20 DE SEPTIEMBRE – DOMINGO –
25ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Andrés Kim y Pablo Cong
Lectura del libro de Isaías (55, 6-9):
Buscad al Señor
mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado
abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá
piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros
planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–.
Como el cielo es más alto que la tierra, mis
caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes.
Palabra de Dios
Salmo: 144
R/. Cerca está el Señor de los que lo
invocan
Día tras día, te
bendeciré, Dios mío
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor y merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.
El Señor es
clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
El Señor es justo
en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Filipenses (1,20c-24.27a):
Cristo será
glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es
Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone
trabajo fructífero, no sé qué escoger.
Me encuentro en ese dilema: por un lado,
deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro,
quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es
que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.
Palabra de Dios
Lectura del Santo Evangelio Según San
Mateo (20,1-16):
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un propietario
que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse
con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a
media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
"Id también vosotros a mi viña, y os
pagaré lo debido." Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a media
tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y
les dijo: "¿Cómo estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le
respondieron:
"Nadie nos ha contratado."
Él les dijo:
"Id también vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo
al capataz:
"Llama a los jornaleros y págales el
jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros."
Vinieron los del atardecer y recibieron un
denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más,
pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a
protestar contra el amo:
"Estos últimos han trabajado sólo una
hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del
día y el bochorno."
Él replicó a uno de ellos:
"Amigo, no te hago ninguna injusticia.
¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este
último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en
mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los
últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor
Parábola del terrateniente cabrón y la alternativa de
Pablo.
A cada uno un denario
Una parábola provocadora
Nota: De los numerosos insultos que enriquecen la lengua
castellana, “cabrón” es el único tomado de la Biblia (Ezequiel). Por
consiguiente, nadie debe escandalizarse de que lo use, aunque tampoco es
preciso que añada: “Palabra de Dios”.
Durante el
período de formación de los discípulos, tal como lo cuenta el evangelio de
Mateo, Jesús parece disfrutar desconcertándolos con sus ideas sobre el
matrimonio, la importancia de los niños, la riqueza. Pero el punto culminante
del desconcierto lo constituye esta parábola sobre el pago por el trabajo
realizado.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a
contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario
por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin
trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo
debido." Ellos fueron…..
El protagonista es un terrateniente con
capacidad para contratar a gran número de obreros. No es un señorito que se
dedica a disfrutar de los productos del campo. Al amanecer ya está levantado,
en la plaza del pueblo, contratando por el jornal habitual de la época: un
denario. Y tres veces más, a las 9 de la mañana, a las 12, incluso a las 5 de
la tarde, vuelve del campo al pueblo en busca de más mano de obra. A estos no
les dice cuánto les pagará. Pero les da lo mismo. Algo es algo.
Hasta ahora todo va bien. Un
propietario rico, preocupado por su finca, atento todo el día a que rinda el
máximo. Se intuye también un aspecto más positivo y social: le preocupa el
paro, el que haya gente que termine el día sin nada que llevar a su casa.
Pero este personaje tan digno se
comporta al final como un cabrón. Al atardecer, cuando llega el momento de
pagar, ordena al administrador que no empiece por los primeros, sino por los
últimos. Cuando estos, sorprendidos, reciben un denario por una sola hora de
trabajo, los demás, especialmente los de las 6 de la mañana, alientan la
esperanza de recibir un salario mucho más elevado. Con gran indignación de su
parte, reciben lo mismo. Es lógico que protesten.
¿Por qué no empezó el propietario por
los primeros, los dejó marcharse, y luego pagó a los otros sin que nadie se
enterase? ¿Por qué quiso provocar la protesta? Porque sin el escándalo y la
indignación no caeríamos en la cuenta de la enseñanza de la parábola.
¿Cabrón o bueno?
