) y los herodianos (política), el poder religioso aliado al poder político, ambos unidos para matar a Jesús.
¿Por qué? Porque había sanado a un enfermo en sábado. La vida (curación del manco) enfrentada a la religión (observancia del sábado).
Jesús se puso de parte de la vida. La religión estaba de parte de la muerte.

2.-  Hay gente piadosa que no comprende esto. Y que hasta se siente molesta (incluso ofendida) cuando se habla de esto. Y es que, en el fondo, todos los hombres hemos nacido, nos hemos criado y hemos sido integrados en una cultura religiosa, tenemos (sin darnos cuenta de ello) una dificultad casi insuperable la de comprender el conflicto de Jesús con la religión.
¿Cómo es posible que, en nombre de la religión, seamos capaces de comprender a un hombre que fue asesinado por la religión?
Esto es lo que ocurre con Jesús.
Estamos más incapacitados de lo que sospechamos para comprender al Crucificado.
¿Por qué nos ocurre esto?
 La Iglesia naciente puso su fe en el Dios de Jesús, Padre de Misericordia del que nos hablan los evangelios. Pero, treinta años antes que los evangelios, Pablo empezó a organizar las primeras "iglesias", y ponía su fe en el Dios de Abrahán, el "Dios de los Padres" (Gal 3, 16-21; Rom 2-20), que quedó vinculado con la Religión de la Ley, del Templo y de los sacerdotes. Así, la fe de la Iglesia está vinculada al Dios Padre de la bondad y al Dios que le pidió a Abrahán la sangre y la muerte de su hijo. Y así nos hemos metido en el gran lío teológico, del que no salimos.
¿Estamos con el Dios de Jesús?
¿Estamos con el Dios de Abrahán?

3.-  El hecho es que, cuestionar la Ley, el templo o los Sacerdotes, es lo mismo que cuestionar a Cristo. Y eso no es verdad. No nos cabe en la cabeza que la religión se puede entender y se puede vivir de otra manera.
Jesús fue profundamente religioso. Pero su religión no se acomodó al modelo establecido. La religiosidad de Jesús tuvo tres elementos muy claros:

1) La fe en el Padre (Jesús fue el "jefe de fila de los creyentes": Heb 1, 2).

2) La oración frecuente, prolongada, oculta, solitaria.

3) La ética del respeto, de la libertad, de la tolerancia, de la igualdad y, sobre todo, del amor a todos.

Con frecuencia nos ponemos de parte de la religión que mató a Jesús y así, ponemos en peligro nuestra fe, nuestra oración y nuestra ética.

SAN  VICENTE, mártir


Vicente, diácono de la Iglesia de Zaragoza, sufrió un atroz martirio en Valencia, durante la persecución de Diocleciano (284-305).
Su culto se difundió enseguida por toda la Iglesia.

