19 DE SEPTIEMBRE – SÁBADO – 24ª – SEMANA DEL T.
O. – A –
San Jenaro de
Nápoles
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(15,35-37.42-49):
Alguno preguntará:
«¿Y cómo resucitan los
muertos? - ¿Qué clase de cuerpo traerán?»
¡Necio! Lo que tú siembras no recibe
vida si antes no muere. Y, al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar
después, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de otra planta. Igual
pasa en la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible, resucita
incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil,
resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual. Si
hay cuerpo animal, lo hay también espiritual.
En efecto, así es como dice la
Escritura:
«El primer hombre, Adán, fue un ser
animado.» El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual,
sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra,
era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el terreno son los
hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros,
que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre
celestial.
Palabra de Dios
Salmo: 55,10.11-12.13-14
R/. Caminaré en presencia de Dios a la
luz de la vida
Que retrocedan mis enemigos
cuando te invoco,
y así sabré que eres mi Dios. R/.
En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre? R/.
Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias;
porque libraste mi alma de la muerte,
mis pies de la caída;
para que camine en presencia de Dios
a la luz de la vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (8,4-15):
En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al
pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo.
Entonces les dijo esta parábola:
«Salió el sembrador a sembrar su
semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros
se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por
falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo
tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al
ciento por uno.»
Dicho esto, exclamó:
«El que tenga oídos para oír, que
oiga.»
Entonces le preguntaron los
discípulos:
«¿Qué significa esa parábola?»
Él les respondió:
«A vosotros se os ha concedido
conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para
que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La
semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan,
pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no
crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla,
reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún
tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas
son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se
van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón
noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»
Palabra del Señor
1. Para entender
esta parábola, lo primero es tener muy presente que la "palabra"
es "inseparable del que la pronuncia".
Una palabra es creíble cuando el que
la pronuncia merece credibilidad. - ¿Cómo va a tener
aceptación y acogida una palabra, un discurso, que proviene de
una persona cuya forma de vivir está en contradicción con lo que
dice?
Una "palabra" solo puede
dar fruto cuando la vida del que la pronuncia es concorde con lo que dice. Por
eso
Jesús insistió tanto en que su autoridad no se basa en sus
títulos o su saber, sino en sus "obras": "Si
realizo las obras de mi Padre, aunque no me creáis a mí, creed en mis
obras" (Jn 10, 38).
- ¿Qué predicador puede decir
"si no creéis en lo
que digo, por qué no creéis en mi forma de vivir?"
Esto vale para predicadores, para
catequistas, para todo el que se ponga a hablar del Evangelio.
2. No vendría mal
que quien explica la parábola (el hablante) se pare a pensar si el problema no
estará en que "el sembrador no siembra lo que tiene que sembrar".
Porque se trata de sembrar la Palabra.
Ahora bien, no se siembra la Palabra
en cuanto uno se pone a hablar, sino que se siembra la Palabra únicamente
cuando, al hablar, se dan las condiciones de lo que se ha llamado la
"acción comunicativa" (J. Habermas).
Condiciones básicas:
1) Que lo que dice el hablante
resulte comprensible.
2) Que el hablante sea
fiable; es decir, que tenga credibilidad.
3) Que la comunicación tenga relación
con un contexto normativo vigente, o sea que se hable de cosas que se
aceptan como normas de conducta ahora, no hace mil años.
4) Que la intención del hablante sea
la que él expresa, por ejemplo, no utilizar la religión para hablar de otros
intereses.
Si no se dan estas condiciones, el
problema no está en la tierra, sino en el sembrador, que no siembra palabra
alguna.
3. Pero igualmente
"el oyente de la palabra" (K. Rahner) tiene que repensar su vida a
partir de lo que dice la parábola: - ¿tienes un corazón duro? - ¿Un
corazón con piedras? - ¿Con espinas? - ¿Cómo acogemos la palabra del Evangelio?
- ¿Qué atención y qué interés concedemos a la palabra que nos viene de los
demás?
Aquí está el problema.
San Jenaro de
Nápoles
Fue obispo de Benevento en el siglo III;
durante la persecución de Diocleciano, sufrió el martirio, junto con otros
cristianos, en la ciudad de Nápoles, en donde se le tiene una especial
veneración.