Los jornaleros de la primera hora
plantean el problema a nivel de justicia. En cambio, el terrateniente lo
plantea a nivel de bondad. Él no ha cometido ninguna injusticia, ha pagado lo
acordado. Si paga lo mismo a los de la última hora es por bondad, porque sabe
que necesitan el denario para vivir, aunque muchos de ellos sean vagos e
irresponsables.
¿Quiénes son los de las 6 de la mañana y
los de las 5 de la tarde?
En la
comunidad de Mateo, formada por cristianos procedentes del judaísmo y del mundo
pagano, predicar que Dios iba a recompensar igual a unos que a otros podía
levantar ampollas. El judío se sentía superior a nivel religioso: su compromiso
con Dios se remontaba a siglos antes, a Moisés; llevaba el sello de la alianza
en su carne, la circuncisión; había cumplido los mandatos y decretos del Señor;
no habían faltado un sábado a la sinagoga. - ¿Cómo iban a pagarles lo mismo a
estos paganos recién convertidos, que habían pasado gran parte de su vida sin
preocuparse de Dios ni del prójimo?
Usando unas palabras del profeta Daniel,
- ¿cómo iban a brillar en el firmamento futuro igual que ellos?
En este planteamiento se comprende el
reproche que les hace el propietario (Dios): vuestro problema no es la justicia
sino la envidia, os molesta que yo sea bueno.
Desde la época de Mateo han pasado
veinte siglos; la interpretación anterior ya no resulta actual y podemos
sustituirla por otra: los cristianos que han cumplido desde niños la voluntad
de Dios, que no han faltado un domingo a misa, ni han tomado la píldora
anticonceptiva, y se enteran de que Dios va compensar igual que a ellos a gente
que sólo pisa la iglesia para entierros y bodas y que interpretan la moral de
la Iglesia según les convenga. A algunos de ellos puede parecerles una gran
injusticia. Dios no lo ve así, porque piensa recompensarles como se merecen. Si
da lo mismo a los otros no es por justicia, sino por bondad.
¿No es de hipócritas indignarse?
Si alguno se sigue indignando con la
actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o tonto. En el fondo, el
que se indigna es porque piensa que lleva trabajando desde las 6 de la mañana,
que lo ha hecho todo bien y merece una mayor recompensa de parte de Dios. Si
examina detenidamente su vida, quizá advierta que empezó a trabajar a las 11 de
la mañana, y que se ha sentado a descansar en cuanto pensaba que el capataz no
lo veía. A buen entendedor, pocas palabras.
En cambio, el que es consciente de haber
rendido poco en su vida, de no haberse comportado en muchos momentos como
debiera, de haber empezado a trabajar a las 5 de la tarde, se sentirá animado
con esta parábola.
Las cinco de la tarde
Cabe el peligro de interpretar lo
anterior como “Dios es muy bueno y podemos dedicarnos a la gran vida”. La
invitación a ir a trabajar a las 5 de la tarde, aunque sólo sea una hora, es un
toque de atención No se trata de seguir vagueando irresponsablemente. Siempre
hay tiempo para echar una mano al propietario de la finca.
Este es el tema de la 1ª lectura, tomada
de Isaías, que usa un lenguaje mucho más severo.
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca;
que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al
Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no
son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-.
Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los
vuestros, mis planes, que vuestros planes.
No habla de desocupados sino de malvados
y criminales. Pero los exhorta a regresar al Señor, que “tendrá piedad” porque
“es rico en perdón”.
En el evangelio, con fuerte contraste,
no son malvados y criminales los que van en busca de Dios; es el mismo Dios
quien sale al encuentro, cuatro veces al día, de todas las personas que necesitan
de su ayuda.
Tanto el evangelio como Isaías coinciden
en afirmar, cada uno a su estilo, que los planes y los caminos de Dios son muy
distintos y más elevados que los nuestros.