Por orden del emperador romano Diocleciano (284-305), llega a Hispania el prefecto (gobernador) de la Cartaginense, Daciano (de origen griego), con la orden de reprimir a los cristianos. Diocleciano había firmado un edicto por el cual todos los habitantes del imperio deben adorar al emperador como si de un Dios se tratara.
Daciano ante la negativa de Vicente y Valero de adorar al emperador se los lleva arrestados a la colonia romana de "Valentia" (Valencia), ya que no se atrevía a juzgarlos en Zaragoza ante la gran simpatía que levantaban ambos. Valentia por aquel entonces era una ciudad todavía poco o nada cristianizada.
      Columna donde fue atado San Vicente Martir de camino a Valencia Azulejo existente en la parte superior de la columna Vienen a Valencia arrestados y a pie y en condiciones lamentables. Antes de entrar en la ciudad, los romanos quisieron pasar la noche en una posada, dejando a Vicente atado a una columna en el patio. Derribada aquella posada, la columna se conserva en la Iglesia de Santa Mónica, donde es venerada por los fieles.
En el juicio el obispo Valerio que tenía dificultad en el habla (se cree que era tartamudo) encarga a Vicente que hable por ambos. Durante el mismo Valerio es desterrado, mientras que a Vicente lo somete a tortura para provocar su apostasía (potro o ecúleo, garfios, tenazas y fuego).
Dice Vicente "Hay dentro de mi Otro a quien nada ni nadie pueden dañar; hay un Ser sereno y libre, integro y exento de dolor. ¡Eso que tú, con tan afanosa furia te empeñas en destruir, es un vaso frágil, un vaso de barro que el esfuerzo más leve rompería. Esfuérzate, en castigar y en torturar a Aquel que está dentro de mi, que tiene debajo de sus pies tu tiránica insania. A este, a éste, hostígale; ataca a éste, invicto, invencible, no sujeto a tempestad alguna y sumiso a sólo Dios"
Daciano dijo: Sacad de aquí al obispo, pues es justo que sufra la pena del destierro, por haber despreciado el edicto imperial. Más a este rebelde hay que someterle a más duros tormentos. Sujetadle al potro, y allí descoyuntadle los miembros y desgarradle todo el cuerpo. Que pase a la tortura de ley y recorra los más dolorosos tormentos y, si tanto tiempo dura su alma, por lo menos que se rinda su cuerpo entre los suplicios. Mientras viva no puede ése vencerme a mí. Bajado entonces Vicente del caballete, fue llevado por los verdugos al suplicio del fuego. Pero Vicente, con más pertinaz confesión que de principio seguía confesando a Cristo Señor.
Vicente, vuelto hacia Daciano, dijo: "Hasta ahora todo tu discurso se ha dirigido a invitarnos a renegar de la fe; pero has de saber que nosotros profesamos el culto de la religión cristiana y nos declaramos servidores y testigos del único Dios verdadero, que permanece por los siglos".
Por último, es enviado a prisión, a una celda llena de vidrios rotos. Allí recibe una aparición evangélica, narrada en las "Actas de su Pasión" así como por el poeta hispano Aurelio Prudencio. "Un coro de ángeles vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores y alegran las tinieblas con sus armonías (Prudencio)

Ya no quedaba parte alguna entera del cuerpo de Vicente, una llaga renueva a otra llaga. Pero el siervo de Dios, firme en la fe, levantados los ojos al cielo, oraba al Señor. Enterado Daciano de esto exclamó: "Estamos vencidos. Sin embargo, un suplicio queda todavía: buscad un lugar tenebroso, separado de toda luz, condenado a eterna noche, una cárcel dentro de la propia cárcel. Esparcid por el suelo pedazos de puntiagudas tejas, a fin de que cualquier parte que toque su cuerpo, se clave en las ásperas puntas. Dejadle encerrado en las tinieblas, a fin de que ni con los ojos respire a la luz. No quede allí hombre alguno, para que no se anime ni con la compañía de palabra alguna. Todo esté cerrado y con los cerrojos echados".
Pero la noche de aquella cárcel es invadida de eterna luz, más radiante que el sol. La horrible soledad queda poblada por la multitud de ángeles, que le rodean como una muralla, y le consuelan en su tribulación.
Dice Prudencio describiendo la cárcel de San Vicente "Hay en lo más hondo del calabozo un lugar más negro que las mismas tinieblas, cerrado y ahogado por las piedras de una bóveda baja y estrecha. Reina allí una noche eterna, que jamás disipa el astro del día; allí tiene su infierno la prisión horrible. Pero Cristo no abandona a su siervo y se apresura a otorgarle el premio prometido a la paciencia, puesta a prueba en tantos y tan duros combates". "Guirnaldas de ángeles ciñen con su vuelo la tenebrosa mazmorra".
¿Qué más podemos hacer? Estamos vencidos. LLevadle a un lecho de blandos colchones. No quiero hacerlo más glorioso, si le hago morir entre los tormentos. Que tras curar sus heridas sea de nuevo torturado.
Si no puedo vencerle vivo, le castigaré, por lo menos, muerto. Arrojadle a un campo raso, sin nada delante que lo defienda, para que el cadáver consumido por fieras y aves no deje rastro de sí, no sea que los cristianos, recogiendo sus reliquias, lo veneren como mártir.
Pienso que ya ni muerto le podré vencer. Ya que en tierra no pudo consumirse, sea sumergido en alta mar. Que por lo menos los mares encubran su victoria.

