11 DE SEPTIEMBRE – VIERNES –
23ª – SEMANA
DEL T. O. – A –
San Pafnucio de Egipto
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,16-19.22b-27):
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo.
No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera
por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es
que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar
a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la
predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo
de todos para ganar a los más posibles.
Me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo
esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes. Ya sabéis que
en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva
el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de
privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio,
una que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no
contra el aire; mis golpes van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio, no sea
que, después de predicar a los otros, me descalifiquen a mí.
Palabra de Dios
Salmo:
83,3.4.5-6.12
R/.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido donde colocar sus
polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R/.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su
fuerza
al preparar su peregrinación. R/.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (6,39-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una
parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
¿No caerán los dos en el hoyo?
Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su
aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en
la viga que llevas en el tuyo?
¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la
mota del ojo," sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita!
Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del
ojo de tu hermano.»
Palabra del Señor
1. Las advertencias de Jesús sobre la
ceguera y la visión forman un bloque importante para la vida de los creyentes y
para el buen funcionamiento de la Iglesia.
Es evidente que, si una persona asume el proyecto
de las bienaventuranzas como “programa de vida”, por eso mismo echa por un
camino arriesgado.
Pero es claro que una conducta arriesgada conduce
a una situación que puede ser peligrosa, incluso muy peligrosa. De ahí que el
ciego mal conducido no solo sigue siendo ciego, sino que cae en el hoyo detrás
del guía (A. Jülicher, F. Bovon).
2. Uno de los problemas más graves,
que tenemos, en este momento, es que hay demasiados “ciegos” guiándonos a
quienes ya estamos “cegados” por demasiadas cosas.
Toda visión de la vida y del mundo, que no tenga
en cuenta la “totalidad” a lo que está pasando, es lógicamente una visión
“parcial”.
Ahora bien, la sociedad en que vivimos está
montada precisamente para que no veamos la “totalidad”, sino para que nos
fijemos solamente en la “parcialidad” de aquello con lo que él sabe que nos
atrapa, nos distrae, nos domina, hace de nosotros lo que quiere y lo que le interesa. Por eso hay tanta gente que se
preocupa más por una pequeña cantidad de dinero que tiene en el banco que por
los millones de criaturas que se mueren literalmente de hambre y miseria en el
mundo.
3. El mejor servicio, que nos hace el
Evangelio, es abrirnos los ojos. Para hacernos caer en la cuenta de “la
dependencia de los fenómenos particulares respecto de la totalidad” (J.
Habermas).
El que solo mira a un escaparate, no puede ver la
cantidad de gente que se muere de hambre, las desigualdades y abusos que están
allí presentes, en el mismo escaparate.
Como el que solo ve a un líder político o
religioso, no puede ver los destrozos que quizá ese líder está causando o
permitiendo.
La vida nos dice que las enseñanzas de Jesús son
cómo abrirnos los ojos para poder ver la totalidad de lo que creemos que
estamos viviendo, pero que en realidad no vemos. Y lo peor del caso es que, en
estas situaciones proliferan los “hipócritas”.
Los que van por la vida quitando engaños a
los demás, cuando ni se dan cuenta de la ceguera en que viven ellos mismos.
Esto nos ocurre a todos.
Vamos a pedir a Dios para nosotros unos ojos
claros, serenos. Los ojos del rostro y los ojos del corazón. Y vamos a mirar
con ojos limpios; es decir, con los ojos de Dios, que no juzgan, no condenan y
miran siempre con benevolencia. Que nadie imponga, nadie quiera hacerse más que
el otro. Al revés, rompamos la dialéctica dominantes-dominados, mediante el
amor y la comunión cristiana. Como San Pablo: me hago todo para todos.
San Pafnucio de Egipto
Obispo de Tebaida
Martirologio Romano:
Conmemoración
de san Pafnucio, obispo en Egipto, que fue uno de aquellos confesores que, en
tiempo del emperador Galerio Maximino, habiéndoles sacado el ojo derecho y
desjarretado la pantorrilla izquierda, fueron condenados a las minas, y
después, asistiendo al Concilio de Nicea, luchó denodadamente por la fe
católica contra el arrianismo (s. IV).
Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de
los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima,
y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta
concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la
creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue
aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
Breve Biografía
Fue uno
de los anacoretas de su época. Vivía de las verduras que daba la tierra, agua,
un poco de sal y poco más. Compartía consigo mismo la soledad del desierto. La
oración y la penitencia eran su principal modo de emplear el tiempo. A su cueva
acudían las gentes a recibir consejo, escuchar lo que aprendía del Espíritu con
sus rezos y a contrastar la vida con el estilo del Evangelio.
Se vio
obligado a dejar la soledad contra su gusto porque fue nombrado obispo de
Tebaida. Por defender a Cristo sufrió persecución, le amputaron una pierna y le
vaciaron un ojo cuya órbita desocupada, según cuenta la historia, gustaba besar
con respeto y veneración el convertido emperador Constantino.
Estuvo
presente en el Concilio de Nicea, donde se defendió la divinidad de Cristo y se
condenó el arrianismo.
En esa
ocasión, al tratarse otros temas de Iglesia, tuvo el obispo Pafnucio la ocasión
de dar muestras de profunda humanidad. El hombre que venia del más duro rigor
del desierto y podía exhibir en su cuerpo la marca de la persecución se mostró
con un talante más amplio, abierto, moderado y transigente que los padres que no
conocían la dureza de la Tebaida ni los horrores de la amenaza, ni la vejación.
Numerosos
padres conciliares pretendieron imponer que los obispos, presbíteros y diáconos
casados dejaran a sus esposas para ejercer el ministerio. El obispo curtido en
la dura ascesis anacoreta se opuso a tal determinación haciendo que se fuera
respetuoso con la disciplina de la época: autorizar el ejercicio del Orden
Sacerdotal a los ya casados y no permitir casarse después de la Ordenación.
Fuente: Archidiócesis de Madrid
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