La alternativa de Pablo y la pandemia (Fil
1,20c.24.27a)
Igual que el
domingo pasado, la segunda lectura no tiene relación con el evangelio, pero sí
mucha con la realidad actual del coronavirus. Pablo está en la cárcel, y no
sabe si saldrá absuelto o lo condenarán a muerte. Para nosotros, la elección
sería clara: absolución. Pablo ve las cosas de otro modo: la absolución le
permitiría seguir trabajando por sus cristianos y por la extensión del
evangelio; pero la muerte le permitiría «estar con Cristo, que es con mucho lo
mejor». En esta alternativa, no sabe qué escoger.
Lo absolverán, y
continuará su obra unos años más, hasta que la muerte le permita estar con
Cristo. En esta época en que solo se habla de la muerte como fría estadística o
tragedia personal y familiar, Pablo nos recuerda a los cristianos que la muerte
es el paso a disfrutar eternamente de la compañía del Señor.
San Andres Kim y Pablo Cong
La fiesta que hoy recordamos es
conocida como la de San Andrés Kim y Compañeros Mártires. Fue la primera
canonización que se realizó fuera de Roma en los últimos 700 años, y es que la
situación lo ameritaba, porque estaban siendo premiados con la santidad el
primer sacerdote coreano y sus 102 compañeros.
San Andrés Kim, el primer sacerdote
de la Iglesia en el oriente, creció comprendiendo el valor de defender su fe.
Él nació el 21 de agosto de 1821, años antes su bisabuelo había muerto
martirizado, y cuando sólo era un niño, tuvo que afrontar por el mismo motivo,
la muerte de su padre, mientras su madre era destinada a vivir en la calle y
pedir limosna, debido a la represión religiosa que azotó Corea hasta finales
del siglo XIX, y que hoy, un siglo más tarde sigue estando vigente.
En 1836 Andrés fue elegido como
seminarista por un misionero que pasaba por su población. En 1844 fue ordenado
diácono en China y un año más tarde ordenado sacerdote en Shangai. De allí se
dirigió nuevamente a Corea en donde cumplió la gran parte de su trabajo
pastoral.
Sirvió al Señor como sacerdote sólo
un año y pocos meses. En junio de 1846 fue arrestado y enviando a una cárcel en
Seúl; allí estuvo tres meses y el 16 de septiembre fue decapitado, cuando
apenas tenía 26 años. Entre sus pertenencias se encontró una carta en coreano,
dirigida a sus fieles. “En este difícil tiempo, para ser victorioso se debe
permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades como valientes
soldados completamente armados en el campo de batalla”.
Junto con el padre Kim se destaca
la canonización del laico Pablo Chong, nacido en Korea en 1795. Sus padres, una
hermana y un hermano, fueron martirizados entre los años 1801 y 1839. Cuando
tenía 20 años partió hacia Seúl para tratar de reconstruir la Iglesia en este
lugar. Decidió intentar llevar misioneros al país, pero sus intentos se vieron
bloqueados por la misma persecución, uno de ellos, murió antes de poder
ingresar al país.
En 1839, a la edad de 45 años, fue
arrestado por ser considerado como uno de los que había intentado llevar
misioneros extranjeros a Korea. Fue decapitado en Seúl el 22 de septiembre.
Las figuras del Padre Andrés y de
Pablo Chong son sólo una pequeña muestra de la persecución religiosa de las que
son víctimas los cristianos en el oriente. En la actualidad los católicos no
gozan de plena libertad para practicar su fe y como sucedió con estos santos,
siguen siendo perseguidos por sus creencias.
Su amor a Dios y la Iglesia fue
reconocido el 19 de junio de 1988, cuando el Papa Juan Pablo II canonizó y
proclamo santos a 117 mártires que derramaron su sangre en la Conchinchina,
Annam y Tonkín, en la actualidad el norte de Vietnam. Entre los mártires había
11 españoles, un grupo de franceses, y los demás coreanos. Ellos murieron
víctimas de suplicios, hambre, sed, asfixia, insultos y burlas. Murieron
perdonando todo lo que les habían hecho.
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