En prisión encuentra la muerte el 22 de enero del 304.
Lugares vicentinos, son aquellos que guardan relación con la pasión y martirio del santo, así en Valencia contamos con San Vicente de la Roqueta (lugar donde fue enterrado), la Cripta o Cárcel de San Vicente (lugar donde según la tradición sufrió martirio) y la Cárcel de San Vicente (donde estuvo encerrado). También la Iglesia de Santa Mónica donde se encuentra la columna donde fue atado el santo antes de entrar en Valencia proveniente de Zaragoza. Según la tradición esta columna se encontraba en un mesón que llevaba por nombre de las Dos Puertas y se encontraba en la calle Sagunto. Derribado el edificio la columna pasó a la Iglesia de Santa Mónica donde permanece hasta el día de hoy. Otro lugar vicentino es la Iglesia de San Vicente Mártir en la calle de la Ermita construida sobre el lugar que según la tradición se encontraba el mudalar donde fue arrojado el cadáver del santo. En esta iglesia se encuentra una cripta donde se venera el "llit de Sant Vicent". Otro lugar vicentino en la ciudad de Valencia es la conocida como Cárcel de Santa Tecla, que es otra de las cárceles donde según la tradición estuvo preso San Vicente Mártir.
Durante la dominación musulmana San Vicente de la Roqueta era lugar de peregrinación de la población mozárabe de Valencia, pero en tiempos de Abderraman I (755-788), ante la posibilidad de que los restos del santo fueran profanados, fueron llevados en secreto al Cabo de San Vicente, en Portugal donde se pierde su memoria histórica o legendaria. O tal vez sencillamente fueron ocultados en algún lugar secreto de la ciudad o alrededores donde con el paso del tiempo se ha perdido la memoria.
Cuando el rey Jaime I el Conquistador puso sitio a la ciudad de Valencia, estableció su campamento en Ruzafa, y uno de los primeros lugares que ocupó militarmente fue la iglesia de San Vicente de la Roqueta (extramuros de la ciudad musulmana). Suyas son las palabras que dicen que San Vicente es el santo protector de la reconquista de Valencia.
En un documento fechado el 16 de junio de 1263 y conservado en el Archivo de la Corona de Aragón se dice: Estamos firmemente convencidos de que Nuestro Señor Jesucristo, por las oraciones, especialmente del bienaventurado Vicente, nos entregó la ciudad y todo el reino de Valencia y los libró del poder y de las manos de los paganos".
Junto a la iglesia de San Vicente de la Roqueta, el rey mandaría construir un hospital de peregrinos, pondría bajo su protección el templo y mandaría que el estandarte o pendon (penó de la conquesta) que hicieron ondear los musulmanes sobre las murallas de la ciudad en señal de rendición quedara depositado en este templo.

Martirio
Vicente fue colocado en una cruz en aspa y torturado en el potro, después en la catasta donde le rompieron los huesos, le azotaron, le abrieron las carnes con uñas de garfios de acero. Luego fue desollado y colocado en una parrilla en ascuas. Más tarde arrojado a prisión donde falleció.
Tirado a un muladar (basurero) fue defendido por un cuervo, por lo que Daciano ordenó que fuera arrojado al mar en el interior de un odre y con una piedra de molino, pero milagrosamente fue devuelto a la orilla en una playa cercana a Portus Sucronis (actual Cullera), donde una mujer llamada Jónica (Ionicia) lo escondió hasta que en el año 313 Constantino el Grande promulgó el Edicto de Milán, pudiendo recibir entonces sepultura en una pequeña iglesia situada en las afueras de Valencia que recibirá el nombre de San Vicente de la Roqueta. Sobre el lugar donde según la tradición las olas del mar devolvieron el cuerpo de san Vicente a tierra, se levanta una ermita conocida con el nombre de Ermita de San Lorenzo.
En la Catedral de Valencia se conserva el brazo izquierdo del protomártir, regalado por Pietro Zampieri de la diócesis de Padua (Venecia) el 22 de enero de 1970. La reliquia se encuentra en la Capilla de la Resurrección situada detrás del Altar Mayor.
El camino que realizó San Vicente Mártir desde Zaragoza (Caesaraugusta) pasa por Cariñena, Daroca, Forcall, Morella, Traiguera, donde enlaza con la Via Augusta hacia Sagunto y Valencia y se supone que se realizó a finales de diciembre del 303 o primeros de enero del 304. En total entre 750 y 800 kilómetros hechos a pies en pleno invierno.

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