San Jenaro, patrón de Nápoles, es famoso
por el milagro que generalmente ocurre cada año desde hace siglos, el día de su
fiesta, el 19 de septiembre. Su sangre, se licua ante la presencia de todos los
testigos que deseen asistir.
Nápoles y
Benevento (donde fue obispo) se disputan el nacimiento de San Jenaro y
Benevento.
Durante la
persecución de Diocleciano, fueron detenidos en Pozzuoli, por orden del
gobernador de Campania, Sosso, diácono de Miseno, Próculo, diácono de Pozzuoli,
y los laicos Euticio y Acucio. El delito era haber públicamente confesado su
fe.
Cuando San Jenaro
tuvo noticias de que su amigo Sosso y sus compañeros habían caído en manos de
los perseguidores, decidió ir a visitarlos y a darles consuelo y aliento en la
prisión. Como era de esperarse, sus visitas no pasaron inadvertidas y los
carceleros dieron cuenta a sus superiores de que un hombre de Benevento iba con
frecuencia a hablar con los cristianos. El gobernador mandó que le
aprehendieran y lo llevaran a su presencia. El obispo Jenaro, Festo,
su diácono y Desiderio, un lector de su iglesia, fueron detenidos dos días más
tarde y conducidos a Nola, donde se hallaba el gobernador.
Los tres
soportaron con entereza los interrogatorios y las torturas a que fueron sometidos.
Poco tiempo después el gobernador se trasladó a Pozzuoli y los tres confesores,
cargados con pesadas cadenas, fueron forzados a caminar delante de su
carro. En Pozzuoli fueron arrojados a la misma prisión en que
se hallaban sus cuatro amigos. Estos últimos habían sido echados a las fieras
un día antes de la llegada de San Jenaro y sus dos compañeros, pero las bestias
no los atacaron. Condenaron entonces a todo el grupo a ser echados a las
fieras. Los siete condenados fueron conducidos a la arena del anfiteatro y,
para decepción del público, las fieras hambrientas y provocadas no hicieron
otra cosa que rugir mansamente, sin acercarse siquiera a sus presuntas
víctimas.
El pueblo,
arrastrado y cegado por las pasiones que se alimentan de la violencia, imputó a
la magia la mansedumbre de las fieras ante los cristianos y a gritos pedía que
los mataran. Ahí mismo los siete confesores fueron condenados a morir
decapitados. La sentencia se ejecutó cerca de Pozzuoli, y en el mismo sitio
fueron enterrados.
Los cristianos de
Nápoles obtuvieron las reliquias de San Jenaro que, en el siglo quinto, fueron
trasladadas desde la pequeña iglesia de San Jenaro, vecina a la Solfatara,
donde se hallaban sepultadas. Durante las guerras de los normandos, los restos
del santo fueron llevados a Benevento y, poco después, al monasterio del Monte
Vergine, pero en 1497, se trasladaron con toda solemnidad a Nápoles que, desde
entonces, honra y venera a San Jenaro como su patrono principal.
Muchos se
cuestionan la autenticidad de los hechos arriba mencionados y de la misma
reliquia porque no hay registros sobre el culto a San Jenaro anteriores al año
431. Pero es significante que ya en esa época el sacerdote
Uranio relata sobre el obispo Jenaro en términos que indican claramente que le
consideraba como a un santo reconocido. Los frescos pintados en el siglo quinto
en la "catacumba de san Jenaro", en Nápoles, lo representan con una
aureola. En los calendarios más antiguos del oriente y el occidente figura su
nombre.
El milagro continúa
Mientras que
muchos se cuestionan sobre la historicidad de San Jenaro, nadie se puede
explicar el milagro que ocurre con la reliquia del santo que se conserva en la
Capilla del Tesoro de la Iglesia Catedral de Nápoles, Italia. Se trata de un
suceso maravilloso que ocurre periódicamente desde hace cuatrocientos años. La
sangre del santo experimenta la licuefacción (se hace líquida). Ocurre cada año
en tres ocasiones relacionadas con el santo: la traslación de los restos a
Nápoles, (el sábado anterior al primer domingo de Mayo); la fiesta del santo
(19 de septiembre) y el aniversario de su intervención para evitar los efectos
de una erupción del Vesubio en 1631 (16 de diciembre)
El día señalado,
un sacerdote expone la famosa reliquia sobre el altar, frente a la urna que
contiene la cabeza de san Jenaro. La reliquia es una masa sólida de color
oscuro que llena hasta la mitad un recipiente de cristal sostenido por un
relicario de metal. Los fieles llenan la iglesia en esas fechas. Es de notar entre
ellos un grupo de mujeres pobres conocidas como zie di San Gennaro (tías de San
Jenaro). En un lapso de tiempo que varía por lo general entre los dos minutos y
una hora, el sacerdote agita el relicario, lo vuelve cabeza abajo y la masa que
era negra, sólida, seca y que se adhería al fondo del frasco, se desprende y se
mueve, se torna líquida y adquiere un color rojizo, a veces burbujea y siempre
aumenta de volumen. Todo ocurre a la vista de los visitantes.
