1 DE FEBRERO – SÁBADO –
3ª – SEMANA DEL T.O. – A –
Lectura
del segundo libro de Samuel (12,1-7a.10-17):
En aquellos días, el Señor envió a Natán a David.
Entró Natán ante el rey y le dijo:
«Había dos hombres en un pueblo, uno rico y otro pobre. El rico tenía
muchos rebaños de ovejas y bueyes; el pobre sólo tenía una corderilla que había
comprado; la iba criando, y ella crecía con él y con sus hijos, comiendo de su
pan, bebiendo de su vaso, durmiendo en su regazo: era como una hija.
Llegó una visita a casa del rico, y no queriendo perder una oveja o un
buey, para invitar a su huésped, cogió la cordera del pobre y convidó a su
huésped.»
David se puso furioso contra aquel hombre y dijo a Natán:
«Vive Dios, que el que ha hecho eso es reo de muerte. No quiso respetar lo
del otro; pues pagará cuatro veces el valor de la cordera.»
Natán dijo a David:
«¡Eres tú! Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por
haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías, el hitita, y matándolo a
él con la espada amonita.
Así dice el Señor:
"Yo haré que de tu propia casa nazca tu desgracia; te arrebataré tus
mujeres y ante tus ojos se las daré a otro, que se acostará con ellas a la luz
del sol que nos alumbra.
Tú lo hiciste a escondidas, yo lo haré ante todo Israel, en pleno
día."»
David respondió a Natán:
«¡He pecado contra el Señor!»
Natán le dijo:
«El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás. Pero, por haber
despreciado al Señor con lo que has hecho, el hijo que te ha nacido morirá.»
Natán marchó a su casa. El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había
dado a David, y cayó gravemente enfermo. David pidió a Dios por el niño,
prolongó su ayuno y de noche se acostaba en el suelo. Los ancianos de su casa
intentaron levantarlo, pero él se negó y no quiso comer nada con ellos.
Palabra de Dios
Salmo:
50,12-13.14-15.16-17
R/.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.
¡Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (4,35-41):
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo
acompañaban.
Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi
llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
«¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»
Se quedaron espantados y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es éste? ¡Hasta el
viento y las aguas le obedecen!»
Palabra del Señor
1.
No es lo más importante analizar aquí sí, efectivamente, en el pequeño
lago de Galilea se producían huracanes. Ni tampoco si resulta verosímil que, en
las angustias de quienes sufren un huracán de muerte, un hombre duerma tranquilamente.
Lo que interesa, en este relato, es comprender la experiencia que vivieron los
discípulos.
La clave de tal experiencia está en la
pregunta que se hacen ellos mismos
"Pero, ¿quién es este?".
El texto dice literalmente que "les
entró miedo con un gran temor" (ephobéthenan phobon mégan) (Mc 4,41).
Pero lo curioso es que no sintieron
este temor tan enorme cuando estaban a punto de hundirse, sino cuando ya estaba
todo en calma.
2.
Por eso se hacían la gran pregunta:
"¿quién es este?".
Lo que allí sucedió es que aquellos
hombres tuvieron la experiencia de una auténtica teofanía, que produce el temor
ante el "Mysterium tremendum"(R. Otto).
Los discípulos veían ante ellos a un
hombre que se cansaba y dormía. Hechos propios que se viven en "lo
inmanente", lo terreno, lo humano.
Pero en aquel hombre sentían la presencia de "lo
trascendente", lo celestial, lo divino.
Es exactamente lo mismo que les
ocurrió cuando la pesca milagrosa, cuando Pedro sintió el "asombro"
(thambos) (Lc 5, 9), que equivale al "miedo" (phobos) (Lc 5, 10).
3. En Jesús, un ser humano como los
demás, los discípulos veían y sentían la presencia del ser divino.
¿Quiere decir esto que Jesús es Dios?
Tal afirmación no está a nuestro
alcance. Porque es Dios el que, por ser "trascendente" a nuestro
entendimiento, de Él no podemos conocer su ser (lo que es).
Más bien, hay que decir que los
discípulos sentían, ante Jesús, la cercanía de Dios, la manifestación de Dios,
la revelación de Dios. Dios estaba presente en Jesús. Porque, en Jesús, Dios se
había "humanizado".
En Jesús, Dios está cerca de todo ser
humano. Sobre todo, del ser humano
amenazado, en peligro, asustado, del que ha perdido toda esperanza y se ve sin
futuro. Esto expresa que, efectivamente, el Dios que se nos reveló en Jesús se
ha humanizado y se identifica con todo lo que es verdaderamente humano.
Santa Brígida de Irlanda
Vida de Santa
Brígida de Irlanda
Patrona de Irlanda junto con San Patricio y
Santa Columba.
Parece una contradicción, pero a pesar de su
gran fama que la hace pasar por la santa más conocida de Irlanda y de estar
unidos a su figura gran cantidad de elementos festivos y folclóricos se conocen
muy pocos hechos históricos sobre su vida.
Fue Cogitosus que vivió del 620 al 680 su
primer biógrafo, pero -lastimosamente- poco escribe acerca de la vida terrena
de la santa; su escrito se pierde en descripciones sociales y religiosas en
torno al monasterio de Kindale, probablemente mixto y con jurisdicción
quasi-episcopal, fundado por Brígida.
También existen himnos y poemas irlandeses de
los siglos VII y VIII que en sí mismos testimonian el culto que se tributaba a
la santa irlandesa.
Un poco más adelante, el obispo de Fiésole,
Donatus, a mitad del siglo IX, escribe su vida en verso y este debió ser el
vehículo de la rápida difusión de su culto por Europa.
Pero de esta carencia de datos que impiden el
diseño de un perfil hagiográfico completo; la religiosidad popular y el calor
de las gentes por su santa ha suplido con creces la grandeza de su vida fiel al
Evangelio y entregada a su vocación religiosa.
Del hecho de pertenecer Brígida a una tribu
inferior en su tiempo, concretamente la de Forthairt, la fantasía la hace nacer
del fruto de la unión -extraña al matrimonio- de su padre, Duptaco, con una
bellísima esclava, con todos los problemas que esto produce en el entorno
familiar legítimo, desde el disgusto de la esposa hasta la proposición de su
venta. Claro que de esto se sacará la noble lección de que Dios puede tener
planes insospechados para los espúreos inculpables que pueden llegar a las
cimas más altas de la santidad y dejar tras de sí una estela de bien para la
gente.
Heredada la extrahermosura de su madre, para
no ser ocasión de pecado y no ser ya más pedida en matrimonio, pide a Dios que
la haga fea. ¿Para qué quiere la hermosura quien sólo piensa en Dios? Ha
decidido entrar en religión. Derrama lágrimas abundantes y son escuchados sus
ruegos con un reventón del ojo; por este favor da gracias a Dios que luego le
devuelve todo su esplendor. La lección está clara: quien posee al Amor
desprecia lo que a tantas vuelve locas y vanas para alcanzar un amor.
También los pobres están presentes en el
relato; no podría concebirse santidad sin caridad. Y ahora es la vaca su
cómplice; nunca se secaron las ubres, una y otra vez ordeñadas por Brígida,
cuando había que remediar a un menesteroso. La vaca ha quedado presente, como
emblema, en las representaciones pictóricas de los artistas, junto a la imagen
de la santa.
Y aún hay más; sí, son inagotables los
relatos de bondades. Se habla de leprosos curados y de monjas tibias
descubiertas; la muda Doria comienza a hablar y termina sus días como religiosa
en el convento; frustra asesinatos; da vista a ciegos y... como expresión del
estilo de un pueblo ¡convierte el agua de su baño en cerveza para apagar la
sed!
Los himnos, versos, poemas y canciones
populares -con sencillez y regocijo- muestran el calor de un pueblo por su
santa y dice con sus leyes lo que las de la crítica histórica ni puede ni debe
decir.
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