viernes, 4 de septiembre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 6 DE SEPTIEMBRE – DOMINGO – 23ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Zacarías profeta




6 DE SEPTIEMBRE – DOMINGO –
23ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Zacarías profeta

Lectura de la profecía de Ezequiel (33,7-9):
Así dice el Señor:
«A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte.
Si yo digo al malvado: "¡Malvado, eres reo de muerte!", y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.»

Salmo: 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vitores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (13,8-10):

A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a tí mismo.» Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.

Evangelio según san Mateo (18,15-20),
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

¡Qué fácil es criticar, qué difícil corregir!

La formación de los discípulos

A partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro, Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso, como en el c.18, sino a través de los diversos acontecimientos que se van presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:

1. Los peligros del discípulo:
                        * ambición (18,1-5)
                        * escándalo (18,6-9)
                        * despreocupación por los pequeños (18,10-14)
            2. Las obligaciones del discípulo:
                        * corrección fraterna (18,15-20)
                        * perdón (18,21-35)
            3. El desconcierto del discípulo:
                        * ante el matrimonio (19,3-12)
                        * ante los niños (19,13-15)
                        * ante la riqueza (19,16-29)
                        * ante la recompensa (19,30-20,16)

 De estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25).

La corrección fraterna

Como punto de partida es muy válida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel. Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta.

Así dice el Señor: A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.

En la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se sugieren cuatro pasos:
1) tratar el tema entre los dos;
2) si no se atiene a razones, se llama a otro o a otros testigos;
3) si sigue sin hacer caso, se acude a toda la comunidad;
4) si ni siquie­ra entonces se atiene a razones, hay que considerarlo «como un gentil o un publicano».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
― Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

Esta práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da por supuestos cuatro pasos:
1) corrección fraterna;
2) invocación de dos testi­gos;
 3) recurso a «los grandes», los miembros más antiguos e importantes;
4) finalmente, si la persona no quiere corregirse, se le excluye de la comunidad.
La novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad, subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana.
Hay otra diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas de ellas en el Apéndice.
Hay un punto de difícil interpretación:
-¿qué signifi­ca la frase final, «considéralo como un gentil o un publicano»?
Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo de publicanos» y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos.
Por consiguiente, quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud personal («considéralo»), aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura.

- ¿Qué valor tiene la decisión tomada en estos casos?
Un valor absoluto. Por eso, se añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad:

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Relacionado con este tema están las frases finales.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Generalmente se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón.
El conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La correc­ción fraterna y la decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz, hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre, ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia, de la oración y la presencia de Cristo en general.
Lo importante es no olvidar la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación.

Apéndice: la práctica de la comunidad de Qumrán

      Nota: En el siglo II a.C., un grupo de judíos, descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros cristianos. (El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II: La apuesta, cap. 15.)
Los cuatro pasos en la Regla de la congregación

1) «Que se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena voluntad y benevolencia para cada uno» (V, 23-24).
2 y 3) «Igualmente, que nadie acuse a otro en presencia de los "grandes" sin haberle avisado antes delante de dos testigos» (VI, 1).
4) «El que calumnia a los "grandes", que sea despedido y no vuelva más. Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la autoridad de la asamblea. (...) Todo el que después de haber permanecido diez años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la comunidad... que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No se deje de expulsarlos» (VII,16-25).

        Algunos castigos en Qumrán

«Si alguien habla a su prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será castigado durante un año...»
«Si alguno habló con cólera a uno de los sacerdotes inscri­tos en el libro, que sea castigado durante un año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de los gran­des.»
«El que calumnia injustamente a su prójimo, que sea castiga­do durante un año y apartado de la comunidad.»
«Si únicamente hablo de su prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses.
«El que se despereza, cabecea o duerme en la reunión de los "grandes" será castigado treinta días».

San Zacarías profeta

 
Profeta bíblico que desplegó su actividad profética hacia los años 520-518 a. de C. y al que se atribuye la autoría del Libro de Zacarías, libro del Antiguo Testamento perteneciente a los Libros Proféticos, concretamente al grupo de los llamados Libros de los Profetas Menores.

El Libro de Zacarías se divide en dos secciones: capítulos 1-8 y 9-14. En general, se piensa que tan sólo la primera parte es obra propiamente de Zacarías, mientras que la segunda, añadida posteriormente, es obra de un autor o autores anónimos. En la primera parte, Zacarías es llamado el hijo de Baraquías, hijo de Ado, lo cual da a entender que pertenecía a una familia sacerdotal. Así se explica el impulso que da al proceso iniciado por Ezequiel en favor del sacerdocio, impulso que más tarde desembocaría en el sometimiento de la función profética a la sacerdotal. Zacarías se muestra como un hombre de firme esperanza y de lenguaje claro. Por eso proclama sus visiones mirando hacia el futuro, en un estilo apocalíptico (1,7-6.8). Nunca, sin embargo, logró la independencia que caracterizó a los profetas anteriores al exilio.
La primera parte del Libro de Zacarías se inicia con una exhortación al arrepentimiento y a la conversión, a la que siguen un conjunto de ocho visiones nocturnas que el profeta experimentó en el 518 a.C. y una colección de oráculos. En la exhortación se pone de manifiesto su exigencia de pureza y moralidad interiores, pues no se contenta con condenar los errores rituales, sino que en sus palabras se descubre el sentido de pecado y de malicia; la transformación de la ciudad debe llevar a la transformación del pueblo. Las visiones nocturnas, interpretadas por un ángel para Zacarías, predicen la inminente llegada de una era mesiánica.
A diferencia de la primera, la segunda parte carece de alusiones históricas, y falta toda precisión en torno a fechas y nombres; tampoco existe la preocupación por la construcción del templo, constante en la primera parte. Mientras que el estilo de la primera parte es prosaico y redundante, el de la segunda es poético y a menudo de difícil interpretación. No obstante, el espíritu apocalíptico de la primera continúa en ésta y alcanza en el capítulo 14 su más alta expresión. Más que la obra de un determinado autor, esta segunda parte parece la expresión final de una tradición inspirada. Su composición se debió prolongar a lo largo del primer siglo de la época helenista (a partir del 332, probablemente antes del 200 a.C.), pues en el Eclesiástico ya se mencionan los doce profetas menores.
En esta segunda parte se distinguen tres secciones: en la primera el oráculo se dirige a los pueblos sirio, fenicio y filisteo, de los que Dios sacará un resto que le servirá (9,1-11,3); la segunda es una especie de acción simbólica en la imagen del pastor para expresar el abuso de los malos pastores y la venganza que sobre ellos tomará el Señor, a quien han menospreciado (11,4-17 con 13,7-9); finalmente, la tercera es una exposición de diecisiete unidades escatológicas, introducidas todas con la expresión "aquel día". El mensaje de esta segunda parte se centra en la doctrina mesiánica: se anuncia el resurgimiento de la estirpe del rey David y la llegada de un Mesías humilde. Estos rasgos se armonizan en la persona de Jesucristo, razón por la cual el Nuevo Testamento hará referencia frecuente al profeta Zacarías.



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