Algunos de ellos pueden observar el milagro a menos de un metro de distancia.
Entonces el sacerdote anuncia con toda solemnidad: "¡Ha ocurrido el
milagro!", se agita un pañuelo blanco desde el altar y se canta el Te
Deum. Entonces la reliquia es venerada por el clero y la congregación.
El 5 de mayo del
2008, reporteros de 20 canales de TV, entre ellos CNN estaban presentes en la
catedral cuando ocurrió el milagro.
El milagro ha sido
minuciosamente examinado por personas de opiniones opuestas. Se han ofrecido
muchas explicaciones, pero en base a las rigurosas investigaciones, se puede
afirmar que no se trata de ningún truco y que tampoco hay, hasta ahora, alguna
explicación racional satisfactoria. En la actualidad ningún investigador
honesto se atreve a decir que no sucede lo que de hecho ocurre a la vista de
todos. Sin embargo, antes de que un milagro sea reconocido con absoluta
certeza, deben agotarse todas las explicaciones naturales, y todas las
interrogantes deben tener su respuesta. Por eso la Iglesia favorece la
investigación.
Fruto de las investigaciones.
Entre los
elementos positivamente ciertos en relación con esta reliquia, figuran los
siguientes:
1 -La sustancia
oscura que se dice es la sangre de San Jenaro (la que, desde hace más de 300
años permanece herméticamente encerrada dentro del recipiente de cristal que
está sujeta y sellada por el armazón metálico del relicario) no ocupa siempre
el mismo volumen dentro del recipiente que la contiene. Algunas veces, la masa
dura y negra ha llenado casi por completo el recipiente y, en otras ocasiones,
ha dejado vacío un espacio equivalente a más de una tercera parte de su tamaño.
2 -Al mismo tiempo
que se produce esta variación en el volumen, se registra una variante en el
peso que, en los últimos años, ha sido verificada en una balanza rigurosamente
precisa. Entre el peso máximo y el mínimo se ha llegado a registrar una
diferencia de hasta 27 gramos.
3 -El tiempo más o
menos rápido en que se produce la licuefacción, no parece estar vinculado con
la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera tenía una
temperatura media de más de 30º centígrados y transcurrieron dos horas antes de
que se observaran signos de licuefacción. Por otra parte, en temperaturas mas
bajas, de 5º a 8º centígrados, la completa licuefacción se produjo en un lapso
de 10 a 15 minutos.
4 -No siempre tiene
lugar la licuefacción de la misma manera. Se han registrado casos en que el contenido
líquido burbujea, se agita y adquiere un color carmesí muy vivo, en otras
oportunidades, su color es opaco y su consistencia pastosa.
Aunque no se ha
podido descubrir razón natural para el fenómeno, la Iglesia no descarta que
pueda haberlo. La Iglesia no se opone a la investigación porque
busca la verdad. La fe católica enseña que Dios es todopoderoso y
que todo cuanto existe es fruto de su creación. Pero la Iglesia es
cuidadosa en determinar si un particular fenómeno es, en efecto, de origen sobrenatural.
La Iglesia pide
prudencia para no asentir ni rechazar prematuramente los fenómenos. Reconoce la
competencia de la ciencia para hacer investigación en la búsqueda de la verdad,
cuenta con el conocimiento de los expertos.
Una vez que la
investigación establece la certeza de un milagro fuera de toda duda posible, da
motivo para animar nuestra fe e invitarnos a la alabanza. En el caso
de los santos, el milagro también tiene por fin exaltar la gloria de Dios que
nos da pruebas de su elección y las maravillas que El hace en los humildes.
El Cardenal
Crescenzio Sepe de Nápoles anunció que en el 2009 un grupo de científicos
investigará la milagrosa reliquia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario